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Entrevistas

29 de Enero de 2020

Oscar Contardo: “Estamos ante un gobierno que definitivamente no supo cómo gobernar”

https://youtu.be/ATAbJiEwRYI

El estallido le trajo angustia, miedo y un libro que pretende publicar en abril. En conversación con The Clinic el periodista comenta la “gran oportunidad” que ve en la Nueva Constitución y del rol de la Iglesia en la crisis: “Antes pasaba algo y aparecía el obispo, el cardenal, arzobispo, lo que fuera. Ahora eso no pasó y a nadie le importó”, sostiene el escritor que, además, prepara una biografía de Pedro Lemebel, con quien tuvo un vínculo de altos y bajos.

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Hace unos días pusiste en Twitter: “Chile es un país que engendra y cría rabiosos. Gabriela Mistral, Violeta Parra, Edwards Bello, Lemebel, Armando Uribe. Son como sacrificios humanos para que todos tengamos algo de qué enorgullecernos”. ¿Qué se ha sacrificado en este periodo? 

-La seguridad. Habíamos sacrificado mucho pensando en la estabilidad, en la seguridad, en el orden, eso creo que era algo que la gran mayoría pensábamos que mantenía un grado de convivencia estable, pacífica o que simulaba una cohesión social que no existía. Eso fue lo primero que se sacrificó por la gran mayoría. Eso fue espontáneo. Mucha gente, sobre todo en la derecha, apelaba a que el Frente Amplio y el Partido Comunista hiciera llamados y a la gente que salía a la calle le importaba un rábano lo que opinara el Frente Amplio o el Partido Comunista. Entonces esa gente que salió a la calle, en gran medida dijo, “saben, la estabilidad me tiene harto porque en esta estabilidad me estoy envejeciendo y con la vejez va a venir la pobreza. En esta estabilidad tengo un sistema de salud que no me da ninguna certeza. Un sistema de salud pública en el que me expongo al maltrato”. Hacía poco había acompañado a un amigo a la urgencia del Sótero del Río. Estuve seis, siete horas esperando cama y eso es violento, ver cómo la gente en la urgencia grita de dolor en camillas, en sillas, gente que debía ser hospitalizada pero no hay camas, el personal hace lo que puede, los médicos hacen lo que pueden y en eso consiste la salud pública, en que todos están haciendo lo que pueden y eso no alcanza. Entonces esa estabilidad de soportarla basándose en la resignación, en la gran mayoría se agotó. 

https://twitter.com/OscarContardo/status/1220373014736527360

Ha habido distintos tipos de canalizar la rabia. Están las marchas pacíficas o las reacciones violentas. ¿Crees que el gobierno ha sido rabioso para enfrentar esto?

-El gobierno ha hecho todo mal desde el principio porque se ve que no sabían el país en el que estaban. Eso no lo sabían hace mucho tiempo y habían dado muestras de eso con las declaraciones de los ministros, desde el principio. La reacción que tuvo el Presidente de la República fue anunciar que estábamos en guerra sin decirnos contra quién, dónde estaba esa guerra, quién era el enemigo, rodeado de militares, haciendo una escenografía que a los mayores de 40 nos parecía estar reviviendo la dictadura. De ahí en adelante, todas las respuestas han sido en términos policiales y eso ha significado maltrato. La gente se siente maltratada, la opinión pública se siente pasada a llevar, los ciudadanos se sienten minusvalorados, la convivencia gracias al gobierno se ha hecho más hostil. El gobierno ha reaccionado persistentemente mandando a la policía en vez de hacer política, marcando una línea entre amigos y enemigos y declarando la guerra desde el principio, es un gobierno que definitivamente no supo cómo gobernar. 


¿Esa rabia te sirve como combustible para tu trabajo? 

