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19 de Mayo de 2020

Cuatro preguntas a Felipe Berríos para entender el sistema de “libreta” que busca disminuir el hambre y la crisis en La Chimba

En uno de los sectores más vulnerables de la ciudad nortina decidieron dejar de lado las cajas de mercadería y optaron por una libreta, esa clásica para pedir fiado en el almacén del barrio, pero el pago a fin de mes lo hace la Fundación RECREA que encabeza el sacerdote jesuita Felipe Berríos. En conversación con The Clinic, el padre explica la fórmula que ya utilizan más de 400 familias de la región, cómo esta se podría expandir a todo el país para potenciar el comercio local y por qué considera que las cajas de mercadería “tienen algo como poco digno”.

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El padre Felipe Berríos contesta el teléfono adolorido. “Me cagué la espalda”, dice. “Se me olvidan los años que tengo”. Pese a la cuarentena que rige desde el pasado 5 de mayo en Antofagasta, el sacerdote jesuita ha mantenido el ritmo de actividades en la zona que tenía en la población La Chimba desde antes de la pandemia.

Según él, con la orden de confinamiento las cosas se mantienen “más o menos igual, porque la presencia del Estado es nula. Lo que más se nota es que han aumentado mucho los cesantes. Es gente que no tiene despensa, vive el día a día. Quedar cesante afecta inmediatamente en la comida”.

– ¿Cómo lo han hecho para enfrentar esta situación?

El primer mes repartimos como mil cajas, pero las cajas tienen algo como poco digno, ¿te fijas? se pueden producir celos entre los vecinos o pueden llegar cosas que no se necesitan. Aquí hay mucho peruano o boliviano, que comen más arroz que tallarines, por ejemplo. O si una niña necesita una toalla higiénica, le llegan unas lentejas. Entonces, como se trata de tener un nuevo trato entre los chilenos después del estallido social, nos pareció mejor crear una cuestión distinta: Una libreta.

– ¿Cómo funciona este sistema?

Depende de la cantidad de miembros de la familia. Con un máximo de 60 mil pesos al mes, ellos escogen algunos almacenes del barrio. Nos ponemos de acuerdo con ellos, fijan los precios, las personas van y con esta libreta piden, no sé, un kilo de arroz, firman los dos y nosotros a fin de mes le pagamos la plata. La idea es no cagarse a los almacenes de barrio, es importante apoyarlos porque son la única cosa institucional que hay, porque aquí el Estado está ausente. Además, la gente compra lo que necesite, es mucho más digno. También les pedimos a algunos que hagan un servicio a la comunidad, que no sea un regalo totalmente, sino que sientan que de alguna manera merecen eso. 

– En otros lados se han implementado comités de solidaridad y ollas comunes para enfrentar la crisis…

Nosotros estábamos trabajando de antes, tenemos un centro de formación de oficios, una biblioteca, un comedor, apoyo psicológico a las mamás, otras cosas con los jóvenes y los niños, entonces la pandemia nos pilló bien organizados, con jefes de pasaje y todo. Creo que hacer lo que se hizo en los ‘80, las ollas comunes, en fin, con esto de los cuidados que hay que tener de contagio, es re difícil.

– El Gobierno ya optó por entregar cajas de mercadería. ¿Cree que un sistema como el de la libreta es viable a nivel nacional? 

Es viable, pero ya se amarraron con lo de las cajas. No quiero criticarlo, porque eso es mejor que nada, pero si esta cuestión va a seguir hasta diciembre, enero o febrero, es necesario implementar otro tipo de cosas que además apoyen el comercio local. Acá hay 400 familias que funcionan con este sistema, en tres campamentos de la zona norte de Antofagasta y uno en Calama. Esto es algo que se puede implementar en todos los sectores, porque en todos lados hay almacenes, sus dueños conocen perfectamente a su gente, quienes son los que necesitan y todo. 

Así es la “Libreta”:

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