Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Reportajes

7 de Julio de 2020

Tres testimonios: Ser profesor durante la pandemia

¿Qué es lo más difícil de ser profesor en pleno confinamiento? Hay tantas respuestas como docentes en Chile: extrañar a los estudiantes, la imposibilidad del contacto directo, enfrentarse a la frustración de no entender las herramientas tecnológicas que para otros son tan sencillas, tener que pedir ayuda… Aquí, profesores de distintas áreas, contextos y edades relatan su experiencia. Pese a lo compleja que ha sido la situación para ellos, todos coinciden en una mirada positiva.

Por

“Nunca imaginé trabajar con cápsulas de video”

Trabaja hace 34 años en un colegio de la zona oriente de Santiago. A sus 64 años, Waldemar Vildoso enfrenta su último año como profesor, antes de jubilarse. Reconoce que este año ha sido difícil, pues vio las caras de su nuevo curso sólo por ocho días. “Fue imposible conocer a 34 alumnos y sus familias en ese tiempo”, dice. 

Enfrentar a sus alumnos a través de clases online fue un desafío. “En realidad, a mi edad, yo nunca imaginé trabajar con cápsulas de video para entregar los contenidos que antes daba en la sala de clases. A mis años ha sido súper complicado subirme al carro de la tecnología, era un aspecto que veía muy lejano”, relata. 

“Me llevé una sorpresa cuando uno de mis estudiantes, en una clase por Zoom, me dijo: ‘profesor, tiene que activar el micrófono que está allá abajo’. Para mí eso fue increíble”.

Para implementar recursos tecnológicos, armar teleclases y preparar material pedagógico que permita a los alumnos aprender de forma lúdica, pese al contexto, ha tenido que pedir ayuda a sus compañeros de trabajo, todos mucho más jóvenes que él. “Yo podría ser su padre en muchos casos. Ellos se han podido adaptar de forma más orgánica con la tecnología. Sin su ayuda constante y paciencia para explicarme una y otra vez cómo grabar las clases, no podría haberme adaptado”.

Sus alumnos de primero básico también lo han ayudado. “Me llevé una sorpresa cuando uno de mis estudiantes, en una clase por Zoom, me dijo: ‘profesor, tiene que activar el micrófono que está allá abajo’. Para mí eso fue increíble. Ellos, siendo tan chicos y ya me llevan la delantera en estos temas”, relata. Aunque lejos de afligirse, a pocos meses de terminar su carrera como profesor dice que esta profesión hasta hoy lo sorprende. “Hay un dicho muy clásico que creo que aplica para mí: nunca es tarde para aprender”.

Sala de clases vacía – Imagen referencial – Agencia Uno

Para motivar a sus alumnos reconoce que ha tenido que ser creativo y en esta versión online ha debido implementar canciones, acertijos, adivinanzas y cuentos. “Aunque ha sido pesado, creo que ha sido una oportunidad para pensar mi trabajo de manera distinta, donde uno también va viendo el progreso de cada niño según sus ritmos de aprendizaje”, cuenta.

De todos modos dice que por mucho que la tecnología entregue múltiples posibilidades, cree que “nada podrá reemplazar la relación profesor-alumno. Donde uno puede entregar cariño, ejemplo, virtudes y formación de hábitos. Además considero que la interacción alumno-alumno es primordial para que practiquen la solidaridad, la amistad, los límites y respeto por el otro”.

Pese a que se ve complejo el término de este año, Waldemar espera volver a ver a sus alumnos: “Lo primero que haré cuando los vea será acogerlos e integrarlos, aunque sea por poquito tiempo. Lo mismo con mis compañeros de trabajo, ponernos al día, saber cómo están y cómo se han sentido ante esta nueva realidad”.

“Es importante que los chicos no decaigan”

Paula Pastor tiene 42 años y es profesora de enseñanza básica del Colegio Cristóbal Colón de Conchalí, una escuela particular subvencionada que desde hace unos años implementa una metodología de aprendizaje basada en proyectos (ABP). En simple, promueve que durante un periodo de tiempos los alumnos se organicen en torno a un objetivo basado en una pregunta compleja, problema, desafío o necesidad –normalmente surgida desde sus propias inquietudes–, que pueden abordar desde diferentes perspectivas. Así fomentan la interdisciplinariedad de asignaturas como lenguaje, ciencia e historia, entre otras.

Paula Pastor – Registro Personal

Ella es profesora jefe de un cuarto básico. “Esta metodología implica que ellos sean capaces de poder crear su propio aprendizaje. Nuestro rol es acompañar, monitorear y ayudar en su proceso. Es una relación muy nutritiva la que se genera, pues uno se involucra día a día en su evolución”, relata. 

En la pandemia, todo esto tuvo que adaptarse. “Lo más problemático es que no tenemos ese contacto diario, esa conversación fluida”, dice Paula. Semanalmente la profesora debe enviar un cuadernillo que contiene elementos que contribuyen a la comprensión lectora, que presente herramientas gráficas como mapas conceptuales o cuadros de síntesis y que además permita que alumnos y alumnas escriban. Además sube material como power point, videos o gráficos a la plataforma Genially. Al cierre de cada ítem, monitorea a los niños a través de un formulario Drive que le permite constatar los aprendizajes y dar retroalimentación.

