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Reportajes

2 de Junio de 2020

Vivir el coronavirus en la calle

Parque Forestal: metidos en carpa y frente a un televisor. Foto: Juan Pablo Arévalo.

Antes de que empezara la cuarentena obligatoria más amplia de la Región Metropolitana, recorrimos tres de las comunas con mayor número de personas en situación de calle de la capital: Santiago Centro, Recoleta e Independencia. ¿Cómo se sobrevive a la intemperie en tiempos de Covid-19? Quienes lo hacen, dicen varias cosas: que están abandonados a su suerte, que nunca alguien les ha explicado el virus, que prefieren dormir debajo del puente antes que ir a contagiarse a los albergues.

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Son las 11 de la noche de un martes. Hace ya una hora que entró en vigor el toque de queda y Ángel camina por las calles vacías de Santiago Centro hasta llegar a su casa. O a lo que él así le llama. Lo esperan sus cuatro compañeros con los que comparte un pequeño espacio de pasto afuera de la fachada norte del Museo de Bellas Artes, y donde instalaron un par de carpas, improvisaron una cocinilla en el suelo y colgaron su ropa. Una fila de pequeños arbustos hace de cerco verde que los separa de un sendero peatonal del Parque Forestal. 

Allí conviven un peruano, dos chilenos y dos haitianos que prometen volver a su país apenas puedan. Ángel (peruano, 30 años) es el mayor del grupo y el primero que llegó a este lugar, ocho meses atrás. Tiene a su familia en Perú y durante todo este tiempo le mandó la mayor cantidad de plata que pudo, trabajando, vendiendo jugos de naranja en la calle, ropa, mascarillas, lo que sea. Dicen que si el estallido social les quitó el trabajo, el coronavirus se lo llevó completamente.

Hoy les llegó su televisor. Se lo regaló un pariente a Cristofer (chileno, 29 años), que al igual que Ángel trabaja de vendedor ambulante. Los cinco se reúnen alrededor de la pantalla, mientras intentan adivinar los conceptos del programa Pasapalabra. 

Cinco hombres duermen en el Parque Forestal. Foto: Juan Pablo Arévalo.

“La última vez que vine, me hice tres lucas que no me alcanzaron ni para volverme a la casa”, dice Cristofer. Un día normal pre-coronavirus podían hacer entre 20 y 30 mil pesos. “Con el calor me iba bien”, explica. Después ya no pudo seguir invirtiendo y se quedó con nada. No pudo pagar su arriendo y tuvo que irse a la calle. Antes estuvo en Quilicura, en una casa con su familia, pero la mala relación con ellos hace que incluso diga que él no tiene familia.    

DESCONFIADOS

El más joven de este grupo es Víctor, chileno, de 15 años. Salió del Sename a la calle, dice. Reconoce que le tienen miedo al coronavirus. Pero nos lavamos las manos siempre, tenemos alcohol gel, mascarillas. Algunos trabajaron vendiendo alcohol gel y se guardaron unos para que tengamos todos. Pero igual sentimos que estamos abandonados a nuestra suerte. Nadie quiere ayudarnos e incluso los carabineros nos hacen la vida imposible. Si realmente quieren que nos vayamos de aquí, que nos ayuden, que no nos vengan a botar nuestras cosas. Lo peor de todo es que se ríen, ellos disfrutan haciéndolo”, explica. 

Hace unas semanas, mientras algunos dormían y otros trabajaban, cuentan que un grupo de carabineros llegó al lugar a desalojarlos. Aseguran que les botaron sus casas, su ropa e incluso sus documentos de identidad al camión de la basura municipal. “Nos botaron la ropa que nos habían regalado para poder vender. Antes de irse me pegaron una patada tremenda en la guata”, acusa Víctor. Cristofer agrega: “Ni siquiera he podido postular al bono Covid porque no tengo mis documentos, ellos me los perdieron y no sé qué hacer”.