-Aparece la rabia y desaparecen las máscaras. Se caen las máscaras de los que fingían, por ejemplo, ser grandes veladores de los derechos humanos y que a la vuelta de la historia lo que vemos es que lo único que les interesa es resguardar sus intereses; liberales que nunca fueron liberales o liberales que, a pesar de todo, les preocupaba más hablar de Venezuela que del país propio, donde los carabineros estaban dejando tuertas a centenas de personas… En fin, aparecen muchísimos temas que estaban sumergidos.  

¿A quiénes te refieres? ¿Qué máscaras has visto caer? 

-Claramente las de los dirigentes de Evópoli. Esa derecha que se nos presentaba como renovada, como moderna, abierta a temas, que había cortado con el autoritarismo, con la herencia de Pinochet, le costó muchísimo decir algo sobre las violaciones a los derechos humanos que se estaban cometiendo aquí, ahora, no en Venezuela, ni Cuba. Aquí. Ese el ejemplo y mucha gente que rodeaba ese mundo, que coqueteaba con esa idea y que se les cayó la máscara. 

Óscar Contardo. Foto: Emilia Rothen

En una entrevista dijiste que ser peleador te da energía. ¿Cuáles son esas peleas hoy?

-Yo creo que en este minuto la pelea, el conflicto y la crisis está en todas partes. Es una suma, entonces lo que pueda decir es irrelevante, pero desde mi perspectiva, para mí, dar peleas o visibilidad puntos de conflicto es dejar registro en una cultura como la chilena en la que los conflictos tienden a ser evitados y el conflictivo tiende a ser acallado porque eres obsesivo, porque siempre estás mirando el vaso medio vacío, porque eres amargado, porque eres resentido, etcétera, etcétera. Establecer o poner en escena un conflicto es también dar una alarma, es decir: ojo, aquí pasa algo y hay que tomarlo en cuenta porque cuando vas sumando cosas que no se toman en cuenta, terminamos como terminamos, ahogados en el vaso medio lleno de veneno y de la estupidez propia. 

¿Qué costos tiene dar estas peleas? 

-Tampoco quiero ponerme como ejemplo de heroísmo ni nada. Es mi carácter no más. Voy a hablar por mí. Todos tenemos un núcleo de amigos que has tenido hace un montón de años, que es gente a la que conoces muy bien, que tiene mucha sintonía contigo y esa gente ha estado ahí siempre. Uno establece muchas relaciones amistosas y entre esas relaciones amistosas hubo un corte masivo, un filtro masivo porque hay puntos en los que no puedes transar y esos puntos no se revelan en situaciones habituales sino en tiempos de crisis. Simplemente es gente con la que te das cuenta que tienes muy poco que ver y en ese Chile anterior al 18 de octubre, ese poco que ver bastaba. 

En términos prácticos, ¿borraste gente de redes? ¿Hiciste un barrido de ese tipo? 

-Bloqueo de redes y ya no me interesa contestar tu WhatsApp, no me interesa saber. 

UNA PÉSIMA IDEA

Te autodefines de izquierda pero ¿qué es ser de izquierda hoy día? 

-Para mí ser de izquierda es estar del lado de los más débiles, de los que sufren más, estar atento a esas necesidades, mirar dónde se producen injusticias. Ser de izquierda es esperar que esas personas que sufren más con la injusticia, con la inequidad, que lo pasan peor, cuyas las vidas desde que nacen están condicionadas, que esas personas tengan en lo posible, un futuro mejor y que sus hijos lo mismo. 

En un momento decidiste militar en Revolución Democrática…

-Una pésima idea.   

Te desilusionaste de eso…

-Sí, porque no sirvo para la estructura de un partido. Por carácter. 

¿No volverías a militar? 

-No. No volvería, aunque sirvió para constatar mi carácter y cómo se hace la política. 

Óscar Contardo. Foto: Emilia Rothen

¿No hay un colectivo o un movimiento que te seduzca?

