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Entrevistas

12 de Enero de 2020

Rodolfo Seguel, Primera Línea de los 80: “Hoy paralizaría Chile y obligaría al Presidente a sentarse a negociar las demandas sociales”

Algunos métodos han cambiado: con capucha, sin capucha; antes, con un lienzo grande al frente, ahora a punta de memes. Otras cosas siguen igual: barricadas por los lados, el que recoge las lacrimógenas, las hondas, los balines, las señoras de la olla común. Rodolfo Seguel, minero de Caletones que llegó a ser presidente de los Trabajadores del Cobre y que convocó a la Primera (y a todas las demás) Jornadas de Protesta Nacional contra Pinochet en 1983, volvió a marchar. “Me defino como un protestante. Demasiados años he protestado por las injusticias. Y desgraciadamente, hay que seguir marchando”, afirma.

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Con el correr de la democracia, Rodolfo Seguel se convirtió en “un señor político”, como afirma. Después de cuatro períodos como diputado vino el retiro y para las generaciones post 90, su olvido. Superó un cáncer difícil y está pronto a publicar “Seguel”, sus memorias. Fue parte de una histórica Primera Línea, la Primera Línea contra Pinochet y se duele de los fracasos del movimiento que le tocó conducir. Seguel es como el dicho “uno que ha tenido camiones…” y tiene más de una cosa que decir sobre éste, el momento en que Chile Despertó.

¿Cuántas marchas tiene en el cuerpo? Encabezó la Primera Jornada de Protesta Nacional en mayo del 83 y siguió hasta 1989. 

-Sé cuándo fue la primera, y cuándo fue la última. Mi última marcha fue el 25 de octubre pasado, cuando se juntó un millón y medio de personas en Santiago. Marché con 3 de mis 5 nietas, mi hija mayor, y con mi esposa. Y estuve en la calle el 2011 con la Revolución de los Pingüinos. Mi primera marcha fue en 1973, yo tenía 17 años, más o menos: caminé con los mineros desde Rancagua en la histórica toma de Santiago *. 

Rodolfo Seguel. Foto: Emilia Rothen

Eso es toda una vida marchando

– Me defino como un protestante. Demasiados años he protestado por las injusticias. Y desgraciadamente, hay que seguir marchando. 

¿Qué lo lleva a marchar ahora?

-Hay un hilo conductor de todos los procesos de protestas y levantamientos que me han tocado: las injusticias económicas y sociales que siguen atravesando Chile. Pienso en mis últimos 50 años. Cambia la fórmula, el detalle de la injusticia, pero el trasfondo y el origen son los mismos. Marcho contra la injusticia social. En dictadura, además, protestábamos por las atrocidades cometidas contra los DD.HH. El 83 me tocó dirigir la marcha -a cara descubierta, con las manos desnudas- contra el hambre, contra un modelo económico que nos impuso a punta de fusil una dictadura que no tuvo contrapesos. Entre esas injusticias, está el decreto ley 3500 del sistema de AFP, que aún sigue vigente. ¡Sigue vigente! Y por eso hay que seguir marchando.

Rodolfo Seguel. Foto: Cedida

Entonces hay cosas que, pese a las Jornadas de Protesta Nacional en los ochenta, nunca resolvieron. Y se las dejaron de herencia a los que protestan ahora.

-Hoy marcho muy consciente de que nosotros, los del 80, sí terminamos con la dictadura, pero no fuimos capaces, y lo reconozco, de terminar con el sistema neoliberal impuesto. Hoy no hay atrocidades como aquellas en derechos humanos. Pero se cometen atrocidades económicas y sociales contra los chilenos, atrocidades disfrazadas de bienestar y de modernidad. Es lo mismo, lo mismo el 83, el 2011 o ahora: un sistema económico perverso que, aunque sin la bota militar, igual nos sigue asfixiando y poniendo el pie encima.

Usted fue Primera Línea en sus años y luego le tocó organizar ese descontento. ¿Cómo se pasa de la protesta al surgimiento de líderes y, de ahí, a elaborar una salida a la crisis?