Ángel, el peruano, también reclama. “El otro día escuché que los militares estaban dando comida a todos los de la calle. Eso es mentira. Si comemos es porque la gente de acá nos ayuda. Yo siempre le digo a los carabineros que yo ya estoy en la calle, pero que ellos tratan de tirarnos aún más a la calle”. Dice que durante el estallido social recibió varios perdigones, incluido uno que tiene hasta hoy incrustado en la espalda. “Solo pido un trabajo, una oportunidad. Cuando llegan los carabineros les digo que nos dejan sin alternativa. ¿O qué opción me das tú, salir a robar? Se enojan cuando les digo eso. No sólo no te ayudan, sino que te hacen la vida más difícil todavía. El coronavirus se ha llevado todo”.

¿Y por qué no pasan la noche en un albergue? Ahora viene el invierno.

Quien responde es Stravensky (haitiano, 22 años): “Porque hay que dormir con un ojo abierto para que no te roben las cosas y porque no vamos a ir a contagiarnos a un lugar lleno de gente mayor. Nosotros nos cuidamos con todo lo que podemos. Acá de momento estamos bien”. 

Víctor también responde: “Yo no voy más a un albergue desde que me penaron allá en los del Lavín. Fui al baño. Había dos personas haciendo del dos y yo que iba a hacer del uno. De repente me jalan la polera desde atrás. Miro para atrás y la puerta estaba cerrada. Pasé la noche y dije que nunca más iba a volver. Lo bueno es que en los albergues te reciben con lo que tengas. Normalmente cobran 500 pesos, pero reciben lo que tengas. Yo al de Lavín entré por 300 pesos. En la mañana te dan un pan con un té y pa’ la calle”. 

EN RIESGO 

“Nosotros hemos trabajado siempre. Yo tengo familia en Perú y siempre he trabajado para mandarles algo a fin de mes. No todos son así”, dice Ángel, molesto cuando se le pregunta que muchas veces se asocia a personas que viven en la calle con probemas de droga y delincuencia. 

Stravensky pone su foco en Carabineros: “El policía chileno es racista, siempre la va a agarrar con el extranjero, sobre todo si es haitiano. Me preguntan qué vine a hacer a Chile, si acaso vine a vender drogas. Yo sólo escapé de la realidad de mi país”.

Frente a sus carpas, instalaron un televisor para entretener la noche. Foto: Valentina Soza.

Ellos cinco hombres que viven en el Parque Forestal pertenecen a las cerca de 16.512 personas que viven en situación de calle en el país, según cifras del Hogar de Cristo. Las cifras por comuna están actualizadas a 2017, y marcan que Santiago Centro tiene 912 personas en esa situación, mientras que en Recoleta la cifra llega a 384. Aunque según un castastro reciente hecho por la municipalidad de esta última comuna, el número bordearía las 500 personas. De Independencia, en tanto, sólo existe un catastro de varios años atrás, donde se contabilizaron 60 personas. Sin embargo, el coronavirus y el complicado momento económico han hecho aumentar visiblemente a esta población. Y crece también el riesgo para su salud. El octavo muerto por Covid-19 en Chile fue un hombre en situación de calle. Tenía 44 años y vivía en la Región del Maule. Otro, en Coyaique, murió en la puerta del Hogar de Cristo, el 21 de abril. El viernes 3 de abril,  otro hombre -de 39 años y también en situación de calle- murió en la Región de Ñuble. 

La mejor opción para esta población son los albergues de cada municipalidad. En Santiago Centro existen seis albergues habilitados, uno a cargo de la alcaldía y cinco que dependen del Ministerio de Desarrollo Social. “Este año se adelantó el Plan Invierno del Ministerio de Desarrollo Social, lo que nos ha permitido derivar a varias personas en situación de calle a estos albergues. Además, existe un equipo especializado que trabaja con cada una de ellas, visitándolas periódicamente y controlando su estado de salud. Las orientamos para que obtengan sus documentos personales y los apoyamos en su reinserción social”, explica Guillermo Soto, director de desarrollo comunitario de la municipalidad de Santiago. 

