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5 de Junio de 2020

Chupete, te quiero ver

Agencia Uno

Hace diez años, Humberto Suazo jugó lesionado el Mundial de Sudáfrica, torneo al que Chile había clasificado tras una brillante ruta eliminatoria donde el delantero fue el goleador del continente. Una década más tarde, sigue jugando, en una división menor, sólo por el gusto de meter goles en el arco contrario. Este es un repaso de la biografía del hombre que vino del Planeta Gol.

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En San Antonio dicen que Pedro Suazo era un crack del fútbol. Goleador, veloz, hábil, encarador. Un artillero de fuste. La leyenda de “El Peyo”, como era conocido por sus familiares y amigos, se extendía por toda la zona. Por eso cuando llevó a su hijo Humberto a jugar al Torino, el equipo del barrio, el entrenador de la escuadra, Marcial Jeria, lo recibió gustoso. “Si es la mitad de bueno que el papá, sería tremendo”.

Años después ese niño se convertiría en uno de los máximos goleadores chilenos, sudamericanos y mundiales. En el año 2006, ningún futbolista en el planeta hizo más goles que Humberto Suazo Pontivo. Con traje solemne y una sonrisa tímida, recibió un trofeo dorado en la ceremonia de la FIFA que lo reconocía como goleador mundial. 

En el 2006 ya no era el niño silencioso que llegó a la cancha de la mano de su padre. Era un futbolista consolidado. Había pasado por la Universidad Católica, Ñublense, San Antonio Unido, San Luis, Audax Italiano, hasta consolidarse en Colo Colo, en una edad donde varios de sus colegas ya estaban jugando en Europa. A Suazo el éxito le llegó más tarde. Pero le llegó con ribetes legendarios. Después de meter goles en Colo Colo sería traspasado al Monterrey de México donde lo ganó todo. La estadística dice es el máximo anotador en la historia de los Rayados, un récord todavía vigente.

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Era la segunda fecha eliminatoria para clasificar al Mundial de Sudáfrica. La revolución futbolística que pretendía plasmar en cancha Marcelo Bielsa no había comenzado bien. Chile había perdido en el debut contra Argentina en Buenos Aires. La generación dorada aún no era la generación dorada. 

Ese 17 de octubre del 2007 en el Nacional, el equipo necesitaba sumar tres puntos. El primer gol de la tarde fue de Humberto Suazo, con un cabezazo al primer palo del arquero tras un tiro de esquina servido por Matías Fernández. Pese a que el testazo no era su recurso predilecto, en ese camino al Mundial del 2010 el Chupete anotó varios goles de cabeza. Este sería solo el primero.

Aquella tarde Chile venció a Perú por 2-0.

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En 1995 la ANFP organizó un torneo escolar en las canchas de Quilín, esas que están a un costado de la sede del organismo. Cientos de niños disputaron ese torneo. Con 14 años, Humberto Suazo anotó muchos goles jugando por su club de San Antonio. Este tipo de campeonatos es terreno fértil para la presencia de veedores y busca-talentos. Uno de los más serios del medio era Jorge Alvial, de la Universidad Católica, quien recomendó enrolar al pequeño Suazo en las divisiones menores del cuadro cruzado. 

Pedro Suazo, El Peyo, no fue testigo de ninguno de los logros de su hijo. Falleció en 1999, marcando de esta forma la carrera de Humberto. 

Chupete cayó en un profundo estado depresivo. Pese a que ya brillaba en las divisiones cadetes de la Universidad Católica, no quiso jugar más. No quería entrar a una cancha si su padre no podía verlo. Los técnicos del club cruzado viajaban a San Antonio para convencerlo a jugar. A regañadientes aceptaba, hacía un par de goles y regresaba a su puerto. 

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Más de 36 grados de temperatura, con una humedad superior al 90%. El ambiente en Puerto La Cruz. Venezuela, era lo más parecido a un horno. Fue la primera victoria chilena como forastero en la ruta clasificatoria y Humberto Suazo fue la figura nacional, al anotar dos goles en el triunfo de 3-2. El primero fue el transitorio empate a uno, cambiando por gol un penal tras falta a Alexis Sánchez. El segundo fue uno de los más recordados por la afición. En el último minuto de partido, cuando Chile rescataba a duras penas una igualdad, sacó un derechazo cruzado que transformó ese partido en victoria y ese grito en leyenda.