-Al principio era como un peladero político. A mí me sirvió la edad: tenía 29 años, eso da la valentía de creerse Quijote. Puedo hablar por mí, pero creo que los otros que también estuvieron en primera línea en los 80 se sentían así. Los chilenos estaban desmovilizados, atemorizados, pero era tan compleja la situación económica, la cesantía, el hambre, y tan duro lo que pasaba con los DDHH, que en algún momento tenía que explotar esa olla. Y explotó el 83, desde los muchos lugares en que se venía gestando. 

Rodolfo Seguel. Foto: Cedida

Fue un estallido sin celular, sin medios de prensa y estado de excepción ¿Cómo lo hicieron?

-La dictadura dejó entreabierta una puerta: permitió hacer elecciones sindicales en una serie de gremios y muchos dirigentes sindicales le ganamos a los que estaban designados por los militares. Y nos colamos por ahí. Salí electo yo entre los Trabajadores del Cobre, pero sucedió otro tanto con los trabajadores bancarios, los del petróleo, los de la construcción, las federaciones de taxistas, los textiles. A partir del descontento agudo por la crisis económica llamamos a un paro en el cobre, contra la dictadura. Pero empezaron a sumarse otras federaciones y organizaciones. Así pasó.

¿Cómo logran sacar a la calle a gente desmovilizada y cómo se consigue articularlos? En los 80, la gente estaba aterrada, en su casa, o desconfiada después de años de discurso contra los “siñures políticos”. 

-El malestar entre los chilenos estaba ahí, latente. También el cerco informativo jugó a nuestro favor. En ese tiempo, mientras más golpeaban a un periodista, mientras más prohibían informar en Chile, más rápido se propagaba la información, de boca a boca, por panfletos, réplicas de la prensa internacional. Todos se enteraban de los llamados a Protesta Nacional y la gente nos siguió. Llámale liderazgo, carisma, llámale desesperación de la gente con la dictadura.

Rodolfo Seguel. Foto: Emilia Rothen

¿Cómo era ser primera línea? 

-Íbamos siempre adelante sujetando un lienzo. Los primeros palos de carabineros los recibía yo. Los primeros chorros del guanaco nos llegaban a nosotros, las primeras lacrimógenas caían a nuestros pies. Puros dirigentes de trabajadores. Hombres y mujeres. La primera línea de mujeres, cuando la marcha la hacían las mujeres, era espectacular, emocionante.

¿A quiénes recuerda?

-A Chela Bórquez, lejos. María Rozas. María Olivia Monckeberg, Fanny Pollarolo; María Antonieta Saa, Patricia Verdugo, Carmen Frei. Ellas iban a todas. Entre los dirigentes sindicales, en la primera línea íbamos con el Huaso (Manuel) Bustos, Arturo Martínez, Víctor Hugo Gac, -que luego se pasó a informante de la CNI-, Troncoso, el de construcción, Manuel Rodríguez, del cobre. También estaban siempre en primera línea los cabros, los estudiantes, Yerko Ljubetic, Gonzalo Rovira. Más atrasito, en tercera línea, iban Luis Mesina, Diego Olivares. Y todas nuestras primeras líneas fueron reales, efectivas, y todas a cara descubierta, manos desnudas.

Rodolfo Seguel. Foto: Cedida

¿Qué le parecen las capuchas?

-No me gustan, lo encuentro medio cobarde. Respeto a los primera línea de hoy como luchadores sociales, pero no me gusta que vayan encapuchados. Siento que ganarían mucho en legitimidad sacándose las capuchas. La lucha se da a cara descubierta, que todos sepan quién es ese que está ahí, “quiénes somos los que estamos”.

¿Cómo vivían ustedes el miedo? Mal que mal una jornada de protesta nacional en los 80 terminó con más de 30 muertos en unas horas.