“Antes podía darme cuenta cuando se equivocaban y conversarlo, mostrarles alternativas, herramientas. Claramente no es lo mismo ser testigo de cómo ellos están aprendiendo, que leerlos a través de un formulario. Eso ha sido muy complejo”.

Pese a su entusiasmo, la profesora ha tenido que lidiar con problemas domésticos básicos en este nuevo escenario. “En mi casa yo no tengo internet y eso, en un principio, fue  complejo: tenía que estar compartiendo el internet desde mi teléfono, el que no era de muy buena calidad y se caía”, cuenta. También reconoce que las clases remotas han mermado el contacto con los estudiantes. “Antes podía darme cuenta cuando se equivocaban y conversarlo, mostrarles alternativas, herramientas. Claramente no es lo mismo ser testigo de cómo ellos están aprendiendo, que leerlos a través de un formulario. Eso ha sido muy complejo”. 

Otra dificultad ha sido el poco interés de los alumnos de hacer, aprender y construir su propio conocimiento. “La desmotivación es un tema, pero también creo que ahí hay una oportunidad de construir una comunicación basada en la confianza, en el cariño. Podemos apoyarnos, darnos ánimo entre profesor y alumno. Me reconozco como una profesora muy pendiente de ellos. Es importante que los chicos no decaigan”, dice.

¿Qué es lo primero que hará cuando termine esta pandemia? “Sentarme en el suelo con ellos a conversar, a compartir, a reírnos, a contar cómo han sido estos días sin vernos. Hacer un encuentro potente, emotivo y que nos reencontremos de una vez por todas”, cierra. 

“Nos adaptamos o quedamos fuera”

Oscar Collao tiene 63 años. Trabaja como docente en distintas universidades de Chile, su área de especialidad es la educación artística en la etapa preescolar y sus cursos los toman principalmente estudiantes de párvulo. Antes de la pandemia sus clases eran presenciales, con énfasis en cursos teórico-prácticos. “Siempre he implementado la metodología de ‘aprender haciendo’, que mis alumnas y alumnos aprendan a expresarse a través de los lenguajes artísticos para que sepan transmitirlo desde la vivencia a los niños y niñas”, dice. Enseñaba cuentacuentos o implementaba salidas a museos y al teatro Municipal.

Por lo mismo, cuando se suspendieron las clases en las universidades a Oscar se le complicaron mucho las cosas. “No me gusta mucho la tecnología, soy medio apático con el tema. Leía los correos de las alumnas y usaba los portales de ingreso de notas y asistencia, sin embargo había otras tareas que simplemente no realizaba. Ahora me he visto en la obligación de hacerlas”, dice.

Foto referencial – Agencia Uno

Como vive solo con su esposa de la misma edad, para aprender herramientas tecnológicas debió pedirle ayuda a un amigo que es experto en ellas. “Los primeros días le tuve que dar acceso a mi computador de forma remota, estuve como una semana aprendiendo con él. Igual se me cayeron algunas clases, de repente no sabía cómo activar la pantalla o el audio, pero ahora ya las puedo implementar sin errores”, relata orgulloso.

Oscar sabe que la adaptación rápida a herramientas como Zoom, Meet, Google classroom o portales académicos es parte del futuro de la docencia: “Claramente las cosas están cambiando y este sistema online, que ya estaba incluido en las universidades donde yo trabajaba, pero que yo le daba poca importancia, hoy está cumpliendo un tremendo rol en medio de estos contextos de aprendizaje. Nos adaptamos o quedamos fuera”.

“Lo que más extraño es el contacto personal: las relaciones humanas, aprender a conectarse y trabajar colaborativamente, aceptar la diferencia, la diversidad, temas que hoy son tan relevantes. No tener esas interacciones te aleja un poco de esas vivencias; y un trabajo que ya es complejo y cansador en términos físicos y psicológicos, se siente aún más solitario”

Lo más complejo en su caso ha sido lo solitario que se ha vuelto el trabajo. “Lo que más extraño es el contacto personal: las relaciones humanas, aprender a conectarse y trabajar colaborativamente, aceptar la diferencia, la diversidad, temas que hoy son tan relevantes. No tener esas interacciones te aleja un poco de esas vivencias; y un trabajo que ya es complejo y cansador en términos físicos y psicológicos, se siente aún más solitario”, relata. 

¿Cómo ve el futuro? Oscar es optimista: “Lo que se viene es un gran desafío. Una de las cosas valorables y también duras de esta pandemia es que quedó al descubierto, una vez más, el Chile real. Ya no podemos seguir viviendo en un sistema tan injusto, tan depredador. Es justamente eso lo que me anima a seguir trabajando en la formación de personas. Los espacios educativos deben ser lugares en donde se humaniza por excelencia”.

Notas relacionadas

Deja tu comentario