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Pese a que nadie dudaba de sus notables condiciones futbolísticas, Humberto Suazo no se consolidaba en la Universidad Católica. Su carácter algo díscolo, distante, más el fallecimiento de su padre, lo mantenían absolutamente desmotivado, al borde de retirarse antes de debutar. Vivió un tiempo en la casona de San Carlos de Apoquindo, junto a otros jóvenes futbolistas de proyección, como Hugo Droguett, Juan José Ribera y los hermanos Iván y Cristián Álvarez. Tras un acto de indisciplina, en la UC decidieron enviarlo a préstamo a Ñublense de Chillán. Pensaron que lejos de la capital y de su natal San Antonio, podría tener más posibilidades de jugar y de madurar personalmente. En Los Diablos Rojos empezó bien, hizo un gol en su primer partido, pero sufrió una grave lesión que lo dejó siete meses sin jugar. Volvió a la Universidad Católica. El club decidió cederlo a préstamos a Magallanes, donde apenas jugó y no convirtió. No sabían qué hacer con él. Parecía que Suazo engrosaría la lista de promesas que jamás lograron consolidarse en el fútbol profesional. Se fue a jugar San Antonio, hasta que recaló en San Luis de Quillota de la Tercera División. Con el equipo “canario” consiguió el Ascenso a Primera B, convirtiendo 39 goles en un año. El Audax Italiano se fijó en él y logró sumarlo a sus filas. Antes de debutar con el equipo de colonia, fue convocado por Juvenal Olmos al preolímpico sub 23 jugado en Chile en el 2004. Olmos había sido su entrenador en las inferiores de la UC y conocía su potencial. Hasta hoy, es el único jugador chileno en ser convocado a una selección jugando en Tercera División. 

En Audax no desentonó. Hizo goles. Muchos. Cuando Claudio Borghi fue contratado por Colo Colo lo pidió como su primer refuerzo. Chupete comenzaría a convertirse en figura. 

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Muchos consideran que el mejor partido clasificatoria de la era Bielsa fue el 4-0 sobre Colombia, jugado en el estadio Nacional el 10 de septiembre del 2008. Humberto Suazo abrió el camino en esa jornada con un gol de su factura. Aprovechó una pelota flotando en el área, tras cesión de Matías Fernández que fue mal despejada por el fondo forastero, batiendo al golero con un remate cruzado. Sería el primero de una noche llena de sonrisas para la Roja. Sudáfrica no estaba tan lejos.

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Claudio Borghi era entrenador de Audax Italiano cuando enfrentaron en la pretemporada a San Luis de Quillota, por entonces equipo de la Tercera División. Uno de esos pleitos de preparación previos a los campeonatos de verdad. Antes del final del primer tiempo los audinos habían recibido dos goles en contra, anotados por un calvo delantero que se movía dentro del área con llamativa potencia. El Bichi preguntó quién era el 9 de los amarillos. “Suazo. Le dicen Chupete”, le contestó uno de sus asistentes. No era un nombre nuevo para el DT. Los entrenadores de las cadetes de la Universidad Católica se lo habían mencionados varias veces, pero el Bichi le había perdido la pista. Meses después Borghi dejó de ser técnico de Audax. Al tiempo Roberto Hernández se hizo cargo del primer equipo y le pidió referencias, precisamente a Borghi, sobre Humberto Suazo. El club quería hacerle una oferta. “Llévalo”, fue su inmediata respuesta. “El Gordo es un crack”, agregó. 

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Chile no ganaba por eliminatorias en Lima desde 1985, cuando un tiro libre de Jorge Aravena le dio la victoria por la mínima. Hasta el baile del 29 de marzo del 2009, cuando el once nacional se dio un festín en la cancha de Universitario. Con deslumbrante actuación de Alexis Sánchez, el tocopillano convirtió uno, le dio una asistencia a Matías Fernández y le cometieron la falta que Suazo cambió por gol, en un 3-1 a favor del equipo de Marcelo Bielsa que pudo ser aún más expresivo.