-Más de 60, dijo la Iglesia, 30 reconocidos por el régimen. No sé, uno sabía que había distintos adversarios y se enfrentaban distinto. Con 18 mil soldados con armas de guerra en la calle, sabíamos que iban a matar, había que ser cauto. Después estaban los pacos, que en las marchas venían a golpear duro. Pero había una tercera línea del adversario: el infiltrado CNI, civiles con armas. Esos perros eran peligrosos, venían a matar a mansalva, de noche. Operaciones nocturnas masivas en las poblaciones. O selectivas: para atrapar a alguien en específico y eliminarlo.

Esos son los horrores de dictadura ¿Cómo ve la represión ahora?

-Ellos no sacaban ojos, con lo doloroso que es eso ahora, ellos mataban. Esa es la diferencia entre dictadura y un gobierno democrático. Aunque el gobierno democrático de hoy está adquiriendo tintes dictatoriales, por como aplica la violencia represiva y por su indiferencia en como enfrenta las demandas sociales urgentes. Eso lo hace perder legitimidad democrática, sin duda. ¿Qué pasó con el 56% de personas que votaron por Piñera? Nos está gobernando alguien con menos de un 10% de apoyo.

Entre la primera protesta de mayo del 83 y la segunda, a usted lo fueron a detener antes de la protesta en sí. Lo detienen por si las moscas…

-Me detuvieron porque dimos el aviso de la segunda protesta. Es que la masividad de la primera jornada nacional, ese cacerolazo que se escuchó en todo Chile los hizo caerse de traste. Tampoco creían que un trabajador joven fuera a tener convocatoria nacional. Bueno, yo tampoco creía, pero nos ayudaron mucho los periodistas de ese tiempo, que eran un gremio que tuvo un rol esencial, y hay que reconocerles ese rol: ellos arriesgaron su vida informando. Me detuvieron esa vez y fue peor: creció la convocatoria. El Teniente, El Salvador y Andina se fueron a paro. Para la segunda jornada además contamos con la valiosa ayuda de dos baluartes: el cardenal Silva Henríquez y el Vicario de la Pastoral Obrera, Alfonso Baeza. La Iglesia Católica fue un gran soporte.

Con una dictadura, el tema de violencia en las movilizaciones tiene otro peso. ¿Cómo ve hoy la violencia? 

-Está la violencia ejercida por carabineros con balines metálicos que disparan a la cara y revientan ojos. Zorrillos que aplastan deliberadamente a un joven. Eso es violencia extrema. Y está la violencia desatada por los grupos anarcos, incluso fascistas, y por grupos que son más bien delictuales. ¿Qué han conseguido los anarcos en favor de las demandas sociales? (Se encoge de hombros). Han destruido sectores de la ciudad, han robado lo que han querido de mall y supermercados. Robos que serán un daño de cuánto, ¿un 1% de las ganancias de los empresarios de supermercados? Ya, se dieron el gusto de hacer un asado y llenarse la guata en la calle mientras la tienda ardía. Pero esa es la violencia de tipo delincuente, de baja monta. Más que la violencia, me preocupa el movimiento social actual y su líder.

Rodolfo Seguel. Foto: Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

¿Cree que este movimiento social tiene líderes? 

-Sí. Este.

Y levanta su celular.

-El celular, las redes sociales, son un líder que mueve a la gente que está en la calle, logra estar en todas partes y convocar, pero no tiene sentimientos. Comparto todas las legítimas reivindicaciones sociales de este movimiento, absolutamente todas, pero no me gusta un celular como  líder. Es un líder que puede contradecir todo lo que en el fondo queremos o puede apoyar cosas que no queremos. Es el peor de los líderes porque no puedes hablar con él y no da la cara en nada, ni se hace responsable de nada. Ese es un líder muy peligroso.

¿Cuál es el mayor peligro de un movimiento sin líderes humanos y que oscila según tendencias de Redes Sociales?

-El peligro es que en cualquier momento este líder pase a ser controlado por unos pocos que van a decidir quién dirige el país. Y cuando eso suceda vamos a decir “¿Qué nos pasó como movimiento? ¿Cómo llegamos a esto?”.

