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Opinión

7 de Febrero de 2020

[Reseña] Aborto libre: Materiales para la lucha y la discusión en Chile (2019)

"A pesar de que las demandas feministas han tenido alta resonancia social, la política de los consensos limitó los objetivos de la ley, lo que corresponde a una restringida transformación en las estructuras institucionales y derivando a una resistencia activa de los sectores conservadores".

Gonzalo Schwenke
Gonzalo Schwenke
Por

“Gracias por venir, pero no puedo con esto.
No me hace feliz, vuelve a descansar”
expresión referida por una mujer
después de haberse practicado el aborto en Chile, 2019.

El tema del aborto no es un asunto privativo de las clases burguesas, sino de libertades civiles femeninas. Históricamente el país logró mejoras en las prácticas, pero que retrocedió sustancialmente con el golpe de Estado. Tras esto, el procedimiento ha sido omitido y precarizado, pero que actualmente, ha ido evolucionando y visibilizando por las movilizaciones feministas desde el siglo XXI.

Lejos del enjuiciamiento y exceso de tradicionalismo medieval, el acto de abortar no solo es peligroso realizarlo, sino que para la persona es una carga emocional potente. Puesto que, antes de los tres meses, el cuerpo femenino se prepara para recibir a una criatura y se evidencia un embrión que no tiene discernimiento y biológicamente, está en un incipiente desarrollo. Por nuestra parte, es difícil alcanzar a dimensionar este trance en sus distintos niveles, y nuestro lugar debiese ser de máximo apoyo.

Aborto libre. Materiales para la lucha y la discusión en Chile (2019) es un volumen de 183 páginas, compilado por la © doctora en Filosofía de la U. de Chile, Karen Glavic, donde reúne diez perspectivas ensayísticas. Entre las autoras encontramos: feministas, filósofas, torturadas políticas, historiadoras, abogadas, sociólogas, políticas, psicólogas, psicoanalistas, matronas y activistas, las que asedian los últimos años de movilizaciones feministas en el mapa geopolítico.

La doctora en filosofía (UMCE) Alejandra Castillo, comprende las contradicciones chilenas como fracciones dominantes: la católica conservadora y otra, neoliberal. La primera pertenece a la religión, en ellas, las iglesias instalan la idea de que el ejercicio del aborto es instauran sobre las mujeres la percepción bíblica de que el aborto corresponde a aquellas malas mujeres pobres puesto que practican un libertinaje prohibido. Mientras que la segunda, el mercado permite la participación de las mujeres desde perspectivas heteronormadas y reproductivas. A partir de estas bases, el aborto libre es el lugar de una transformación radical y necesaria que superan las fracciones dominantes. Entonces, el aborto libre no solamente es la determinación de la mujer sobre su propio cuerpo, sino también, “una política de la alteración del orden heternormado y reproductivo” (48).

La expresa política durante la dictadura chilena y medica María Isabel Matamala Vivaldi, afirma que la nula consideración durante el período posdictatorial permitió el escaso avance, y sostiene que los obstáculos son “expresiones del biopoder que (…) imponen obediencia al mandato patriarcal de maternidad obligatoria” (51). De lo anterior, la autora instala una seria de problemáticas que impidieron que se ampliara la ley 21.030 que consiste en la “despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales”: desde la objeción de conciencia desde máximas fundamentalistas, la política del consenso, falta de estrategia a la avanzada reaccionaria, ausencia de temas sexuales y reproductivos en las aulas universitarias, falta de diálogos con las poblaciones en busca de apropiación de poder para ejercerlo, falta de diálogo de la presidenta con los movimientos feministas, los discursos misóginos, y la intervención estatal a través de protocolos de objeción de conciencia desde el ministerio de salud son los derroteros que impiden que las luchas feministas avancen.

Hillary Hiner dra. en Historia y Lieta Vivaldi abogada ambas por la Universidad de Chile, realizan un breve recorrido histórico de las luchas feministas correspondientes a las burguesías ilustradas en las tertulias del siglo XX. Para luego continuar con las articulaciones y movilizaciones feministas desde cambio de siglo: “Para las que estudiamos en la década del 2000, las demandas feministas eran muy difíciles de plantear: eran consideradas o ya superadas por una supuesta igualdad o bien ajenas a las prioridades estudiantiles” (80). Esto es, la lucha por el aborto dentro de la academia marca un avance concreto en las líneas del cambio cultural universitario y convergente dentro de las líneas democráticas del consenso. Este capítulo de alto interés, queda al debe debido a la incapacidad del grueso movilizador de realizar experiencias en las poblaciones y con las clases populares, lugares fundamentales para introducir la transformación feminista.

