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18 de Mayo de 2020

Crónica de la pandemia de 1918: Santiago en las garras de la “gripe española”

Crédito: Colección Archivo Histórico ENEL – Biblioteca Nacional de Chile

Mientras hoy atravesamos una crisis de salud por el coronavirus, se cumplen 100 años de la epidemia más mortal del siglo XX: la llamada gripe española. En Chile, entre 1918 y 1920, murieron 40 mil personas por esa causa. En el mundo fueron más de 50 millones. ¿Cómo era entonces nuestro país?, ¿cómo se lo tomaron sus 4 millones de habitantes?, ¿qué pasó en Santiago?, ¿se suspendieron las clases y las actividades públicas? Acá, una crónica de esos días de pandemia.

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Es la primavera de 1918. Hay empleados que no están llegando a sus trabajos. La mayoría son jóvenes. Se dice que una gripe afecta al mundo. Europa está en guerra, y como España es el país que más informa sobre la enfermedad, los medios de prensa empiezan a llamar “gripe española” a esta nueva epidemia.

En el cine Alhambra, en Santiago, están dando Las batallas de la vida. “Que la vida es una batalla, es un viejo aforismo, tan viejo que pocos lo toman en cuenta…”, se lee al respecto en el diario La Nación del 18 de noviembre de 1918. Los otros medios que circulan en el país son El Mercurio, Las Últimas Noticias y El Diario Ilustrado. En Chile viven 4 millones de personas.

Hay preocupación: los trabajadores no están llegando a los servicios públicos ni a las fábricas. Corren rumores de que las personas están muriendo en sus hogares. Gran parte de los ciudadanos del país -que está gobernado por el presidente Juan Luis Sanfuentes- viven en conventillos.

“Contra la influenza”, noticia de chilenos en San Francisco, EEUU, en enero de 1919. Crédito: Fondo diario La Nación-UDP.

Muchos dicen que andan “con el cuerpo cortado”, una señal ineludible de que son víctimas de la influenza que los ha “pescado en sus garras”, como informa la revista Sucesos, en octubre de 1918. Los enfermos dicen tener “una mala gripe” o que los invadió “el garrotazo”. Las zonas más afectadas del país son Valparaíso y Santiago. 

Los primeros casos son detectados en los barrios del mercado Vega Central y el sector de Mapocho. Una de las primeras medidas del gobierno para el 1 de noviembre, cuando se celebra el Día de los Muertos, es prohibir las romerías a los cementerios y el comercio en la Vega Central. No hay muchas más decisiones con respecto a aglomeraciones. 

Muchos dicen que andan “con el cuerpo cortado”, una señal ineludible de que son víctimas de la influenza que los ha “pescado en sus garras”, como informa la revista Sucesos, en octubre de 1918. Los enfermos dicen tener “una mala gripe” o que los invadió “el garrotazo”. Las zonas más afectadas del país son Valparaíso y Santiago.

El alcalde de Santiago, Rogelio Ugarte, sabe que una pandemia se expande con rapidez. El intendente de la ciudad es Francisco Subercaseaux Aldunate. Detectada en marzo (1918), en Kansas y Texas, Estados Unidos, el virus se ha propagado en Latinoamérica, en Chile y por las calles de la ciudad de Santiago.  

Rogelio Ugarte ha propuesto apartar a los enfermos en las llamadas casas de aislamiento. Mientras, el personal del Desinfectorio Público -que era parte del Instituto de Higiene- asiste al hogar del contagiado para higienizar el lugar. Entre las políticas municipales, se decide lavar todos los días las cunetas de las calles. La Policía de Aseo y Ornato recorre los barrios de la capital inspeccionando y, eventualmente, clausurando conventillos, ferias y lugares en donde se detecte algún atisbo de la enfermedad. Se inspeccionan colegios, bares, restaurantes y teatros. En los colegios se recomienda el uso de jabones y escupitines. Pero las clases continúan.  

