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Reportajes

1 de Julio de 2020

Teleclases: Hablan los niños

Profesores que han tenido que ponerse al día con la tecnología, encender la cámara y silenciar micrófonos. Padres que hacen malabares para conseguir que sus niños se conecten y aprendan. De las teleclases se ha hablado mucho, pero nadie les ha preguntado a los niños cómo ha sido para ellos la experiencia de aprender a distancia, conectados a una pantalla y desde casa. Un tuit de Patricia Muñoz, la Defensora de la Niñez, puso la atención en eso y nos iluminó para hacer este reportaje.

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I. Clases en cuarentena

Del otro lado de la pantalla, muchos juguetes de colores, un escritorio y un niño de pelo largo. Clemente Tudela (8 años, segundo básico) le pide a su mamá que salga de la pieza para poder hablar con tranquilidad para esta entrevista. Dice: “Mira, un día me enteré que no íbamos a salir más. Al comienzo, nos dijeron que era por 5 días. Después dos semanas, un mes y así, hasta llegar a los 100 días. Ahora estoy más que aburrido”. Clemente está con clases a través de internet desde que empezó la pandemia. Se conecta unas horas en la mañana y hace tareas. Dice que algunas profesoras del colegio John Dewey son muy simpáticas. Y le gustó cuando el otro día una le mostró a su perro por pantalla. Pero igual no está muy convencido con esto de las clases en línea. “Las clases así son un poquito más fomes. A veces se queda pegado internet, no escuchas, no ves bien y cuando vas a decirle algo a la profesora, ella te quita el audio. No aprendo mucho así. En el colegio sí: puedes entender y cuando te equivocas, le preguntas a la profesora. Ahora tienes que aprenderlo al tiro”, reflexiona. 

Desde otro escritorio de Santiago, León Carriel (8 años, tercero básico) es más categórico al ser consultado por las clases por Zoom. “No me gustan”, dice. “Me da lata porque tienes que estar en la silla. En el colegio, te puedes mover, ir al baño, al recreo. Ahí juego con mis compañeros a la pinta y a la escondida”. León tiene un hermano pequeñito que está aprendiendo a leer y a escribir. La mamá cuenta que al principio fue bien caótico tenerlos a los dos en clases en el British Royal School. Luego agarraron un ritmo. En mayo, los dos, León y su hermanito, tuvieron un bajón y no querían nada con las clases en línea. Ahora volvieron a la carga. En este tiempo León cuenta que armó una maqueta y está aprendiendo sobre el Sistema Solar.  

León Carriel. Crédito: Álbum familiar

“Me da lata porque tienes que estar en la silla. En el colegio, te puedes mover, ir al baño, al recreo. Ahí juego con mis compañeros a la pinta y a la escondida” dice León Carriel sobre sus clases en tercero básico.

Luciano Benavides (8 años, tercero básico) vive en La Cisterna, pero su colegio, el Alberto Blest Gana, está en San Ramón. También tiene clases online. “No me gustan tanto porque cansan más y en el colegio tienes más tiempo para hacer las tareas. Acá tienes que hacerlo rápido, terminar al mismo tiempo de la clase”, cuenta. Lo que le gustó fue cuando en un consejo de curso hicieron un juego para conocerse mejor entre los compañeros y tuvieron que mostrar su juguete favorito. Luciano está contento en casa. Su papá le lee Harry Potter por las noches y dice que ha compartido mucho con ellos en este tiempo. “Hacemos panoramas en la noche, compramos hartas cosas ricas y vemos una película. Antes no siempre hacíamos esas cosas, solo a veces los fines de semana. Por eso no sé si yo les pondría clases a los niños ahora. Creo que podríamos estar aprovechando el tiempo de la cuarentena compartiendo, ahora que podemos estar con las familias, los papás, que antes tenían que salir a trabajar”, dice.  

