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Entrevistas

26 de Mayo de 2020

Jorge Lastra, director del Calvo Mackenna: “Es un crimen restringir visitas a niños hospitalizados, pero lo estamos haciendo”

Crédito foto: Paulina Castro

La muerte por Covid-19 de un menor de 13 años en el hospital Calvo Mackenna el 7 de mayo abrió un inevitable debate ético: ¿los niños crónicos o terminales, en un contexto de emergencia sanitaria como el actual, pueden recibir a su madre o padre como visita? Jorge Lastra, director de este centro asistencial, habla sobre cómo están abordando el tema y las modificaciones que han tenido que realizar.

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“Estamos aquí para dar las noticias que en salud no nos gusta dar”. Con esas palabras, la noche del 7 de mayo, el doctor Jorge Lastra, director desde hace cuatro años del hospital de niños Luis Calvo Mackenna, inició un enlace televisivo en directo en el que tuvo que informar sobre el caso de un adolescente de 13 años que había sido trasplantado de médula y que tras una visita, según el centro asistencial, se contagió de Covid-19. 

El niño -que luego de su trasplante de enero había presentado algunas complicaciones- falleció; y el país no quedó indiferente ante esa muerte. Era el primer menor de edad que moría a causa de coronavirus en Chile. No era una situación usual, sobre todo porque la tasa de contagio en niños es mínima, y la de fallecimiento es aún más baja. Hasta el cierre de este artículo, el número de niños de hasta 14 años contagiados de Covid-19 es de 3.687 casos; aproximadamente un 5% del total de infectados en el país. De ellos, en el Calvo Mackenna han sido tratados 24. De ese grupo, cinco han sido hospitalizados y sólo uno ha fallecido: el niño por el que Lastra debió dar el punto de prensa.

Jorge Lastra, director del Calvo Mackenna. Crédito foto: Paulina Castro.

LAS VISITAS

Desde esa muerte, los profesional del Calvo Mackenna se ha visto enfrentados a una compleja disyuntiva: ¿los niños crónicos o terminales, en un contexto de emergencia sanitaria como el que estamos viviendo, deben recibir la visita de, al menos, uno de sus padres? Es un debate ético, sin duda. Países de Europa lo han resuelto cerrando la posibilidad de ver a los pacientes. En Chile, todavía se conversa. El doctor Lastra ha estado abierto al diálogo que se ha desarrollado ampliamente entre funcionaros, integrantes del consejo consultivo del hospital y madres y padres de pacientes. Lo que sí han hecho es endurecer el régimen de visitas y han tomado estrictas medidas de precaución para quienes entran a ver a sus hijos.

¿Qué ha pasado con la circulación de pacientes en el hospital desde iniciada la pandemia?

-Hemos tenido una disminución grande de la atención de niños en la urgencia, incluso en la ocupación de camas. Nos hemos ido concentrando, y hemos tenido una carga asistencial baja en el área de pacientes con Covid-19. La mayoría de ellos han sido manejados ambulatoriamente o también han estado hospitalizados por muy breve lapso y se han ido para sus casas. En el caso nuestro, y ahí entramos en el tema de las visitas, tenemos una población grande de niños hospitalizados que están en condiciones de salud bien frágiles. Sobre esa estructura, que se agregue una infección por Covid-19 puede ser bien fatal, como ya lo fue en el caso del pequeño a principios de mayo.

“Tenemos una población grande de niños hospitalizados que están en condiciones de salud bien frágiles. Sobre esa estructura, que se agregue una infección por Covid-19 puede ser bien fatal, como ya lo fue en el caso del pequeño a principios de mayo”.

En cuanto a las visitas que puede o no recibir un niño hospitalizado, ¿marcó un precedente la muerte de ese paciente contagiado al interior del hospital?

-Desde que se inició la pandemia nosotros hemos estado debatiendo este tema, porque no tiene una respuesta fácil. Por un extremo está la respuesta de muchos hospitales en el resto del mundo que lo que han hecho es cerrarse: cerrar las visitas, eliminarlas, que es un poco lo que se ha hecho con los adultos mayores. Con eso, además, se acuartela el equipo de salud con los niños. Ese ha sido el extremo que se ha planteado en la literatura internacional. El otro extremo es decir “hagámonos los locos”. Nosotros, en cambio, optamos por considerar la condición de abandono en la que quedan los niños en ausencia de sus seres más queridos y decidir que no queden tan solos. Pero hoy, con la circulación viral que hay, es un crimen no restringir visitas. 

Imágenes del Hospital Calvo Mackenna previo a la pandemia del Coronavirus.
Foto: Agencia Uno.

Como dice usted, dejar a un niño enfermo sin ver a sus padres es tremendo. Sobre todo los de larga estadía como los trasplantados y oncológicos. ¿Cómo lo han ido resolviendo?

