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Entrevistas

4 de Junio de 2020

Dante Contreras, economista: “No veo a la elite tomando la temperatura de lo que está ocurriendo”

“Somos un país sumamente frágil”, señala este economista que ha venido alertando sobre el peso de la desigualdad en Chile. A su juicio, la pandemia más lo que dejó el estallido social exigen medidas de largo plazo y no sólo respuestas de emergencia. Su temor es que los problemas de fondo queden en el armario y puedan explotar nuevamente.

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No es ahora que la palabra crisis social se ha puesto en primera plana que el economista y profesor de la Universidad de Chile, Dante Contreras, le ha tomado al pulso a la desigualdad social y al débil equilibrio que con que vive una fracción importante de chilenos. No.

El subdirector del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) viene levantando tarjeta amarilla hace por lo menos dos décadas y diciendo que hay sectores de la población que no estaban teniendo lugar en el vagón de la modernidad.

Él mismo es hijo de la meritocracia. Su biografía está marcada por el esfuerzo. Sabe, al igual que muchos chilenos, que la cancha no es pareja. Por eso, su advertencia ha sido que los países que tienen mucha desigualdad y poca movilidad social terminan generando un situación social inestable. 

Hoy, cuando la crisis sanitaria trae consigo una crisis social y económica de marca mayor, Dante Contreras señala que la urgencia económica no puede anular los problemas estructurales que tiene el país. Él lo explica así: “El estallido social más la crisis de la pandemia nos muestra la imagen de un país súper frágil. Hay una fracción muy importante de la población que vive en condiciones muy precarias, con altísima vulnerabilidad y eso requiere un sistema de protección social más robusto que el que tenemos. Todo el discurso de igualdad de oportunidades que tiene este país, es un discurso vacío si no hacemos un cambio real”.

Hay varias crisis corriendo juntas. ¿Qué es lo que más te preocupa hoy?

-…El largo plazo. Eso es lo que más me preocupa. La pandemia necesita ser enfrentada con políticas de corto plazo, pero lo que mostró el estallido social requiere de políticas de largo plazo. El problema es que están pegadas en el tiempo y el shock económico de estas dos crisis sumadas es enorme. Pero el tema es que no podemos esquivar los problemas estructurales que siguen pendientes. 

¿Temes que se levante un segundo estallido?

-Es difícil saberlo. Pero si nos ponemos en el escenario más benigno -que se congelen las demandas sociales-, el problema de la desigualdad sólo va a quedar postergado, pero no resuelto. Va a estar ahí, latente. Entonces, tan urgente como dar soluciones ahora, es ir pensando ¿qué país queremos?, ¿cuál es el norte? Esa discusión quedó pendiente con el estallido. No nos volvamos a sorprender después…

“Si nos ponemos en el escenario más benigno -que se congelen las demandas sociales-, el problema de la desigualdad sólo va a quedar postergado, pero no resuelto. Va a estar ahí, latente. Entonces, tan urgente como dar soluciones ahora, es ir pensando ¿qué país queremos?, ¿cuál es el norte?”

¿No nos volvamos a sorprender si se reactiva la calle? 

-A mí me llamo la atención la reacción de sorpresa de algunos. Vimos a una elite muy sorprendida en octubre, pero la verdad es que sólo ellos lo estaban. Mucha gente de las ciencias sociales entendíamos perfectamente lo que estaba ocurriendo. Lo veníamos diciendo hace rato. Por eso me preocupa que hoy no veamos más allá y nos quedemos en soluciones inmediatas. Aquí hay temas muy profundos que debemos atender.

¿Cuáles?

-Los niveles de desigualdad que tiene este país no son razonables. Hay que hacer reformas significativas. Tanto el estallido social como la pandemia nos muestran nítidamente que somos un país sumamente frágil.

¿Qué nos pasó? Éramos de los mejores de América Latina, del club de la OCDE y ahora ronda el fantasma de la pobreza y el hambre…

-Yo creo que la foto que teníamos del país y de nosotros mismos estaba distorsionada. En un país realmente robusto, no empiezan a surgir ollas comunes después de algunas semanas de cuarentena. Es sospechoso del nivel de vida que creíamos tener.

“La foto que teníamos del país y de nosotros mismos estaba distorsionada. En un país realmente robusto, no empiezan a surgir ollas comunes después de algunas semanas de cuarentena. Es sospechoso del nivel de vida que creíamos tener”

¿Vivíamos en una mentira?

-El progreso económico que experimentó Chile durante muchos años es real. Los niveles de bienestar de la población mejoraron. Eso es objetivo. Pero ese nivel de crecimiento y el  incremento del bienestar no ha sido certero para una fracción importante de la población. O sea, mientras estemos pedaleando arriba de la bicicleta, funciona. Pero dejamos de pedalear un ratito y nos caemos. Tenemos poca inercia. 

¿Y qué determina esa inercia?

