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Opinión

5 de Febrero de 2020

Respuesta a la columna “El Frente y la crisis”

Agencia UNO
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*Por Roberto Fernández Droguett y Francisca Fernández Droguett*

Desde el 18 de octubre, Chile ha vivido un levantamiento social sin precedente en nuestra historia post-dictatorial, el cual ha tenido como protagonistas fundamentales a los estudiantes secundarios, quienes tuvieron un rol destacado en las evasiones masivas del metro al comienzo de las movilizaciones, y luego en las protestas contra la Prueba de Selección Universitaria PSU. Debido a este protagonismo, algunas organizaciones como la Asamblea de Estudiantes Secundarios ACES han sido objeto de debates por sus posturas y llamados a manifestarse, reflexiones completamente legítimas en la medida que contribuyen a una mejor comprensión de estos actores sociales respecto de las transformaciones que necesita nuestro país, particularmente en el ámbito de la educación, y las formas de lograr esos cambios. En este contexto, quisiéramos comentar la columna “El Frente y la crisis” de Guillermo Pérez, en la medida que dicho escrito propone una tesis sumamente problemática respecto de la existencia de similitudes entre algunas posturas de la ACES y del FPMR (Autónomo) durante la transición. Básicamente, sostenemos, por una parte, que se basa en una lectura sesgada e incompleta de la postura de la ACES, así como en una visión parcial y cierto desconocimiento de las posturas del FPMR(A) durante la transición, lo que hace difícil establecer las semejanzas entre ambos actores que el autor propone. Por otra parte, tampoco se considera suficientementer en la argumentación las diferencias socio-políticas del contexto histórico de las organizaciones en cuestión, lo cual dificulta una adecuada comprensión del tema.

En su columna “El Frente y la crisis”, Guillermo Pérez sostiene que existen similitudes entre la interpretación del FPMR (A) sobre la transición y posiciones de la “izquierda más radical”, la que identifica con la ACES, basando su argumentación en que uno de sus voceros, Víctor Chanfreau, en una entrevista a The Clinic, plantea promover movilizaciones que no pasen por la burocracia universitaria y identifica como deslealtad de miembros de la actual izquierda el haber firmado el acuerdo por la paz, lo que según el autor respondería a una lógica anti institucional equivalente a los discursos revolucionarios de principios de los años 90. Esta lógica anti institucional promovida por la ACES “que desprecia los acuerdos y rechaza los mecanismos democráticos por considerarlos construidos a espaldas de la ciudadanía, es muy parecida a los discursos revolucionarios de principios de los años 90”. Aquí cabe comentar que el rechazo a los acuerdos y a los mecanismos democráticos no se desprende de las palabras de Víctor Chanfreau, quien más bien ha hecho referencia en diversas publicaciones y entrevistas al rechazo del acuerdo por la paz firmado a espaldas de los pueblos, por diversos partidos políticos en noviembre del 2019. Es más, en la entrevista publicada el 23 de enero en The Clinic, Víctor señala “mientras las autoridades cumplan el rol que deberían tener y escucharan las demandas de la gente, de las organizaciones sociales, de las comunidades educativas o de las asambleas territoriales, sí se lograría un acuerdo”.

Por otra parte, si bien es cierto que el FPMR(A) no reconoce la legtimidad del gobierno de Patricio Aylwin por su carácter continuista de la dictadura, como bien señala Guillermo Pérez en tanto se sustenta en “justicia en la medida de lo posible, Pinochet libre y sonriente, acuerdos del gobierno democrático con sus opositores (civiles y militares) y la persistencia del modelo económico instaurado por la dictadura”, no es menos cierto que efectivamente los gobiernos post-dictatoriales presentaron importantes limitaciones a una real democratización de la sociedad y a la verdad, justicia y reparación respecto a las violaciones a los derechos humanos, junto con una desmovilización y despolitización de la sociedad, la continuidad e incluso profundización del modelo neoliberal impuesto a sangre y fuego por la dictadura, y una persecución a los grupos armados que violó los derechos humanos e implementó mecanismos represivos reñidos con un regimen verdaderamente demócratico.

