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29 de Diciembre de 2019

Bárbara vs Enel: Las llagas que dejó la explosión de Bombero Núñez N°40

Bárbara Urrutia. Foto: Emilia Rothen

Una mañana de septiembre del 2017, un edificio completo del barrio Bellavista terminó en el suelo por una explosión de gas. Bárbara Urrutia se encontraba en el primer piso, fue sacada entre los escombros e internada con riesgo vital. Estuvo tres semanas inconsciente por un severo golpe en la cabeza, quedó con amnesia, y tardó un año y medio en recuperar su vida producto de las graves quemaduras que sufrió en su cuerpo. Los peritajes revelaron que unos cables eléctricos sin aislación perforaron la red de gas y arruinaron la vida de cuatro hogares completos en ese sector de Recoleta. La SEC cursó millonarias multas, sin embargo, pasados dos años, la Fiscalía aún no formaliza la investigación penal, ninguna de las víctimas ha recibido indemnización e incluso Enel les sigue cobrando la cuenta de la luz de un edificio que ya no existe. Pero Bárbara no se rinde y con sus vecinos se mantiene en pie de guerra en esta pelea de David contra Goliat.

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“Yo desperté después de tres semanas en la clínica”, me dice de repente Bárbara Urrutia (32) mientras se acomoda el traje compresivo que emerge de su manga y le rodea ambas manos. Ella trata de explicarme qué pasó ese viernes 17 de septiembre del 2017, cuando ingresó con riesgo vital a la Posta Central, pero no recuerda nada. “Tengo un hoyo negro -relata- borré todo para atrás, como una semana para atrás. Tal vez un poco más. Hasta cuando desperté en la clínica”. 

Ese día el 19% de su cuerpo terminó con graves quemaduras y le detectaron un severo traumatismo encéfalo craneano (TEC), que le hizo perder la consciencia. El departamento que tenía en calle Bombero Núñez había explotado con ella adentro. Un estremecedor video grabado por un carabinero la muestra bajo pedazos de concreto y ladrillos, tratando de moverse. Dentro del departamento también estaba su pareja, Martín Reyes (34) y sus tres mascotas. A Simón, su perro, lo sacaron bomberos con quemaduras en su nariz y sus patas. Matías, una de sus tortugas, salió volando 15 metros hasta la casa de una vecina. Pequeña, la otra tortuga, apareció entre los escombros con el caparazón trizado. Todos resultaron milagrosamente vivos. 

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Bárbara es diseñadora gráfica. Para septiembre del 2017 tenía dos trabajos: Era dueña de una oficina de diseño llamada Ciervo, que administraba junto a su pareja desde su hogar, y además hacía clases en la casa central del Instituto Profesional Arcos, en pleno centro de Santiago. Llevaba menos de un año casada con Martín y se habían ido a vivir a un departamento emplazado en el primer piso de un pequeño edificio de calle Bombero Núñez, comuna de Recoleta. “Nosotros éramos una pareja que estaba recién empezando. Somos unos cabros jóvenes, teníamos algunas proyecciones, estábamos medio asentados ya en nuestra casita”, cuenta.

Bárbara Urrutia. Foto: Diego Alvarado

En vísperas de fiestas patrias, ambos pensaban pasar el fin de semana largo en compañía de sus familias. Por eso, la noche anterior se acostaron tarde, se quedaron adelantando algunos proyectos y así no quedar con trabajo pendiente. Martín cuenta que ese día se levantaron cerca de las nueve de la mañana. “La Bárbara tenía clases y después íbamos a preparar todo para irnos en la tarde. Ella se estaba arreglando. Lo último que recuerdo es que Bárbara estaba sentada en la cama, maquillándose. Yo me había duchado recién y estaba en la entrada del baño. La estaba viendo, eso es lo último que recuerdo”.