La Policía de Aseo y Ornato recorre los barrios de la capital inspeccionando y, eventualmente, clausurando conventillos, ferias y lugares en donde se detecte algún atisbo de la enfermedad. Se inspeccionan colegios, bares, restaurantes y teatros. En los colegios se recomienda el uso de jabones y escupitines. Pero las clases continúan. 

Nada es suficiente ante una epidemia invisible que avanza descontroladamente. No hay una medida como “Quédate en casa” y las actividades públicas se siguen desarrollando con normalidad. En un periodo de dos años, entre 1918 y 1920, en el país morirán 40.113 personas, según el Anuario Estadístico de la República de Chile.  

FIESTAS PATRIAS Y MICROBIOS 

Hechos que han ocurrido en los últimos meses: el pasado 22 de junio (1918) se crea el Primer Código Sanitario de Chile. Esto permite la instauración de la autoridad sanitaria central. A la vez, se ha creado la Dirección General de Sanidad. El hito de la salud coincide con la propagación en el país de la mortal “gripe española”. 

En su artículo 54, el primer Código Sanitario señala sobre las enfermedades infecciosas: “En los casos de enfermedades, serán obligatorios el aislamiento del enfermo i la desinfección de los locales u objetos que, a juicio de la autoridad sanitaria, estuvieren contaminados. Se aislará al enfermo en su domicilio, siempre que puedan cumplirse en éste las condiciones del reglamento. En el caso contrario, se le llevará a un hospital o a otro establecimiento adecuado”.

A pesar de las acciones y de la implementación de un inédito Código Sanitario, la enfermedad es imposible de contrarrestar: el virus avanza infinitamente más rápido entre los habitantes que las medidas tomadas por las autoridades. El ministro del Interior, Pedro García de la Huerta Izquierdo, ha solicitado 250 mil pesos al Congreso para la habilitación de camas y la compra de materiales de higiene para las desinfecciones. 

En el país hay un total de 109 hospitales, 450 médicos, 9.704 camas gratuitas y 954 camas pagadas. 

Pero ningún esfuerzo parece relevante: la “gripe española” avanza sin detenerse, dejando cientos de muertos, que fluctúan entre los 20 y 40 años de edad. La comunidad médica, en general, recomienda la aplicación de quinina, aspirina y aceite mentolado. En las farmacias comienzan a escasear las preparaciones antisépticas con alcanfor, naftalina y sustancias afines.

En el país, las Fiestas Patrias (1918) se desarrollan con normalidad. “Aniversario patrio” informa la portada de La Nación, del 19 de septiembre, junto a imágenes de cientos de personas en actos públicos, incluyendo el tradicional Te Deum en la Catedral. Además, se informa que Valparaíso amaneció “completamente embanderado”. 

Ningún esfuerzo parece relevante: la “gripe española” avanza sin detenerse, dejando cientos de muertos, que fluctúan entre los 20 y 40 años de edad. La comunidad médica, en general, recomienda la aplicación de quinina, aspirina y aceite mentolado. En las farmacias comienzan a escasear las preparaciones antisépticas con alcanfor, naftalina y sustancias afines.

Avanzan las semanas, en octubre el panorama es otro: hay señales claras del horror de la pandemia. Comienzan a aparecer avisos en la prensa de Cloronaftol: “Prevéngase y prevenga a su familia de la gripe o influenza española”, producto que se ofrece como un “desinfectante casero”. 

Ya es 21 de octubre, de 1918, y la prensa informa que la gripe “continúa desarrollándose de forma progresiva”. Por ejemplo, desde la Posta número 2 de Asistencia Pública “se hospitalizaron ayer 12 enfermos en el hospital de San Vicente, dos en el de San Borja y uno en el de Matucana. Hubo de rechazarse a 6 por falta de camas y se dio de alta a 5”.

