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Deportes

5 de Junio de 2020

El bielsismo, su dimensión política

Agencia EFE

El estilo del técnico argentino no tiene sólo referencias futbolísticas, sino que también sociales. La política no es ajena en la biografía de Marcelo Bielsa. Por el contrario, es un tema fundamental en su familia, con episodios de luces y sombras. Admirador de Gandhi, el Che Guevara y Michelle Bachelet, su distancia con el presidente Sebastián Piñera nunca fue un misterio. Este es el perfil político de un hombre de fútbol.

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El hermano mayor de Marcelo Bielsa se llama Rafael, al igual que su padre y su abuelo. Los tres no sólo comparten el nombre, sino la profesión: son abogados. Rafael Bielsa, abuelo del técnico, fue un destacado jurista rosarino, fundador de la rama de Derecho Administrativo en la Argentina. Rafael Pedro Bielsa, padre de Marcelo, fue un importante profesional en su natal provincia de Santa Fe, con una extensa carrera como docente en diferentes universidades. 

Rafael Antonio, su hermano mayor, fue quien cruzó la vereda de la política local a una relevancia de carácter nacional. Rafael Bielsa fue canciller argentino en la presidencia de Néstor Kirchner, entre el 2003 y el 2005. Luego, en la administración de Cristina Fernández, fue encargado de Aeropuertos Argentinos, una iniciativa estatal que tenía como objetivo mejorar el nivel de los principales terminales aéreos del país.

Marcelo Bielsa tiene una hermana menor. María Eugenia Bielsa es ministra de Hábitat y Vivienda, designada por el actual mandatario Alberto Fernández desde el 2019. En el 2003 fue elegida como la vicegobernadora más joven en la historia de la Provincia de Santa Fe.

Lidia Caldera, la madre de Rafael, Marcelo y María Eugenia, fue una destacada profesora con un fuerte compromiso social, que influyó fuertemente en el pensamiento de sus hijos.

La política ha sido un tema trascendental en la familia Bielsa. Marcelo, el entrenador de fútbol, el fanático, el Loco, el que fue homenajeado con su nombre en la cancha de su amado Newell’s Old Boys, no queda al margen. Este es un repaso por el bielsismo en su dimensión política más profunda. 

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La década del ’70 fue un período convulsionado políticamente en Latinoamérica. Varios países del cono sur estaban encabezados por dictaduras militares. Uno de ellos fue Argentina.

Por aquellos años el mayor de los hermanos Bielsa, Rafael, comenzó a militar en el grupo de resistencia Montoneros. Durante un período entró en la clandestinidad. Sabía que lo estaban espiando, persiguiendo. 

Fue secuestrado en 1977 por los órganos de seguridad de la dictadura que encabezaba Jorge Rafael Videla. Fue trasladado al Centro Clandestino de Detención (CCD), conocido como “La Calamita”, uno de los edificios que formaron un verdadero circuito de torturas conocido como “La Quinta de Funes”, a cargo de Leopoldo Fortunato Galtieri, el mismo que envió a miles de argentinos a morir en la Guerra de Las Malvinas, el tercero de los gobernantes de facto del Proceso de Reorganización Nacional. 

Durante varias semanas nadie supo sobre el paradero de Rafael Antonio Bielsa. Fue torturado, pero salvó la vida. Dicen que el prestigio de su apellido le habría permitido salir del centro de reclusión. Se marchó a España, donde vivió por tres años en el exilio. Regresó a Argentina en 1980. Su hermano Marcelo fue a recogerlo al aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires.  

Según el periodista argentino Ariel Senosiain, autor del libro “Lo Suficientemente Loco”, biografía de Marcelo Bielsa, el futuro entrenador de la selección le dijo a su hermano mayor, durante el trayecto en bus desde la capital a su natal Rosario: “Estamos cerca de los 30 años y no hemos hecho nada de nada”. 

Marcelo Alberto Bielsa tenía 25. Se había retirado hace poco del fútbol por decisión propia y recién comenzaba a trabajar en las inferiores del club de toda su vida, Newell’s Old Boys, junto al entrenador Jorge Griffa.

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El 10 de agosto del 2007, Marcelo Bielsa fue presentado como nuevo entrenador de la selección chilena de fútbol. El presidente de la ANFP, Harold Mayne Nicholls, había logrado convencer a uno de los entrenadores más reputados de Sudamérica de salir de su ostracismo, que ya llevaba más de tres años. En el 2004, después de conseguir la medalla de oro para Argentina en los Juegos Olímpicos de Atenas, había renunciado al banco de la albiceleste por falta de energía.

“La primera vez que fuimos a hablar con Marcelo Bielsa a Rosario, apareció con un papel. Tenía un listado de todos los jugadores chilenos seleccionables. Los tenía a todos estudiados”, rememoró Mayne Nicholls.

En su primera rueda de prensa el técnico se mostró como todos esperaban: explicativo en cada una de sus respuestas, con un tono pausado y detallado, extensas pausas entre una reflexión y otra, cuidando cada palabra. Habló de sus intenciones, del conocimiento que tenía de los jugadores chilenos, de la generación que acababa de terminar en el tercer lugar en el Mundial sub 20 disputado en Canadá. Y habló, sorpresivamente, de política.

