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Entrevistas

25 de Enero de 2020

Héctor Morales: “No avalo la violencia: cualquier tipo de funa es súper violenta”

Héctor Morales. Foto: Valentina Manzano

En los últimos tres meses se ha cuestionado hasta los cabezazos el ser “solo un actor”. El cierre del 2019 fue agridulce e intenso para el actor de 37 años: mientras era aplaudido por su actuación en tablas, fue despedido de radio Play FM y aún le ofrecen combos y funas por las redes. Aquí lo atribuye a sus opiniones y a su participación del movimiento social, desgrana los costos de la sobreexposición post 18 de octubre y revela que desde el Frente Amplio han intentado seducirlo en vano: “Entiendo que mi cercanía con la gente sea un capital político, pero les he dicho lo decepcionado que estoy de esa política y que no me interesa”.

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Llevan buen rato esperándolo en Plaza Ñuñoa. Sentados frente al Teatro UC, tres chicos de polera negra y con cara de póker se chispan los dedos al ver que Héctor Morales aparece raudo por calle Jorge Washington. Han venido con su cámara a grabar un mensaje de apoyo a la marcha por la paz convocada por los artistas, a poco más de 3 meses del estallido social, y el actor, que hasta hace solo unos días protagonizó en la misma sala la aplaudida obra Muerte accidental de un anarquista, de Dario Fo, es uno de los rostros que no puede quedar fuera de la campaña. Se ubica de espaldas al latón que hasta hoy cubre el edificio del teatro, la cámara se enciende y todo se resuelve en dos tomas.

Poco más allá, fuera de encuadre, se lee el rayado “Muerte al arte burgués”.

“Este periodo, si bien ha sido muy luminoso, bello y satisfactorio a ratos, ha sido también muy triste, intenso e ingrato. Y actoralmente me he cuestionado también muchas cosas, porque me siento con muy pocas herramientas para enfrentar lo que realmente nos está pasando como sociedad”, comenta minutos después, sentado en uno de los cafés del barrio. Luce y se oye más bucólico e indefenso que el ser virtual que lanza dardos y saca ronchas en las redes.

Héctor Morales. Foto: Valentina Manzano

¿En qué te pilló el 18 de octubre?

Iba camino al teatro. Vi que la gente iba toda caminando y pensé que había pasado algo. Paré en Tobalaba con Providencia, cerca de donde vivo, y vi que había, no sé, cien personas en el paradero. Dije que iba a Plaza Ñuñoa, que si a alguno le servía. Se subieron tres al auto: un señor que es guardia de seguridad de El Mercurio, otro que trabajaba en una AFP y una señora que hacía aseo en una casa. Yo les conté que actuaba en una obra, de qué trataba, y ellos me empezaron a contar lo que les había pasado y creían que les iba a pasar. Es igual que hoy, había mucha esperanza y al mismo tiempo mucha incertidumbre. Llegué con toda esa sensación a dar la obra, como si hubiese habido un terremoto y un tsunami. Después de la función supe que la cosa había sido así de heavy: Plaza Ñuñoa estaba convertida en un campo de batalla, la gente andaba a piedrazos con los pacos, volaban las lacrimógenas. Paramos la obra dos semanas y claramente era otra cuando la retomamos, y aunque el texto fue escrito en los 70 y habla de los montajes policiales, habla de lo que sucede hoy aquí también. En el escenario teníamos una fotografía de (Andrés) Chadwick proyectado atrás y a todo lo que nos referíamos estaba en contacto con lo que pasaba afuera.

Desde entonces se le ve cada viernes en Plaza de la Dignidad, arengando en virales y por las redes sociales a estudiantes secundarios, promoviendo movilizaciones o en eventos para recaudar fondos para las víctimas. El 14 de diciembre, por ejemplo, animó una tocata a beneficio de Fabiola Campillai en San Bernardo, comuna en la que creció y donde aún viven sus padres. Días después reapareció en el evento Para que nunca más en el Velódromo del Estadio Nacional, dedicado a Gustavo Gatica. Días antes del Año Nuevo, el sábado 28, dejó también una corona de flores en el lugar donde murió electrocutado Mauricio Fredes, el manifestante de 33 años que huía de la represión policial en el centro de Santiago.

