Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

4 de Marzo de 2020

Columna: El Coronavirus bajo la lupa de la conspiración

Agencia UNO
Eugenio Correa
Eugenio Correa
Por

La columna del renombrado filósofo italiano Giorgio Agamben “La invención de una epidemia”, da suficientes argumentos para a lo menos poner entre paréntesis la gravedad y alcance de esta ya calificada “pandemia” por la OMS.

Sin ir más lejos, los datos epidemiológicos disponibles muestran que la infección provoca síntomas leves a moderados, tal como una gripe, en un 80 a 90% de los casos. El mayor riesgo es que derive en una neumonía en cuyo caso se generan los protocolos ya aprobados para el control de esta enfermedad.

Siendo así, no se explica el clima de pánico que ha generado llegando incluso a desestabilizar mercados con consecuencias financieras difíciles de estimar por el momento y que han significado fuertes caídas en las bolsas globales así como alteraciones importantes en el precio de los commodities y del tipo de cambio.

Con esos datos duros, es interesante observar como ciertas autoridades y medios de comunicación se han esforzado por difundir un clima de pánico, que ha ido generando todo lo anterior. La histeria social provocada hace al Coronavirus bastante similar en sus efectos a la más alarmista de las “fake news”,  pero al desconocer su intencionalidad solo cabe preguntarse acerca de sus efectos para intentar indagar en su origen y verosimilitud.

A nivel macro, una leve mirada del contexto geopolítico internacional, cuyo mar de fondo es la  estratégica contienda por la hegemonía entre Estados Unidos y China,  hace más que evidente quién lleva las de perder con la epidemia del momento.

Y bajando desde el Olimpo de las potencias, cabe preguntarse cuan funcionales son los afanes de control para socavar  por ejemplo movimientos sociales que se están dando en distintos países y cómo  se verán afectados por medidas coercitivas impuestas “gracias” al coronavirus, facultando  a la autoridad a restringir libertades de desplazamiento y derecho a reunión con la mejor de las escusas.

Sin ir muy lejos el presidente Bolsonaro en su coercitivo intento por cerrar el Parlamento y los Tribunales de Justicia, encuentran un aliado eficaz para paralizar y contener las movilizaciones en su contra a través de las medidas precautorias contra la propagación del virus. La duda que surge es si efectivamente el virus llegó a Brasil o si es parte de la sórdida estrategia que comentamos. En nuestro país llama atención que el Ministro Mañalich ya no habla de los temas de la agenda de salud que son parte y relevante de las sentidas demandas sociales, sino que se ha recetado dosis intensas de puntos de prensa para construir una agenda personal en torno a la epidemia.

En estas circunstancias, cuando ya no cabe sino abrirle al menos un ojo a la teoría del complot, nos podríamos preguntar con justa razón quién o quiénes saldrían beneficiados o perjudicados por la presencia del virus en el país, ¿será que la primera línea habría generado los anticuerpos necesarios vías lacrimógenas, soda caustica y no necesitarán pasar de encapuchados enmascarillados? 

Ahora, si nos ponemos aún más suspicaces y ante la evidencia ya casi incontrarrestable de una aplastante derrota en el plebiscito del 26 de Abril para buena parte de la derecha que se atrinchera en el rechazo a una nueva constitución, al menos algunas autoridades, con la caja de resonancia de sus medios de comunicación afines, se podrán poner aún más creativos si el coronavirus se transforma en el bendito salvador de este desastre político que terminará por dejar caer a todo el establishment político que lo sustenta.

Cabe hacer la reflexión pues, no sería tan extraño que nuestras autoridades opten por ponerse la misma mascarilla que está resultando tan efectiva en otros países. Esta reflexión, que algunos podrían calificar de delirante, surge de un pensador, Agamben, que puede entenderse como aquel que indaga en lo impensado y que  a su vez se arraiga en la más pura tradición filosófica que nos lleva a la noción Aristotélica del acto, donde descansa intacta una ontología de la potencia en las múltiples máquinas del poder. Máquinas que apreciamos  desbocadas en esta convulsa segunda década del siglo XXI, a la que asistimos con perplejidad y esperanza a la vez.   

Notas relacionadas