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Entrevista Canalla

3 de Julio de 2020

Adriano Castillo puertas adentro: “Los feos siempre deben tener una gracia: yo toda mi vida he sido muy coqueto”

Todavía existe esa mitología que dice que este actor puede estar en varias partes al mismo tiempo. Eso sí, la cuarentena ha hecho que el hombre más visto de la ciudad se torne invisible. Aquí el personaje se humaniza y habla de su encierro, de su pelo, de política y del dolor.

Por

El mito aparece acomodando sus anteojos negros y preguntando, sin angustia: “¿Quién está ahí? Ya estoy…”. Está enmarcado en una pantalla, en Zoom, con el pelo inflado y una bufanda azul enrollada al cuello. Tiene 79 años, barba bien recortada, las canas sectorizadas, es un joven de tercera edad, una gloria inmortal del Hipódromo, el escudo nacional del endeudado. En estos momentos aguarda un cuestionario y ha ubicado su nariz en un primer plano indagando la conexión. Lo que se ve es asombroso: se le deforma la estructura ósea, se le estira el pómulo, y brota en pantalla un Conde Drácula nacido en Concepción, con las patillas blancas y los molares filudos. 

-¿Holaaa?- pregunta. Está frente al computador y, a sus espaldas, se ubica Moncho Cabrera dibujado en un poster que promociona un Lollapalooza.

-¿Adriano?

-¡Puta, pensé que estaba solo!

Es el Compadre Moncho y está vestido de Adriano Castillo. Es Adriano Castillo y está vestido del Compadre Moncho. Como sea, esta estrella del espectáculo, este superhéroe de la ciudad, opina que el confinamiento lo tiene bajo mucho estrés. Solía ser el hombre más visto de Santiago, el ubicuo, el que estaba en todas partes, el bendito dios del Centro, el Todopoderoso de la calle La Concepción, en Providencia, el famoso ajustado a la rutina, el chileno medio que –entre trámite y trámite- paralizaba la jornada y se tomaba un café a las 14 horas en tres sitios a la vez. 

-¡Es que yo jamás he tenido, tengo, ni tendré un auto!

-¿Pasea mucho?

-Fíjate que paseo por todo Santiago. Por eso la gente siente que me ve en varias partes al mismo tiempo. Durante una época yo inventé que tenía doce clones.

-¿Usted vive como una leyenda?

-Y no es fácil, huevón. Nada de fácil.

-¿Por qué?

-¿Y si les fallo?

-¿A quiénes?

-¡A todos!- Adriano mira fijamente la cámara. 

-Pero todos lo quieren…

-¡Y por eso no me puedo mandar ni una cagada, mis seguidores se podrían desilusionar!

A lo que se refiere Adriano es que él debe cumplir con las expectativas del vividor. Yendo de café en café, con las primicias de la hípica bajo el brazo, elogiando la belleza con mueca de galán. Ir para todos lados resaltando anatomías, conversando con la gente, aceptando fotografías con la cara exaltada. Y  los transeúntes, a su vez, le exigen un momento al ídolo y le invitan un capuchino que él acepta con la carcajada que popularizó por veintiún años en “Los Venegas”. El caminante famoso siempre dedica tiempo a los transeúntes.

-Moncho, amigo, ¿un café? Yo invito- le dijo una vez un desconocido.

-¡Hola! ¡Encantado!- devolvió Adriano.

-Mi señora es infiel- le lanzó enojado el hombre en la mesa.

-¡Mándala a la cresta!- acotó Adriano dando un sorbo al café.

-La amo.

-¡No, déjala ir!

Al hombre se le deformó el rostro.

-¿¡¡Qué parte no entiendes!!?- gritó.

-¿Eh?- Moncho se congeló. 

-¡¡La amo, la amo!!- y el hombre le salivaba el rostro al actor. Adriano fingió un súbito trámite y salió al trote. Es, a fin de cuentas, como un Canitrot sin oficina. “¡Yo no puedo ser como el Padre Hurtado, imagínate, habría mucho desencanto!”, alega. “Debo ser todo el tiempo un gallo simpático”, insiste.

-¡Y ahora, mírame, huevón, mírame!- su alarido estremece Zoom. 

-¿Qué tiene?

-Enjaulado.

A lo que se refiere Adriano es que él debe cumplir con las expectativas del vividor. Yendo de café en café, con las primicias de la hípica bajo el brazo, elogiando la belleza con mueca de galán. Ir para todos lados resaltando anatomías, conversando con la gente, aceptando fotografías con la cara exaltada.

Hoy está orientado a lavar platos y a liderar la invención del almuerzo. Habita 80 metros cuadrados con vista a la calle Morandé. Se le divisa cuando, abatido, asoma la peluca por el balcón. Beatriz Alegret, la deslumbrante vedette, su tenaz pareja, y él, juntos, pasan la pandemia a solas. Van a cumplir treinta años como pareja desnivelada, la Bella y…

-¡Y yo soy el feo!- apunta sin complejos.

-Usted no es feo. Es…

-¡Feísimo!

-¡Icónico!