Martín despertó nueve horas después de la explosión y también sufre de amnesia aunque, a diferencia de Bárbara, sólo olvidó ese fragmento de su vida. “Desperté con un dolor en todo el cuerpo y no sabiendo qué había pasado”, relata. Familiares y conocidos le aseguraron que él salió del departamento por sus propios medios, semidesnudo y preguntando por su esposa. “Estaba prácticamente en piloto automático tratando de buscarla”. 

Luis Hormazábal lleva seis años siendo profesor de tenis del complejo deportivo Bellavista de la Municipalidad de Recoleta, ubicada justamente al frente, y recuerda perfectamente el episodio. “Estábamos en la cocina y se sintió un estruendo tremendo, imagínate, el club se movió entero. Nosotros pensamos que había sido la bomba de bencina que había explotado. Pero no, era el edificio de al lado. Tratamos de ir a ayudar, pero había mucha gente y mucho olor a gas, era muy molestoso. De repente, apareció un compadre de la nada, todo mojado y con la cabeza rota. Yo creo que con suerte salió caminando, porque venía afirmándose. Estaba súper ido. Ido total. Después no pudimos ver nada más, porque llegó Carabineros y cerró el perímetro”.

Martín Reyes. Foto: Diego Alvarado

Luis recuerda que la estructura “se partió entera. Tenía un corte de punta a punta, de arriba hasta abajo. Por dentro, lo que se veía, estaba hecho pedazos. Eso sí, no se veía fuego, pero sí salía mucho humo. También se asomaba mucha gente con sangre en la cabeza, imagino que porque explotaron los vidrios. Un auto, que estaba afuera, también, hecho pedazos”.  

Martín terminó con fracturas en las costillas, fisuras en la columna, múltiples cortes en la cabeza producto de los proyectiles que lanzó la explosión y un 16% del cuerpo quemado. Prácticamente, casi toda la espalda y su pierna izquierda. Sin embargo, a diferencia de Bárbara, a él no tuvieron que ponerle injertos porque sus quemaduras no fueron tan graves. Los médicos le explicaron que se salvó porque se había duchado recién y su cuerpo se había mantenido húmedo. 

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Según un informe elaborado por Bomberos, la primera alarma se emitió a las 10:28 de la mañana. Cuatro minutos después llegó el primer carro bomba de los 10 en total que concurrieron a la emergencia. Con el pasar de los minutos, también llegó a la zona personal de Carabineros, del SAMU, de la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC), de la Municipalidad de Recoleta, de Abastible, Metrogas y Enel. 

A cargo del operativo quedó el comandante de Bomberos, Enrique Chereau, quien especuló ante los medios de comunicación sobre las causas del estallido y deslizó dos hipótesis: Fue un balón de gas licuado o una fuga de la red de Metrogas. Sin embargo, de manera preliminar se inclinó por apuntar a un cilindro que encontraron conectado a una estufa. “Tenemos información que ellos (Bárbara y Martín) compraron tres cilindros hace dos días y uno de esos cilindros, el que estaba conectado a una estufa, está vacío. En dos días es muy difícil que se consuma por completo”, dijo entonces. 

Para Bárbara, el comandante estaba equivocado. “Claramente, una explosión de tal magnitud, no hubiera podido ser por un balón de gas, en ningún caso. Un balón de gas no revienta un edificio. Este quedó inhabitable”, argumenta.

En el informe fechado el 28 de noviembre, más de dos meses después de la explosión, Bomberos fue mucho más mesurado con sus hipótesis. En él establecen que “no es posible concluir fehacientemente sobre el elemento que causa la temperatura suficiente para ignitar el gas”, pero sí entregan una serie de pistas claves que permitirán resolver la causa del siniestro.

Primero, que el edificio era una estructura sólida de hormigón y ladrillos que prácticamente se destruyó por una “masa de gases supercalentados” por deflagración, es decir, por una onda expansiva que se mueve más lenta que la velocidad del sonido. Sin embargo, a Bomberos le llama la atención el comportamiento del combustible, ya que en lugar de concentrarse en el subterráneo, como lo haría el gas licuado, “subió” hacia los pisos superiores. Eso les permite teorizar e inclinarse hacia la tesis del gas natural, que es más liviano que el aire.

