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Reportajes

28 de Mayo de 2020

Los desplazados de la pandemia

Foto: Agencia Uno

En un poco más de dos meses desde que comenzó la emergencia sanitaria por Covid-19 en Chile, ya comenzaron a materializarse otros efectos provocados por ella. Edificios con departamentos vacíos, gente sin trabajo que ya no puede pagar arriendo y tiene que mudarse, familias que toman la decisión de dejar sus casas para agruparse con otros mientras pasa esta crisis. Aquí, sólo un atisbo de algo que ya está sucediendo: personas desplazadas de sus hogares por el efecto de esta pandemia.

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El vecino llegó al edificio el 1 de febrero. Lo recuerdo porque el 4 es mi cumpleaños y porque estaba pensando en los preparativos cuando los vi llegar: el vecino, su señora -una pareja joven muy enamorada- y su bebé pequeño, que era una réplica en miniatura de él. Los veía tan contentos a los tres: él trabajaba para una constructora que iba a empezar a levantar un edificio frente al nuestro. Ella se quedaba con el niño durante el día. Por las tardes los escuchaba reírse y jugar. Pero la alegría duró poco tiempo. 

Carteles “Se arrienda” empiezan a proliferar en Santiago.

Uno de los últimos días de marzo, cuando ya había comenzado la cuarentena en el centro de Santiago, ya no vi cortinas ni los muebles del vecino a través de la ventana. El departamento estaba vacío. Pelado. ¿Adónde se habría ido? ¿Dónde estaría ese bebé que se reía a gritos por las tardes? Un día el vecino volvió a limpiar el departamento para entregarlo. Nos saludamos con mascarillas en el pasillo. Me contó que la constructora en la que trabajaba le había rebajado el sueldo a la mitad y que había tenido que irse con su esposa y su guagüita a una pieza. “Pero estamos bien”, me dijo. “Al menos todavía tengo algo”. 

Me contó que la constructora en la que trabajaba le había rebajado el sueldo a la mitad y que había tenido que irse con su esposa y su guagüita a una pieza. “Pero estamos bien”, me dijo. “Al menos todavía tengo algo”.

El vecino entonces le devolvió las llaves a Angélica Astrelli, la corredora de propiedades de este edificio de Santiago Centro. Angélica vive aquí y además arrienda alrededor de 30 departamentos de un total de más de 300. Ahora dice que tiene 10 vacíos por el tema de la pandemia; es decir, un tercio de lo que maneja. “Se han ido muchos porque han perdido el trabajo o les han rebajado los sueldos. No pueden pagar el arriendo y los gastos comunes. Antes yo abría la boca y tenía los departamentos arrendados. Ahora no es tan fácil y esto va a durar un buen rato”, dice preocupada. Angélica ya empezó a rebajar los precios, para ver si puede encontrar nuevos habitantes. Nada todavía. Y en el edificio ya se pueden ver: las ventanas sin cortinas, los departamentos vacíos. En los edificios vecinos, lo mismo: por aquí y por allá, ventanas desnudas que dejan traslucir este desplazamiento silencioso.

Angélica ya empezó a rebajar los precios, para ver si puede encontrar nuevos habitantes. Nada todavía.

Prohibido mudarse

Por esos mismos días de fines de marzo, la geógrafa Pía Zamora (32) empezaba a ver cómo los distintos trabajos a los que postulaba se caían uno tras otro como efecto de los primeros días de cuarentena por el coronavirus. A fines de febrero había terminado su contrato en un trabajo anterior en el que duró tres años. Pero con la pandemia, todo cambió. En abril, al ver que no lograba conseguir un nuevo trabajo, tomó una decisión junto a tres amigos y su pareja, todos geógrafos, antropólogos, humanistas, de arrendar entre todos un departamento más grande para compartir y abaratar costos. “Nuestros trabajos siempre están en una situación precaria. Así es que decidimos apiñarnos, la única estrategia para atravesar una situación crítica en cuanto a ingresos y abastecimiento”. 

Les entregaron el departamento nuevo los primeros días de mayo. Pía contrató un flete para cambiarse el sábado 16 de mayo. Pero el viernes 15 se decretó la cuarentena total en la Región Metropolitana y se cancelaron los permisos de mudanza. Pía fue a varias comisarías a preguntar qué podía hacer: ya tenía todo embalado y tenía que entregar el departamento donde vivía sola hacía años. Le respondieron que mudarse estaba prohibido.  “Se me cayó el mundo. Fue horrible. Esa fue una medida represora porque estas son estrategias de supervivencia, nadie se cambia de casa de un día para otro. Son decisiones importantes en las que se movilizan grandes energías. ¡Quién se cambia en medio de una pandemia! Es algo que solo haces por necesidad”, cuenta. 