Ellos alegan que no han tenido apoyo; incluso hay videos donde carabineros y agentes municipales se ven arrastrando sus cosas y botándolas al camión de la basura ¿No los deja eso aún más expuestos ante el virus?

-Los retiros de enseres en la vía pública surgen por petición de los propios vecinos de los distintos barrios de la comuna, entendiendo que las personas en situación de calle acumulan una gran cantidad de enseres que se asocian a una serie de incivilidades. En ningún caso se los despoja de artículos personales. Una vez que realizan estos operativos, se les invita a integrarse a los programas de apoyo del municipio, pero son muy pocos quienes aceptan y la mayoría opta por seguir en su condición de calle- explica Soto. 

EXPLICACIONES

Gonzalo Durán, alcalde de Independencia, comparte la visión entregada desde la municipalidad de Santiago. Desde su oficina en el cuarto piso del edificio comunal, responde: “Es gente más resistente a la intervención del estado. Ellos también generan otras externalidades, que a veces requiere una reacción coercitiva. A veces existen grupos relacionados a delitos, microtráfico o consumo abusivo de drogas. También hay que tomar en cuenta las condiciones en que resuelven sus necesidades fisiológicas. Es muy complejo y genera tensión con los vecinos”. 

Independencia, a pesar de tener una alta población de personas en situación de calle y también de inmigrantes -otro factor que contribuye al aumento de esta población-, no tiene albergues. Eso sí, trabaja en red con las comunas vecinas. “Recoleta tiene un par y obviamente están las de Santiago Centro. Lo que hacemos es generar mecanismos de derivación desde nuestra comuna a las otras con cierta rapidez, para integrarlos a los albergues más próximos”, dice el edil. Y sigue: “De estas personas se habla 15 días al año con suerte, los 15 días más fríos del año. Es una población muy invisibilizada. Se concentran en las zonas más céntricas. También donde hay una alta concentración de hospitales, y nosotros tenemos el mayor número de hospitales de la Región Metropolitana. También hay mayor cantidad alrededor de centros de abastecimiento, como la Vega Central”. 

Respecto de las denuncias sobre desalojos sorpresivos y violentos, Durán comenta: “No he visto los videos donde se los desaloja, pero igualmente no puede existir vulneración de derechos. Si ya están en una situación de vulnerabilidad, no es bueno seguir aumentando esa vulnerabilidad”.

Desde Carabineros responden sobre el tema. Consultados sobre las críticas de las personas en situación de calle respecto de que los desalojan sin razones aparentes,  el coronel Jorge Espinoza, jefe del Departamento de Integración Comunitaria, señala: “A nivel nacional, existen ordenanzas municipales en las que se dispone el retiro de la vía pública de personas en situación de calle. Son estos estamentos quienes, para dar cumplimiento a sus normativas ejecutadas por el personal municipal, solicitan auxilio a Carabineros, donde el personal está obligado a prestar el señalado apoyo”. Y agrega: “El apoyo a estas personas, su traslado a servicios de atención de salud cuando son requeridos, la entrega de alimentos o de un simple café y sándwich, es una acción que muchas veces se ejecuta por propia iniciativa de Carabineros que realizan servicios en la vía pública”. 

EL MUNDO DE RECOLETA

Son las 8 de la mañana del viernes 15 de mayo, a nueve horas de que el Gran Santiago entre en su histórica cuarentena total. Paola (46), que vive junto a Javier (40), su pareja, duerme en un colchón antiguo debajo del puente Recoleta,  uno de los que conecta a esta comuna con Santiago Centro. Están allí hace cinco años. 

Paola, en Recoleta. Foto: Juan Pablo Arévalo.