En dicho documento, Bomberos consigna que posterior al estallido aún persistía la presencia de gas en el ambiente, suficiente para haber generado una segunda explosión. Por esta razón, se determinó evacuar hasta tres cuadras a la redonda. El mismo informe precisa que las roturas de vidrio provocadas por la onda expansiva se registraron incluso en calle Dardignac, a una cuadra del edificio. 

También detallan que el olor a gas era perceptible, al menos, desde un día antes de la explosión.

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Justo debajo del hogar de Bárbara había un subterráneo donde el actor Roberto Pablo tenía un taller. Allí almacenaba máscaras y vestuario que él mismo construía. También tenía instrumentos musicales, un escritorio y un computador. Él vivía junto a su hija y su nieto Misael en el segundo piso, donde los departamentos son tipo dúplex. 

Esa noche se quedó trabajando hasta tarde en su taller. Al otro día debía levantarse temprano para entregar un proyecto que tenía pendiente y así desocuparse lo antes posible, porque junto a su familia tenían pensado pasar las fiestas patrias en Laguna Verde, Valparaíso, donde actualmente se encuentra radicado. En medio de su relato, Roberto de pronto cambia el tono de su voz y dice: “Yo podría haber muerto”

Roberto Pablo. Foto cedida

“Me levanté a trabajar, pero por alguna razón el computador no estaba funcionando bien. El martes había habido un corte general en la manzana. El computador estaba muy lento, no sé lo que pasaba con la señal de Internet, así que grabé el proyecto en un pendrive y llamé a una amiga para ver si podía ocupar su computador”, cuenta.

Al rato llegó hasta la oficina de su amiga en calle Pío Nono, donde se percató que se había equivocado de pendrive y decidió regresar. Nuevamente en el subterráneo, prendió el computador, que seguía lento, e incluso encendió un cigarrillo mientras revisaba el documento correcto. Al terminar, “apagué el computador cuando a mi costado, donde había una ventanita, sentí como si hubiese un tanque de guerra o un camión con un container, algo gigantesco que golpeaba el edificio, un ruido ensordecedor, y todo se llena inmediatamente de polvo, de tierra”.

En cuestión de segundos, Roberto pensó en su nieto y buscó una salida. Sin embargo, grandes trozos de concreto cayeron sobre la escala para subir al primer piso. Estaba encerrado. Como pudo, escaló y se dio cuenta de la destrucción. De la escalera sólo quedaban los peldaños. “Yo corrí hacia arriba gritando: ‘¡Misael, Misael, ya voy!’. Subí y la puerta de mi departamento no existía. No había nada, ni un pedazo de madera, nada. De reojo veo que el living estaba todo oscuro, todo destruido. Tenía un espejo biselado, un recuerdo de mi madre que tendría aproximadamente unos 100 años, y estaba hecho añicos”.

Una vez en el tercer piso, Roberto vio al pequeño “sentado en la cama gritando y llorando, preguntando qué pasó. La suerte es que el ventanal que tenía ese dormitorio tenía unas cortinas bastante gruesas que lograron contener toda la explosión de los vidrios, sino el niño quedaba hecho charqui. Lo tomé en brazos y salí”.

El escenario que ve Roberto en su huída es catastrófico. Había mandado a hacer una reja de contención en la entrada, y la vio “incrustada en el frontis de la casa del frente”. Luego se percató de un humo negro que comenzó a salir de la ventanita de su taller, donde estuvo fumando minutos antes. También vio salir a Martín sólo con los boxers puestos, su espalda lacerada y repitiendo: “Mi señora, mi señora”. En ese momento, Roberto tomó al niño en brazos y “me fui a la esquina de Bellavista donde le mandé un WhatsApp a mi hija. Le dije que el edificio estalló y que estábamos vivos los dos. No vi cuando sacaron a Bárbara”.

