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Opinión

3 de Junio de 2020

Columna de Benjamín Galemiri: Mi romance con Jeanette

Crédito: Marcelo Calquín

Fui a la Hostería Vicuña, porque quería conocer a Jeanette; esa bella adolescente celestial que cantaba “Por Qué Te Vas”. Llegamos con un día y lo primero que veo es a ella en un impactante bikini tomando sol al borde la piscina. Casi no se movía, estaba absolutamente concentrada en su bronceado.

Benjamín Galemiri
Benjamín Galemiri
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Durante los años 70, en plena dictadura militar-civil,  en mi época de estudiante del Lycee de l´Aliance Française, yo tenía un buen amigo que se me acercó sonriente y me propuso lo siguiente: “¿Quieres venir a la Hostería Vicuña por una semana con todo pagado? Recuerda que mi padre es el administrador?”. “No me interesa mucho” le dije un  poco mal genio. “Esto te va a gustar, nuestra estancia coincide con el Festival de la Canción de Vicuña, habrán varios famosillos, pero en especial estará una cantante hispano-inglesa que tu adoras”. “¿Quién?”, pregunté un poco exaltado. “Jeanette”. “Jeanette, la cantante de ‘Por Qué te Vas’”. “Ella misma. Mira la oportunidad que te pongo en tus narices”.

Sí, era una oportunidad avasalladora. Jeanette era una bella adolescente celestial, cantaba con un tono acariciador y tierno y era, claro está, la intérprete del éxito del compositor español Manuel Alejandro, “Por Qué Te Vas”. Y tiene que quedar muy en claro que es una afirmación, no una pregunta.

Esta súper jovencita de pelo castaño y ojos muy azules, tenía cautivado a todo el planeta, especialmente gracias a la increíble intuición del gran cineasta español Carlos Saura: la canción llevaba un par de años sonando en las radios, con un discreto éxito, hasta que Saura tuvo la osadía de comprar los derechos para incluirla en su espléndida película “Cría Cuervos”. Lo genial de Saura es que no la puso como música incidental, sino que le dio todo un sentido cinematográfico, porque se ve a la estupenda y talentosa protagonista del filme, la adolescente Ana Torrent, sacar el disco vinilo de su funda, encender el tocadiscos o tornamesa, como ustedes quieran, y y la usanza de aquella época poner el surco que corresponde: la canción “Por Qué Te Vas”, interpretada con un dejo de dolor, de pena, de ternura y de rabia por una Jeanette con una canción hecha a su medida.

Cuando salió la película “Cría Cuervos”, la mayoría del público estaba enamorado de la canción más que de la película, y sonaba por toda España y poco a poco por toda Europa y Latinoamérica. Es un caso especial que una canción reviva gracias a su participación cinematográfica en una película,  y por cierto todos estábamos enamorados de la adorable Jeanette, que grabó otros éxitos, como “Soy Rebelde”, pero que nunca estuvieron a la altura de la arrolladora “Por Qué Te Vas”. 

Claro que fui a la Hostería Vicuña, quería conocer a Jeanette. Llegamos con un día, como dicen los franceses, “a plein soleil” (a pleno sol), y lo primero que veo es a Jeanette en un impactante bikini tomando sol al borde la piscina. Qué joven tan seductora, tan suave, y al mismo tiempo con un cuerpo de tigresa. Casi no se movía, estaba absolutamente concentrada en su bronceado. 

En ese momento estaban algunos famosillos revoloteando por la hostería, ya que se iba a celebrar el Festival de la Canción de Vicuña. Alcancé a distinguir al muy simpático César Antonio Santis, que iba a animar el Festival, que se comportaba como un caballero y que, además de saludar a Jeanette con dos besos europeos, siguió su camino y se lanzó de piquero al agua. También estaba Wildo, que por cierto no dejaba de rondar a Jeanette; y ella, se veía una chica muy desenvuelta, muy simpática; le devolvía algunas preguntas a Wildo, pero nadas más. Un tiempo después me enteré de que en la hostería había una apuesta secreta de que César Antonio Santis se iba a quedar con la bella Jeanette. Era muy injusto, Santis, guapo y muy simpático, además una estrella televisiva chilena, se llevaba todas las de ganar, pero la verdad es que no vi ningún ademán de Santis por intentar conquistarla. Parecía ser, por lo que me contó mi amigo, que Santis, había ido a animar el Festival con una hermosura chilena, así que me quedé más tranquilo.

Después de dejar mis cosas en mi habitación, fui al encuentro de Jeanette. Ella estaba dando la hermosa espalda bronceada, con  su atractiva melena, y sus piernas y curvas muy sexys.

“¿Tienes un cigarro, chaval?”, me dijo en un momento. Y yo que no fumaba tuve que decirle: “No fumo. Pero iré a buscarte uno”. “Eres un sol, querido”, me dijo. Mi amigo me consiguió una cajetilla y encendedor.

Corrí al encuentro de Jeanette que seguía muy tranquila tomando sol. Le pasé un cigarro, se lo encendí y le dejé la cajetilla a su lado.

Fumaba como si fuera la mismísima Brigitte Bardot, con un deseo interno muy ardiente que sólo conseguía combustionar mis hormonas. “¿Qué haces, chaval?”, me preguntó con dulzura aunque también con un poco de ironía. A mí por supuesto me dio mucha vergüenza tener que decirle que era un alumno de secundaria; ¿cómo iba ella a interesarse en un adolescente con potencial de joven como yo?