-La inercia se construye con una clase media sólida, con un sistema de protección social relevante, con un buen sistema de salud y educación. También donde la palabra movilidad social no sea una linda excusa, sino real. Donde la igualdad de oportunidades sea de verdad y no una fantasía. Donde la meritocracia sea efectiva y no una palabra dominguera. Esos conceptos hay que asentarlos de verdad en el país. Mientras eso no ocurra, el país va seguir en esta condición de fragilidad.

UNA NUEVA POBREZA

¿No quisimos ver esa fragilidad o no era tan fácil de leer? 

-Todo estaba a la vista. En el 2017 el informe del PNUD habló sobre la desigualdad. En ese año, la pobreza multidimensional era de un 20% de la población. Los informes sobre la concentración de la riqueza también lo mostraban. La desconfianza en las autoridades, la deslegitimación de la política, la inequidad en la educación. Todo estaba ahí. Esa es la foto distorsionada que veíamos todos, particularmente la elite. Era más cómodo ver la imagen del éxito.

¿Y no lo era?

-Sí, pero era un éxito relativo. Somos un país menos rico de lo que pensábamos. Y ahora con el estallido social y la pandemia, veremos como se van a incrementar los niveles de pobreza y de fragilidad económica. Probablemente, eso va generar una serie de conflictos y de demandas sociales. 

Es verdad que se venía hablando de la desigualdad hace años, pero la palabra “hambre” no estaba en escena…

-Pero es cosa de ver los datos. El año pasado, el ingreso promedio de los trabajadores en Chile era 450 mil pesos. Basta con que una persona pierda el empleo para que su situación empeore de forma dramática. Hay un porcentaje muy grande de la población que gana poco y cualquier shock económico, de salud, un accidente, lo hace caer rápidamente a la pobreza. Entonces, ¿iba a faltar comida en la mesa? Sí, en algún momento eso iba a llegar. A mí no me sorprende. Y  tampoco me sorprende que la situación se vaya a agravar. 

“Hay un porcentaje muy grande de la población que gana poco y cualquier shock económico, de salud, un accidente, lo hace caer rápidamente a la pobreza. Entonces, ¿iba a faltar comida en la mesa? Sí, en algún momento eso iba a llegar. A mí no me sorprende. Y tampoco me sorprende que la situación se vaya a agravar” 

Eso dicen varios economistas, que aún no llega lo peor…

-Es lamentable decirlo, pero es cierto. Estamos con un desempleo del  15% y con el producto interno bruto cayendo. La recuperación va a ser lenta. Se vienen meses difíciles. Tenemos que saber que vamos a pasar un invierno duro. A esta crisis se va a sumar a una aceleración de los procesos de automatización. Por lo tanto, tendremos un escenario en que las personas que perdieron el empleo durante este periodo, les va a costar mucho más tiempo recuperarlo y cuando lo hagan será con menor salario y mayor inestabilidad. Ese es un escenario que hay que anticipar.

¿Se viene una nueva pobreza o es algo parecido a lo que vivió el país en los años 80?

-Diría que es una pobreza nueva y bien distinta. Durante estos años los hogares experimentaron una mejor condición de vida. Las clases medias, aún cuando son vulnerables, tuvieron acceso a activos, a recursos. Eso es muy distinto a lo que había en los 80.

Pero también es una clase media más endeudada…

-Exactamente. Ese es un factor muy relevante. Porque mucho del nivel de vida que las personas tienen ahora son explicados por los niveles de deuda que tienen. Y, además, hay un tema con las expectativas. Las aspiraciones que tenían las personas en los años 80, son muy distintas a las que se tiene ahora. Todo eso configura un nuevo escenario de pobreza.

¿Y eso configura mayor frustración? Me refiero a los sectores medios que sienten que pueden perder lo que habían logrado 

– Lo que uno debiera esperar con esta crisis es que tanto la extrema pobreza, la pobreza y la pobreza multidimensional vayan al alza y con una recuperación bastante más lenta en lo económico. Y en una dimensión más subjetiva, puede venir una reacción más radical. La irritabilidad de la gente, la tolerancia, la confianza, pueden estar más exacerbados. 

LA DESCONEXION 

Hablas de una disociación entre la elite y la ciudadanía. Después de todo lo que ha pasado, ¿ves una mayor comprensión del país que habitamos?

Mi percepción es que eso no ha ocurrido. Hay un desconocimiento importante de la elite -que es la que finalmente toma las decisiones- respecto a cómo vive y cómo se desenvuelve cotidianamente el resto de la población. Los llamados a comprar flores, a levantarse más temprano, desconocen que la gente se levanta muy temprano, desconoce sus esfuerzos y desconocen que a pesar de trabajar toda la vida, van a tener una pensión precaria. Todo ese tipo de mansajes muestran a una elite que desconectada del resto de la población. Eso hace que la situación sea muy compleja. 