“Siempre he dicho que yo quiero ser para los jugadores lo que es Bachelet para Chile”.

Fue la primera vez que Marcelo Bielsa demostró su simpatía por la presidenta Michelle Bachelet. Una relación de admiración mutua que se reflejó en varios capítulos y continuas declaraciones. 

El 10 de octubre del 2009 la selección chilena venció a Colombia en Medellín por 4-2. Ese resultado le permitió a la Roja asegurar su clasificación al Mundial de Sudáfrica una fecha antes de terminar las eliminatorias. La Roja no jugaba una Copa desde Francia en 1998. 

Después de los festejos en la cancha y en el camarín, en medio de la humedad abrasadora de la ciudad colombiana, el plantel junto al cuerpo técnico viajó de regreso a Santiago en un vuelo chárter. Llegaron a Santiago de madrugada. Cientos de hinchas acompañaron el recorrido del bus que trasladaba a los protagonistas desde el aeropuerto al centro deportivo Juan Pinto Durán en la comuna de Macul.

Al día siguiente, un nublado domingo, la actividad comenzó antes de las 10 de la mañana cuando la presidenta Michelle Bachelet llegó al lugar de concentración. Muy pocos conocían de antemano la visita de la Mandataria. Uno de ellos era Marcelo Bielsa. 

Saludó a cada uno de los futbolistas y fue el entrenador el encargado de guiarla en un recorrido por las dependencias del lugar. Recibió una camiseta de regalo de manos del capitán del equipo, el arquero Claudio Bravo.

“He venido acá porque la alegría que nos ha dado la selección merecía que yo los viniera a ver a su casa”, señaló Michelle Bachelet antes de abandonar el recinto. 

La cercanía de la Mandataria con el técnico y el plantel fue tan grande que recibió una invitación especial para acompañar al equipo en la concentración previa al Mundial de Sudáfrica. Bachelet, ya como ex Presidenta, arribó a Nelspruit, la ciudad donde se quedó la Roja en el Mundial, el 15 de junio del 2010, un día antes del debut ante Honduras. 

Chile ganó ese partido por 1-0. Fue la primera victoria nacional en una Copa del Mundo desde 1962. 

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La cercanía de Marcelo Bielsa con Michelle Bachelet se expresa, quizás de la forma más elocuente, en su distancia con Sebastián Piñera, su sucesor en la primera magistratura.

Piñera era el presidente de Chile cuando se jugó el Mundial de Sudáfrica 2010. Una vez terminada la participación nacional, el Ejecutivo preparó una recepción para los jugadores y el cuerpo técnico en el Palacio de La Moneda.

La imagen, a esta altura, es parte de la memoria colectiva nacional. Uno a uno los futbolistas saludaban al Presidente, hasta que llegó el turno del entrenador. Con un leve movimiento de cabeza, Marcelo Bielsa saluda al Primer Mandatario. Sebastián Piñera le estira su mano y solo ante su insistencia, el argentino responde de igual forma. El técnico no tuvo el mismo gesto con el entonces Ministro de Deportes, Gabriel Ruiz Tagle, a quien sencillamente ignoró.

No es exagerado decir que la imagen del desprecio de Bielsa, el 3 de julio del 2010, dio la vuelta al mundo.

Tiempo después, en diferentes actividades, ambos se refirieron al incidente. 

“Quisiera pedir que no se mal interprete mi actitud como una descortesía con las autoridades que homenajearon al equipo. No fue mi intención generar ninguna situación que pudiese opacar un momento tan intenso y emotivo. Deseo también pedir disculpas a los chilenos que pude incomodar con mi comportamiento”, señaló Marcelo Bielsa.

“Lamento que la conducta de algunos haya oscurecido en parte el merecido recibimiento y el justo homenaje que nuestro Gobierno realizó para nuestra selección chilena. Cada uno es responsable de sus propias actitudes. Yo, como persona y como Presidente, siempre voy a tratar con el debido respeto a todas y cada una de las personas. Y esa va a ser la conducta de la cual nunca me voy a alejar”, dijo Sebastián Piñera.

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El 27 de febrero del 2010, un terremoto de magnitud 8.8 azotó la zona central y sur de Chile, con un posterior y catastrófico tsunami. Cientos de víctimas. Se generaron caos y desmanes en varios puntos del país. Uno de los focos más complejos fueron los saqueos en diferentes comercios. Marcelo Bielsa se refirió a este punto en declaraciones que generaron más de alguna controversia. 

“Si yo hubiera podido, me robaba el plasma ¿Cómo un tipo medio, de a pie, como se dice aquí, no hubiera robado? Te dicen (en la publicidad) que sos un tarado por no tener un plasma y más cuando se va a jugar un Mundial. Cuando alguien dice ‘mirá, en vez de pagarlo en 100 cuotas, que es un robo, róbalo. Porque otro hizo el trabajo sucio, quebró la vidriera y sacó el candado’, la gente entra y lo saca, no porque sean malos, sino porque han sido empujados a esa cuestión”.

