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Opinión

19 de Mayo de 2020

Columna de Benjamín Galemiri: Sweet Caroline and I

Foto referencial: Pedagógico - Crédito: Archivo Oral del Movimiento Estudiantil FECH.

“Gracias a tu película me he reconciliado conmigo misma”, me dijo, dejando arrastrar sus palabras con demasiada sensualidad. “Me llamo Caroline”, me informó; “y ya sé que eres Galemiri”, me dijo con su pequeña, irónica y alegre sonrisa. Con una muy grande personalidad me dijo: “Te quiero invitar al cine Toesca”. Ese cine era el bastión del cine-arte en dictadura.

Benjamín Galemiri
Benjamín Galemiri
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Yo estaba estudiando Licenciatura en Filosofía en el Pedagógico de la Universidad de Chile en épocas de macabra dictadura y fui cofundador del divino movimiento ACU (Agrupación Cultural Universitaria), que era la resistencia cultural al villano de Pinochet. En una de esas reuniones clandestinas de la ACU mostré un cortometraje de sexo y amor entre un hombre joven y una mujer joven, ambos estudiantes universitarios. 

La película causó bastante conmoción porque rozaba el soft porno, hasta que se me acercó una mujer -preciosura rubia de ojos azules, alta, de senos abundantes- que, sin conocerla, me abrazó y me dijo entre lacónica y eufóricamente: “Gracias”. “¿Gracias por qué?”, le pregunté. “Gracias a tu película me he reconciliado conmigo misma”, me dijo, dejando arrastrar sus palabras con demasiada sensualidad. “Me llamo Caroline”, me informó; “y ya sé que eres Galemiri”, me dijo con su pequeña, irónica y alegre sonrisa. Con una muy grande personalidad me dijo: “Te quiero invitar al cine Toesca”. Ese cine era el  bastión del cine-arte en repugnante época de dictadura. “Hoy dan ‘La Aventura’, de Antonioni; sé que le debes haber visto miles de veces, te he escuchado en tus charlas hablar maravillas de ella, pero quiero experimentar qué se siente ir acompañada contigo a ver esa obra maestra”.

Foto referencial: Pedagógico – Crédito: Archivo Oral del Movimiento Estudiantil FECH.

Nunca fuimos a ver “La Aventura” juntos, porque segundos después entraron los desgraciados carabineros al “Piedragógico” a reprimir, según ellos, “algunas incendiarias  protestas de ese sector”; cuando en verdad eran apenas demostraciones pacíficas de protestas.

Verdaderamente los carabineros no tienen perdón de Dios, en dictadura eran unos perros que parecían amaestrados por lo más repugnante de los neo-nazis; era un hecho conocido que venían a “capacitar” a los militares chilenos y transformarlos en bestias humanas: la enseñanza que recibieron de los nazis escapados al final de la Segunda Guerra Mundial les enseñó a dejar tras ellos siniestras huellas de maldad, la horrible cara de lo que fue la mierdosa tortura made in Chile. La hermosa y muy intensa Caroline se ponía delante mío como un escudo humano, me protegía, pero no sé por qué eso me producía mucha excitación sexual, que pudimos saciar unas cuantas horas después de que los gorilas se fueron dejando una siniestra huella de dolor.

Al atardecer nos fuimos manchados de sangre a su casa. Ella vivía con su madre, una hippie norteamericana neoyorkina y también californiana que había querido vivir la experiencia de la Unidad Popular. El hecho era que la mamá era quizá hasta más guapa que su hija Caroline, coqueta, muy inteligente, master en Literatura Inglesa e Hispanoamericana. Se me aproximó sospechosamente, demasiado, lo que causó la ira de su linda hija Caroline, que por cierto ya estaba harta que le recordaran la hermosa canción de Neil Diamond “Sweet Caroline”; sobre todo que ella era rockera eléctrica seguidora a outrance de los majestuosos Led Zeppelin, nada que ver con el rock amistoso de Diamond, que tenemos que reconocer es bastante bueno también, pero el snobismo de los rockeros duros mostraba desprecio por ese tipo de música. Pasaron muchos años después cuando vino nada menos que Quentin Tarantino y recuperó en su imbatible filme “Pulp Fiction” esa otra oda al amor con la trepidante nueva versión de su hermoso poema musical en honor a nuestras amadas mujeres, que se llamaba “Girl, you’ ll be a woman soon”

Nos fuimos a la habitación de Caroline, cerró con llave y seguro, y comenzó el dale que te dale sexual. Caroline era una maestra de maestras en los terrenos eróticos, me hablaba en inglés, yo le respondía en inglés, éramos como Jane Fonda y Donald Sutherland en la película obra maestra llamada:“Klute”.

A cada rato la madre de Caroline, Bridget, tocaba la puerta, y Caroline le respondía a gritos algunas palabrotas en inglés. Me pedía disculpas por el comportamiento de su madre, pero la verdad es que yo me divertía de lo lindo; después del ataque fellinesco de los carabineros, esto era el edén.

En algún momento, cuando Caroline había salido a prepararse un café, Bridget entró a la cama, y tuvo dale dale sexual conmigo. Lo paradójico de todo era que a Caroline le daba lo mismo, y mientras Bridget demostraba  que a sus cuarenta y tantos años era una súper mujer, Caroline fumaba un porro  a la salida de la casa en una mano y en la otra sostenía ese café norteamericano oscuro e imbebible.