En tu biografía de Twitter pones “Solo un actor”. ¿No te consideras un activista?

No, pero lo que uno hace sí puede llegar a serlo. Yo no me considero activista solo por decir lo que pienso. Cuando salió el primer video de la ACES y participé en él, por ejemplo, actué como sentí que debí actuar. Empecé a sentir que, más que preguntarme cuál es el rol del actor o del artista en este contexto, empecé a pensar cuál era el mío. Y, si bien no tenía un monólogo para ir de población en población o pararme en pelota arriba del caballo a decir algo, sentí que una manera de estar y colaborar y ser útil era aprovecharme de la visibilidad que me había otorgado la televisión, y dejar que esas plataformas fueran un eco de lo que le estaba pasando a la gente. Por eso puse “Solo un actor”, porque así como podría ser contador o periodista o doctor, no quería que la gente pensara que eso estaba siendo la voz oficial de algo, de un partido político, por ejemplo. Yo no soy militante de ningún partido, soy solo un actor que opina al igual que cualquiera sobre política y contingencia, y para hacerlo quise desmarcarme de cualquier oficialismo y desligar al Sidarte (Sindicato de Actores), al grupo de actores de la tele y, sobre todo, a los partidos.

Años atrás colaboraste en candidaturas de figuras ligadas a la ex Concertación y la Nueva Mayoría.

Sí, trabajé para la primera candidatura de Michelle Bachelet. Después, cuando vivía en Providencia nos unimos para sacar al ex alcalde (Cristián) Labbé y que llegara otra nueva persona, que fue la Josefa Errázuriz, y trabajamos por ella. Cuando estaban Frei y Piñera trabajé por Frei, y antes, en la Escuela de Teatro, trabajé por Lagos. Mi desilusión ha sido muy grande, y son todas de ese sector desde donde he aportado. Pero no solo lo he hecho en candidaturas. Desde que existe el movimiento por la Asamblea Constituyente Marca AC, también, he apoyado a los estudiantes y así. Esto para mí no es nuevo, y el último tiempo he estado siendo seducido por figuras políticas del Frente Amplio que me escriben y me invitan cafés. Entiendo que mi cercanía con la gente sea un capital político, pero les he dicho lo decepcionado que estoy de esa política y que no me interesa. De hecho, justo antes del estallido, tres semanas antes, me estaban invitando a ser cara visible de un partido y no acepté.

¿Qué te aleja políticamente de ellos?

No entiendo su lugar y, peor, la democracia sigue estando secuestrada por los políticos, incluso por ellos. Es insólito que quienes nos representan, no nos representen, y sobre todo uno. Chile no es una empresa y ellos no son gerentes. Cuando salgo a la calle y marcho con gente conocida y que no conozco, me doy cada vez más cuenta de que esa era la política que había que hacer, y no la de los grandes salones donde se hacen acuerdos de paz, sino la de cuneta. Cuando todo empieza a institucionalizarse, sale lo más asqueroso de muchos de nosotros; el ego, la figuración, las triquiñuelas. Me carga. Y me carga para todos lados, porque la derecha lo hace de manera muy obvia, pero la izquierda también y en otros niveles. Lo que tengo claro ahora es que permaneceré junto al movimiento ciudadano y me interesa muchísimo lo que está pasando con el plebiscito. Habrá que hacer un esfuerzo enorme por educarse, porque mucha gente dice no saber nada. Algunas personas tienen que tomarse la misma media hora que les toma comprar su entrada para Lollapalooza y meterse a Google a investigar sobre el proceso constituyente y qué es una asamblea constituyente. Hay que escuchar más también a los estudiantes secundarios. Darles todo el espacio que merecen, porque son los más excluidos.

Decías que como actor te has sentido con pocas herramientas para enfrentar lo que sucede. ¿A qué te referías?