La mayoría de la población se concentra en viviendas colectivas. “Conventillos inmundos y anti-higiénicos”, comunican los medios sobre la campaña de saneamiento de la Inspección de Higiene Municipal en los conventillos de Santiago, donde se encontraron “pésimas condiciones de aseo y habitabilidad”: incluso, contraviviendo toda indicación de privacidad, se hacen públicas las direcciones exactas de una serie de lugares concurridos donde se va a higienizar, por ejemplo San Pablo N° 1478. La prensa solicita a la población “prestar su cooperación a esta obra de saneamiento que beneficia a todos”.

Avisos en la prensa de venta de Cloronaftol. Crédito: Fondo diario La Nación-UDP. 

La revista Zig-Zag acaba de publicar un reportaje donde llama a los conventillos “paraíso de microbios”: “Hemos visto, en medio de la miseria y el hambre, los cuadros más tristes de la existencia que llevan sus habitantes” y concluye que en esos lugares se siente “olor a muerte”.  

A pesar de lo anterior, no hay cuarentena obligatoria para los chilenos. El 2 de noviembre (1918) los diarios informan de un paseo a Llolleo de los alumnos de las escuelas primarias “con el fin de que los alumnos pasen un día alegre y les sirva a la vez de estudio”.  

Es más: se promueven funciones de teatro y exhibiciones de películas. En cartelera se puede ver La máscara del amor y El conde de Monte Cristo. Por otra parte, continúan efectuándose campeonatos de atletismo y de fútbol. Este fin de semana se enfrentaron “los cuadros representativos” de Iquique y Santiago.

No hay cuarentena obligatoria para los chilenos. El 2 de noviembre (1918) los diarios informan de un paseo a Llolleo de los alumnos de las escuelas primarias “con el fin de que los alumnos pasen un día alegre y les sirva a la vez de estudio”.  Es más: se promueven funciones de teatro y exhibiciones de películas. En cartelera se puede ver La máscara del amor y El conde de Monte Cristo.

RECRUDECE LA EPIDEMIA

Comienza el año 1919. En la tienda Gath & Chaves promocionan una gran rebaja de precios para ropa de “Señoras, señoritas y niñas”. El diario La Nación informa en su portada del 15 de enero, una nota titulada “Contra la influenza” y la fotografía de un grupo de compatriotas, entre ellos la profesora Amanda Labarca y el educador Enrique Molina, todos con mascarillas, en San Francisco, Estados Unidos. La nota dice: “Para evitar el contagio de la epidemia de gripe obligan, so pena de multa de diez dólares, el uso continuado en los lugares públicos de mascarillas”.

Eso sucede en Estados Unidos, mientras en Chile “continúa la epidemia”. En enero (1919) se informa del ingreso de enfermos a los hospitales San Vicente, San Borja, San Luis y San José: “El total de enfermos era ayer de 230 de gripe y 398 de tifus exantemático, de los cuales habían fallecido 3 de la primera epidemia y 10 del tifus”.

Se deben tomar medidas de políticas públicas más concretas. Es así como se informa, llegando el otoño (1919), de un decreto alcaldicio ante el contagio en los tranvías, el sistema de transportes existente en Santiago. En regiones, la red de ferrocarriles cubre el territorio desde Iquique hasta Puerto Montt. 

Entre las nuevas normativas para los tranvías, los cobradores “llevaran los boletos de los pasajeros en cajas metálicas o de otro material que impida el contacto de las manos con los referidos boletos” y también las empresas de los tranvías “mantendrán elementos indispensables que indique la Inspección de Higiene Municipal”.     

Ya el 1 de junio (1919), el presidente Juan Luis Sanfuentes realiza su discurso en el Congreso. Parte hablando de la situación internacional con Perú y Bolivia “el problema del Pacífico”. Luego se refiere a la cesantía que afecta al país, especialmente, “en la provincia de Antofagasta”. También alude al problema de la “habitación obrera” señalando que “se continúa de la mejor forma posible la demolición o reparación de las viviendas antihigiénicas” y como norma general “el saneamiento de las poblaciones”. 