“Pero ¿qué te gusta en la vida?”, me preguntó con intensidad de diva, pero amable. “Yo escribo y hago películas”, le respondí, rozando un poco la mentira, puesto que sí escribía, pero mis películas eran de amateur.

“¿Me puedes leer algo de lo tuyo?”. Siempre andaba con una croquera; con mucho nerviosismo abrí una página y le leí un poema erótico de alto octanaje. Pensé que se iba a enojar, pero, muy al contrario, quedó fascinada. En mis poemas había mucho sexo suave pero también duro, pero a esta jovencita nada le escandalizaba; era como buena inglesa mucho más avanzada que todas las chicas chilenas que me había tocado amar alguna vez. Claro que recordé a las parisinas del Lycee Alliance Française que tuve la suerte de poseer, y eran adelantadas como Jeanette. “¿Quieres que te cante ‘Por Que te Vas’?”, me preguntó traviesa. Mi corazón parecía que iba a estallar, mientras la escuchaba a capela cantar su éxito mundial. Y sí, sin  ningún instrumento, sólo con su garra y carisma. Escucharla cantar ese mega éxito era para enamorarse más aun de ella y, sobre todo, desearla.

“Tampoco te vayas a desmayar, Benjamín; la canto a menudo a otros muchachos como tú”, dijo.

Esta noche era su presentación como figura principal del Festival. Yo me preguntaba cómo era posible que una estrella mundial estuviese cantando en un festivalito chileno.

“¿Y cuándo me vas a mostrar tus peliculitas, como dices tú?”, me volvió a interrogar con mucho magnetismo.

“Tendrías que ir a mi habitación, allí tengo la proyectora”, dije.

“Pues Benjamín, vamos. Siempre me ha gustado la actuación. Podríamos hacer una película juntos”. Dio un brinco sexy y se puso de pie. “Okey Benjamín, ¿vamos?”.

“¿Quieres que te cante ‘Por Que te Vas’?”, me preguntó traviesa. Mi corazón parecía que iba a estallar, mientras la escuchaba a capela cantar su éxito mundial.

Yo tiritaba al verla majestuosa y tan deseable, y le respondí tratando de hacerme el recio: “Vamos”.

Le proyecté en mi habitación una de mis películas más premiadas y más decentes. Ella mientras miraba mis filmes, jugaba con sus largas y hermosas piernas. Esperaba que no se diera cuenta de que tenía una erección del porte de un camión. Pero claro que se dio cuenta: “¿Ya estás excitado, Benjamín?”.

“Ven para acá”, me dijo. Y me beso en los labios con mucha lengua a la francesa. Después vino el revolcón; hacía mucho tiempo que no tenía tanto deseo sexual y era nada menos que Jeanette, la cantante de “Por Qué Te Vas”, quien me lo proporcionaba.

Ella por supuesto llevaba la delantera en todo, y practicó varias posiciones conmigo; pero también fue muy dulce y muy tierna. Era una verdadera estrella de la canción, pero más que nada del sexo.

“Espero que no estés casada, no me gustaría que engañemos a tu posible marido”,  dije. A ella esa frase le dio mucha risa, y dejándome en la duda de si era o no casada o tenía prometido, volvió a la carga sexual conmigo.

Me ofreció ser su acompañante durante el Festival de Música de Vicuña, y lo fui. Aproveché de filmar todo.

Arriba del escenario, y yo tras bastidores,  la seguía filmando. Su presentación musical fue atronadora, embrujó a todo el público; y, claro, el animador César Antonio Santis la llenó de halagos. 

Mientras tanto mi amigo reía. “Estaba seguro de que ibas a lograrlo. Yo también encontré a alguien”. Mi amigo era gay, incluso una vez intentó besarme, pero yo en lugar de enojarme, me reí; y él se dio cuenta de que mi objetivo de vida eran las mujeres. A pesar de ese impasse, seguimos siendo muy amigos. Le presenté mi amigo Emilio a Jeanette, ella fue grata, como siempre era, y conquistadora. Le daba lo  mismo si fuera gay o heterosexual, a ella le gustaba conquistar, incluso a mujeres. 

Le daba lo  mismo si fuera gay o heterosexual, a ella le gustaba conquistar, incluso a mujeres. 

Muy de noche, yo me quedé con Jeanette en su habitación, y le leí otros poemas que había escrito durante esta estadía. Se abalanzó sobre mí, e hicimos otra vez el amor; más salvaje que una pantera. 

Cuando llego el momento de la despedida, la acompañé al aeropuerto y me hizo entonces mucho más sentido su canción “Por Qué Te Vas”, que me la susurró al oído antes en entrar a Policía Internacional.

Nunca más volví a ver a Jeanette, pero siempre me acompaña su inmensa personalidad, su voz de niña-mujer, su cuerpo perfecto y esa, esa, esa, risa atronadora, perfecta. 

La he visto hoy dando entrevistas ya como una mujer madura, y sigue siendo esa chica traviesa de siempre. Cada vez que la veo, me recuerdo que hablamos de hacer una película. Todavía es tiempo, pienso, pero también no quiero romper la magia de ese verano de los 70 en que tuvimos ese amor relámpago y furioso, inolvidable, y la busco en internet cantar “Por Qué Te Vas”, canción eterna, imborrable, casi felina.

*Benjamín Galemiri es dramaturgo.

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