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Entrevistas

6 de Abril de 2020

Eduardo Sacheri en tiempos de Covid-19: “Esto pone a prueba nuestro concepto íntimo y sentimental de humanidad”

Patricia Asses

El autor del libro “La pregunta de sus ojos”, el best seller que se convirtió en película y le entregó el segundo Oscar a Mejor Película Extranjera a Argentina, hoy está recluido en su casa. Recién comenzaba su gira literaria en España, presentando su nuevo libro “Lo mucho que te amé”, cuando la propagación del coronavirus estalló en ese país. Viajó a los pocos días a Argentina y desde el 7 de marzo que no sale de su casa en Castelar, ciudad de la provincia de Buenos Aires. La cuarentena preventiva se sumó a la decretada por el presidente Alberto Fernández el pasado 20 de marzo. Antes de la epidemia de Covid-19 esta pauta era otra, cuando el mundo también era otro: sin pandemia, sin encierro, sin muertos. Aquí, un intercambio de audios de Whatsapp donde aborda la inevitable contingencia, los temas de su nuevo libro y la literatura como compañía en medio del caos.

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Carta a una señorita en París de Julio Cortázar o Un boliviano con salida al mar de Mario Benedetti, son algunos de los cuentos que por estos días el escritor argentino Eduardo Sacheri lee a través de transmisiones en vivo por Instagram. Parte excusándose por la poca interacción y porque la tecnología no es lo suyo. Saca los ejemplares perfectamente elegidos para cada lectura, saluda y comienza. Ese es uno de sus más recientes pasatiempos en medio del encierro generado por la propagación mundial del coronavirus. 

Estaba en plena gira de su nuevo libro “Lo mucho que te amé” en España, cuando  empezaron a restringir las salidas, los supermercados se llenaron, los aeropuertos comenzaron a cerrar y la cifra de muertos empezó a abultarse exponencialmente. Una vez de regreso a su país, tuvo que iniciar una cuarentena preventiva por 14 días, los que se sumaron a los que decretó más tarde el presidente de Argentina, Alberto Fernández.

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Esta “coyuntura”, como le dirá él a esta crisis mundial, lo tiene preocupado. Principalmente por su madre que, aunque vive cerca de él, está sola. También porque temió que la inconsciencia que vivió España las primeras semanas de contagio se replicara en Argentina. “Esto de salir de España, viajar diez mil kilómetros, llegar a la Argentina y encontrarme con el mismo panorama, me generó angustia. Acá decían “uy, allá lejos les está sucediendo esto, pero a nosotros no nos va a ocurrir”. Y no es que yo tuviera una mayor clarividencia, sino porque tenía la evidencia palpable de que esto crece, esto avanza y esto llega. Y cuanto más tardáramos en aceptarlo, peor preparados íbamos a estar”, cuenta.

Dice que no puede escribir, que aunque ya se encuentra trabajando en su nuevo libro, todavía está en una etapa inicial de diseño: “Eso tiene la ventaja de que es un trabajo más racional que específicamente artístico y creo que es lo mejor en este momento, porque sentimentalmente estoy muy atravesado por todo lo que pasa. Me parece que me costaría mucho más sentarme a escribir”.

No puedo dejar de preguntarte por los acontecimientos recientes. ¿Cómo te ha afectado en lo cotidiano todo lo que está ocurriendo con el coronavirus?

-Está un poco complicado. En realidad, mi trabajo habitualmente me tiene muchas horas en mi casa. Suelo escribir en mi casa e investigar en los libros de casa, y preparar mis clases de Historia también en casa, pero no con este grado de fijeza, entonces, esto de estar día tras día, me complica un poco. Además yo tengo a mi madre muy grande, viviendo no lejos de mi casa, pero esto de pensar con mis hermanos cómo estar cerca de ella, cómo llevarle cosas, cómo acompañarla, sobre todo para que no se sienta sola en su departamento, es lo más complicado y lo más difícil de sobrellevar. Como mis hijos todavía están aquí en casa, eso me tranquiliza y serena bastante. 

Cuando la pandemia estalló en occidente estabas en España, uno de los países más afectados por el coronavirus. ¿Cómo sentiste estar en medio de todo eso?

-Lo que más me llamó la atención fue la creciente construcción de una pesadilla, en el sentido de lo que empezó para principios de enero como una lejanísima noticia sobre un lejanísimo país. Es notable cómo nuestro egoísmo funciona al momento de ordenar nuestra cabeza. Lo que sentimos que no nos va a afectar, nos importa mucho menos. Recién cuando estaba en España iniciando la gira, y el problema ya había estallado en Italia, veía a mi alrededor como los españoles, que aún muy cerca de Italia, les parecía imposible que fuera a constituirse en un verdadero problema para ellos. 