Por ejemplo, cuando vas a una población, a un conversatorio o a una actividad con la gente, sientes que ser actor no sirve mucho. O sea, qué ganas de haber sido abogado constitucionalista porque estaría dando clases sobre constitución en una población. Pero no, yo me limito a oír a la gente y a opinar como ciudadano, porque eso soy. El lugar del artista estaba siendo muy cuestionado por mí. En un contexto tan real y contingente, me preguntaba y sigo preguntando de qué me sirve ser artista cuando llego al teatro y leo un rayado afuera que dice “Muerte al arte burgués”. Me sentí inútil viniendo al teatro a hacer una obra pero no me quedó otra que decir sí, yo trabajo en esto y necesito seguir haciéndolo en este contexto también. Incluso me llegó ese espaldarazo desde el sector más elitista, que fue el premio del Círculo de Críticos al Mejor actor, y pensé quizás sí me lo merezco, aunque en paralelo estaba cuestionando muchísimo al medio. La industria de las teleseries, series y del cine chileno está muy tambaleante, y para mí han sido meses difíciles. Del otro lado, obliga también a darte cuenta de que este lugar, mi profesión, debe estar más al servicio y puede estarlo. No sé cómo, todavía lo estoy descubriendo.

Héctor Morales. Foto: Valentina Manzano

Has sido bastante crítico de tus colegas, los rostros, por no adoptar ese activismo en sus redes. ¿Cómo ha sido enfrentarte a tus pares?

Difícil. Mi fractura con gran parte del medio ha sido principalmente porque cuando sacaron a los milicos a la calle, lo primero que fue pensé fue vamos, tenemos que salir a contrarrestar esto que se nos viene encima, y me imaginé que estábamos todos pensando que en este país no podía volver a pasar algo así. Miré para atrás y no te voy a decir que me vi solo, pero del gremio actoral somos los mismos de siempre quienes nos encontramos en las marchas. Por eso critiqué a los rostros, por su mutismo. Mi pensamiento fue: estas personas entran a diario en las casas de las personas, por la televisión, por la publicidad y, hoy día, cuando misma la gente les pide que visibilicen lo que pasa en la contingencia, con los casos de violación a los derechos humanos o que simplemente necesitan ayuda, se quedan callados. Lo encontré irresponsable y, peor, que le estaban dando la espalda a la gente.

¿Cambiaste de parecer?

No, solo que hoy pienso que cada uno tiene libertad de involucrarse como quiera, pero yo me encuentro con colegas y todo el rato se justifican conmigo, como si les estuviera pidiendo una explicación. “He estado de viaje pal estallido” o “he estado muy atento aunque no opine” o “le tengo miedo a marchas”. Entonces, ¿sus redes solo sirven para vender cosas o hacerse auto bombo? O sea, si un actor pide que vean su teleserie u obra de teatro, perfecto, libertad de cada uno, pero cuando en el país está pasando algo como lo que estamos viviendo, esas mismas redes sirven para interpelar al presidente y las autoridades. Pero hasta el día de hoy, por ejemplo, yo no sé qué piensan Álvaro Rudolphy o Paola Volpato o Carolina Arregui del estallido social. No me interesa, pero quizás sí a quienes les abren las puertas de su casa todos los días. La gente agradece que uno dé su opinión y a mí me lo han agradecido. Me asombra merecer las gracias por pensar que después de la dictadura las personas con las que trabajo estábamos forjando el mismo país. Muchas veces he actuado en obras y películas sobre la dictadura y, guardando las proporciones, aquí estamos en lo más parecido a una dictadura pero con Twitter y hashtags, y así y todo algunos decidieron callar. Quizás yo me confundí en el camino, pero sentí que todos o muchos más íbamos a salir a repudiar eso y no. Ha sido uno de los grandes dolores de estos casi tres meses. Dejé de ver a muchos de mis amigos porque no sé qué piensan de todo esto. Los músicos han estado mucho más involucrados que los actores, y da pena.

Cuando algunos empezaron a hablar a título personal se les criticó también opinar desde el lugar de los privilegios. ¿Te llegó esa crítica?

