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Opinión

24 de Diciembre de 2019

Óscar Contardo sobre la Iglesia Católica: El desplome final

AGENCIA UNO
Óscar Contardo
Óscar Contardo
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En nuestra historia como país existía una ritualidad frente a las catástrofes y crisis: cada vez que había una revuelta social, un terremoto, un incendio voraz o una tormenta que provocaba inundaciones, quien primero reaccionaba era el Estado a través de sus autoridades, luego venía la voz de la Iglesia Católica que era escuchada con mayor atención que la de cualquier político. Lo que disponía un cardenal valía tanto o más que lo que anunciaba un ministro o un presidente. A través de la figura del sacerdote, la Iglesia se hacía presente como faro moral, como agente político, como consuelo o como mediador en conflictos. Eso había ocurrido desde la colonia hasta hace muy pocos años. Quizás la señal más clara del desplome final de la Iglesia católica chilena durante 2019 es que luego del estallido social de octubre, la opinión de la Iglesia católica quedó relegada al ámbito de lo irrelevante. La declaración de la Conferencia Episcopal frente a los acontecimientos fue tardía y anunciada como quien deposita en un buzón un memo al que nadie le dará demasiada importancia.

Las repercusiones de las palabras del Administrador Apostólico Celestino Aós, fueron casi inexistentes. No podía ser de otra forma. Aós había llegado como interino al arzobispado de Santiago en marzo, luego de que el papa Francisco aceptara la renuncia del cardenal Ricardo Ezzati dejando la sede vacante, es decir, no había nadie en condiciones de asumir el liderazgo de la iglesia local. Durante años la debacle desatada por las denuncias de abuso cometidas por sacerdotes y religiosos tuvo al cardenal salesiano en el centro del escándalo. Existe evidencia de que Ricardo Ezzati venía conociendo distintos casos de abusos sin tomar acciones en contra de quienes los cometían desde su época de director del teologado del seminario. Sin embargo, guardó silencio. El más reciente y más perturbador de los casos que salpicaban al cardenal era el del cura Óscar Muñoz, quien fuera canciller del arzobispado y encargado de recibir denuncias de abuso sexual. Muñoz –cercano del cardenal Errázuriz, quien lo ayudó en su ascenso en la jerarquía- fue acusado ante la fiscalía por abuso de niños y hoy enfrenta un proceso penal. Frente a cada una de las acusaciones de encubrimiento, el cardenal Ricardo Ezzati, tal como su predecesor, tal como ocurre con la mayoría de los religiosos católicos pese a la evidencia, no se cansa de repetir que nunca vio nada, nunca supo nada, ni nunca nadie le advirtió nada.

AGENCIA UNO

Hasta mediados de la década que termina la crisis de la Iglesia católica chilena daba la impresión de estar circunscrita a determinados ambientes, relacionados a situaciones repetitivas, pero puntuales. Sin embargo, hoy es claro que la debacle involucraba a la jerarquía, a todas las congregaciones y todos los movimientos, afectando a fieles de todos los estratos sociales y de todas las regiones del país.

En 2019 el mapa de abusos eclesiales elaborado por la Red de Sobrevivientes demostró gráficamente lo que hace unos años hubiera sido aventurado asegurar: la práctica de abusos sexuales dentro de la Iglesia católica había sido sistemática en el tiempo; más que un conjunto de hechos aislados demostraba una cultura de la impunidad y el encubrimiento. Nadie se libraba de la peste, ni siquiera los jesuitas que habían pretendido durante años pertenecer a una casta distinta a la de sus colegas legionarios o su competencia de la Iglesia de El Bosque: el sórdido historial de abusos cometido por Renato Poblete, a quien hasta hace muy poco recordaban como a un santo, demostraba que la capacidad de torcer la realidad era uno de los atributos que mejor se le daban al creador de las cenas de pan y vino.

El caso de Poblete era la contracara del caso Karadima. Ambos eran amigos, pero a diferencia del sacerdote de la parroquia de El Bosque, Poblete gozaba de una popularidad desbordante en distintos sectores políticos y sociales, más allá de la elite ultraconservadora. La compañía de Jesús lo había transformado en un símbolo de beneficencia, en el heredero de San Alberto Hurtado y en un modelo de gestión de caridad. La leyenda se había extendido y fortalecido con la estrategia de vinculación con los medios creada por Poblete, amigo de empresarios periodísticos, editores y reporteros. El sacerdote fue sin duda un gran relacionador público de sí mismo, de su imagen y la de su congregación, logrando ampliar la influencia de los jesuitas a través de la caridad. Gracias al cura Poblete el Hogar de Cristo logró imponerse como una marca valorada, conciliando neoliberalismo y beneficencia. Sin embargo, detrás de la fachada, Poblete resultó ser un adulador de poderosos, un administrador opaco y un violador de mujeres que vivió y murió recibiendo el trato de un varón de virtudes extraordinarias. Tal como en otros casos de jesuitas menos populares, todo eso se derrumbó solo cuando una de las víctimas contó públicamente la verdad. De no ser por ella, la figura de Renato Poblete se habría mantenido intacta y su biografía amañada, hubiera seguido contándose como un testimonio ejemplar de vida cristiana. Tal como el círculo de sacerdotes cercanos de Karadima, lo mismo que el cardenal Errázuriz y que Ezzati, los jesuitas que conocieron y compartieron con Poblete aseguraron que ellos nunca supieron nada, que nunca nadie les dijo nada, que jamás vieron algo extraño. A todos los sacerdotes católicos les sucede lo mismo: saben tanto de las pasiones ajenas como para difundir reglas morales de manera industrial, pero jamás se enteran de los crímenes que sus hermanos religiosos cometen bajo sus narices. De eso no saben nada. Sobre eso guardan silencio.

En 2019 los últimos vestigios de la autoridad moral de la institución estallaron por los aires. El peso de los hechos acabó arrinconando y relegando a la Iglesia católica chilena a un rol secundario en el espacio público. La voz que alguna vez tuvo ahora es poco más que un murmullo que cuando se escucha, despierta sospecha y desconfianza

*Periodista y escritor. El año 2018 publicó Rebaño, una investigación sobre los abusos sexuales en la Iglesia chilena.

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