Foto por Alejandra López – Penguin Random House

Para ti, ¿qué dejó en evidencia toda esta crisis?

-Creo que los seres humanos, casi todos, tenemos distintas razones de preocupación, de angustia, de desconsuelo. Lo llamativo de esta situación es que nuestras angustias confluyen. Lo raro no es que estemos todos angustiados, sino que estemos todos angustiados, simultáneamente y por el mismo motivo. Hay como una sintonía compartida de qué es lo que tenemos, qué es lo que nos preocupa, qué es lo que nos afecta. Esto no suele ser compartido, nuestras vidas suelen estar mucho más compartimentadas, o al menos queremos creer eso. Me parece que esta pandemia nos iguala en el sentido de que nos enfoca a todos en un par de cuestiones muy básicas, y en esas cuestiones muy básicas afloran comportamientos muy humanos y también muy básicos. Esta lucha entre mi deseo individual y personal de hacer algo y mi responsabilidad frente a esto y cuánto debo privilegiar el bien común por encima de mi deseo o no. O si voy a hacer lo que yo quiera, entonces salgo igual, aún a riesgo de contagiarme. Me parece que este tipo de situación pone a prueba nuestro concepto de humanidad, nuestro concepto íntimo y sentimental de humanidad, no lo que pensamos, sino lo que sentimos y cómo actuamos en relación a lo que sentimos por el prójimo. 

¿Cómo se sobrellevan los procesos creativos ante tanta incertidumbre? 

-Estoy trabajando en una etapa inicial de una nueva novela. Creo que uno para trabajar en la propia escritura o en el momento propio de la escritura, trabaja con los sentimientos, pero con el recuerdo de los sentimientos, con la evocación de las emociones más que con la explotación de esas emociones en el momento en que esas emociones están más a flor de piel. Al menos así es mi caso. A mí me llama la atención esto de, suponte, uno ve poetas o cantantes que rápidamente hacen una canción vinculada con lo que está pasando; y no sé, yo no puedo. Pero no me refiero a esta situación del coronavirus. En general no puedo procesar artísticamente ninguna coyuntura que estoy viviendo. En todo caso, la coyuntura la vivo y se sedimenta en mi persona de determinada manera y con el tiempo, cuando eso se pose, ahí es donde entra en mi proceso creativo.

TENSIONES Y DESEOS

“Lo mucho que te amé” es una historia ambientada en Argentina de los años 50 del siglo XX y protagonizada por una joven llamada Ofelia. Habla acerca de un amor difícil, como muchos, cruzado por la culpa, la angustia y la indecisión. ¿Qué pasa cuando choca lo que se supone que tenemos que sentir con lo que efectivamente sentimos? Bueno, ésa es la pregunta que se plantea Eduardo Sacheri en este nuevo libro.

La excusa de este intercambio es “Lo mucho que te amé”. Siento que desde que lo leí (últimos días de febrero) hasta hoy, ha pasado una eternidad. ¿Cómo se siente para ti desde que lo escribiste? 

-A mí me pasa lo mismo. Bueno, yo encima el libro lo terminé de escribir hace un año, razón por la que soy aún más diferente. Yo creo que bueno, hablaba en la respuesta anterior de la coyuntura y cómo yo necesito despegarme de la coyuntura para escribir y tal vez mi respuesta de ahora tiene que ver con eso también. Me parece que las cosas más profundas de nuestra vida no dependen de la coyuntura, sino que están detrás y están siempre. Me parece que nuestras grandes ilusiones, temores, deseos, fobias, obsesiones, cruzan toda nuestra vida por debajo de lo que nos toca vivir en la urgencia cotidiana y creo que los libros que escribimos son un intento de pensar en esas cosas y de responderlas de alguna manera. Pero una vez que los terminamos, quedan ahí en el pasado y uno se aleja de ellas, pero se aleja porque sigue viviendo y no porque las obsesiones cambian sino porque necesitas seguir preguntándotelas de otro modo, porque uno ya no es el mismo un mes, seis meses, un año o cinco años después. 

¿De dónde nace esa historia? ¿Cuál fue tu excusa personal para escribirla?