Esta mañana, sin embargo, se despierta de golpe ante la presencia de dos motoristas. “Oye Javier, vienen unas motos”, le dice a su pareja, con quien lleva ocho años de relación. Son dos carabineros que llegan para avisarles que tomen sus cosas y abandonen el lugar. “Los eché, los traté mal, los insulté mucho”, reconoce Paola. “Ellos me dijeron que eran solo mandados y se fueron. Al cabo de pocos minutos, dieron el agua y tuvimos que salir con lo puesto. El agua se llevó todo”, dice, mientras acomoda a un costado de la vereda lo poco que pudo rescatar. El agua se llevó su colchón, casi toda su ropa, mascarillas y dejó inservible los pocos aparatos eléctricos que tenían. 

No es la primera vez que Paola y Javier tienen que correr con lo puesto y perder con todo lo que han logrado recolectar hasta ese momento. “Un par de veces al año, los de la municipalidad dan el agua del río y se lleva todo. A veces la dan un poco para asustarnos, pero siempre estamos con el miedo de que venga toda esa agua. Es como un río correntoso. Si te agarra, te lleva. Una vez me dio la corriente porque dieron el agua y toqué un cable”, dice ella. Este día tendrá que caminar junto a Javier y sus dos perros hasta el Parque Forestal, instalar su carpa y dormir allí. Desde mañana tendrán que empezar todo de nuevo.

¿Ha venido alguien a hablarte del coronavirus, qué es, qué hacer?

-De la municipalidad no he recibido ni una frazada. Carabineros tampoco ha hecho nada por nosotros. Ni siquiera he podido cobrar mis bonos, porque no sé quién dice que no pertenecemos a la calle. Llevo cinco años en situación de calle y ni un paquete de fideos me han dado. Lo único que han hecho es venirnos a desalojar. Hemos tenido que comprar mascarillas, alcohol gel y todo para mantenernos a salvo. A mí me da miedo el coronavirus, yo me lo he tomado en serio, pero no hemos recibido ayuda ni apoyo de nadie- dice Paola.

Varias personas se instalan bajo el puente Recoleta. Foto: Juan Pablo Arévalo.

La pareja trabaja estacionando autos en Ismael Valdés Vergara, en Santiago Centro, y reconocen que es gracias a la ayuda de los vecinos del sector que han podido comer y abrigarse estos últimos meses. “Piensan que uno es delincuente, pero no -sostiene Paola-. Yo no tengo antecedentes, ninguno. Mi pololo me conoce hace ocho años y hace ocho años que no va preso, lo saqué de las pistas. Si pudiera pedir algo en este momento sería un trabajo y un techo, nada más”. 

¿Les han dado opciones de albergue?

-Nunca, ninguna opción de albergue u otro techo. Si hubieran venido a decirnos que nos teníamos que salir de allí y nos dieran una opción, estaría bien, pero llegan sin soluciones, sólo dan el agua para que arranquemos. Nos prometen que nos van a dar protección, pero nos olvidan de inmediato. Nos iban a ayudar mensualmente con útiles de aseo, que nunca hicieron; con mercadería que nunca llegó. Si prometen algo, que lo cumplan. Ellos se llenan los bolsillos con la gente y a nosotros nadie viene a darnos una solución.

Durante la primera cuarentena, que incluyó a comunas como Santiago Centro, Providencia e Independencia, entre otras, se produjo un desplazamiento masivo de personas en situación de calle a la comuna de Recoleta. “Fue una situación que nos complicó bastante. Hoy tenemos habilitado un albergue municipal con capacidad para 60 personas que funciona todos los días, y otro que está próximo a abrirse con capacidad para otras 60 personas”, dice Fares Jadue, a cargo de la Dirección de Desarrollo Comunitario del municipio. En cuanto a si ha tenido información sobre alguno de ellos contagiados, Jadue dice que le llegó la información de que una persona en situación de calle ha dado positivo. “Tenemos un acercamiento con ellos, siempre con una oferta de brindarles ciertas ayudas, para incorporarlos en los programas que tenemos. El problema es que son personas que han cronificado su condición y no están dispuestos a irse a lugares donde deben acogerse a reglas”. 

Javier y Paola, en Recoleta. Foto: Juan Pablo Arévalo.

