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1 de Abril de 2020

Siete preguntas para entender cómo funciona el cerebro durante el encierro

¿Existen los instintos primarios? ¿Cómo recordaremos este episodio de crisis? ¿Hay cerebros más preparados que otros para enfrentar una pandemia? Estas son preguntas que por estos días se hace la neurociencia -ciencia que estudia el sistema nervioso- sobre el coronavirus. The Clinic entrevistó al académico de la Universidad de Chile y autor del libro “Por qué tenemos el cerebro en la cabeza", Pedro Maldonado, y habló sobre el instinto de supervivencia y la necesidad de mantenernos conectados pese a todo.

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En un contexto teñido por la propagación del coronavirus ciertamente nuestro cerebro y sus estímulos se han visto alterados. Pedro Maldonado, experto neurocientífico e investigador del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) de la Universidad de Chile habla acá sobre su objeto de estudio por excelencia: el cerebro. Junto a The Clinic conversa sobre la ansiedad, el peligro y la necesidad de sobrevivencia, la falta de contacto con otros y el aislamiento que ha causado estragos por estos días.

¿Cómo opera el cerebro durante una cuarentena?

-El cerebro opera de una manera muy distinta en cuarentena porque uno de los rasgos principales de nosotros como especie es ser animales sociales. La interacción social es un fuerte componente mental en nuestra vida. Se estima que estar aislado produce un alto riesgo de problemas de salud tanto físicos como mentales. Las relaciones sociales son las actividades más comunes en las cuales se engancha el cerebro y por lo tanto tiende a sufrir cuando nos aislamos socialmente. 

¿Cómo va a recordar el cerebro una crisis sanitaria de esta magnitud?

-Dependerá de la experiencias que viva la persona en medio de esta crisis. Generalmente recordamos con mayor intensidad o mayor facilidad aquellas cosas que tienen componentes emocionales en nuestra vida. Este evento que estamos viviendo sin duda será importante, tal como recordamos lo que pasó durante el terremoto u otra tragedia, o incluso cuando ocurrieron eventos positivos en nuestra vida. La emoción que va asociada a esta vivencia es un componente que fortalece las memorias.

¿Cuáles son los instintos primarios que se activan en esta crisis?

-El instinto primario que se activa es evidentemente el de sobrevivencia. Cuando nuestra mente estima que hay un peligro potencial o real, nuestro cerebro se pone en un modo de sobrevivencia, buscando el curso de acción que permita poder seguir vivo. Cuando las amenazas son más o menos inciertas como estas, donde es muy difícil identificar qué es lo que ocurre, el cerebro tiene dificultades para tomar decisiones apropiadas. 

Cuando estamos en la sensación de un inminente peligro se activa por un lado los centros que están asociados a la respuesta de pelea o huida. Ponen en alta revolución nuestro cuerpo, se bombea sangre al corazón, se erizan los pelos, etcétera y el cerebro se pone en un modo de tratar de capturar con mucha atención los cambios en el ambiente. Se expresa como una enorme y fuerte emoción de susto, miedo, por lo tanto los circuitos relacionados a la amigdala y al sistema límbico tienen una enorme actividad junto con la activación del sistema nervioso autónomo. Se reduce la actividad que tiene que ver con el sistema digestivo y también con las partes del cerebro que tienen que ver con razonar. Por eso es que frente al miedo las conductas son bastante poco razonables.

¿Hay cerebros que están mejor preparados?

-Sí, como toda la biología, la diversidad de las personas y la diversidad de cerebros, ya sea por su experiencia o por su constitución, tienen una mejor preparación para enfrentar este tipo de situaciones. El haber vivido una situación previamente o tener un cierto entrenamiento también facilita. Por eso es importante buscar y acceder a consejos de la comunidad profesional que ayuden a todos a poder enfrentar esta situación.

¿El cerebro vive en una permanente sensación de control? ¿cómo nos altera toda esta incertidumbre?

-Sí, efectivamente el cerebro tiene que contar una historia que justifique cada una de nuestras acciones porque el control nos permite tomar decisiones acerca de nuestra vida y cómo vamos a sobrevivir. La incertidumbre interrumpe este proceso y genera una fuerte emoción que dificulta a las partes del cerebro que toman decisiones más racionales a tener la información adecuada para poder tomarlas.

¿Existe algo así como un instinto de imitación? ¿Se intensifica en momentos donde nos sentimos en riesgo? ¿por qué?

-Yo no lo llamaría así, lo que pasa es que cuando hay situaciones de alto peligro y algunas personas realizan alguna conducta, muchas veces estas conductas son seguidas con pánico porque al no haber suficiente información uno tiende a suponer que la persona que inicia alguna conducta tiene información que uno no tiene y por lo tanto tiende a imitarla. Sabemos que la conducta de la masa no es necesariamente una conducta adecuada para poder sobrevivir.

El acaparamiento es una conducta que surge del miedo o la necesidad de tener los recursos necesarios para enfrentar una amenaza que típicamente visualizamos como de aislamiento, uno de los miedos que surgen frente a esta situación es no contar con los recursos mínimos necesarios para sobrevivir y de ahí surge esta conducta de obtener cosas, aunque supuestamente no es una amenaza real porque la cadena de suministro está asegurada.

El acaparamiento es también una conducta de imitación frente al pánico que es una respuesta conductual y racional que busca reducir una amenaza inminente, donde no hay mucho raciocinio, uno actúa de forma impulsiva. Si uno observa que hay personas sacando cosas de una tienda o van a comprar al supermercado y se llevan el papel confort, uno va y saca lo mismo, aunque no exista una reflexión de por qué realmente lo hacemos.

¿Cuáles son las principales amenazas para el funcionamiento de nuestro cerebro en este periodo de encierro?

-Hay muchas y podría decir que son amenazas mentales más que físicas. Ciertamente el virus es una amenaza, pero el encierro y la aislación social provoca un estrés en todo tipo de actividades regulares que hacemos. Modifica principalmente la manera en que nos relacionamos con las personas. También abre las puertas para que se alimenten los conflictos dentro de un núcleo de personas que conviven. La OMS sin ir más lejos ha dado alertas acerca del aumento de la violencia intrafamiliar o amenazas dentro del núcleo familiar. O incluso aquellos que están en completo aislamiento por no tener la comunicación diaria adecuada que les permita mantener una concepción cierta de la realidad. Esto en parte se arregla a través de la comunicación por internet que afortunadamente hoy está disponible para nosotros. La idea es no aumentar este aislamiento social sino que tratar de paliarlo a través de interacciones en redes sociales en personas cercanas. 

Al estar en constante diálogo con otros a través de tecnologías, ¿engañamos de alguna forma al cerebro con ese “contacto virtual”?

-Hay que ser relativamente cautos, el sobreexceso de información puede llevarnos a mayor confusión. Hay que balancear estas interacciones sociales con periodos de tranquilidad, relajo y búsqueda de la reducción de la ansiedad y estrés.

Efectivamente, aunque yo no diría que es un engaño completamente. El cerebro considera las interacciones a través de las redes sociales, los correos y las videoconferencias como contactos reales. Por supuesto no tienen una intensidad semejante a la que realmente ocurre pero es un muy buen paliativo, la mayoría de los deterioros en salud que se observan ocurren en aislamientos importantes que no permiten contacto con el exterior. Se usó como un castigo muy fuerte durante muchas épocas de la humanidad. 

Pedro Maldonado, experto neurocientífico e investigador del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) de la Universidad de Chile. Crédito: Inés Llambias Comunicaciones

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