-“Lo mucho que te amé” nace de la necesidad de interrogarme sobre mi vida, sobre los fundamentos de mi vida y de mis sentimientos, y también sobre las dudas: sobre qué es el bien y qué es el mal. Yo siento que siempre me vivo preguntando eso y mis personajes en mis libros también se lo viven preguntando. Ellos no se lo preguntan de manera abstracta, filosófica, a través de un tratado de ética, sino que suelen preguntárselo a partir de decisiones coyunturales muy concretas que necesitan tomar, que necesitan definir. O bueno, a mí al menos me pasa así. En el caso de “Lo mucho que te amé”, yo tenía ganas de alejarme del libro anterior. Alejarme en el sentido de hacer algo distinto, bien distinto, de lo que pasó antes. Yo venía de escribir “La noche de la Usina” (que se adaptó al cine bajo el nombre “La odisea de los giles”), que es una novela coral, con muchos personajes, con mucha aventura, con mucha acción, con mucho riesgo y ahora tenía ganas de hacer algo mucho más íntimo, introspectivo, sentimental, reflexivo, donde la acción avanzara de a poquito y suavemente. 

La protagonista de esta historia es una mujer, ¿por qué abordar la narración desde una voz femenina? 

-La idea de abordar el registro de la mujer, tiene que ver con que me parecía mucho más fértil como personaje. Si bien cualquiera de nosotros, en algún momento de su vida atraviesa una historia de amor arriesgada, conflictiva, moralmente sancionable, censurable desde una determinada moral dominante, digo, si nos sucede, de cualquier persona que puede padecer esa censura, esa mirada crítica, esa condena social, las que se llevan la peor parte siempre son las mujeres. En otras palabras, creo que nuestra sociedad, en general, ha sido mucho más exigente con la mujer que con el hombre. A nosotros se nos tolera mucho más, se nos perdona mucho más, y en ese sentido, me parece que el personaje de Ofelia resultaba mucho más interesante precisamente porque sus tensiones, sus peligros, sus eventuales pérdidas, son mucho peores que las de Manuel; de ahí el interés de centrarme en Ofelia.  

¿En qué elementos te encontraste con la protagonista?

-En casi todos. Las dudas existenciales, las tensiones entre el deseo, la libertad y el temor a hacer daño a quienes queremos, me parece que se nos va la vida en eso a casi todos nosotros, vivamos en la época que vivamos y seamos del género que seamos. Me sentí muy a gusto siendo Ofelia durante el año que me dediqué a escribir la novela.

La novela habla del amor, de las contradicciones, de lo que no podemos hacer, del deseo, de la posibilidad de amar a dos personas al mismo tiempo. ¿Qué es para ti el amor hoy?

-¿Qué es? Uff, creo que es la necesidad acuciante de que cierta persona esté en tu vida. Tal vez lo identifico con eso: con la necesidad de que ciertas personas estén presentes en tu vida. 

LECTURAS COMPARTIDAS

En tus redes sociales compartes muchos libros, haces lecturas en vivo de cuentos, incluso. ¿De dónde surge la necesidad de socializar la literatura que te gusta?

-Me siento mucho más lector que escritor, en el sentido de que creo que quienes escribimos solo somos lectores que le hemos dado una vuelta de tuerca más a este asunto de meternos en las historias de los libros. Pero si me preguntas, yo me siento, en general, mucho más cautivado por lo que leo que por lo que escribo. Y bueno, creo que está bien que sea así. Entonces, esta cosa de lectores, de juntarse en una especie de cofradía con otra gente que también disfruta leer, me parece que es interesante poder compartirlo, poder hacerlo con otras personas. Siempre desde el respeto. Vos fijáte que yo en las redes digo: “Me gusta este libro, me encantó tal otra novela”. Pero nunca digo esto es bueno o esto es malo. Primero, malo no digo nunca, porque no me gusta meterme con el trabajo de otras personas, pero tampoco me atrevo a decir que lo que a mí me gusta es bueno, solo me limito a decir me gusta. 

https://www.instagram.com/tv/B3f4ElPARgR/?utm_source=ig_web_copy_link

La lectura es también una forma de acompañarse en días tan marcados por el encierro. ¿Recomendarías alguno de tus libros para sobrellevar el confinamiento?

-Me da vergüenza, me encantaría que muchos lectores lo sintieran como una linda compañía, pero me siento con intereses creados si les digo que “Lo mucho que te amé” es una buena compañía para la cuarentena del coronavirus. En general, recomiendo libros de lo que te guste leer, porque hay tantas literaturas que no me atrevo a recomendar una por encima de otra. La idea de que un libro, frente a este bombardeo atroz de malas noticias y de peligros, y de angustias, y de dudas en que se convirtió esta coyuntura tan agresiva, te saque de ti mismo ya está bien. Me da la sensación de que el hecho de poder pensar, de meterme adentro de mí mismo, de vivir otra vida -que es justamente lo que significa leer un libro- es lo más maravilloso para ésta o cualquier coyuntura dolorosa que nos toque atravesar.

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