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Claudio Borghi fue uno de los técnicos más importantes en la carrera de Humberto Suazo. Con él consiguió su mejor rendimiento en Colo Colo. Tres títulos nacionales, el Cacique llegó a la final de la Copa Sudamericana y el Chupete se convirtió en el goleador del mundo en el 2006. La relación no era sólo la de un técnico con un jugador. El Bichi ha confesado su amistad y admiración por el delantero. “Es de las mejores personas que he dirigido. Si pudiera lo adoptaría”, señaló el entrenador. La lealtad es mutua y una de las pocas veces en que Suazo salió de su habitual calma fue para el episodio de indisciplina conocido como el Bautizazo. 

El Bichi era técnico de la selección y autorizó a varios miembros del plantel y el cuerpo técnico a asistir al bautizo del hijo de Jorge Valdivia. En su gran mayoría regresaron a la hora comprometida, menos el propio Valdivia junto a Arturo Vidal, Jean Beausejour, Gonzalo Jara y Carlos Carmona, quienes retornaron a la concentración de Juan Pinto Durán mucho más tarde y pasados de copas. Cuando fueron descubiertos se produjo una discusión entre varios futbolistas. Les recriminaron la falta de profesionalismo y el poco respeto al grupo y al entrenador. Uno de los más molestos era Humberto Suazo. Siempre tranquilo y retraído, Suazo casi se va a las manos con uno de los indisciplinados. La historia terminó mal para todos. Borghi sancionó a los cinco jugadores por su conducta. Meses después, el Bichi dejaría la banca de la Roja. Suazo sufriría una larga lesión y si bien la Roja logró clasificar al Mundial de Brasil 2014, no fue considerado por el técnico Jorge Sampaoli.

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El 6 de junio del 2009 Chile volvió a ganar en otro terreno donde habitualmente no sumaba victorias: el estadio Defensores del Chaco en Asunción, Paraguay. La Roja, que esa noche vistió íntegramente de blanco, consiguió un triunfo de 2-0. El primero de los goles fue un cabezazo de Humberto Suazo, quien le ganó en un brinco a un par de defensores y acertó un testazo al primer palo del arco custodiado por Justo Villar. Chile ya estaba en zona de clasificación directa al Mundial de Sudáfrica 2010.

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El 27 de febrero del 2010, un terremoto de magnitud 8.8 y posterior tsunami azotó buena parte de la zona central y sur de Chile. A miles de kilómetros de distancia, Humberto Suazo debía jugar por su flamante club, el Zaragoza, contra el Getafe. Uno de sus grandes anhelos del delantero fue jugar en Europa y lo había conseguido gracias al acuerdo entre el Monterrey y el cuadro Maño. Chupete se iba a préstamos al Real Zaragoza por seis meses a cambio de 600 mil dólares. Si el club español quería adquirir su carta al finalizar el campeonato, debía desembolsar 13 millones de euros. Humberto Suazo no convirtió en los primeros dos partidos, pero pronto llegó el bautismo en las redes. Y no se detuvo. Si bien su equipo peleaba los últimos lugares de la tabla, el chileno había empezado a destacar.

Esa tarde del 27 de febrero del 2010, sus compañeros estaban preocupados por su estado anímico. El técnico le ofreció no jugar si no estaba en condiciones para hacerlo. El calvo delantero desestimó la idea. Por el contrario, quería estar en cancha y dedicar su actuación a los miles de chilenos que sufrían por una nueva catástrofe natural. Humberto Suazo anotó ese día los dos goles con que su equipo vencía al Getafe. El primero, aprovechando un error de la defensa, eludiendo al arquero y definiendo de zurda. El segundo, un cabezazo con pique a tierra. En ambos tantos se levantó la tricota amarilla de su escuadra y exhibió una camiseta blanca en la que se podía leer un mensaje. “Fuerza Chile”, decía.