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La distancia entre Marcelo Bielsa y Sebastián Piñera es, ante todo, conceptual y valórica. Para el entrenador, el Presidente representa la mezcla entre los intereses de la política, el fútbol y los negocios, una tríada que el rosarino siempre ha despreciado.

Tan marcada es esta diferencia que significó, de una u otra forma, su alejamiento de Chile. Un grupo de clubes le quitó el piso político a Harold Mayne Nicholls, el entonces presidente de la ANFP, lo que terminó con su salida. Para el rosarino, todo se trató de una operación política que buscaba concentrar el poder en muy pocas personas. Para Bielsa, Sebastián Piñera representa eso, mucho antes de ser Presidente de Chile.

A propósito de unas declaraciones del Primer Mandatario, el técnico aseguró que “cuando el actual presidente ganó las elecciones, aquel día dijo que Chile era el mejor país del mundo…Semejante mentira. Mentira para el 95% de los países del mundo, porque habrá cinco que pueden disputarse el mejor. Seguro que Chile no es y seguro que Argentina tampoco, para que no me acusen”.

Como una especie de vaticinio, el día que renunció a la selección chilena declaró en su histórica rueda de prensa: “Creo y ojalá me equivoque, que con el tiempo el fútbol chileno no le va a perdonar a los actuales concesionarios de los clubes Colo Colo, Universidad Católica y Universidad de Chile, las consecuencias de este escenario que han creado, más aun teniendo en cuenta los motivos por el que lo hicieron”.

Después de dos horas y dieciocho minutos de conferencia de prensa, Marcelo Alberto Bielsa se detuvo. Había dejado de ser técnico de la selección chilena de fútbol. 

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Luego de encabezar a la Roja, Marcelo Bielsa siguió entrenando a otros clubes, con buenos y malos resultados, pero jamás pasando inadvertido. 

Athletic de Bilbao, Olympique de Marsella, Lille, fueron sus destinos posteriores a Chile. Hasta que recibió una atractiva oferta de un lugar donde siempre quiso dirigir: Inglaterra.

Su actual club es el Leeds United, de la Segunda División del fútbol inglés, un equipo de larga tradición que busca reverdecer laureles. 

Cuando Bielsa recién llegó a Inglaterra preguntó cuántas horas debía trabajar un hincha para poder pagar una entrada en Elland Road, el legendario estadio de su nuevo club. 

Sacó los cálculos respectivos y eran alrededor de tres horas. Entonces reunió a los jugadores del plantel y durante tres horas les indicó que juntaran desperdicios en los alrededores del campo deportivo, con la intención de que valoraran el esfuerzo de sus seguidores para poder pagar una entrada.

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El 26 de octubre del 2019, el Leeds United jugó contra el Sheffield Wednesday. No fue un gran partido para el equipo de Marcelo Bielsa. Pese a que merecieron la victoria, se vieron erráticos en la zona de ataque y no pudieron vulnerar el arco del adversario de turno. El encuentro terminó con un empate sin goles.

Una semana antes, el 18 de octubre del 2019, una explosión social, contenida por años, por décadas, estalló en Chile. Marchas, protestas y una concentración popular que superó el millón de personas se congregaron en la Plaza Italia, el mismo sitio donde tantas veces se reunieron los hinchas de la Roja a festejar algún resultado de la selección cuando la conducía, precisamente, Bielsa. El lugar, de modo espontáneo, ya era conocido como Plaza de la Dignidad. 

Ese 26 de octubre, en Inglaterra, a miles de kilómetros de distancia, Marcelo Bielsa estaba pensando en Chile y su destino.

“Los chilenos se manifiestan de manera civilizada, democrática, entendiendo que no solamente votar es un ejercicio del poder de decisión que tiene el pueblo. El pueblo chileno, que siempre es descrito como moderado, dio un ejemplo de firmeza y convicción admirable. Soy entrenador de fútbol, eso no me autoriza a hablar de cualquier tema. No soy ciudadano chileno, por lo cual estoy limitado a la prudencia. Con todos estos límites, es admirable lo que está haciendo el pueblo chileno, que ejercen la democracia desde una manera poco frecuente. Son un ejemplo para todos los países que son injustamente tratados por sus gobernantes”, sentenció. 

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En 1990 a Marcelo Bielsa ya le decían el Loco. Era el técnico de moda en el fútbol argentino. Acababa de proclamarse campeón dirigiendo a Nwewells Old Boys con un plantel donde la mayoría de los jugadores provenían de las divisiones inferiores, cargo que él detentaba antes de ser promovido al equipo principal. Tenía 35 años y aún daba entrevistas.

Ese año habló para la revista deportiva Minuto 90. Sobre fútbol, táctica, referencia, futuro, aspiraciones. En una de sus declaraciones proyectó un anhelo.

“Si de mí dependiera, me gustaría dirigir en dos países en el mundo. En Suiza y en Chile. En medio de la vorágine y la velocidad con que todo se vive, ambos países son moderados, con pueblos que representan y viven de esa forma. Sería un sueño dirigir ahí”.

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