La feminista y socióloga Angela Erpel Jara, muestra el trabajo activo y coordinado de grupos de mujeres por llenar el vacío del campo de lucha: algunas plantearon la apertura y el fortalecimiento del rol del Estado, otras adscribieron a grupos de abogacía, apelando a la incidencia directa en las agendas políticas de los países, y grupos autónomos que plantearon tomar el aborto por mano propia y gestionar directamente, desde grupos feministas, el acceso al aborto seguro (99).

La diputada del Partido Comunes (FA) Camila Rojas Valderrama y la feminista Macarena Castañeda por el mismo partido, se instalan desde el marxismo feminista (y algunas referencias a Federici) para esquematizar la producción de la vida y el lugar que ha sido posicionado la mujer en Chile: “el ser mujer dentro de dicho marco y la producción política de lo femenino, es cuando la lucha por el aborto puede tomar la potencialidad de reapropiación de la capacidad reproductiva de nuestros cuerpos e interpelar directamente al modelo de desarrollo” (107). Asimismo, hacen un llamado a la continuar movilización social para conseguir la justicia social.

La psicoanalista Constanza Michelson pone el acento a partir del lema: “yo aborto porque hago lo que quiero con mi cuerpo”, para luego salir del campo de la literalidad donde problematiza los campos de acción de la mujer sobre la decisión de una existencia, porque el aborto es una cuestión de clase social y de rango etario. En síntesis, la ilegalidad del aborto es la criminalización de la educación o el miedo al libertinaje sentimental-sexual. Cuando este enjuiciamiento cambie, la sociedad cambiará considerando a “las mujeres como sujetos, quienes podemos elegir una existencia, que no es lo mismo que hacer lo que uno quiera” (124).

A pesar de que las demandas feministas han tenido alta resonancia social, la política de los consensos limitó los objetivos de la ley, lo que corresponde a una restringida transformación en las estructuras institucionales y derivando a una resistencia activa de los sectores conservadores. La matrona (UCh) Pamela Eguiguren cuestiona la objeción de conciencia de los gineco-obstetras quienes desde su anacronía representan el último bastión de resistencia cultural y política en la instalación de la ley sobre el aborto en tres causales: riesgo vital de la mujer, inviabilidad fetal y violación. Ella, enfatiza de que la objeción de conciencia es la expresión del individualismo y una falta a las obligaciones sociales demandadas en las leyes de la república (130).

A partir del fundamentalismo de Jaime Guzmán y los consensos de la Concertación en el presente tema se ha postergado la salud de las mujeres. La feminista, psicóloga y psicoanalista Paula Sáez Arellano, reflexiona sobre la ley de aborto en tres causales es un avance, la autora señala que es ley muerta: “la ley de despenalización del aborto pasa a ser paradojal: en su contenido manifiesto autoriza el aborto, pero en su contenido latente, lo niega” (162). Tras esto, aparece un intersticio durante la negociación legislativa, pues emerge el programa de acompañamiento estatal. De modo que funciona como institucional con conciencia para defender el embrión. Entre ellos aparecen “el aborto nunca es deseable” y “en consecuencia, el Estado debe generar las condiciones que eviten que las mujeres enfrentadas a las 3 causales definidas aborten” (165). La autora concluye que la mujer solo es considerada digna de respeto en sus derechos en calidad de víctima comprobable, de lo contrario se le considera victimaria (174). Por lo que todavía queda mucho por luchar.

La activista, docente e investigadora Ruth Zurbriggen presenta un relato en el acompañamiento del proceso del aborto. La angustia, tomar la decisión, la desesperación, la incertidumbre, los miedos y el dolor son la constante en miles de abortos anuales. Pese a que el resultado fue positivo, el aborto es y seguirá siendo un acto punitivo donde las mujeres se deben tener unas a otras.

Aborto libre. Materiales para la lucha y la discusión en Chile (2019) tiene en su valía la calidad y heterogeneidad de los ensayos de las autoras donde cumplen con instalar distintas aristas sobre el derecho a abortar. Por tanto, es un aporte intelectual, en la búsqueda de dar razón y discusión a la autodeterminación de los cuerpos.

*Autor:
Gonzalo Schwenke, profesor y crítico literario.

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