-Hemos ido haciendo un camino en plena cuarentena con el nivel de circulación viral que hay. Hemos reducido las visitas al mínimo. Sobre todo en la Unidad de Paciente Crítico, porque estamos concentrando a ciertos pacientes críticos de otros hospitales que se están trasladando a nuestro hospital y así ayudar a los hospitales de adultos. A la población infantil la estamos trayendo a los hospitales pediátricos puros para que (los hospitales generales) puedan ir teniendo posibilidades de apoyar al tratamiendo de los adultos.

“Hemos reducido las visitas al mínimo. Sobre todo en la Unidad de Paciente Crítico, porque estamos concentrando a ciertos pacientes críticos de otros hospitales que se están trasladando a nuestro hospital y así ayudar a los hospitales de adultos”

Van caso a caso respecto de las visitas, digamos.

-Sí. Nos apoyamos harto en la tecnología también para que los niños no se sientan solos. Mira, el tema de las visitas puede parecer suntuario al lado del riesgo de vida o muerte que está viviéndose al lado nuestro en esta catástrofe. Igual nos desgarra. Tomamos decisiones bien desgarradoras en el terreno de lo humano, pero que eso no implica perder la sensibilidad y la humanidad que hemos construido con harto desafío, con harto empeño, harta contracultura de lo que son en general los equipos de salud menos sensibles a lo humano. Como alguien diría por ahí: queremos seguir siendo seres sensibles aún cuando nos toque hoy día tomar decisiones complejas como éstas.

¿En qué consiste ese traslado colaborativo que menciona?

-Estamos atendiendo pacientes infantiles de otros hospitales generales. Ahí sí pueden crecer los hospitales generales como el San Borja, el San Juan de Dios, que tienen población adulta y niños. Es distinto nuestro caso, que tenemos una especialización y una expertiz exclusiva infantil. Lo que estamos haciendo es concentrar a los niños en los hospitales pediátricos para prestar colaboración a los adultos. En ese contexto, nuestra Unidad de Paciente Críticos la decidimos cerrar a las visitas, y apoyarnos exclusivamente por videollamadas y esas cosas, pero con todo el equipo psicosocial apoyando esta iniciativa. Es un riesgo el ingreso de visitas en esas circunstancias.

Hay un debate ético que se ha hablado en Europa, que tiene que ver principalmente con adultos mayores, donde se considera que hay vidas que deciden salvarse y otras que, por diversos motivos, no. ¿Qué está primando en al caso de los niños?

-En el caso de los niños es distinto. Hay dos elementos que nos pesan de manera muy significativa en la decisión final. La primera es una larga historia de vínculos y esfuerzo. Por lo tanto, hemos decidido que no se van a escatimar recursos con los niños que estén sobre una condición de base deteriorada. Vamos a pelear por la salud de todos los niños. Nosotros no tenemos limitaciones de recursos, como ocurre en el caso de los (hospitales de) adultos, en que sí hay una demanda que supera todos los esfuerzos para responder adecuadamente. En el caso de los niños, no. Por los niños vamos a dar la pelea hasta el final, porque tenemos una historia con ellos; la historia del Calvo ha sido pelear por sacar adelante a sus niños. Lo segundo es que los niños en general, sobre todo los que han tenido alguna enfermedad crónica, también han aprendido una cierta destreza de sobrevida que creemos es un patrimonio sobre el que tenemos que instalarnos para sacarlos juntos adelante. Entonces, son dos elementos éticos bien significativos.

“Los niños en general, sobre todo los que han tenido alguna enfermedad crónica, han aprendido una cierta destreza de sobrevida que creemos es un patrimonio sobre el que tenemos que instalarnos para sacarlos juntos adelante”.

EL PATRIMONIO EMOCIONAL

La enfermedad, la tragedia y la muerte son parte del ciclo del Calvo Mackenna. Son parte de la historia de sus pacientes crónicos o terminales y de su personal médico. La relación entre ellos es estrecha: los funcionarios se vinculan con sus familias, los ven llegar, partir o, en el mejor de los casos, celebran cuando les dan el alta. Bajo esa lógica , en el recinto existe el colegio Con Todo el Corazón, para sus pacientes más delicados. “Por la pandemia, las clases, obviamente, están suspendidas”, dice el doctor Lastra. El niño fallecido asistía, de hecho, a ese colegio. 

Esos vínculos son parte del patrimonio emocional del que habla el director del hospital Calvo Mackenna. Están presentes con los 9 mil niños y niñas que se hospitalizan aquí anualmente; y los 90 mil que se atienden de manera ambulatoria. Son vínculos que pesan incluso para pensar el sistema de visitas durante la pandemia, en lo cual también se consideran por supuesto los niveles de riesgo de sus distintos pacientes. 

