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Opinión

7 de Julio de 2020

Columna Becarios Chile-ANID: El último año de Doctorado en el Extranjero

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Desde la declaración del coronavirus como pandemia el 11 de marzo de este año por parte de la OMS, vimos cómo todo lo que conocíamos como normal cambió radicalmente. Actividades cotidianas que antes eran normales e incuestionables como tomar un bus, dirigirnos a nuestros lugares de estudio o de trabajo, reunirse con otras personas, o ir a comprar víveres ya no lo sería más.

Desde marzo también hemos sido testigos de cómo el modelo económico y social imperante en el mundo se fue fracturando poco a poco. Pero ciertamente lo más grave e irrecuperable es la muerte, a la fecha, de más de medio millón de personas en el mundo. Entre los innumerables impactos que ha generado esta crisis y queremos dar a conocer en la presente es la frágil situación que enfrentamos las y los becarios de doctorado en el extranjero financiados por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo producto de esta pandemia.

Esta beca ha abierto la posibilidad a miles de investigadores, intelectuales y artistas chilenos y extranjeros residentes en chile a perfeccionarse en el extranjero, particularmente en universidades catalogadas dentro de las mejores a nivel mundial. El camino que te lleva a lograr ser beneficiario de esta beca, sin embargo, no es fácil pues como es de esperarse el concurso es de alta competitividad y los cupos que son de carácter anual tienen un límite de 360 becas para todos los campos del conocimiento en Artes, Humanidades, Ciencias Sociales, Medicina, y Ciencias en general. Una vez asegurada la beca, el viaje se inicia con la gestión del visado para residir en el país de destino, junto con todo lo que conlleva mover tu vida a un país diferente. 

Muchos dejamos familia, amigos, trabajos y toda una vida pausada por cuatro años en Chile hasta que llegue el momento del retorno. El trabajo de doctorando en sí es un desafío enriquecedor, que muchos logran superar, pero el mismo no está exento de problemas como el no lograr adaptarse a una nueva cultura, hablar un idioma distinto al castellano, ser objeto de ataques racistas y sufrir discriminación, entre otros. Para nosotros, el doctorado es un trabajo, y como tal requiere de nuestro mayor compromiso para lograr las metas propuestas. Con esto queremos enfatizar nuestro rol como trabajadores y polemizar en contra de la visión que se tiene de nosotros en cuanto a que este tipo de perfeccionamiento es un mero viaje de placer, o una capacitación en la que debes ir de un punto A a un punto B. Por el contrario, este es un camino exigente e incierto que te lleva a expandir tus propios límites y en concomitancia a aportar con un grano de arena a la expansión del conocimiento en un campo específico del conocimiento.  

“Por el contrario, este es un camino exigente e incierto que te lleva a expandir tus propios límites y en concomitancia a aportar con un grano de arena a la expansión del conocimiento en un campo específico del conocimiento”.

Como cohorte de becarios de doctorado en el extranjero de 2016 nos hemos visto particularmente afectados con esta pandemia, ya que, todo nuestro sistema de apoyo y de trabajo se vio y ha visto fuertemente afectado por la crisis. Las universidades debieron cerrar sus campus, lo que incluye laboratorios, oficinas, bibliotecas y en general instalaciones clave para nuestro trabajo diario.

La mayoría de los departamentos académicos y facultades –con excepción de aquellos que se centran en el desarrollo de una cura para el COVID-19– pasaron a la modalidad de teletrabajo. Un rol clave en los doctorados lo tienen nuestros directores de tesis, quienes son funcionarios de las universidades por ende su trabajo no solo se basa en ser nuestros guías, sino también en dar clases (ahora virtuales), postular a proyectos concursables, escribir artículos y libros, y también ser personas comunes y corrientes que enfrentan al igual que nosotros situaciones personales complicadas producto de esta pandemia. Sin mencionar también que, algunos de los becarios tuvieron que enfrentar el fallecimiento de sus tutores, lo que verdaderamente pone cuesta arriba el normal cierre de un proceso doctoral. 

Nosotros los becarios, que además de ser ahora doctorandos somos también chilenos y chilenas, artistas, investigadores e intelectuales vemos con preocupación lo que pasa en el país, sabemos que la situación tanto sanitaria como económica es delicada y reconocemos que nuestra condición como beneficiarios de becas es ciertamente una de privilegio. También estamos conscientes que en nosotros recae la responsabilidad de llevar a buen puerto la inversión de recursos que se ha puesto en nosotros y que corresponde al dinero de todas y todos los ciudadanos del país. Es por esto que, para lograr cumplir con nuestros compromisos adquiridos con Chile y con la ANID es que necesitamos de extensiones cortas a nuestros estudios que nos permitan alcanzar el objetivo de doctorarnos. Sin embargo, la obtención de extensiones no es factible, por lo menos en términos legales ya que el decreto supremo 664 que regula nuestras becas señala que no es posible extender los pagos más allá de los 48 meses estipulados por el mismo.

En concreto, el decreto 664 no cuenta con mecanismos que permitan tomar acciones de mitigación frente a situaciones como una pandemia, catástrofes naturales o crisis sociales, lo que se traduce en que de ocurrir algo similar a la pandemia COVID-19 en el futuro nuevamente becarios se verán enfrentados a la situación que vivimos. Actualmente, a muchos nos queda solo un mes de beca, lo que significa que posterior a ello, muchos de nosotros corramos el riesgo de perder nuestro visado estudiantil, por ende, no podamos auto sustentarnos con trabajos temporales ni tampoco podamos contar con la posibilidad de acceder a servicios de salud de requerirlo.  

“A muchos nos queda solo un mes de beca, lo que significa que posterior a ello, muchos de nosotros corramos el riesgo de perder nuestro visado estudiantil, por ende, no podamos auto sustentarnos con trabajos temporales ni tampoco podamos contar con la posibilidad de acceder a servicios de salud de requerirlo”.

Las autoridades competentes están al tanto de nuestra situación, hemos dado a conocer con anticipación el riesgo en el que nos encontramos. Con un grupo de becarias y becarios de doctorado de último año hemos redactado cartas, gestionado reuniones con la ANID, contactado a diputadas y diputados de la comisión de ciencias y tecnología para hacerles saber nuestra situación, e incluso expuesto como invitados en a la comisión de ciencias y tecnología de la cámara de diputados.

A la fecha la cámara de diputados aprobó un proyecto de resolución emanado desde la comisión antes citada para lograr justamente que se nos den extensiones a las becas y para que se generen los cambios necesarios en el programa de becas que garanticen esto no ocurra de nuevo. Ahora, queda que el presidente de la república y que hacienda haga eco a nuestras peticiones y acojan con la urgencia que requiere nuestra situación el cambio al decreto que impide obtengamos el tiempo necesario para terminar nuestros estudios. Nos queda un mes con beca, y la incertidumbre crece con el pasar de las horas para todos nosotros.

Esperamos entonces que todas y todos nosotros no nos veamos enfrentados al dilema de estar fuera de Chile, sin becas, arriesgando la ilegalidad migratoria, y estando imposibilitados de terminar nuestros doctorados mientras el proyecto de resolución que nos puede entregar un respiro va acumulando polvo en el escritorio del presidente con el pasar de los días.

*Adrián Oyaneder R.

Candidato a Doctor en Arqueología – University of Exeter, Reino Unido 

*Andrea Ubal R.

Doctorado Estudio y Prácticas de las Artes – Université du Québec à Montréal, Canada.


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