-No. Yo puedo tener simpatía pero como militante soy un desastare porque soy desobediente. La obediencia es un rasgo que no me parece simpático y para ser militante hay que ser obediente. No quiero decir que la gente milite en cualquier partido me parezca sometida pero hay que tener un rango de voluntad para aceptar las opiniones y las órdenes de una estructura. 

¿Qué te parece el Partido por la Dignidad? Lo armó James Hamilton y a los nueve días renunció.

-Creo que es un movimiento más instrumental, para tener un cupo en la eventual convención constituyente. Me parece muy bien que la gente se organice según temas pero no es un lugar donde yo estaría. 

¿Por qué?

-Porque no tiene un ideario, es instrumental, no estaría en un grupo por estar en un grupo, no tiene mucho que ver conmigo. 

Óscar Contardo. Foto: Emilia Rothen

¿Te gustaría estar en la convención constituyente? 

-No. Nunca lo pensaría. Me lo han dicho ya tres personas lo que me ha parecido muy gracioso pero no, yo ni siquiera lo he pensado. Estoy pensando en otras cosas. 

¿En qué estás pensando? 

-En las cosas que tengo que escribir ahora, en eso. 

Vienen libros en camino, ¿qué puedes contar de eso? 

-Por el momento, algo que tiene que ver con el estallido y que surgió después de, es como un efecto 18 de octubre y un perfil biográfico de Lemebel que estaba preparando desde antes y que quedó en punto suspensivo durante este tiempo. 

A Lemebel lo mencionabas como estos rabiosos…

-Porque ese carácter es muy repetitivo. Gabriela Mistral era una gran rabiosa, tenía esta relación que se produce con Chile de amor y odio, de resquemores, de desesperación incluso. Te desespera el país, pero naciste aquí, es la forma en la que fuiste criado. Las relaciones en las que te pone la vida y Chile te pone en un lugar, te sitúa en una forma muy particular de relacionarte con tu entorno, con el otro, y eso uno no se lo puede quitar del cuerpo. 

Óscar Contardo. Foto: Emilia Rothen

Te pasa a ti también…

-Sí, pero no me pondría de ejemplo de nada. Le pasa a mucha gente. Esta insatisfacción, esta incomodidad que se da en la forma en la que convivimos. El estallido tiene un gran componente de eso, un hastío de una forma de convivencia que fue acentuada por el modelo neoliberal. Yo no creo que el modelo neoliberal terminó con un mundo ideal que existía antes. No, eso no fue así. El neoliberalismo acentuó de una manera brutal algo que existía antes que era esta brecha, en esta pirámide, que es más bien un farellón escarpadísimo, en el que muy poca gente tiene la posibilidad de descansar porque no hay una planicie, siempre hay que estar subiendo una cumbre en la que caben muy pocos y solamente esos pocos pueden disfrutar de la tranquilidad de que ya estamos bien, ya se solucionó esto, no tenemos que pensar en que vamos a caer en una urgencia de un hospital público, no tenemos que pensar en que la jubilación va a ser de miseria, no tenemos que pensar en que la vida diaria resulta amenazante. 

¿Cómo ves el futuro? ¿Eres optimista o no tienes esperanza con la posibilidad de una Nueva Constitución? 

-La posibilidad de una Nueva Constitución es un paso para plantear una forma de convivencia pactada democráticamente por primera vez en Chile algo así. Es una posibilidad de darnos a futuro una estabilidad basada en la democracia, en mirarnos las caras, en saber que aquí existe un país donde hay ciertos intereses, demandas, identidades, gente que nunca fue tomada en cuenta y que ahora va a ser tomada en cuenta. 

¿Vas a promover el apruebo? 

 -Estoy por aprobar y convención constituyente. Es lo más lógico y razonable a estas alturas. Es la posibilidad de hacer algo bien. 

CARAS BONACHONAS

¿Qué te parece el rol o el no rol de la iglesia en este periodo? 