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Salvador de Bahía fue el escenario escogido por la selección brasileña para recibir a Chile el 8 de septiembre del 2009. El Scratch, como es habitual, arrancó con todo y rápidamente se puso en ventaja por dos goles de diferencia. El equipo de Bielsa parecía desorientado. Una falta dentro del área contra Alexis Sánchez es cambiada por gol por Humberto Suazo en el descuento chileno. A locos pocos minutos, el Niño Maravilla se fue expulsado. Con uno menos, perdiendo, con todo el público en contra, el equipo de Bielsa intenta el milagro. Y se acerca a conseguirlo cuando a los 52, el Chupete anota uno de sus goles más bellos jugando por la Selección. Una volea de zurda que dejó sin chances al arquero Julio César. El estadio enmudeció por algunos minutos. Se esperaba que con el empate 2-2, jugando con 10, de visita, ante Brasil, el equipo se replegaría. Pero ese recurso no está en la bitácora de Bielsa. Chile siguió atacando y con dos contragolpes los pentacampeones sacaron adelante un partido que se les complicó. El marcador final fue de 4-2. En la rueda de prensa el técnico ganador, Dunga, aseguró que “pese a que Chile perdió esta noche, estoy seguro que clasificarán al próximo Mundial”.

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El 18 de noviembre del 2007 Humberto Suazo no jugó bien contra Uruguay en el estadio Centenario, pero su imagen, su apodo y su nombre estarán relacionados para el hincha por lo ocurrido ese día. Antes de que el partido comenzará el preparador físico de la selección, Luis María Bonini, se instaló en el túnel y comenzó a arengar a los futbolistas que ingresaban al campo de juego. El principal escudero de Marcelo Bielsa era un tipo extrovertido, motivador. “Nos movemos todos, sino nos vamos”, decía Bonini mientras uno a uno los futbolistas entraban a la cancha. “Nos movemos todos, sino nos vamos”, repetía el argentino, con el tono de voz cada vez más alto. Hasta que Bonini ve a Suazo y lo alienta, en un discurso que se convirtió en viral, en un lema, en un verdadero grito de guerra que se repite hasta hoy como parte de la memoria colectiva nacional: 

“¡Te quiero ver Chupete y la concha de tu hermana. Te quiero ver, papá!”.

La escena fue captada por el documental Ojos Rojos, que siguió la ruta de la selección en las clasificatorias al Mundial de Sudáfrica 2010. Suazo respondió al discurso motivador con una sonrisa tímida, como siempre.

Esa tarde fue histórica para la Roja. Consiguió el único empate que ha logrado contra Uruguay como visita, Marcelo Salas anotó sus últimos dos goles por Chile y la frase de Bonini se hizo conocida desde ese día, para siempre. Todos se acuerdan del ¡Chupete te quiero ver, papá!. Casi nadie recuerda que Suazo esa tarde casi no la tocó. 

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Si Chile le ganaba a Colombia el 10 de octubre del 2009 en Medellín, obtenía pasajes anticipados al Mundial. El partido comenzó mal para la Roja pues tras un error de Waldo Ponce, los colombianos se pusieron en ventaja. Pero el equipo tuvo una remontada espectacular con el ingreso de Jorge Valdivia. El propio Ponce igualó el marcador y un minuto más tarde, Humberto Suazo anotaba de cabeza el transitorio 2-1 en favor de la Roja. El equipo de Marcelo Bielsa terminaría ganando por 4-2 y asegurando la clasificación una fecha antes del final. La generación dorada daba el primer gran paso hacia la galería de los inolvidables.

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El calendario indicaba que faltaban 53 días para el inicio del Mundial de Sudáfrica 2010. Las expectativas eran altísimas para Chile. Su clasificación había sido histórica. En la tabla eliminatoria el equipo de Marcelo Bielsa había terminado en el segundo lugar de la tabla de posiciones. Chile quedó en el Grupo H y se enfrentaría a Honduras, Suiza y España. Humberto Suazo no pensaba en nada de eso el 24 de abril del 2010. Su mente estaba enfocada en uno de esos partidos que todos los futbolistas quieren jugar. El Real Zaragoza se mediría como local ante el poderoso Real Madrid con Suazo como piloto de ataque. Era la fecha 34 y el cuadro merengue, dirigido por Manuel Pellegrini, peleaba punto a punto el liderato con el Barcelona. El Zaragoza necesitaba ganar para escapar de la zona de descenso. 