¿Por qué? ¿Por un asunto de legitimidad?

-Porque la gente perdió la confianza en la elite. La legitimidad de la política y la confianza en sus autoridades -que son las que toman las decisiones-, están en el suelo. Y el problema es que esa desconexión es muy compleja para gestionar un país, para conducirlo. Tú necesitas una elite que esté con los pies en la tierra, que tenga experiencia del diario vivir de las personas. Si eso no ocurre, las soluciones que se generen, serán soluciones de pizarrón, con poca aplicabilidad a lo que viven las personas cotidianamente.

“Tú necesitas una elite que esté con los pies en la tierra, que tenga experiencia del diario vivir de las personas. Si eso no ocurre, las soluciones que se generen, serán soluciones de pizarrón, con poca aplicabilidad a lo que viven las personas cotidianamente”

Has dicho que estamos sentados en bomba de tiempo. ¿A qué te refieres? ¿Al alza de la pobreza o a un ánimo ciudadano que podría explotar?

-Me refiero a que estamos en una situación  critica, en que hay que moverse con mucho cuidado. En los próximos meses, mucha gente va a ver disminuido su nivel de bienestar de forma importante. La pregunta es cómo tú blindas a esa gente hoy, pero al mismo tiempo cómo vas pensando en el país que nos mostró el estallido social. Todo esto se da en un contexto donde hay una desconfianza instalada entre una elite y el resto de la población.

¿Es un momento complejo de administrar?

-Sí, tenemos un cóctel súper difícil de gestionar. Porque el cómo lo hagas va a definir qué país va a salir de esta especie de  juguera social: ¿un Chile más robusto o más debilitado? A eso me refería con que estamos en una situación muy delicada. Los movimientos que tenemos que hacer como sociedad tienen que ser realizados con inteligencia, prudencia y con altura de miras. 

¿Y ves al gobierno, a la clase política, entendiendo lo delicado de la situación para no caernos de la cornisa?

-Te diría que al ministro Ignacio Briones y a Gonzalo Blumel los veo entendiendo que estamos en la cornisa desde octubre pasado. Pero en el mundo político, no sé si existe conciencia de lo que estoy diciendo. No veo a la clase política, no veo a la elite en tomando la temperatura adecuada de lo que está ocurriendo. 

“Te diría que al ministro Ignacio Briones y a Gonzalo Blumel los veo entendiendo que estamos en la cornisa desde octubre pasado. Pero en el mundo político, no sé si existe conciencia de lo que estoy diciendo. No veo a la clase política, no veo a la elite en tomando la temperatura adecuada de lo que está ocurriendo”

Pero el llamado del Presidente a un acuerdo social para enfrentar esta doble crisis, ¿va en la línea con lo que dices?

-Me parece que el llamado que hace el Presidente va en la dirección correcta. Pero cuando ves que en la mesa de ese acuerdo social no están las ONG, personas de la sociedad civil, siento que faltan voces. Faltan mentes más reflexivas que puedan aportar experiencia; te hablo de personas que sepan y entiendan qué ocurre en los hogares en Chile.

Más calle, como se dice.

-Claro.

Al gobierno lo acusan de eso, pero ¿cuál debiera ser el rol de la izquierda? ¿Tienen calle?

-Eso también es parte del problema. Hay una ausencia de voces de las bases sociales en la discusión más general. Necesitamos gente que sintonice bien y ponga una frecuencia común.

En el estallido social apareció una grieta, una polarización en la sociedad. ¿Están los tiempos para que se generen esos vínculos?

-Es que la pregunta es si queremos vivir con esa grieta para siempre o no. Aquí es urgente la restauración de la confianza y del diálogo; se requiere que gente de derecha pase a la izquierda y viceversa, y entendamos qué es lo que está pensando el otro y se pueda sostener una conversación honesta. Quizá necesitamos otros actores que hagan ese trabajo. 

¿Quiénes se te ocurren?

-Es poca la gente que podría tener esa versatilidad de cruzar los puentes de un lado para otro. Pero

hay gente que tiene legitimidad, capacidad de escucha. Pienso en Felipe Berríos, Rodrigo Jordán, Andrea Repetto, Benito Baranda. Me refiero a personas que puedan facilitar un diálogo y que tengan ancla en la realidad.  

“Es poca la gente que podría tener esa versatilidad de cruzar los puentes de un lado para otro. Pero hay gente que tiene legitimidad, capacidad de escucha. Pienso en Felipe Berríos, Rodrigo Jordán, Andrea Repetto, Benito Baranda”

¿Estamos caminando sobre hielo delgado, como ha dicho Angela Merkel?

-…Estamos transitando por una cornisa y con bastante fragilidad. Aquí es donde se requiere temple, saber hacia dónde vamos, reconstruir confianzas. Ahora, si queremos seguir haciendo lo mismo, bueno sigamos. Pero mi diagnóstico es que eso no será sostenible en el tiempo.

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