Luciano Benavides. Crédito: Álbum familiar

En Chiloé llueve de abajo para arriba y Francisca Torres (15 años, tercero medio) también está en clases virtuales en el Complejo Educacional San Crescente. Al principio, eso sí, como no tenía internet en la casa, fue difícil. Su mamá compraba bolsas de internet de 3 mil o 4 mil pesos que les duraban solo un par de días para las clases de ella y su hermano Gustavo que está en séptimo básico. También tuvieron que comprar una impresora para imprimir las guías: 50 mil pesos les costó. Pero hace unas semanas, la Junaeb les puso internet y le entregaron un computador. “Fue tremenda ayuda porque las bolsas de internet se iban súper rápido. Igual el tema de las clases así es complicado. No es lo mismo, por más que traten. Nos estamos atrasando mucho. Mandan trabajos y todo, pero el tema es captar y entender. Cuesta más aprender”, dice ella. El año pasado Francisca se cambió a este colegio particular subvencionado para aprender más. Quiere estudiar Enfermería. “Pero justo me tocó esto”, dice. Por eso es partidaria de la idea de repetir el próximo año el tercero medio y aprender lo que ahora no ha podido. “Hay gente acá en Chiloé que no tiene conexión a internet, que vive en el campo o la montaña y así no pueden hacer clases”, cuenta.

“Igual el tema de las clases así es complicado. No es lo mismo, por más que traten. Nos estamos atrasando mucho. Mandan trabajos y todo, pero el tema es captar y entender. Cuesta más aprender” explica Francisca Torres, alumna de tercero medio del Complejo Educacional San Crescente de Chiloé.

Francisca Torres. Crédito: Álbum familiar

Ahora del otro lado de la pantalla, un grupo de amigas del cuarto básico del English Institute: Josefina Retamal (9), Olivia Hernández (10), Beatriz Contreras (9) y Beatriz García (9). Todas comentan las clases online. “Igual tiene un poco de defectos, por ejemplo, si tienes malo el internet, se queda pegado o la miss no se escucha. Cuando los compañeros no se silencian es difícil concentrarse porque leen con la voz y no con la mente. Y una no puede decirles que se callen”, dice Josefina. Olivia añade otro desafío que ha tenido que sortear: “A veces llama mi abuela o mi tío y yo estoy en clases. Otras veces te distraes cuando tu hermana está jugando cerca de ti. En el colegio una no tiene a la hermana al lado”, reflexiona. “Sí, a veces mi mamá está haciendo cosas, va de acá para allá y mi hermana Julieta viene a molestarme a la pieza. En la puerta no tengo manilla así es que no la puedo cerrar”, dice Josefina. 

“A veces llama mi abuela o mi tío y yo estoy en clases. Otras veces te distraes cuando tu hermana está jugando cerca de ti. En el colegio una no tiene a la hermana al lado” dice Olvia Hernández (10), alumna de The English Insitute de Santiago.

Desde el valle del Quilimarí, en la cuarta región, Álvaro Jorquera (10 años, quinto básico, Escuela Teresa Cannon de Barroilhet) no entiende bien cómo los niños hacen clases conectados a internet. Desde que empezó la pandemia, a él le mandan guías desde el colegio, después su mamá las va a dejar para que la profesora la revise y así. Hace unos días leyó “El Chupacabras de Pirque” y tuvo que responder dos guías con preguntas. Él opina: “No es tanto trabajo y encuentro bien que tengamos tareas porque aprendo. Pero creo que los niños también tienen que estar en casa y jugar porque la diversión es importante. No sé si me gustaría tener clases por internet: las mamás de los niños pueden distraerlos diciéndoles cosas y las profesoras los pueden apurar mucho. Es mejor hacerlo con guías. A mí me ayuda mi mamá y mi tía”.

Álvaro Jorquera. Crédito: Álbum familiar

“No sé si me gustaría tener clases por internet: las mamás de los niños pueden distraerlos diciéndoles cosas y las profesoras los pueden apurar mucho. Es mejor hacerlo con guías. A mí me ayuda mi mamá y mi tía” dice Álvaro Jorquera (10 años, quinto básico, Escuela Teresa Cannon de Barroilhet).