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Nueve horas después de la explosión, Martín despertó “con un dolor así de la puta madre, desorientado, no sabía dónde estaba y un médico me contó lo que había pasado, que mi casa había explotado, que mi señora estaba en riesgo vital, que tenían 72 horas para saber cuál era la evolución, que tuvo un golpe muy fuerte en la cabeza, que tenía un coágulo”. 

Recién el domingo se pudo parar de su camilla y ver a Bárbara. Ella estaba inconsciente y por dentro sentía una mezcla de pena, rabia y frustración, porque en la sala común de la Posta Central había un televisor donde mostraban el accidente y decían que un balón de gas enchufado a la estufa era la causa más probable del siniestro. “Ese cilindro de gas que estaban mostrando estaba vacío. Nuestro cilindro era de 15 y estaban mostrando uno chico. Nuestros cilindros estaban afuera de la casa, entonces lo encontré super injusto, muy prematuro en la investigación”, dice. 

Martín y Bárbara. Foto: Diego Alvarado

Sin embargo, reconoce que esos primeros días se tuvo que comer la bronca, porque “cuando tu familia está en riesgo vital y grave, eso pasa a segundo plano”. Posteriormente, Bárbara fue trasladada a la Clínica Las Condes, donde le podían realizar tratamiento neurológico y para las quemaduras simultáneamente. Una vez que el riesgo cerebral disminuyó, la trasladaron hasta la Clínica Indisa para tratar únicamente sus quemaduras. Fue en ese lugar donde se enteró de todo lo que había pasado.

“Estaba súper sedada, porque de verdad, es súper doloroso el tratamiento. Cada cierto tiempo te hacen una limpieza quirúrgica, que consiste en sacar toda la piel que está quemada y volver a limpiar, dejar la piel roja para que cicatrice nuevamente. La familia, los médicos, entre todos le íbamos contando a Bárbara de a poco, en la medida que ella fuera preguntando. Eso le permitió internalizar mejor todo”, cuenta Martín.

Bárbara explica que “me demoré un año y medio en volver a mis funciones normales” y que paralelamente ha tenido que aprender a lidiar con esta amnesia temporal. “Lo más heavy de todo esto, es que yo no me acuerdo de nada, para bien y para mal. Para bien, en el sentido de que no despierto en las noches, sobresaltada ni llorando ni nada. Pero todo lo que yo sé y todo lo que te estoy contando, es porque he tenido que ver los videos de prensa, ver las noticias, he tenido que abrir expedientes porque, finalmente, no me acuerdo de nada. Eso es súper heavy. Yo creo que igual el cuerpo te protege, pero me borraron un episodio de mi vida. Es cuático, porque finalmente yo no hice nada, yo estaba en mi casa, viviendo tranquila, con Martín, mi compañero, y más encima ahora, me tengo que estar moviendo, porque nadie me responde”. 

Flores en Bombero Núñez N°40. Foto: Diego Alvarado

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El 3 de julio del 2018, casi un año después de la explosión, llegó a manos del Ministerio Público un informe elaborado por la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC) solicitado por la fiscal María Alejandra Bravo, quien está llevando la causa penal del caso. 

En él se establece que en la calle Bombero Núñez conviven dos tipos de redes de gas natural. Una de fierro fundido que data de la década del ‘30 y otra de acero instalada en 1983. Sin embargo, entre 1997 y 2015, Metrogas llevó a cabo un proceso de relining o de renovación de la red, donde se introdujeron nuevas tuberías de polietileno en toda la región. Particularmente, en Bombero Núñez ese proceso se hizo el año 2002 y utilizando las mismas tuberías de acero como soporte. Es decir, la red de gas tenía doble protección: una metálica y otra de plástico

El año 2008 se instaló en el lugar la red eléctrica subterránea, la que convive con la red de gas. En septiembre del 2011, seis años antes de la explosión, se realizó una calicata en el sector por instrucción de la SEC, donde se subraya que la distancia entre ambas está de acuerdo a la norma vigente.