¿Y por qué no han asomado líderes en estos tres meses, líderes de movilizaciones? ¿Por qué ese vacío?

-Los líderes han perdido credibilidad. El primer líder del país que perdió su credibilidad fue el Presidente de la República. Perdieron credibilidad todos los líderes políticos, de todos los partidos y de todos los sectores. Es muy triste. Y hay tanta voracidad por el liderazgo que apenas asoma alguien en los partidos, sus propios pares se ocupan de hundirlo, de inhabilitarlo. A diferencia de las protestas en mi tiempo, ni yo, ni Bustos ni los otros tenían interés de llegar a ser Presidente de Chile o candidatos. Eso era para los políticos. Es difícil creer hoy en un líder de partido político luchando por la pura dignidad.

Rodolfo Seguel. Foto: Emilia Rothen

¿Qué destino tiene entonces un movimiento social tan fuerte, pero liderado por los celulares?

-Me temo que el destino sea el cansancio. Y que los grandes dirigentes del país sigan dirigiendo el país a su pinta, imponiéndose. Que llegue el cansancio porque el país igual tiene que funcionar, hay que trabajar y comer.

Eso es pesimista, no future.

-Mi ruego hoy es porque aparezcan líderes, dirigentes sociales que sean capaces de organizarse para resolver esto con el gobierno y los empresarios. Cómo va a ser tanto el amor a la gestión personal, a lo individual, que no sean capaces de poner por delante lo colectivo. Parte de esto tiene que ver con la desconfianza de que cualquiera que perfile un liderazgo en realidad esté pretendiendo un cargo público político, una candidatura.

Pero hay organizaciones sociales y colectivos de todo tipo presentes en las marchas ¿Por qué cree que no cuaja, como sí cuajó en los 80?

-¿Dónde están los dirigentes de trabajadores en este movimiento? ¿Dónde están los dirigentes de sindicatos poderosos? ¿Dónde las ONG? ¿Dónde las organizaciones de mujeres, los huertos colectivos, los clubes deportivos? Asisten a las marchas, sí, pero este movimiento no tiene base social organizada. Solo nos une el grito de guerra desesperado porque nos salven para llegar a fin de mes. Es el grito por sobrevivir, porque no te coman las deudas, porque te den una atención de verdad en el policlínico, por una pensión que alcance. Es un grito de odio porque unos viven en palacios allá arriba y el resto en guetos acá abajo. Y está bien gritar. Pero no resuelve.

Rodolfo Seguel. Foto: Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

En los 80 ustedes tenían metas claras: recuperar la democracia, sacar a Pinochet. Y trazaron un camino. ¿Cómo habría que hacerlo ahora para encauzar la fuerza de la calle y para lograr cosas concretas? ¿Cómo evitar que esto muera  en la nada?

-Creo que deberían juntarse los que están movilizados con los gremios empresariales más importantes del país y pondría un ultimátum: paralizamos completamente el país o llegamos a un acuerdo y solucionamos cosas. Yo paralizaría Chile y obligaría al Presidente y a los que manejan todo a sentarse a resolver y decirles: “estos son los 10, 15, problemas urgentes”.

¿Y ese acuerdo no es el ya firmado para un Proceso Constituyente, una nueva Constitución que aborde y resuelva esos problemas?

-No. Esas son cuestiones políticas, que hay que hacerlas, sí. Pero no arreglarán los problemas estructurales de injusticia social. La Constitución tiene más que ver con el sistema y las instituciones políticas, con la estabilidad de las instituciones para 100 0 200 años más si quieren. Yo estoy hablando del problema social acuciante.

El movimiento de protesta de los 80 recogía las demandas políticas de democracia pero también todas las demandas sociales. Y lograron incluso articular a esa gente movilizada hacia los partidos políticos para resolver las demandas. ¿Por qué no podría hacerse ahora?