Como no pudo conseguir el permiso, Pía tuvo que cambiarse caminando, llevando cosas en maletas, poco a poco. Además, se vio obligada a vender sus muebles y electrodomésticos. Al final, se demoró alrededor de una semana de ir y venir para llegar a su nuevo hogar. Pía dice: “Este ha sido un golpe grande. Llorar, tener miedo, angustia. Un balde de agua fría total”. En su barrio de Ñuñoa no sólo ella se tuvo que ir: varios vecinos se marcharon antes. Tantos, que uno de los hombres en situación de calle del sector que ya los conocía a todos, le dijo a Pía cuando empezó a cambiarse de casa: “Paren de irse que los voy a echar de menos”. 

Marcelo Echeverría, el hombre a cargo del flete de Pía, se quedó desde ese día sin trabajo. No pudo cambiar a Pía de casa y tampoco pudo hacer las siete mudanzas que tenía programadas para la tercera semana de mayo. En su casa, tampoco quieren que salga a trabajar y se exponga: Marcelo vive con su suegra de 83 años, su esposa y sus hijos. “No sé cuánto va a durar esto. Estamos todos con el signo de interrogación. Eso me preocupa porque tengo que mantener la casa, lo alimentos, pagar los gastos básicos y no sé qué voy a hacer”, dice él. 

Las mudanzas que hace Marcelo Echeverría han tenido un aumento, aunque ahora no puede realizarlas. Foto: Pepa Valenzuela

Desde que comenzó la emergencia por el virus, Marcelo cuenta que la cantidad de fletes y mudanzas ha aumentado. “Es por las rebajas de sueldo de 50% y hasta 70% o porque no les pagaron más y les dijeron: ‘Arréglatelas como puedas’. He hecho varios cambios de gente que ha vuelto a la casa de los papás, de los abuelos o familias enteras que se van a compartir con otras. Los cambios son en todas las comunas, también en el barrio alto. ¡Y además uno tiene que cobrarles! Eso lo dejo a criterio mío. No me gusta ser asaltante con los precios”. En plena pandemia, Marcelo ha ayudado a varios a dejar sus cosas en bodegas. Incluso, a vender muebles y electrodomésticos que ya no pueden tener en un espacio reducido. “Muchos se van con la pura cama”, cuenta. 

En plena pandemia, Marcelo ha ayudado a varios a dejar sus cosas en bodegas. Incluso, a vender muebles y electrodomésticos que ya no pueden tener en un espacio reducido. “Muchos se van con la pura cama”, cuenta.

Cobrar sin piedad

Odra López ya tiene casi todas sus pertenencias embaladas. Va a dejar algunas cosas en bodegas de amigos, otras las tendrá que vender: a fines de mayo deja el departamento donde vive con sus dos hijos de 15 y 9 años y su marido. “Nos vamos de arrimados a la casa de otras amigas venezolanas, gracias a Dios me van a recibir”, cuenta. Odra llegó hace tres años a Chile desde Venezuela. En su país es ingeniera comercial, acá en Chile se capacitó para dedicarse a la cosmetología y la estética. Desde enero trabajaba para una marca de belleza en un mall. Pero los centros comerciales cerraron y la marca para la que trabajaba no le renovó el contrato, tampoco le dieron indemnización. Buscó más trabajos, pero con todo lo que está pasando, no ha encontrado nada. 

Pensando en cómo rebajar costos, Odra se dio cuenta de que no podía seguir pagando los 460 mil pesos de arriendo mensuales de su casa en Santiago Centro y que se tenía que ir. “No hay ninguna medida de protección para las personas. Los bancos te siguen cobrando y te siguen llegando todas las cuentas igual que siempre. Estuve hablando con el banco para postergar la deuda por el pago de mi auto y eso es una cruel estafa. Te ofrecen postergar por tres meses, pero te cobran el crédito completo otra vez. ¿De qué beneficio estamos hablando?”, dice Odra. Le pregunto cómo está ella, cómo se siente. “Ay, chica. Hay días en los que no me provoca ni salir de la cama. Pero hay que seguir porque esto es algo que está afectando a muchas personas, no es a mí nada más”. 

No es a ella nada más. En La Florida, Cynthia Bugueño, gestora inmobiliaria, administra un condominio con 96 departamentos. Del edificio ya se han ido varios arrendatarios. “Y eso que acá los gastos comunes son de un máximo de 48 mil pesos, imagínate cómo estarán los edificios que tienen gastos comunes de 150 lucas”, dice. Por eso, los precios de los departamentos en el condominio ya bajaron drásticamente: de 350 mil a 200 mil. Y los de 400 mil a 300 mil. 