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Bárbara tiene el vago recuerdo de haber llamado a Enel el martes 12 de septiembre, cuatro días antes de la explosión. “Llegó una cuadrilla de electricidad, nos dijo que el problema no está a su alcance y que iban a mandar una cuadrilla subterránea. La enviaron y la luz volvió alrededor de la una”, señala concordando con la información proporcionada por Enel a la SEC

Bárbara. Foto: Diego Alvarado

Según la compañía distribuidora de luz, ese día se registraron ocho llamadas por un corte de electricidad en el lugar. Tres de ellas provenientes del departamento donde vivían Bárbara y Martín. La primera cuadrilla identifica el corte en tres domicilios: Bombero Núñez 40, 50 y 68. Horas después se envía al lugar una cuadrilla de redes subterráneas. Allí descubrieron que el problema eran fusibles fundidos por contracorriente. La empresa decide darle prioridad a que los clientes queden con servicio normal ese mismo día y monitorear la red “de manera más acuiciosa” en los días siguientes.

El jueves 14, los trabajadores contratistas de Enel realizaron una excavación frente a Bombero Núñez N°68 “sin encontrar algún síntoma de algo anormal en este punto”. El viernes 15, las excavaciones siguieron frente a Bombero Núñez N°50, sin embargo, los trabajos quedaron inconclusos por la explosión. Estaban apenas a 50 metros de distancia. Según detalló la empresa, los funcionarios detectaron el olor a gas al llegar y dieron aviso a Metrogas. Apenas alcanzaron a excavar unos 30 centímetros.

El informe de Enel reconoce que en el lugar donde se detectó la fuga de gas había un tramo de su cableado sin aislación. Esto provocó la rotura de la tubería de Metrogas, creando un orificio de un centímetro de diámetro aproximadamente, por donde se fugó el gas e ingresó por los empalmes en desuso hasta Bombero Núñez N°40, epicentro de la explosión.

https://www.youtube.com/watch?v=7yaZPTThyoU

En su acta de instrucción de cargos, la SEC acusa a ambas empresas de incumplir con la mantención de la red y no haberse coordinado para tal efecto. Sin embargo, Enel apeló a dicha resolución asegurando que la instalación fue “desplazada de su trayectoria normal” e “intervenida por terceros”.

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Enel es una empresa multinacional con sede en Roma, Italia. Según su página web, está presente en 33 países y tiene una capacidad instalada de generación energética que supera los 89 GW. El año 2016 culminó su proceso de compra de Enersis Chile, Endesa Chile y Chilectra, adjudicándose la distribución energética en buena parte de la Región Metropolitana. 

A principios de diciembre -en medio de negativos pronósticos para el futuro de la economía nacional por el estallido social- la compañía obtuvo el segundo mejor rendimiento en la Bolsa de Comercio de Santiago. Además, fue reconocida por el índice FTSE4Good, medición que clasifica a las principales empresas del mundo en cuanto a prácticas y transparencia en materia medioambiental, social y de gobierno (ESG).

Bárbara fuera del edificio de Enel. Foto: Emilia Rothen

Sin embargo, un punto negro mancha los buenos últimos meses de Enel. La tercera sala de la Corte de Apelaciones de Santiago rechazó los descargos de la compañía por falta de pruebas y ratificó su responsabilidad en la explosión. En el fallo se desprende “con claridad que las instalaciones de las líneas de distribución eléctricas de su propiedad presentaban deterioros en los conductores eléctricos en la zona en que ocurriera una explosión e incendio del inmueble”.

De este modo, el tribunal de alzada ratificó multas de 6.000 UTM a Enel, equivalente a más de 295 millones de pesos según su valor actual. También a Metrogas por 5.500 UTM -cifra que supera los 270 millones de pesos- por incumplimiento de deberes en la mantención de equipos.