-Los dirigentes de trabajadores hicimos eso. Fue una demanda nuestra: “Nosotros asumimos la responsabilidad de pujar por terminar con la dictadura, pero el resto será responsabilidad de los dirigentes políticos, ellos dirigirán el país”. Y la responsabilidad de los movilizados hoy día es que se busque un acuerdo para resolver los problemas económicos y sociales del país. Los partidos y los políticos resolverán los problemas políticos, que los hay.

Rodolfo Seguel. Foto: Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

Una de las críticas que se les hace a ustedes, al movimiento de los 80, es que al entrar en el camino institucional, se convirtieron en parlamentarios, ministros, gobernadores, y traicionaron a las demandas sociales.

-La traición. Sí. Me lo han dicho muchas veces. Siempre dijimos que la meta de nuestro movimiento era recuperar la democracia, y la responsabilidad de políticos iba a ser conducir el país, legislar, resolver los pendientes. De los sindicalistas que llegamos al Congreso vía elección fuimos solo tres: Ricardo Hormazábal, Ruiz di Giorgio y yo. Después entraron por reemplazos Manuel Bustos y María Rozas. Pero nadie más de todo el espectro de dirigentes sociales o sindicales que había. Al menos entré y salí del parlamento con las manos limpias.

Más que una crítica de manos sucias, es la crítica a los parlamentarios herederos del movimiento social, que habiendo tenido la fuerza para hacer mucho más, se acomodaron.

-Estoy de acuerdo con eso. Hubo algo que debimos y no fuimos capaces de hacer: desmontar el sistema económico, el tinglado neoliberal. Terminamos con la dictadura, pero no nos deshicimos de El Ladrillo. El Ladrillo siguió ahí, sigue ahí. Y por eso marcho ahora de nuevo. Hay una catedral de Barcelona, la Sagrada Familia, a la que le llaman también La Inconclusa. No quiero que Chile sea como La Inconclusa. 

¿Cree posible desmontar El Ladrillo?

-Uhhhh, es difícil. Esa montaña no vendrá a nosotros. Nosotros tenemos que ir tras esa montaña. Y para hacer eso se necesita conducción, este movimiento social de ahora requiere conducción. Hay que renunciar al computador, al celular y sacar liderazgos de verdad.

¿En qué liderazgo piensa? No hay sindicatos como los de antes. La sociedad civil está atomizada…

-Se me ocurren nombres que podrían encarnar ese liderazgo requerido para asumir la cosa social. ¿Qué pasa si esa tarea la asume Felipe Berríos? Sería un gran conductor social, fuera de la sospecha de que quiere un cargo, capaz de conducir un grupo de personas que se aboque a lo técnico. 

Vuelve atrás y suspira. “Qué fuerte lo del ladrillo. La estructura más sólida, más profunda y asfixiante es el sistema económico que se montó en Chile. Frío, calculador, solo orientado a la ganancia”.

¿Y por qué descarta que una nueva Constitución pueda reformular o terminar con esas estructuras?

-De nuevo, porque para reformar eso se necesita un líder. Una persona con cara visible, identidad, que plantee a la autoridad “esto es lo que exigimos: que el litio y el cobre sean de nuevo chilenos, que el agua sea un derecho humano garantizado, que suban a 20% el royalty minero, tributo más alto para los grandes ricos, quiero que el pato del BancoEstado deje de robarle a los Cuenta Rut”. Algunas de esas cosas las puede enunciar una Nueva Constitución. Pero no las puede garantizar ni implementar.

Rodolfo Seguel. Foto: Cedida

¿Qué piensa de la meta que parece tener el movimiento social: “PiñeraRenuncia”?

-Es un poco una estupidez, para qué: el sistema económico seguiría donde mismo, los problemas sociales seguirían donde mismo. Aunque, con el paso de las semanas, le he dado vueltas. Cuando empezó el estallido social, como persona mayor que soy, me dio temor, miedo a que se repita la historia, que llegue otro autoritarismo. Pero si en EEUU han sacado a tres Presidentes del cargo y capaz que saquen a Trump también, ¿por qué Chile no va a poder sacar a Piñera como lo contempla el sistema jurídico, institucional y democrático? Estoy cambiando un poco de opinión. No es que resuelva mucho, pero sí, tendríamos que poder sacar a Piñera sin traumas si fuera necesario. El problema es quién queda. No me gusta el presidente del Senado para Presidente del país.