Renata Palma (9 años, tercero básico, Kent School) sí está con clases por Zoom casi toda la mañana. “Los niños necesitamos desarrollo y aprender cosas nuevas”, dice. Ella por ejemplo ha aprendido operaciones combinadas, edición y sobre desechos orgánicos y cómo reciclar. Igal Meyer (11 años, quinto básico, Maimonides School), concuerda en la dificultad de aprender a distancia, pero ve muchas ventajas. “Antes había herramientas que no usábamos tanto como la tecnología y los computadores. Ahora estamos aprendiendo un montón a usar la tecnología. Una profesora ahora nos puso una clase de mecanografía para aprender a escribir mejor en el computador. Es más difícil aprender que en el colegio, pero te ayuda a ser más autosuficiente. Está bien que no hayan parado las clases. Esto es un tiempo muy largo y si parábamos, no íbamos a estudiar nada”.  

Ema Parada (10 años, quinto básico, Lincoln College) cuenta que en las clases virtuales igual hay compañeros que se portan mal y hablan leseras por el chat. “A veces nos desconcentran”, dice. Pero le gustan sus clases online. “Es muy difícil, pero he notado que muchos de mis compañeros están prestando más atención en clases y están mejorando su comportamiento. Me gustan las clases porque ponen dibujos. La miss tiene una pizarra, ahí resolvemos los ejercicios, nosotros podemos dibujar y la miss nos deja. Aunque estemos en cuarentena, los niños tenemos que seguir con nuestro aprendizaje”, cuenta. Sin embargo, hay una situación que la preocupa. “¿Qué pasa con los niños de familias que no tienen computadores?”, se pregunta. Dice: “Lo que más me preocupa de todo es la gente que no tiene para comer. El Estado pide que nos quedemos en casa, pero hay gente que no puede porque tiene que ganar dinero para mantenerse a ellos y a su familia.  Yo me considero muy afortunada. Pero no todos pueden”.

“Antes había herramientas que no usábamos tanto como la tecnología y los computadores. Ahora estamos aprendiendo un montón a usar la tecnología. Una profesora ahora nos puso una clase de mecanografía para aprender a escribir mejor en el computador” cuenta Igal Meyer (11 años, quinto básico, Maimonides School).

II. Para los niños esto también es difícil

Le pregunto a Ema cómo se sienten los niños en cuarentena. Mira hacia arriba, se le hacen dos margaritas en las mejillas y suspira. “Para los niños, esto de la cuarentena y las clases virtuales también es muy difícil. Yo tengo un tío con el que lo paso súper bien y lo extraño mucho. Echo de menos a mi familia. Lo más complicado es escuchar la voz de tus amigas en clases y no poder abrazarlas. La semana pasada las extrañé tanto, que me puse a llorar en clases. Extrañar a la gente es muy difícil. Es difícil soportarlo”, explica. 

Ema Parada. Crédito: Álbum familiar

Clemente dice que él está preocupado por lo que está pasando. “Encuentro muy extraño que el Presidente siempre ande diciendo que nos quedemos en la casa y usemos mascarillas y cuando él sale en la tele, habla sin mascarilla. Debiera ponérsela”, afirma. Sobre el colegio, cree que no lo es todo en la vida. “Hay muchas cosas que el colegio no te enseña como hablar con las serpientes o la magia. Y yo quiero aprender a hacer magia”. Pocos días después de esta entrevista, se supo que el colegio de Clemente, John Dewey, se va a cerrar el próximo año: 500 alumnos quedaron en el aire. 

“Lo más complicado es escuchar la voz de tus amigas en clases y no poder abrazarlas. La semana pasada las extrañé tanto, que me puse a llorar en clases. Extrañar a la gente es muy difícil. Es difícil soportarlo” explica Ema Parada (10 años, quinto básico, Lincoln College).

Clemente Tudela. Crédito: Álbum familiar

Olivia Hernández (10) dice que ella está asustada. “Me siento preocupada. El virus no es una enfermedad que afecta a los niños, pero sí puede afectar a tus seres queridos. Quisiera estar al lado de mis abuelos, no quiero que se contagien”. Beatriz Contreras (9) piensa en su abuelo y su papá, a quien le toca ir a cuidarlo porque el abuelo tiene otra enfermedad crónica. “Cuando mi papá sale a acompañarlo, me da pena cuando me quedo con mi mamá. El otro día dijimos que, si pudiéramos pedir un deseo, pediríamos que se acabara el coronavirus, pero mi papá pidió que se mejorara mi abuelo”.