A la hora de la cena, Bridget ya estaba muy borracha y sacudía su cuerpo todo el tiempo mostrando su estilizada y sabrosa figura de una mujer joven madura, mientras tanto Caroline bailaba “Whole Lotta Love” de los Zeppellin a todo volumen. La madre de Caroline, muy erudita y culta, me hacía muchas preguntas en torno a la literatura y filosofía latinoamericana que adoraba. Caroline miraba su reloj y decía: “Shit! Nos perdimos ‘La Aventura!’”.

“Podemos ir mañana Caroline”. “No, la sacan hoy”. “Conozco al proyeccionista del cine Toesca, y a veces me da funciones privadas”. “I want to go to see this movie, I never saw that picture in my fucking life”. (Quiero ver esa película, nunca he visto ese filme en mi puta vida!).

Al día siguiente, estoy entrando al Piedragógico y veo entre unos matorrales a Caroline besándose con una joven mujer, hermosa, morena. Caroline, al verme, me llama y me presenta a “Sara Mencenao Garcia, “my girlfriend” (mi novia). Yo conozco a esa preciosura de origen mapuche, puesto que la ha puesto de actriz en alguna de mis películas. “Sorry I don’t tell you that I´m lesbian” (Perdona, pero no te he dicho que soy lesbiana). La verdad es que me a mí siempre me había dado lo mismo si era una mujer lesbiana o bisexual; tuve varias aventuras con lesbianas o bisexuales, y la verdad es que son superiores intelectual y sexualmente. “But I still love you” (pero te sigo queriendo), me dijo Caroline. 

No era necesario que me dijera eso, porque yo me daba cuenta de que era una mentira piadosa, se la notaba muy apegada a Sara, a quien seguramente debía amar verdaderamente.“But don´t tell anything to my mother. She´s not so free like it shows to the others”. (Pero no le digas nada a  mi madre, no es tan libre como se muestra a los demás).

“La aventura”, película de 1960. Director: Michelangelo Antonioni

Le dije a Caroline que había conseguido que el proyeccionista del cine Toesca nos pasara a ambos el filme  “La Aventura” en forma privada. Caroline se alegró mucho, y yo me apuré en decir: “We can go with Sara, no problem”(Podemos ir con Sara, no hay problema). Así que tenía un panorama cinematográfico-orgiástico bastante interesante.

Pero algo pasaba con Caroline; cada vez que organizábamos la sesión del filme “La Aventura”, entraban los carabineros reprimir cada vez con más violencia.

Venían dateados, no hay que olvidar que en las carreras académicas  siempre habían “falsos estudiantes” que seguían la carrera completa, pero eran soplones. Habían pasado el dato de que Caroline era no sólo era marxista, sino que miembro del FPMR. Era bastante delicado el tema, tomando en cuenta que Caroline era norteamericana. No era tan fácil reprimirla y llevarla apresada para las bestiales torturas de estos infrahumanos .

Caroline, que era muy valiente, se puso delante mío, porque vio que yo intentaba protegerla. Un policía la golpeó, se derrumbó y cayó sangrando. Sara, su girlfriend, escupió a los militares y se acuclilló al lado de Caroline. Los bien merecidos escupos de Sara le valieron un golpe en la cabeza con la culata de un rifle. Sara también sangró, pero no se quejó de nada y abrazó a Caroline. Al ver eso, entendí por qué Caroline la amaba tanto.

Alguien del grupo antimotines le susurró algo al cabo, y entonces se fueron dejando a Caroline y Sara sangrando.

Cuando Bridget, la madre de Caroline, se enteró, fue a la embajada de Estados  Unidos y puso una queja. El cabo que golpeó a Caroline fue dado de baja, y nunca más volvieron a molestarla. Mal que mal, los seudo-militares chilenos le debían el plan y el financiamiento del golpe de Estado a la CIA.

Caroline, que tenía mucho sentido del humor y toda ensangrentada así como su novia, miró la hora y dijo: “Maybe we can see the the movie now”. (Quizás podamos ver aún la película). Esa noche se fue del brazo con su girlfriend, y entonces me di cuenta de que estaba comenzando a sentir algo parecido al amor por Caroline.

Siempre me había manejado con mis novias, que en esa época habían sido bastantes, nada de celos, nada de apropiamientos, pero la suntuosa personalidad de Caroline, su valentía sin límites, su cuerpo impresionante, su open mind maravillosa, habían conseguido que comenzara a amarla.

La vi alejarse muy apretada a Sara, besándose.

Mi corazón se trizó un poco, y comencé a sentir esa estúpida cosa llamada amor, miré mi reloj y recordé que estaba a media hora del inicio de la sesión privada de la proyección de “La Aventura” de Antonioni por mi buen amigo, el proyeccionista del legendario cine Toesca.

Gasté toda mi plata en un taxi, corrí al interior del cine Toesca, divisé a mi amigo proyeccionista y comenzó la exhibición de una de las películas más majestuosas de la historia del cine.

Ya no tenía a mi lado a Caroline, pero tenía delante mío a la hermosa y talentosa actriz Monica Vitti, y debió haber sido la vez número 100 que veía esta película… pero para olvidar a Caroline, fue como si por primera vez descubría esta maravillosa película.

 Como siempre, el cine me salvaba de todo en los momentos duros. O al menos eso fue lo que pensé esa vez.

*Benjamín Galemiri es dramaturgo.

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