-El no rol de la Iglesia es un síntoma de la crisis interna en Chile y en el mundo, la crisis global de la iglesia, de cómo la corrupción interna de una institución quedó expuesta en un momento de tal modo en que su credibilidad, su prestigio, en lo que había basado su poder, desaparece. Pensemos 20 o 30 años atrás, el arzobispo de Santiago hubiera sido la autoridad que hubiera salido después del estallido a hablar y a decirle al país qué tenía que pasar ahora. Una luz de orientación. Eso pasaba siempre después de cada terremoto, después de cada tragedia, de cada crisis política. Pasaba algo y aparecía el obispo, el cardenal, arzobispo, lo que fuera. Ahora eso no pasó. A nadie le importó que no pasara tampoco y eso fue el signo inequívoco de la gravedad de la crisis de la Iglesia Católica en Chile.  

¿Te dio gusto que no pasara eso o te parece bueno? 

-Lo que me parece bueno es que se sepa la verdad, lo que pasaba detrás de esas caras bonachonas y de esos tonos siempre paternalistas de los líderes de la Iglesia Católica, de esa impostación de bondad que era enfermizamente hipócrita, gente muy escindida mentalmente. Me parece bien que eso se sepa, que sinceremos, por favor, ¡hasta cuándo nos estamos mintiendo! ¡Nos contamos el cuento de la cena de pan y vino! ¡No! ¡Eso no era cierto! ¡Eso no era verdad! Era muy desesperante saber cosas que pasaban y que todo el mundo le rendía pleitesía a estos personajes. Yo padecí mucho la investigación de “Rebaño” porque tenía los antecedentes de cómo actuaba esta gente, lo que era capaz de hacer, el sufrimiento que era capaz de provocar y veía cómo gente poderosa les rendía pleitesía. Entonces era muy desesperante, al menos para mí, que me importa. Es un alivio que se sepa lo de la iglesia, ahora, esto que las instituciones se derrumben, es un peligro también, porque aparecen otras formas de congregar a la gente. Aparecen estas iglesias pentecostales, el evangelismo pentecostal que es del terror. Resultan un refugio para las personas que han sido abandonadas por los partidos, por el Estado, que viven en periferias donde no hay nada, donde el espacio público es amenazante para ellos, entonces estas iglesias con estos pastores que no los controla nadie y que les dice lo que Dios piensa y opina de todo, son también un peligro que está teniendo mucho éxito en América Latina. 

Óscar Contardo. Foto: Emilia Rothen

¿Viste cosas ahí en tu investigación? 

-No, mi foco fue lo que pasaba en la Iglesia Católica. El pentecostalismo es una organización totalmente distinta. A mí no me cabe duda que hay abusos ahí. No me cabe la menor duda porque desde el momento en el que un personaje dice que es el que recibe la voz de Dios y el que te va a traducir su voz, ya ese personaje me parece sospechoso y hay que vigilarlo. Sobre todo cuando no tiene contrapeso, cuando no hay otros pares que lo estén vigilando y sobre todo cuando está a cargo de personas que tienen pocas herramientas para contradecirlo. Si esto de ser un pastor frente a un rebaño de ovejas es algo peligroso incluso cuando esas ovejas tienen mucho poder en el mundo civil, o son muy inteligentes o son muy ilustradas. A esa gente también la puede hacer puré alguien que se dice que tiene la palabra de Dios. El caso Karadima era eso. A la gente que reventó Karadima era gente que tenía recursos, educación y poder. 

De los pocos que ha sacado la voz de la Iglesia es Felipe Berríos, ¿qué te parece que haya salido a dar la cara? 

-Prefiero no decir nada de Felipe Berríos. 

¿Por qué?

-Prefiero abstenerme de opinar de Felipe Berríos. Tengo mis razones. 

UNA RELACIÓN DE IDA Y VUELTA

¿Viene un libro tuyo relacionado al estallido pronto? 

-Tan pronto como pueda porque estoy trabajando en eso. La idea es tenerlo en abril. El otro (sobre Pedro Lemebel) queda para el 2021.  