Nunca me ha conflictuado en el sentido de que yo hablara, por ejemplo, desde el privilegio sin conocer lo que son los no-privilegios, ¿cachai? Yo, indudablemente, soy una persona que tiene muchos privilegios, partiendo por la visibilidad que tiene mi opinión. El otro día estaba participando en Crimen, el proyecto al que me invitó a participar la Natalia Valdebenito, y hay un momento de la obra, al final, que son como 5 minutos donde uno puede decir lo que uno quiera como para poner su opinión ahí. Yo preferí ceder ese espacio a un preso político, a un cabro de 23 años que está en Santiago 1, en el módulo 14 y que escribió una carta. Ese ha sido el ejercicio, en el fondo: poner mi cuerpo, mi cara y mis redes a disposición, y ese es un privilegio que yo tengo por haber salido muchos años en televisión, por tener un trabajo como actor y por todos los privilegios que uno puede tener en esta profesión y en este medio a esta edad. Pero, en mi lugar en particular, provengo de una historia familiar que aún hoy sigue lidiando con los no-privilegios. Mi mamá tiene una jubilación de mierda, igual que mi papá, crecí en una población de San Bernardo y fui el primer profesional universitario de mi familia, y además tuve que pagar mis propios estudios. Hoy soy artista además, y eso significa que si yo no me impongo seguramente voy a tener una jubilación de mierda y con una salud pública de mierda también. Entonces, eso ha transitado por mi vida. La inyección de meritocracia me la dio mi familia, y en primer lugar siempre estuvo que nosotros nos educáramos. Lo único que podían darme era la educación y yo me lo tomé en serio; entré a la Universidad de Chile a estudiar teatro y a la mitad me puse a trabajar profesionalmente. A mí me entregaron el manual de la meritocracia y me lo aprendí de memoria y lo ejercí. Y que ahora trabaje en televisión o que haya sido rostro de un mall, simplemente es parte de ese mismo manual. En un lugar donde los artistas no hacen lo que quieren hacer, sino que trabajan en lo que pueden, hacer televisión y publicidad es parte de las posibilidades que tengo como actor.

¿Qué costos te ha traído tu activismo post 18O?

Muchos. He perdido pegas y amigos por negarme a ser parte del mutismo del medio, pero en realidad esto venía de hacía tiempo ya. Yo creo que no hubiese estado lo suficientemente preparado si no hubiese pasado por todo el periodo y la exposición de haber tenido una pareja trans (la modelo Helenia Melán), que me puso en un movimiento telúrico gigante. O sea, yo tenía una vida antes de esa relación que estaba ligada a ser embajador de una marca de auto, por ejemplo, y de una viña. Y en la mitad del año pasado, cuando se sabe que yo tengo esta relación, me quitan el auto y me quitan un montón de relaciones comerciales que tenía por ser figura pública. Y recibí excusas como: “No, es que el gerente de marketing es muy conservador y cree que tú ya no representas al hombre Honda”. Perfecto, no lo sabía, ahí están las llaves del auto. “Es que los vinos no van con tu nueva vida”. Perfecto, ahí están también los vinos. Pasó todo eso y vino el estallido, pero yo estaba preparado. Tomé en conciencia el país hipócrita en que vivimos y el lugar que ocupa una figura pública. En la medida que tú vendas, todo va a estar bien. Si empiezas a tener mucha voz y figuración en contextos como este, se te cierran las mismas puertas que alguna vez te abrieron.

¿Has recibido o recibes amenazas?

Sí, muchas, y a diario. Al principio decían que iban a funar las funciones de la obra y se armó todo un operativo adentro del teatro, porque casi todas eran del tipo “te vamos a ir a buscar para ir a sacarte la cresta afuera” o “vamos a quemar el teatro”, incluso. Es interesante y muy a pesar mío que mi opinión y mi visibilidad empezaran a ir de la mano con mi trabajo y con que yo estuviera haciendo además una obra que se llama Muerte accidental de un anarquista. Al público le pasó algo medio performático e iban a verla porque me seguían en redes sociales. Me esperaban después de la función para conversar no sobre la obra, sino porque me habían visto en la calle o en alguna marcha, o simplemente porque sabían que me habían echado de la radio. Entonces, la obra empezó a contener mi figuración pública también. La ficción empezó a desplazarse a la realidad y hubo ahí una comunión única. Yo no había vivido algo parecido o al menos similar desde Prat (2002).

¿Lo de Radio Play fue similar? 