Finalmente, Guillermo Pérez indica que “los posibles paralelos, por limitados que sean, nos debieran permitir pensar en las razones que justifican, en uno u otro contexto, la aparición de ese profundo desdén por todo lo establecido y que, casi inevitablemente, conduce a la polarización y la violencia”. Al igual que en lo señalado anteriormente, resulta, cuando menos, algo entusiasta suponer un profundo desdén de la ACES por todo lo establecido, conducente a la polarización y la violencia. Más que un desdén a todo lo establecido, lo que quizás tienen en común las posturas del FPMR(A) y la ACES es más bien una crítica profunda a sus respectivos contextos socio-políticos y económicos de precariedad de la vida y la disposición a ampliar los limites tradicionales de la política para alcanzar transformaciones significativas.

Como una forma de explicar la posición de los “actuales revolucionarios” (como los llama el autor de la columna), quienes replicarían las visiones de los “antiguos revolucionarios” de la transición, el autor plantea que la supuesta coincidencia de lecturas podría tener que ver con falta de madurez, diciendo que varios miembros del FPMR(A), como Palma Salamanca, tenían una edad parecida a la de Víctor Chanfreau. “Sin embargo, la ingenuidad juvenil no alcanza a explicarlo todo” indica Guillermo Pérez, sosteniendo que debemos preguntarnos que ha marcado a la juventud de ambas generaciones para que adopten las mismas hipótesis negativas de la realidad. Finalmente señala que “el desprecio por todas las mediaciones que, precarias y mejorables, son las que garantizan la convivencia democrática, no está motivado solo por diferencias políticas y materiales, sino también por carencias formativas –incluso afectivas y familiares– que reflejan un fracaso brutal a la hora de transmitir un horizonte de posibilidades que valga la pena cuidar”. Quizás este último punto sea el más complejo y a ser criticado, ya que supone una normatividad que naturaliza lo juvenil como un momento de descontrol y de falencias, a partir de una mirada absolutamente adultocéntrica que concibe a ambas generaciones como carentes de la madurez política suficiente para pensar lo social. Pero es más, el autor equivale toda pretensión de transformación profunda de las estructuras actuales de opresión a dificultades personales de los actores movilizados.

Además de los elementos ya señalados, resulta altamente problemático que la columna haga apenas referencia a los respectivos contextos y características de cada organización. No es lo mismo una organización político-militar y calndestina que una organización social pública que agrupa estudiantes secundarios, de la misma manera que no es lo mismo asumir determinadas reivindicaciones políticas en un contexto de transición a la democracia, que muchos académicos, políticos y actores sociales definen como fallida o al menos incompleta, con un contexto de movilización social que cuenta con un altísimo apoyo de la ciudadanía.

El actual levantamiento social ha permitido un cuestionamiento profundo de las bases de nuestra sociedad y ha abierto la posibilidad de generar transformaciones significativas que cuentan con un importante apoyo de diversos sectores sociales. Sin embargo, también ha tenido un costo altísimo en personas muertas, heridas, mutiladas, torturadas y detenidas, por lo cual el análisis de las dimensiones del levantamiento y lo relativo a las demandas de los diferentes sectores de la sociedad, y particularmente lo que dicen relación con la violencia, debería ser objeto de mayor rigurosidad y comprensión de las posturas en juego, de modo de avanzar hacia una mayor democratización de la sociedad donde quienes disienten no sean caricaturizados ni tachados de inmaduros, carenciados o que fomentan la polarización y la violencia, más aún en un contexto en el que el gobierno no ha hecho concesiones significativas a las demandas de los pueblos ni se ha hecho cargo de las masivas violaciones a los derechos humanos.

*Autores:

  • -Roberto Fernández Droguett, psicólogo Universidad de Chile, integrante del Programa Psicología Social de la Memoria, Universidad de Chile y del Grupo de Trabajo CLACSO Memorias Colectivas y Prácticas de Resistencia.
  • -Francisca Fernández Droguett, antropóloga Universidad Academia de Humanismo Cristiano UAHC, integrante del Movimiento por el Agua y los TerritoriosMAT y de la Coordinadora Feminista CF8M.

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