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Actualidad

2 de Julio de 2020

Del exilio a la candidatura presidencial: Los hechos que marcaron la estrecha relación entre Ángela Jeria y su hija

Agencia UNO

Tras confirmarse el fallecimiento de Ángela Jeria a los 93 años, su hija Michelle ya había organizado todo para viajar desde Ginebra a Santiago. Sabía que su madre se mantenía internada en el Hospital de la Fach, pero no se alcanzó a despedir. En conversación con The Clinic, la biógrafa de la ex Presidenta, Patricia Politzer, ahonda en las razones de este estrecho vínculo entre ambas: Entraron a estudiar juntas, fueron detenidas, torturadas y exiliadas. Volvieron a Chile en el mismo avión. La última persona a la que Bachelet le preguntó si debía asumir el desafío presidencial, fue a su madre.

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“Gelo, cuánto has sufrido, cuánto has sufrido”. Esas fueron las primeras palabras que le dijo el entonces general Fernando Matthei a Ángela Jeria en 1979, cuando regresó desde el exilio en la República Democrática Alemana (RDA) junto a su hija, Michelle Bachelet.

Cinco años antes su esposo, el general Alberto Bachelet, había muerto de un infarto en la Cárcel Pública de Santiago. Tras el Golpe de Estado, había sido torturado por sus propios compañeros de la Fach en la Academia de Guerra Aérea que dirigía, por esos años, el entonces coronel Matthei. Por oponerse a la Dictadura fue acusado de traición y condenado a prisión.

En una carta enviada a su hijo Alberto, quien vivía en Australia, relataba que “me quebraron por dentro, en un momento, me anduvieron reventando moralmente —nunca supe odiar a nadie— siempre he pensado que el ser humano es lo más maravilloso de esta creación y debe ser respetado como tal, pero me encontré con camaradas de la FACH a los que he conocido por 20 años, alumnos míos, que me trataron como un delincuente o como a un perro”.

Ángela y Michelle también fueron detenidas, torturadas en los cuarteles de la DINA en Villa Grimaldi y Cuatro Álamos, y finalmente expulsadas del país.

Ángela Jeria. Foto: Agencia UNO

En el libro “Bachelet en tierra de hombres” (Debate), la periodista Patricia Politzer escribe que ambas siempre tuvieron la convicción de que “sólo algunos eran culpables de los crímenes horribles que sufrió el país. Ni Michelle ni su madre se dejaron infiltrar por el odio”.

“Había pasado tanto tiempo y mucho sufrimiento, pero ninguna de las dos renegó nunca de aquel pasado. Si tantos uniformados eran sus amigos, ¡cómo podían meterlos a todos en una misma canasta!”, relata.

En conversación con The Clinic, Politzer reafirma que todos estos hechos en el fondo sirvieron para estrechar los lazos que hubo entre madre e hija. “Ellas vivieron juntas, y muy solas, momentos muy tremendos después del golpe militar, en el exilio y en el retorno al exilio. Lo que hizo que esta relación fuera muy estrecha”, subraya.

UNA MUJER DE VANGUARDIA

Los Bachelet-Jeria eran una familia militar atípica. Ángela trabajaba y estudiaba en tiempos donde no eran actividades que comúnmente hicieran las mujeres. “Mucho menos para la mujer de un oficial de la Fuerza Aérea”, recalca Politzer.

Era una mujer bien de vanguardia en ese sentido, muy culta e informada”, señala la periodista. Tras sumar experiencia como funcionaria en la Universidad de Chile, optó por estudiar arqueología casi al mismo tiempo que su hija entraba a estudiar medicina. Ambas carreras fueron interrumpidas por el Golpe y ninguna de las dos pudo terminar.

Dicho perfil de “mujer de vanguardia” lo replica su hija, según Politzer. En su libro, ella escribe que antes de asumir la candidatura presidencial, Bachelet ya era “pediatra, epidemióloga y especialista en Defensa. Es también una mujer con todos los bemoles del siglo XXI. Divorciada y madre soltera, jamás descuida a sus tres hijos. Es capaz de lucha y exigir justicia como la más humillada de las víctimas y, al mismo tiempo, subirse a un tanque y ejercer el mando sobre los militares”.

Pese a todo, Michelle tenía sus dudas. Una noche, antes de renunciar al Ministerio de Defensa, Bachelet llegó hasta la pieza de su madre, se sentó a los pies de su cama y le dice: “Mami… tú sabes que yo nunca he querido tener grandes cargos, que jamás he querido ser Presidenta, como tanto se dice. Pero ahora creo que tengo que aceptar, porque es mucha la gente que me pide que sea candidata”.

“Por supuesto, Michelle, yo sé que lo vas a hacer muy bien”, le responde su madre. Su hija, aún con la cabeza llena de dudas, le confiesa: “Pero, mami, me cuesta tanto…”, a lo que su madre le sentencia: “No te preocupes, yo te voy a apoyar en lo que necesites”.

Viéndolo en retrospectiva, Politzer resalta que siempre fueron “muy cercanas”, pero que esa cercanía “era una relación de influencia mutua. Ángela siempre fue un apoyo emocional de su hija. La apoyó en todo, en la crianza de sus hijos, el apoyo para estudiar, para hacer sus postgrados, el apoyo político, cuando fue Presidenta en las dos ocasiones”.

Si bien fue “una mamá presente y apoyadora”, como la define la periodista, nunca quiso aspirar a tener un rol protagónico, pese a que en el primer gobierno ofició de manera informal como primera dama.

“Siempre asumía su rol de madre respecto a ella. Nunca un rol de protagonista principal. Si miras, nunca tuvo un cargo, nunca estuvo en alguna ceremonia en que su presencia fuera impropia. No recuerdo nunca haber escuchado una declaración de ella fuera de lugar, era una mujer muy culta, muy ponderada, muy equilibrada y muy sobria”, recuerda Politzer.

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