-Fíjate que los feos siempre tienen que tener una gracia. Y yo toda mi vida he sido muy coqueto.

Hay que cortejar con palabras interesantes, aconseja. “Y, mira, huevón, si la mina es muy espectacular, hay que ser indiferente. Que la rodeen los babosos, tú no, tú estás leyendo, apartado…¡Puta, ésa no falla, ponerse a leer un libro frente a ella, no darle bola!”, adoctrina. 

-¡Hola!- de pronto, asoma su cara por la pantalla la devota mujer y el campeón retrocede. Beatriz aporta glamour en Zoom. 

-Son una linda pareja- acotamos.

-Y…- afirma ella, aludida, bajando la mirada.

-¡El amor!- grita Adriano vitalizado.

-Y…- insiste ella, sonriendo.

-Son 30 años, compadre. Con suerte una vez a la semana, y rapidito….JAJAJAJA- Adriano explota.

Hoy está orientado a lavar platos y a liderar la invención del almuerzo. Habita 80 metros cuadrados con vista a la calle Morandé. Se le divisa cuando, abatido, asoma la peluca por el balcón. Beatriz Alegret, la deslumbrante vedette, su tenaz pareja, y él, juntos, pasan la pandemia a solas. 

-Una vez- replicamos- usted, Adriano, señaló que ustedes, como pareja, ya parecen más una sociedad comercial.

-…es que teníamos mucho trabajo, mucho viaje. Pero, bueno, se hace lo que se puede…

El silencio es contundente. Como si hubiera una falla de origen.

-¡Hasta luego!- y Beatriz, con elegancia, se escapa.

“Y, mira, huevón, si la mina es muy espectacular, hay que ser indiferente. Que la rodeen los babosos, tú no, tú estás leyendo, apartado…¡Puta, ésa no falla, ponerse a leer un libro frente a ella, no darle bola!”, adoctrina. 

ESTO ES SERIO

“No salgo ni a la esquina, compadre”, así, el ex ubicuo, resume su precaución ante el microbio. Destina dos días a la semana a ejercer la política, dos reuniones en que tiene vetada la chacota y figura como concejal de Quinta Normal. El resto del tiempo deambula desorientado por el living, contempla a Beatriz, hurga cajas por si encuentra una vieja novedad. Y, dicho sea de paso, se confirma que en ese hogar no lleva los pantalones: Adriano ha pasado casi toda la pandemia en calzoncillos.

Crédito: Agencia Uno

-Es la pura verdad, compadre. Casaca y calzoncillos. 

Se torna serio. 

-Está difícil. He perdido un tercio de la plata que generaba.

-¿Redujo gastos?

-Hay cosas que he tenido que disminuir, no he tenido más opción- señala dramáticamente.

El resto del tiempo deambula desorientado por el living, contempla a Beatriz, hurga cajas por si encuentra una vieja novedad. Y, dicho sea de paso, se confirma que en ese hogar no lleva los pantalones: Adriano ha pasado casi toda la pandemia en calzoncillos.

-¿De qué habla?

-Reduje el whisky…- la voz se le quiebra.

-¿El whisky?

-Olvídate lo que es el whisky para mí…

-¿Y cómo lo hace para vivir sin él?

-Uf…- es un suspiro sin asomo de sarcasmo, el suspiro trágico del vividor-… me las he tenido que arreglar… la botella que me duraba una semana, ahora me tiene que durar quince días…

Este mito exige tomar recaudos, salir enmascarado, no gestionar pretextos. “Hay que obedecer a la OMS”, recomienda, “que nadie se bote a choro, ni el cuiquerío, ni los empobrecidos, ni nadie”.

-¿Cree que los que están contra el “quédate en casa” son de derecha y los que están a favor del “quédate en casa” son de izquierda?

-Aquí no hay bandos. El único bando que tiene que existir el de los huevones con mascarilla.

Este es el Adriano Castillo más tajante que se ha visto: el ceño arrugado y la voz firme. A Adriano le afectan de cerca las epidemias. Él, el mayor de tres hermanos, presenció la muerte de su hermano de 5 años. Lo desmoronó la poliomielitis.

-Se llamaba Juan- recuerda, triste- y mi papá lo dio todo por mejorarlo. Vendió todo.

-¿Logró algo?

-Le alargó la vida un año más- afirma maravillado.

Adriano es hijo de Manuel Castillo, un obrero de la construcción. Manuel Castillo un día, a punta de coraje, levantó una empresa constructora. Esa empresa se murió junto a su hijo Juan. 

-Al morir Juan, mi papá se vino al suelo. 

“Aquí no hay bandos. El único bando que tiene que existir el de los huevones con mascarilla”.

-¿Lo pudo superar?

-Mi viejo nunca más se levantó…

El mito entonces respira profundo. 

Y por todo esto, en fin, es que, desde hace tres meses, el hombre más visto de la ciudad se ha vuelto invisible.

El mito no es un personaje.

Es humano.