Jorge Lastra, director del Calvo Mackenna. Crédito foto: Paulina Castro.

Dice el doctor Lastra: “En las unidades básicas, donde hay población de menor riesgo, hemos restringido a día por medio las visitas. También hemos restringido el horario: sólo una hora. Es un crimen restingir visitas a niños, pero es lo que estamos haciendo porque eso nos permite dividir a la población, poder testear bien al ingreso a los que pueden ingresar y ver en qué condiciones están. Otros pacientes están en una situación más frágil, y ahí tenemos la flexibilidad de que ingrese una persona para estar con él. En el caso de pacientes complejos de muy largo aliento, estamos buscando apoyarnos con el equipo psicosocial para la transferencia de videollamada y esas cosas. También tenemos flexibilidad en algunos de estos casos”

O sea que hubo un cambio considerable desde el fallecimiento del niño de 13 años. 

-Obviamente. Suspender las visitas es muy difícil para el alma y para la relación con los papás, porque nosotros hemos tenido una historia estrecha con ellos. Es muy complejo. Sin embargo, ese antecedente (el caso del chico fallecido) pone sobre la mesa de la conversación un espacio de comprensión mayor con los papás. Hoy estábamos hablando con el equipo psicosocial y, claro, la mayor parte de la gente lo entiende; no están de acuerdo, nos cuestionan, pero finalmente lo entienden. Hay casos aislados en que nos han empapelado con quejas, pero lo entendemos también. El argumento más violento y más duro tiene que ver con ese episodio. 

“Suspender las visitas es muy difícil para el alma y para la relación con los papás, porque nosotros hemos tenido una historia estrecha con ellos. Es muy complejo. Sin embargo, ese antecedente (el caso del chico fallecido) pone sobre la mesa un espacio de comprensión mayor con los papás”

Todas las semanas, como ocurría antes de la pandemia, Lastra se comunica con el consejo consultivo; con madres y padres de pacientes y con parte del personal médico para evaluar las medidas que están tomando y, sobre todo, el curso de la pandemia en Chile. “Nosotros entendemos que este fenómeno que estamos viviendo tiene dos pilares: un pilar es nuestra población funcionaria y el otro pilar son los papás. Entendemos que nuestra pega son los niños, pero tenemos la certeza de que sin los funcionarios alineados, comprometidos, dispuestos, apechugando, y sin la comprensión de los papás y cuidadores, tutoras, tutores, estamos fritos”, asegura.

El personal de salud está sobrepasado. Los primera línea, como le dicen, vive situaciones límite. ¿Hay apoyo psicológico para los funcionarios del Calvo Mackenna?

-Absoluto. Trabajamos por grupo e individualmente. Además tenemos una unidad de salud del trabajador que está atendiendo a los funcionarios y que está compuesta por dos enfermeras, una psicóloga, un médico y una prevencionista de riesgo. A nosotros como funcionarios nos pega el pánico propio. Y el pánico de llevar la enfermedad a la casa. Segundo, el sentimiento de que en algún momento nos podemos quedar cortos. En este hospital, no tanto como en los de adultos, también es un tema. Y también porque los errores que podemos cometer hoy son fatales. 

Imágenes del Hospital Calvo Mackenna previo a la pandemia del Coronavirus.
Foto: Agencia Uno.

Hoy son tiempos en que el fantasma de la muerte es más inevitable de esquivar. Ustedes trabajan con niños, ¿cómo lo hacen para trabajar y no desarmarse?

-Te diría que nosotros estamos en una condición relativamente de privilegio al lado de los hospitales de adultos. Como la cifra de contagios infantiles es menos que la de adultos, estamos en una condición bastante más favorable que ellos, precisamente porque somos un hospital de niños. Pero claro que todo afecta. El de hoy es un ambiente bien duro, y además estamos más alterados. Hay fragilidad en el mundo de las relaciones. Andamos más sensibles, más irritables.

“A nosotros como funcionarios nos pega el pánico propio. Y el pánico de llevar la enfermedad a la casa. También está el sentimiento de que en algún momento nos podemos quedar cortos. En este hospital, no tanto como en los de adultos, también es un tema”

El doctor Lastra recuerda que en octubre pasaron el estallido como una crisis más; a los papás les costaba llegar con sus hijos, tuvieron que poner buses de acercamiento y adaptar los horarios de los funcionarios de acuerdo a los toques de queda que se establecieron en Santiago. Hay un desgaste propio de equipos que han pasado crisis duras, dice, “pero de ahí salimos súper bien, contentos, reforzados como equipo. Eso nos ha ayudado harto en esto”. Y hace una acotación sobre su rol como director en estos tiempos difíciles: “Bueno, yo estoy viejo, carreteado y tengo un par de heridas de guerra en el cuerpo que ayudan a conducir este barco en esta situación”.

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