El edificio de Bombero Núñez N°40 en la actualidad no existe. Foto: Diego Alvarado

Tras conocerse el fallo, el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, aseguró en su cuenta de Twitter que la decisión de la Corte de Apelaciones “demuestra la responsabilidad de las empresas en el estallido” y subrayó que “ahora falta que asuman e indemnicen a las víctimas y al barrio”. 

Sin embargo, pese a que han pasado dos años de la explosión, aún el Ministerio Público no formaliza la investigación penal por homicidio frustrado en los casos de Bárbara y Martín, y por daños agravados en el caso del resto de los vecinos. 

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El abogado litigante, Nicolás Pavez, es quien defiende a las nueve víctimas de Bombero Núñez N°40. Reconoce que en dos años sólo se han reunido una vez con ejecutivos de Enel. “Fue una reunión que duró menos de 10 minutos, fue una falta de respeto para todos”, dice. 

“Nosotros estamos pidiendo la formalización de dos gerentes (Rodrigo Vargas Gómez de planificación y control de Enel, y Jacques Pierre Weisz, de la zona centro norte de Metrogas). Pedimos que se le tomaran declaraciones y tenemos súper identificados a ambos personajes”, subraya.

Sin embargo, que la investigación se archive o no continúe es una posibilidad cierta. El académico de derecho procesal de la Universidad de Chile, Jonatan Valenzuela, explica que “el archivo está diseñado para casos en que el fiscal no encuentra medios de prueba para avanzar en la investigación. Si no los tiene, podría archivar esa investigación a la espera de que pudieran aparecer nuevos datos que permitieran reabrirla. Eso puede pasar, pero también hay muchos otros mecanismos por lo cuales las investigaciones penales terminan o no prosiguen. Un porcentaje ínfimo de todas las causas penales llegan a juicio oral. Eso no es raro, el sistema está diseñado para que lleguen un grupo pequeño de casos a juicio y otros encuentren respuesta en mecanismos intermedios y procedimientos especiales”.

Bárbara. Foto: Emilia Rothen

En conversación con The Clinic, Eduardo Zúñiga de la Fiscalía Metropolitana Centro Norte asegura que el caso no se ha archivado y que recientemente “hay unos informes que han llegado de distintos organismos” sobre el caso, los que están siendo revisados por el equipo jurídico. 

Además, puntualiza que no cuentan con un plazo establecido, porque la indagatoria sigue “desformalizada”, y que la ruta penal del caso no necesariamente tendrá el mismo camino ni el mismo desenlace que la causa administrativa que llevó adelante la SEC. “Necesariamente, la causa penal siempre va a tener plazos un poco más extendidos”, justifica.

Sin embargo, Bárbara cuestiona duramente la demora: “Mi pregunta es que ya llevamos dos años, no falta ningún papel, hemos dado todas las declaraciones, se han dado todos los antecedentes. ¿Qué más falta? ¿Qué más que todos los peritajes de Bomberos y Carabineros? Yo soy la persona que me estoy pagando los tratamientos médicos. Yo soy la persona que queda sin nada y mis vecinos también. Yo soy la persona que queda en la calle. ¿Qué más falta? O sea, la justicia a dos años no nos ha ayudado nada”. 

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Recientemente, Bárbara recibió un correo electrónico por una cuenta impaga de luz. Son casi 20 mil pesos que debe pagarle a Enel, atribuidos a la dirección Bombero Núñez N°40. Roberto Pablo también acusa que “no se ha acercado absolutamente nadie y todavía Enel está cobrando una cuenta de luz. No está ni el edificio y ellos nos siguen cobrando la luz”.