Entre las nuevas normativas para los tranvías, los cobradores “llevarán los boletos de los pasajeros en cajas metálicas o de otro material que impida el contacto de las manos con los referidos boletos” y también las empresas de los tranvías “mantendrán elementos indispensables que indique la Inspección de Higiene Municipal”. 

Como buen político, se refiriere al mejoramiento de los servicios de agua potable, comentando que estos proyectos se efectuarán “en seis ciudades de la República” y otros similares en “quince ciudades más”.  

Sin embargo, a pesar de que la construcción del alcantarillado de la ciudad de Santiago se desarrolló entre 1905 y 1910, recién a fines de la década de 1920 la ciudad comienza a establecer una red definitiva de alcantarillado. Incluso hay fotografías del Museo Histórico Nacional, de 1921, donde se pueden ver trabajos de instalación de tubos de cañerías en las calles, por ejemplo, en el sector de Independencia y la Estación Mapocho. Por estos años la basura se entierra o quema al interior de los patios de las mismas casas. 

Es junio de 1919 y la prensa informa de un “recrudecimiento del tifus exantemático”. Esto debido a las “malas condiciones higiénicas de la ciudad, agravadas con los prejuicios del mal tiempo, se teme que recrudezca la epidemia”.

Pero como no hay una política de confinamiento, las actividades públicas continúan. Por ejemplo, la Federación de Box anuncia la fiesta del 7 de junio, en el teatro Circo Independencia, donde hará la entrega del cinturón al campeón sudamericano de los pesos livianos, Manuel Sánchez.   

Para septiembre (1919) hubo fondas “entre carreta y carreta”, muchas banderas “y mil papeles de colores” y se “trasnochaba con gusto”. Grupos de escolares desfilaron en plazas y calles de Chile. Por estos días se puede ir al circo Santos y Artigas, que ofrece un show con tigres, leones y panteras. 

Mientras, en el Teatro Municipal hay función de La Traviata con presentación de la soprano Marina Pollazzi. En el parque Cousiño (que después se llamaría Parque O’Higgins) hay un espectáculo sobre La Batalla de Maipú. El tranvía 19 es el que llega hasta allá y el parque está abierto entre las 8 de la mañana y las 11 de la noche. 

Avisos en la prensa de venta de Cloronaftol. Crédito: Fondo diario La Nación-UDP. 

En Santiago, las carreras se siguen realizando en el Club Hípico e Hipódromo Chile. 

En la prensa aumentan los avisos de médicos a domicilio para “afecciones pulmonares y nerviosas”. Entre otros, están los servicios del doctor Borquez Silva (“Estudios en Europa”), León Chonchol (“Titulado en París”) y doctor Espina (“Rayos X, estudios en Europa”).     

Ya en diciembre de 1919, se habla de una convocatoria a una reunión en el Ministerio de Instrucción, luego llamado Ministerio de Educación, ante la aprobación de un proyecto, que permitirá enviar algunos médicos a Europa y Estados Unidos “a estudiar las enfermedades de trascendencia social”. 

EVITAR “ATMÓSFERAS CONFINADAS”

Es 1920, una nueva década con cambios para Chile. Este año hay elecciones presidenciales y los candidatos son Luis Barros Borgoño, Luis Emilio Recabarren y Arturo Alessandri Palma. Mientras, en el mundo, los diarios informan que en Francia hay “juzgamiento de una corte alemana” a los acusados de crímenes de guerra; se pueden ver “niños mendigando alimentos” en Holanda y se habla de la censura en Brasil, país gobernado por Epitácio Pessoa, que impide conocer “el desarrollo de los sucesos”. 

En tanto en el país, el 1 de marzo (1920) se comenta que “brillante” ha resultado el baile en el Centro Español: “El público se retiró completamente halagado con el aspecto imponente que presentaba el artístico arreglo del salón de baile de la capital”. También, entre los avisos, se promueven los cigarrillos marca Delta y My-Lord. En la misma columna de publicidad, el Doctor Gianini ofrece sus servicios ya que es “especialista en enfermedades pulmonares”. 