El partido era cerrado hasta el minuto 20. El delantero se mueve hacia el costado y encara a su defensor más cercano, nada menos que Sergio Ramos, el capitán del Madrid. Ambos van a disputar un balón y se produce un choque donde el chileno saca la peor parte. De inmediato se lleva su brazo derecho al hombro izquierdo, con evidentes muestras de dolor. A miles de kilómetros, Marcelo Bielsa ve el partido por televisión en su concentración de Juan Pinto Durán. Se levanta de su silla y lanza un improperio. Presiente lo peor. Sabe que Suazo no es un jugador que exagere. El chileno intenta seguir en el campo de juego pero no puede más. Solicita el cambio. Miles de chilenos vuelven a mirar el calendario para contar los días que restan para el debut mundialista. 53 días. 53 días para que el Chupete se recupere.

Las teorías conspirativas, esas tan atractivas como incomprobables, surgieron de inmediato: Ramos lesionó intencionalmente a Suazo porque sería su rival en el Mundial. 

El diagnóstico preciso llegó al día siguiente. Luxación por rotura parcial del ligamento glenohumeral. Las dudas persistían. Era poco probable que Humberto Suazo llegara al Mundial y sí lo conseguía, no estaría en sus mejores condiciones.

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El partido contra Ecuador, jugado en el estadio Monumental el 10 de octubre del 2009, fue una verdadera fiesta. Chile ya estaba clasificado al Mundial de Sudáfrica y los casi 40 mil espectadores que fueron a la cancha esa noche asistieron a una coronación, la de Humberto Suazo como máximo goleador de las clasificatorias. Un remate de Arturo Vidal es desviado por Rodrigo Millar y la pelota queda en tierra de nadie dentro del área. Suazo, antes que todos, conectó de derecha y anotó el único gol del partido. Ese fue su décimo gol en eliminatorias. Nadie hizo más goles. Ni Messi, ni Falcao, ni Forlán, ni Luis Fabiano, ni Salvador Cabañas. Ninguno. Un registro que no conseguía un chileno desde que Iván Zamorano fue el máximo artillero en la ruta al Mundial de Francia 1998. Humberto Suazo estaba listo para conquistar Sudáfrica. 

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Humberto Suazo sorprendió a muchos cuando anunció a comienzos del 2020 que volvería a jugar al fútbol. Se había retirado después de un paso poco feliz en Colo Colo, donde entre las lesiones y un conflicto público con su entrenador, José Luis Sierra, hicieron que su segunda estadía por los albos fuera más breve de lo estipulado, con juicio laboral incluido contra Blanco y Negro por despido injustificado.

Chupete ya lo había hecho todo. O, al menos, todo lo que pudo. Su gran espina fue no convertir goles en un Mundial. Suazo hizo esfuerzos enormes para llegar a Sudáfrica 2010. Lo hizo, pero no en las mejores condiciones físicas. No jugó en el debut contra Honduras, estuvo en el primer tiempo contra Suiza, no sumó minutos contra España y jugó los 90 contra Brasil. La pregunta que aún persiste, una década después, es si la suerte de Chile en ese Mundial habría cambiado si Humberto Suazo llegaba en plenitud. Es altamente probable que sí. 

El delantero decidió volver a jugar en un equipo de la Primera B: Unión Santa Cruz. Un cuadro menor, sin las estridencias de los grandes clubes. Con poca prensa y escaso público en las tribunas. Con objetivos diferentes. La pandemia mantiene en pausa el deseo de Suazo de seguir jugando. Jugar solo por el gusto de hacerlo. Como cuando lo miraba don Peyo desde el borde de la cancha, soñando con que algún día su hijo alcanzara la gloria que fue esquiva para él.

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