Igal Meyer lo grafica así: “Lo del virus es chocante. Todos lo están pasando mal, mucha gente está enferma y hay gente que no es responsable. Hay muchas personas muriendo y la gente cercana también sufre. Yo creo que las clases ayudan a que te distraigas de lo que está pasando. Si te concentras en serio, es tiempo para distraerte”. 

Igal Meyer. Crédito: Álbum familiar

III. Ideas maravillosas de niños maravillosos

Josefina Retamal. Crédito: Álbum familiar

Por supuesto este reportaje no estaría completo sin las sugerencias y grandiosas ideas que proponen nuestros entrevistados para sortear esta contingencia. Beatriz Contreras cuenta que lo que a ella le ha funcionado es juntarse virtualmente con otras amigas para hacer tareas por Meet de Google. “Creo que los profesores debieran incitarnos a eso porque se hacer mucho más fácil. También me gustaría que tuviéramos horas privadas para preguntarles las dudas y decirles lo que queremos a los profesores”. Josefina, Olivia y Beatriz García proponen hacer talleres de otras cosas, como de cocina o yoga. “Que sea voluntario, no obligatorio, nos enseñen cosas nuevas y útiles, algo que nos interese”, dice Beatriz. Álvaro está de acuerdo con esto. Le gustaría que en su escuela dieran un taller de cocina para niños. “Mi mamá casi siempre está ocupada porque tiene que hacer cosas, por eso no me puede enseñar. Y yo quiero aprender a cocinar desde hace mucho. Me quiero meter a la directiva escolar para pedir este taller”, dice.  

Beatriz Contreras. Crédito: Álbum familiar

“Hay muchas personas muriendo y la gente cercana también sufre. Yo creo que las clases ayudan a que te distraigas de lo que está pasando. Si te concentras en serio, es tiempo para distraerte” dice Igal Meyer.

Clemente dice que todos los niños ya saben lo que es el coronavirus, pero de todas maneras propone hacer una clase que explique lo que está pasando. “Sería bueno para que supiéramos cómo protegernos. Yo tengo un libro sobre el tema”, dice. Luciano agrega: “Yo trataría de darle un toque divertido a las clases porque el colegio a veces puede ser un poco aburrido”.  Renata cuenta que también se ha juntado con amigas a hacer tareas por internet. Y también les aconseja a otros niños que ahora hagan todas esas cosas que antes no podían por falta de tiempo. “Yo he aprendido a usar mejor el computador, hice unas guirnaldas y me gustaría aprender más sobre animales, por ejemplo”, dice.  Ema también tiene un importante mensaje, en especial para los niños: “Les diría que no hablen mientras la miss está haciendo la clase porque las misses no les faltan el respeto a los niños, así es que los niños no tenemos que faltarles el respeto a ellas. Ellas se levantan temprano para hacer su clase. También creo que es importante que usemos el tiempo en creatividad y no pasar mucho en el teléfono, porque sé que muchos niños están en eso. Quizás le puedan preguntar a su mamá: ¿Me enseñas a cocinar o a tejer?”.  

Renata Palma. Crédito: Álbum familiar

Igal en cambio, quiere dirigirse a los profesores porque se siente muy agradecido por el esfuerzo que están haciendo por darles clases así, a distancia. “Quiero decirles a los profes que no se estresen. Quizás a algunos les cueste más la tecnología y ahora lo están aprendiendo solamente para enseñarnos. Tal vez sea difícil para ellos, pero lo están haciendo súper, han progresado un montón. Quiero agradecerles mucho por lo que están haciendo”. 

Esta reportera solo quiere decir que adhiere con mucho entusiasmo a todo lo propuesto aquí por sus entrevistados. 

“Quiero decirles a los profes que no se estresen. Quizás a algunos les cueste más la tecnología y ahora lo están aprendiendo solamente para enseñarnos. Tal vez sea difícil para ellos, pero lo están haciendo súper, han progresado un montón” agradece Igal.

*Todos los testimonios e imágenes de niños y adolescentes en el reportaje cuentan por la autorización escrita y firmada de sus padres. 

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