Entre las recomendaciones para evitar contagiarse de la “gripe española”, las sugerencias a la población desde la Dirección General de Sanidad incluyen: una alimentación sana, cuidar el aparato respiratorio evitando “atmósferas confinadas” como cafés, bares y espectáculos públicos; cultivar la oxigenación, valiéndose de paseos al aire libre y la limpieza de las ropas y utensilios que estuvieran expuestos al contacto con los enfermos. 

En mayo (1920) se encuentran, por primera vez, los dos futuros Premios Nobel de Literatura, Gabriela Mistral y Pablo Neruda. La poeta está en Punta Arenas, pero no soporta las bajas temperaturas. Se traslada a la Araucanía. Asume por estos días de mayo como directora del Liceo de Niñas de Temuco. Es en el ámbito escolar donde conoce al muchacho de 16 años, Ricardo Neftalí Reyes Basoalto.  

La prensa promociona (mayo de 1920), el segundo concierto de Rosita Renard, en Santiago. Se habla con fuerza de las campañas presidenciales de Alessandri y Barros Borgoño. Alessandri, quien finalmente gana las elecciones, dice en su discurso de campaña: “Es deber primordial de los hombres de gobierno defender la raza, luchar encarnizadamente contra el alcoholismo, contra las enfermedades de trascendencia social y proteger y amparar ampliamente los deportes”. 

Mientras, en los hospitales y en los conventillos mueren cientos de personas, las calles de Santiago se ven vacías, y en las páginas de espectáculos del diario se promociona la obra Besos son triunfos, de Albert Capellani: “Una verdadera cátedra del beso, pues enseña todas las maneras, formas, situaciones y duraciones de los besos para conseguir el mayor partido posible de ellos”. 

Conventillo ubicado en Brasil con Mapocho, 1920. Crédito: Colección Archivo Histórico ENEL–Biblioteca Nacional de Chile.

Ha llegado septiembre (1920), las Fiestas Patrias se festejan cuando se cumplen dos años de la propagación de la “gripe española” en Chile. Los pobres son las verdaderas víctimas del virus. Ni la clase política ni la aristocracia parecen reaccionar frente a la epidemia fatal. 

En el Teatro Municipal podemos ir a ver Madame Butterfly, mientras el presidente Sanfuentes ofrece un banquete en los salones del Club Hípico, donde hay una colecta en ayuda a los obreros afectados por la crisis sanitaria para que puedan comprar “drogas y medicamentos necesarios a su cuidado”.    

La vida y la muerte se cruzan en las calles de Santiago: se pueden ver en algunos barrios fiestas y a pocos metros funerales. El local Teutonia, ubicado en Bandera 837, a una cuadra de la Estación Mapocho, ofrece para el 18 de septiembre, almuerzo (cazuela de ave o chuleta con papas fritas), programa de música, y para después de la cena, un gran baile con orquesta en vivo. A su vez, la Chanchería Catalana, “la chanchería más higiénica de Santiago”, promociona “chancho fresco diariamente” en su sucursal de Alameda 3503.  

Ha llegado septiembre (1920), las Fiestas Patrias se festejan cuando se cumplen dos años de la propagación de la “gripe española” en Chile. Los pobres son las verdaderas víctimas del virus. Ni la clase política ni la aristocracia parecen reaccionar frente a la epidemia fatal. 

Sin embargo, aumentan los avisos de “Urnas, lapidas y jardineras” para cementerios. Se ofrecen “gran surtido de modelos a precios módicos”. 

En las paredes de las calles se pueden apreciar papeles ofreciendo servicios de funerarias, al lado de un cartel de una fiesta. También, como en un mundo paralelo al horror, hay carteles que promocionan arriendo de cocheras con caballos para los novios dispuestos a casarse. 

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