¿Ha sabido de situaciones donde llega Carabineros a botarles las cosas sin pretexto?

-No tengo información de que existan esas situaciones en nuestra comuna. Lo que sí puedo dar cuenta es que a veces existen incivilidades y los vecinos lo denuncian permanentemente. Hay una esquina en particular de la comuna donde se juntan unas 20 personas, hacen fogatas, tienen sexo en la calle, arman tremendas fiestas hasta altas horas de la noche. Cuando eso ocurre, obviamente se hace la denuncia a Carabineros. Ellos además acumulan mucha basura. En esos casos, se va al lugar, se levanta el basural, se hace que saquen todos los documentos y cosas importantes y el resto se va a un camión y se desecha. Y eso, claro, se hace con acompañamiento de la policía. 

“LA LIBERTAD NO TIENE PRECIO”

El termómetro marca 8 grados a las dos de la tarde en la comuna de Independencia. Juan Eduardo (50) está sentado en la vereda de Avenida La Paz, a pocos metros de la Vega Central, casi al llegar a la esquina de Dávila Baeza. Lo acompaña su carro donde junta frazadas, comida y algo de ropa. Cuenta que su papá murió hace dos días, en Colina, con más de 90 años. Está triste, pero siente alivio que no haya muerto por el coronavirus. “Fue muerte natural, menos mal”.

Juan Eduardo estuvo dos veces preso; la última, cuatro años por robo con intimidación. Cuando salió, trabajó como guardia en una construcción, en Colina, hasta que un robo en las bodegas de la empresa hizo que despidieran a todos los que no estaban contratados. Asegura que él no tuvo nada que ver. Sin trabajo, empezó a dormir en bombas de bencina, donde asegura que, tras la pandemia, Carabineros llegó algunas veces a regalarle un par de cafés, un sándwich y tomarle la temperatura. “No puedo decir que todos los pacos sean iguales. Hay pacos buena gente”, dice. 

Juan Eduardo, en Independencia. Foto: Juan Pablo Arévalo.

Una noche muy fría humedeció sus frazadas, por lo que Juan Eduardo tuvo que hacer un fuego para secarlas; igual que su colchón. Dice que ahora duerme sobre dos cartones sobre la tierra. Mientras habla, un hombre orina en el lugar que Juan Eduardo puso su almohada. Él no se da cuenta y sigue conversando: dice que no está “ni ahí” con el coronavirus, pero que se cuida, que usa mascarilla y se lava con alcohol gel. La última palabra, aclara, la tiene Dios. “Si me voy a contagiar algo es porque Dios quiere que pase eso. Uno no puede ir contra lo que está establecido. La gente está muy traumada. Yo fumo cigarros y repente uno tose o estornuda y la gente te mira y dice ‘coronavirus’”. 

Aclara que no le gustan los albergues, aunque si el tiempo empeora tendrá que ir. “¿Te has dado una vuelta por Recoleta? Hay mucha gente viviendo en la calle, en carpas, yo creo que los albergues no dan abasto. Además, no hay mucha higiene. Uno anda en la calle, pero igual siempre preocupado de su persona. Hay gente allá que se despreocupan de ellos mismo. Los baños, por ejemplo, no son dignos para una persona”. Juan Eduardo almuerza en una olla común de su comuna y siempre lleva verduras y frutas que le dan en la Vega. Lo conocen y siempre lo ayudan con lo que pueden. “Dicen que después de Dios está la Vega, siempre va a haber algo para comer”. Según él, las autoridades tampoco hacen mucho por ellos,; dice que ha sabido de personas a las que se le han botado sus casas. 

¿Te hubieras sentido más protegido en la cárcel?

-Quizás, pero por muy cómodo que estés, aunque te den comidas, abrigo, la cárcel no tiene nada que ver con la calle. Vivir en la calle no es tan penca como la gente piensa. Soy libre. Te expones a peligros, pero uno sabe manejarse, uno aprende. Lo único malo es el frío, pero no es tan complicado. La libertad no tiene precio.


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