Eso vino a reafirmar todo lo que venía pasando. Antes de comunicarse la decisión me llama mi jefa y me dice que al programa le estaba yendo increíble, que estaban muy contentos con mi profesionalismo y compromiso, y que querían hacerlo crecer. Era la mejor manera de terminar el 2019. Vino el estallido social y la misma jefa cerraba su oficina al verme venir a grabar el programa con la bandera en mano, porque después me iba a las marchas. Yo no hacía ningún programa de política, era de sustentabilidad, ecología, nada que ver, y a las tres semanas del estallido me encuentro con ella. No fuimos a su oficina, me lo dijo en la entrada de la radio: ‘Estamos mal, el programa no sigue”, me dijo. Nunca recibí una versión oficial, y a mí me quedó una duda gigante. Por esas cosas de la vida se comunicó conmigo alguien del sindicato de Canal 13 y me dijo que mi despido había tenido que ver con el video que dirigió Hernán Caffiero sobre la irresponsabilidad de los medios de comunicación de no informar cómo debían y sesgadamente, del que yo además participé. Incluso supe que en una reunión en la que estaba Max Luksic (director ejecutivo de Canal 13), alguien que trabaja en prensa le dijo que era impresentable que un locutor de su radio le echara mierda a los medios. El soplo fue tan asqueroso que alguien muy cercano a Max Luksic le mostró el video y dos días estuve fuera de Play. Entonces, cuando digo que esto no es comparable con la dictadura pero que sí es una nueva dictadura, es por todo eso y más. El de la radio era mi sueldo estable… Ahora, eso en mitad de todo lo que ha pasado en la calle ha sido mi drama interno. Yo he puesto mi energía en el movimiento, en estar con las organizaciones y en apoyar en lo que pueda.

***

Pasó tres noches en el Campamento por la Dignidad. La experiencia, dice, lo puso “realmente al servicio de lo real”. Junto a la directora de teatro Manuela Infante (Estado vegetal) y el actor Rodrigo Pérez, Héctor Morales y otros se sumaron a los más de 60 manifestantes de distintas organizaciones sociales que se instalaron entre el 9 y 20 de diciembre con carpas, toldos y banderas en plena plaza Montt Varas, frente al Palacio de Tribunales y la sede del Congreso en Santiago.

“Nunca voy a olvidar lo que sentí al levantarme frente al Palacio de Tribunales a tomar desayuno. Entre que la ciudad estaba despertando y veía que entraban los jueces y los abogados, yo estaba con un pedazo de pan y un café afuera, con Luis Mesina de No + AFP, Mario Aguilar del Colegio de Profesores, otras cabezas de unidad social y más personas que se sumaron. Lo que ahí se generaba era único y tenía sus reglas. No podías tomar ni fumar yerba, y había que colaborar con las tareas comunes. Fue otra expresión ciudadana invisibilizada por los medios. Iban senadores y diputados a conversar con la gente, pero nadie reportó nada de eso. Gente llegaba con cajas con frutas, agua, comida. El día en que se desalojó se hizo de manera pacífica y limpiamos hasta las 3 de la mañana y hasta el último rastro de esos 11 días”.

Héctor Morales. Foto: Valentina Manzano

¿Se vivían momentos rudos estando ahí?

Hubo ataques de gente fanática antes de que nosotros llegáramos. Por eso era necesario hacer turnos de guardia en la madrugada, de 2 a 4, de 4 a 6 y de 6 a 8. Alguien intentó quemar una carpa también, pero después instalaron el cordón de seguridad. Lo verdaderamente rudo era el calor: el termómetro al suelo marcaba 45° y había gente deshidratada. Era como vivir en una marcha.  

***

237 mil seguires en Twitter y más de 243 en Instagram. Las redes sociales arden cuando el nombre de Héctor Morales escala entre las tendencias. Ocurrió cuando fue despedido de radio Play FM en noviembre pasado, pero con más frecuencia cuando se viralizan sus rounds twitteros. Uno de los más bullados fue ni más ni menos que con la ministra Marcela Cubillos. “Eres lo peor que le puede pasar a este país. Tarde o temprano pagarás. RATA”, publicó el actor. Lo insólito vino horas después: “Un valiente! Me amenazas: no te tengo miedo”, replicó la propia titular de Educación. Más abajo, otra secretaria de Estado, Isabel Plá, le daba su apoyo.