El actor recuerda esos días con especial pena. Relata que alrededor de las dos de la tarde, mientras él miraba el edificio totalmente destruido, “se acercó una mujer, no recuerdo su nombre, me estiró la mano y me pasó un llavero diciéndome: ‘Me voy a La Serena hoy día y no llego hasta el martes en la noche o el miércoles. Aquí están las llaves de mi departamento’. A ella no he tenido la posibilidad de agradecerle ese gesto. Nos brindó un espacio donde pudimos esa noche dormir. También a mi hija y mi nieto”.

“No he podido acceder a un psicólogo, un psiquiatra, ni nada, porque quedé completamente en la ruina. Lo que hice cuando eran las 2 o 3 de la mañana de la noche siguiente, me metí a la ducha de ese departamento, y lloré y grité mucho. Grité bajo el agua para tratar de soltar algo”, confiesa con la voz quebrada.     

Martín y Bárbara. Foto: Diego Alvarado

La recuperación también ha sido especialmente dura para Bárbara. Su tratamiento tuvo un costo aproximado de 80 millones de pesos, pero afortunadamente es una causa GES. De lo contrario, para ella “era impagable, es imposible. Si no estuviera el bendito GES, yo digo: ‘cómanme los monos’, porque no hubiera podido”. 

“Yo, Bárbara, hoy día, el 2019, veo que en mi casa se corta la luz y hay una cuadrilla que baja, me asusto. Onda, tomo un auto y me voy donde un amigo, porque no me quedo tranquila. La última vez que pasó eso, mi casa explotó y yo terminé en una UCI un mes y medio. Lo que nos pasó a nosotros fue como una ruleta rusa, le hubiera pasado a cualquiera. ¿Qué pasa con el nivel de seguridad que nos proporcionan nuestras empresas? Ellas finalmente tienen el monopolio, yo no puedo elegir que me de la luz otra empresa. No, no se puede”, reclama.   

Recientemente, los vecinos levantaron una campaña bautizada: “Enel no responde” para presionar a la justicia y evitar que la empresa quede impune. 

Lienzo de Enel No Responde. Foto: Diego Alvarado

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Tras 812 días de la explosión, The Clinic contactó a Enel para saber si habrá algún tipo de indemnización a los afectados. La respuesta fue: “De momento, no tenemos nada que decir”

Sin embargo, horas antes de terminar este reportaje decidieron enviar un comunicado firmado por Fernando Bahamondes, miembro de la gerencia de comunicaciones de Enel, quien “junto con lamentar la situación de las víctimas de este hecho, aclara que puso oportunamente todos los antecedentes a disposición de la investigación judicial y de las autoridades correspondientes, con la finalidad de esclarecer el siniestro, y mantiene su posición respecto de la explosión de gas, donde las líneas eléctricas habrían sido desplazadas por trabajos realizados por otras empresas de servicios, con daño a su cubierta de protección y acercándolas a las tuberías de gas”, reiterando los descargos que fueron desestimados por la Corte de Apelaciones por falta de pruebas. 

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El edificio de tres pisos de Bombero Núñez n° 40 sigue apareciendo intacto en Google Maps. El frontis es beige grisáceo, un color opaco, fome incluso, pero tiene varios rayados que le dan vida, uno de ellos firmado por el dúo de graffiteros SIDAS. En el primer y segundo piso se pueden ver algunos maceteros pequeños de plantas tomando sol en las ventanas. 

Nada de eso existe ahora. Lo que hay es un peladero enjaulado, un inexplicable descampado urbano, rodeado de casas coloridas. En ese lugar cuelga un lienzo que tiene inscrito el hashtag #EnelNoResponde. A pocas cuadras, un grupo de manifestantes viene corriendo desde Pío Nono por Santa María y tratan de atravesar por el puente Purísima. Las manifestaciones no han cesado pasados dos meses desde el estallido social del 18 de octubre. Dos blindados de Carabineros los observan a lo lejos. El lugar quedó lleno de rayados y uno de ellos, hecho con un sencillo spray negro, dice claramente: No a la impunidad.    

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