ESTO ES MENOS SERIO

Es Adriano Castillo, egresado del Instituto Nacional, egresado de Química y Farmacia, adicto a las matemáticas, serio en la casa, feliz en los brindis. Bohemio desde los años sesenta. Tosió con la marihuana y se durmió con el LSD. Siete películas, cinco teleseries. Una ex esposa. Un hijo que vive en Inglaterra. Muchas amantes. Un amor genuino llamado Beatriz. Político desde que nació. Hípico por herencia. Y el 21 de marzo del 2019 fue ungido por él mismo como el presidente estrafalario de la nación.

-El Presidente Encargado de Chile a mucha honra.

-¿Por qué se hizo Presidente?

-Naa, por molestar al verdadero.

-¿No le gusta Piñera?

-¡Pero estás loco! ¡A mí me salen ronchas cuando sale a hablar! ¡Qué facilidad para cagarla!

-¿Cree que no se expresa bien?

-¡Es totalmente errático! Tuvo una oportunidad para hacer historia y la desperdició.

Sube la voz al máximo:

-¡Y él debe creer que lo hace todo bien! ¡Pero por favor! 

Persiste el grito:

-¡No debe ni pescar a su equipo de comunicaciones! ¡Esos tipos deben sufrir como enanos!

Crédito: Agencia Uno

A principios de junio, devastado por la situación del planeta, Adriano Castillo dio otro golpe político: mandó un mensaje frontal a Donald Trump y se declaró Presidente Encargado de los Estados Unidos de América.

“¡Pero estás loco! ¡A mí me salen ronchas cuando sale a hablar! ¡Qué facilidad para cagarla!”

-¿Qué mensaje quiere darle a Trump, Adriano?

-¿Sabes lo que le diría a ese nefasto…?

-…

-“¡Déjate de hablar huevadas, gringo de mierda!”… Mira, yo soy ególatra, pero ese huevón ya se pasó… Siempre pensando en sí mismo, se sienta encima de todos. 

-¿Quién más lo irrita?

-Miguel Bosé.

-¿Qué pasa con él?

-¡Pero qué le está pasando a Bosé! ¡Que alguien me explique! ¡Enloqueció!

La leyenda respira y toma aire. 

Se permite una pausa en mitad de la ira.

Es el instante en que, sin querer, le observamos el pelo glorioso. 

CONFESIONES

Ocurre que el hilo conductor en el auge de Moncho podría ser su peinado. Es un peinado de león enriquecido con ondulaciones románticas, inmune a las modas. La cabeza de este hombre, en sí misma, ya es una obra de teatro.

-Perdone este giro en la conversación… pero…

-Dime no más, huevón…- alienta.

-¿Su pelo es real?

-Real.

-¿Se tiñe?

-Desde hace diez años Beatriz me tiñe el pelo, menos las patillas.

-¿Y por qué se tiñe?

-Mira, yo, Adriano Castillo tengo el pelo completamente blanco…¡Pero el Compadre Moncho no puede tener el pelo blanco, de ninguna manera!

-¿Pero por qué no?

-No reconocerían a Moncho…

-¿Y que no lo reconocieran le afectaría mucho? 

-¡Muchísimo!

-¿Es ego?

-Noo. Es que yo exploto mucho al personaje. Hago eventos, stand up como Moncho…Y el Compadre Moncho con el pelo blanco sería perder al personaje. Por eso la Beatriz me lo tiñe…

-Ella le cuida todos los detalles…

-Bueno, sí…- admite. Aunque otra vez surge el lado imperfecto. Confiesa Adriano que, hace veinte años, Beatriz le pidió que tuvieran un hijo. 

-Ella tenía 40 años. Y yo le di un no tajante. No podía tener un cabro chico a los 60 años…

Y entonces este Castillo se derrumba y alcanza el punto más alto de la decepción.

-La cagué, la cagué, la cagué…

“Mira, yo, Adriano Castillo tengo el pelo completamente blanco…¡Pero el Compadre Moncho no puede tener el pelo blanco, de ninguna manera!”

Supone que en una terapia matrimonial lo hallarían culpable. Sus amigos, los del colegio, lo tildaron de pelotudo y, en reuniones de confianza, fue reventado a gritos: Cómo no le diste una criatura al amor de tu vida, reverendo imbécil, fulminaste su maternidad, tarado, ególatra, actor. Y Adriano  Castillo reconoce la presencia de un karma, una pifia para siempre.

-La cagué…

-¿Y el tiempo ha curado ese error?
-Ni el tiempo, compadre.

-¿Y ella vuelve al tema?
-Nunca me volvió a tocar el tema.

Luce arrepentido, humano otra vez. Su amable apariencia de cómic no implica que sea un personaje permanente. La vida tiene dos lados, incluso entre los chistosos. Pero se han repuesto y hoy, la Bella y el Mito, permanecen fielmente encerrados. Beatriz cocina tortas y Adriano lava los platos. Beatriz ve una película y Adriano, disfrazado de Moncho, hace apuestas de hípica por el FonoTrack.

Entonces la legendaria figura se empieza a despedir y reitera su pensamiento:

-Es una responsabilidad muy grande ser una leyenda.

Hace un gesto a la cámara. 

Y ahora sí la sesión ha finalizado.

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