Morales pone los ojos en blanco antes de largarse a responder:

“Yo iba poner ‘eres una LATA’”, ríe. “Hablando en serio, me dio mucho miedo esa vez darme cuenta de que me habían borrado unos tweets sobre lo mismo, yo creo que por el número de denuncias. Nunca me había pasado. Ese día estaban criminalizando a los dirigentes estudiantiles y negándoles la PSU. Ella no habló. Está bien, el DEMRE es el encargado de la prueba, pero, chucha, ¿y la ministra de Educación? ¿No le habrá dado vergüenza aparecer un día después y vestida de negro, anunciando que se iba a criminalizar? El mail que les ha llegado a los dirigentes es del terror. Volviendo a tu pregunta: me impresiona que una persona está así de ocupada se dé el tiempo de responderle un tweet a un actor que despotrica contra ella. Por qué te meterías en esta cancha chica en vez de hacer tu trabajo, Cubillos. No me engaño tampoco, seguramente contestó uno de los cuatro community manager que tiene a sus órdenes. Y después se le sumó la ministra Plá, otra calladita. Yo estaba esperando que hablara la ministra de Cultura, que es la que me tiene más decepcionado.

Consuelo Valdés.

Por lo que la respeto como persona, diré que no me representa y que hay un gran sector de mi gremio que no se siente representado por una ministra que, llegado el momento, debió renunciar para no seguir siendo parte de este gobierno. O, por lo menos, que dejara de hablar y parecer más preocupada por las estatuas descabezadas y los rayados que de  los derechos humanos.

¿Qué opinas de las funas cuando tú mismo podrías provocar unas cuantas?

Me pasa algo loco. La gente lee algo que escribí y me dice “qué heavy lo que dices”, pero es que así opino. La red social tiene eso, cada uno lo lee desde el lugar en que uno concibe a esa persona, pero yo soy lo menos violento que hay. No avalo la violencia. Lo mismo me pasa con las funas; cualquier tipo de funa es súper violenta y a veces también se han equivocado y tenido que desfunar a alguien. Me conflictúa, porque me piden mucho que ayude a funar. Que retwitee, no sé, estos son los números de teléfono de los miembros de Patria y Libertad. Trato de no hacerlo porque pienso que detrás de ellos también hay otras personas.

¿Y si el ataque es directamente hacia ti, funarías?

El otro día, por ejemplo, dieron mi dirección en las redes. A mí me pueden decir lo que quieran y lo han hecho en las redes, que soy mal actor o ya ni me acuerdo qué por estar con la Helenia. Nada de eso me afecta. Pero gestos como ese, tu dirección en las redes, son súper violentos. Es como si llegara a funarme alguien a esta entrevista. Seguramente la grabaría y lo subiría a mis redes, porque no confío en la institución a la que debiese ir, que son los pacos. Distinto es que te funen por las redes, porque algunos decidieron estar en la oscuridad, en el anonimato y generar la violencia que generan por un placer casi fetichista. Creo que a veces funar es aportar también a eso.

Héctor Morales. Foto: Valentina Manzano

La pregunta que más se repite es la de qué va a pasar, en marzo, puntualmente…

Marzo va estar movido, raro. A veces soy muy positivo y otras veces vuelvo muy negativo a casa. Yo creo que entre todos los ciudadanos, políticos, de un lugar u otro, debemos poner lo mejor de nosotros para construir el país que queremos, que básicamente se debe construir sobre una nueva constitución que haga que las personas se sientan libres, protegidas por el Estado, con los mismos derechos y deberes, y que la igualdad no sea un eslogan o un hashtag. Eso necesita una construcción colectiva, no puede ser de otra manera. Y colectiva en número pero en diversidad también, sin exclusiones. Tenemos que ser parte activa de esa constitución, aunque requiera mucho trabajo. Ese es el lugar más positivo en mi cabeza cuando llego de una marcha que estuvo linda.

¿Y en los días difíciles?

Mi miedo es que la ignorancia y el miedo imperen. La derecha tiene los medios, tiene el poder económico y ha levantado una campaña del terror que dice que el país no está en condiciones de asumir este nuevo proceso, pero lo que el pueblo ha construido desde el 18 de octubre es algo verdaderamente bello y honesto, y debemos permanecer siempre del lado de la gente. Yo he sentido miedo en la calle, como muchos, pero nunca cuando he estado rodeado de la gente. 

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