¿Qué podrías decir de tu relación con Lemebel que era de alto y bajos? Me acuerdo de Guadalajara que una vez que tuvieron un roce. Te dio vuelta un vaso de agua… 

-Era de altos y bajos porque Pedro era una persona con un carácter más complejo que el mío. A Pedro lo conocí el 2006 trabajando, haciéndole un perfil para Gatopardo, esta revista mexicana. Obviamente antes lo había visto, era un personaje. Una de las últimas performances de las Yeguas del Apocalipsis fue en la Escuela de Periodismo de la Chile en la época en que yo estaba de estudiante. Entonces conocía al personaje, lo había leído naturalmente… Él tenía un carácter muy poco fácil para decirlo de una manera simpática que tenía esta gente como la Mistral, Armando Uribe, Edwards Bello, la Violeta Parra. Ninguno era una persona fácil, ninguno de ellos era un encanto a la primera vista o una persona que uno pudiera decir: qué señor o señora más simpático o simpática. No, eran difíciles porque les tocó a todos una vida difícil, les tocó lidiar con muchas cosas difíciles. Hicieron su obra a contrapelo de todo eso, el genio de cada uno de ellos fue a pesar de Chile y eso tiene huella en el carácter. 

¿Y tu relación con él? 

-Era de ida y vuelta. Él era muy difícil. Yo nunca fui amigo de él pero conozco a muchos de sus amigos y ellos no podrían decir algo distinto de lo que digo yo. Era un carácter fuerte, era caprichoso, era como un niño caprichoso y bueno, en esa Feria (del Libro) de Guadalajara, él lo hizo una especie de travesura muy de cabro chico. Yo estaba sentado en una cafetería en el stand de Chile y toda la gente que estaba conmigo estaba mirándolo a él menos yo que estaba en el sentido contrario. Y me tiró un vaso de café por la espalda y salió arrancando. Era como para llamar la atención, era como una travesura. Y hacía muchas cosas así… 

¿Ahí estaban peleados? 

-No, si eran cosas que hacía él. Yo jamás me peleé con él, él me podía retar pero yo no podría haber discutido con él. Él me podría haber mandado a freír monos porque se le ocurría un día pero nunca tuve motivos para pelear. Yo le tenía el cariño que le podía tener a alguien cuyo trabajo me resulta admirable. Alguien a quien le conoces su biografía, que era una biografía muy dura. Esto no significa que le tenía compasión. No, era entender lo que le tocó vivir y lo que le tocó vivir a Pedro Lemebel fue rudísimo. No porque solamente fuera pobre como decía él, sino por todo lo que significaba ser la loca que fue Lemebel que era lo que reivindicaba. Y lo reivindicaba de chico. Piensa esto: el año 75 él entra a la universidad y llegaba de suecos, con un poco de maquillaje, con el pelo largo, en ese Chile, en ese mundo. Le gritaban de todo en la calle, seguramente todo era hostil. Sobreponerse a esa hostilidad inevitablemente dejaba una huella y esa huella era ese carácter y soportar que este señor te tirara un vaso de café por la espalda porque se le cantó hacerlo. 

¿El libro es una historia de su vida?

-Es una historia de su vida, un perfil biográfico, es ir dibujando los rasgos de este personaje desde una perspectiva desde alguien que pudo conocerlo, que conversó con él, pero con un énfasis en investigar su entorno en sus distintas etapas de su vida y esos distintos países que le tocó conocer que hablan de quiebre con lo que pasó ahora. Me estado preguntando qué hubiera pensado Lemebel de todo lo que está pasando, dónde hubiera estado, qué hubiera hecho. Todo esto tenía mucho que ver con él. En la calle hay muchas figuras de Lemebel. Ha sido muy recordado en esta pasada. Se lo tomó como una figura que tenía mucho que ver con esto porque estaba ahí. Era su carácter que estaba ahí. 

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