“Hay que acomodarse a las situaciones. Es imposible mantenerse a los precios del año pasado. Aunque los bancos siguen cobrando igual. No están cediendo en nada. Te pasaste en el plazo de pago y te tiran protesto igual. Te ofrecen que renegocies, pero eso duplica tu deuda. La gente no está calificando para los créditos e imagínate quienes sacaron hipotecarios el año pasado. Terrible. Los bancos están actuando como si no pasara nada. Hay gente que va a perder su casa. Vamos a entrar derechito a la ejecución y no nos van a ayudar a salir”, afirma Cynthia. En el condominio que administra ya ha visto cómo algunos arrendatarios empezaron a hacer mascarillas, panqueques o pedir ropa para vender, subsistir y no tener que dejar los espacios que ocupan. “Si miras desde afuera el edificio no te imaginarías que eso está pasando dentro”, dice. 

Departamentos vacíos en edificios de Santiago Centro.  Foto: Pepa Valenzuela

Por eso algunos corredores de propiedades ya se están adaptando a este contexto. “Se arrienda departamento de un dormitorio y un baño con increíble vista despejada en tranquilo sector de Santiago Centro. Pago rebajado durante seis meses por pandemia. $270.000 por primeros 3 meses, $285.000 por siguientes 3 meses y precio completo de $300.000 desde el séptimo mes”, dice el anuncio. La corredora de propiedades Carolina Cerda lo llama “Promoción Covid”. “Yo tengo dos departamentos con promoción Covid, con precios más bajos los primeros seis meses de arriendo”, explica. “Eso sirve porque es un incentivo y el dueño puede competir de cierta manera y bajar la posibilidad de vacancia. Es lo peor que te puede pasar con una propiedad: que quede sin arrendatario”. 

“Yo tengo dos departamentos con promoción Covid, con precios más bajos los primeros seis meses de arriendo”, explica. “Eso sirve porque es un incentivo y el dueño puede competir de cierta manera y bajar la posibilidad de vacancia. Es lo peor que te puede pasar con una propiedad: que quede sin arrendatario”.

Volver al nido

Fueron siete años de independencia, desde los 22 a los 29 años. Ahora Carlos León volvió a la casa de su papá, a la misma pieza donde dormía antes de irse a vivir solo cuando apenas se tituló como diseñador industrial. Trabajó en distintas oficinas. Hizo su propio emprendimiento. Y en febrero de este año entró a una constructora a trabajar. Entonces comenzó la pandemia y dejaron de pagarle. Carlos se fue de allí para buscar otra cosa, pero no encontró. Se comió los ahorros que tenía para irse algún día a vivir a Canadá y entendió que no podía seguir pagando el departamento en San Miguel donde vivía solo. “Así es este país: para poder vivir tranquilo tienes que reventarte trabajando. Cuando quieres disfrutar, estás cansado, muerto. Y de ahorrar olvídate. Pasa una crisis como esta y pierdes todo. Así funciona esto”, reflexiona. 

A mediados de abril llamó a su padre y le preguntó si podía regresar a vivir con él. “Vente mañana mismo si quieres”, le respondió. “Mi papá estaba feliz. Le encanta el choclón. Por él, viviría con todos sus hijos”, explica Carlos. Acto seguido, dio aviso de que dejaría el departamento y vendió casi todas sus cosas por una página de ventas de Facebook: se quedó solo con su escritorio y unas repisas. Y hace pocos días volvió a la casa de su papá donde además está su hermana de 20 años. “No me quería ir. La peleé mucho porque me acostumbré a vivir solo. No quería perder la independencia, me había costado tanto. Pero en estas circunstancias es mejor unir fuerzas. Volví a mi pieza antigua y es raro, pero me he sentido súper bien. Ha sido súper gratificante. Era lo que necesitaba: aclarar la cabeza, dormir. Antes no tenía ganas de hacer nada por estaba pensando todo el día en las lucas”, dice. 

“Así es este país: para poder vivir tranquilo tienes que reventarte trabajando. Cuando quieres disfrutar, estás cansado, muerto. Y de ahorrar olvídate. Pasa una crisis como esta y pierdes todo. Así funciona esto”, reflexiona.

Ahora, ha podido dedicarle más tiempo a un emprendimiento de decoración e interiorismo con plantas (tuplanta_ en Instagram) y también a descansar. Su papá está contento con su hijo de regreso en el nido.

Ya instalada en el departamento nuevo con su pololo y tres amigos, Pía recién empieza a retomar su vida poco a poco. Tiene que ponerse al día con el máster en urbanismo que está estudiando, con la búsqueda de trabajo, instalarse bien en su nuevo espacio. Pero se siente bien. Dice ella: “Sinceramente ha sido bacán estar acá, un respiro súper grande. La vivienda comunitaria y colectiva es algo que se ha perdido y en este contexto, con tanta presión, es bueno estar juntos. Estamos cocinando tranquilos, evaluando las cositas que nos faltan para mejorar este hogar. Mucha gente se está apiñando. Es la manera que los seres humanos tenemos para atravesar esta crisis”. 

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