En un movimiento social masivo, indignado, ¿hay un límite ético para la violencia?

-Siempre hay una violencia legítima. Y un límite ético, también. El punto es el derecho a la vida. Si es tanta la violencia que ejercen en tu contra, tienes el derecho a defenderte, a patalear. Así era en los 80. Nunca los del movimiento social dijimos que había que matar a Pinochet. Tampoco fuimos partidarios de Carrizal Bajo como estrategia. Pero apoyamos el derecho del pueblo a defenderse cuando la violencia era irracional.

Rodolfo Seguel. Foto: Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

Y hoy día, la violencia ¿le parece necesaria o innecesaria? Dejemos fuera lo que pasa cuando arremeten los carabineros 

– Es que ahí es donde hace falta el liderazgo. Un líder de este movimiento que dice “Vamos a salir a defendernos con lo que sea”, es un líder asumiendo una responsabilidad ética y política. No es un rayado de calle que dice “muerte a Piñera” o “que arda todo”. Las murallas hablan para la historia. El líder habla para conducir. El movimiento de hoy requiere que alguien diga “esto es lo que proponemos hacer ahora”. Pero no son cientos de voces tomando decisiones atomizadas vía WhatsApp, decisiones distintas, contradictorias, desmesuradas, responsables o irresponsables. Un líder canalizará la violencia para transformarla en propuesta. Y la gente lo va a seguir. Líderes que sean capaces de estar en la Plaza Italia y también de estar conversando en La Moneda.

Y de dónde va a salir un líder político cuando hay una suerte de repugnancia hacia los partidos? ¿Qué ve usted, por ejemplo, en la DC?

-Qué le vamos a hacer. No es que quiera ver a la DC en la Plaza Italia con banderas azules, porque los van a echar cagando para afuera, como han sacado a patadas a otras banderas también, las de RD o hasta las del PC.  Pero me da pena que estemos enclaustrados. Una de las cosas más bonitas y emocionantes de las marchas hoy, son los cabros que organizan equipos paramédicos, para atender a los heridos de los pacos. ¿Tenemos un equipo de cabros de la DC, médicos, paramédicos de la DC atendiendo en la Plaza? No. Quisiera que volviéramos a vernos en la calle, organizando a las bases. 

Rodolfo Seguel. Foto: Emilia Rothen

¿Sirve al movimiento social, a los objetivos de fondo del movimiento, quemar bancos, botar estatuas, quemar iglesias, el Metro? ¿Va a jugarle en contra?

-La violencia desatada, desordenada… Mhhh, no aporta. Pero por otro lado, ¿de qué violencia hablamos cuando hablamos de violencia? ¿Que destrozan los jardines de una plaza? La han destrozado con cada triunfo de la Selección, la Libertadores, del Chino Ríos, qué tanto. No importa nada. Ya, claro, hay un daño social a los comerciantes de la zona, cierto. Tampoco es bonito presenciar los saqueos a los supermercados, que incendien cosas. Pero todo eso es menor si al lado tenemos la plata que se robaron en el Milicogate y en el Pacogate, los miles de millones. Y la gente lo sabe, es consciente de eso. En algún momento el Presidente pescará unas cuadrillas de militares para que limpien, pinten las murallas, pongan pastito otra vez, y le pongan una gorra nueva al general Baquedano. Todo eso se puede reconstruir o reponer. Pero los 30 muertos no se pueden reponer. Los globos oculares tampoco. 

*En junio del 73 los mineros de El Teniente marcharon a Santiago para entrevistarse con el Presidente Allende, luego de cubrir a pie 100 kilómetros de camino. 

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