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Reportajes

14 de Julio de 2020

2020, ¿el año de la abstinencia sexual?

El distanciamiento obligatorio con otros tiene efectos inevitables en la frecuencia de los contactos íntimos, en la manera de ejercer la sexualidad. ¿Es un año de abstinencia para los que enfrentan esta pandemia solos o confinados con su familia? ¿Es una oportunidad para explorar otras cosas? Jóvenes entre 25 y 35 años que hoy no están teniendo relaciones sexuales dan sus testimonios y reflexionan sobre el tema. También opinan especialistas.

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Javiera tiene 30 años y hoy vive la pandemia en la casa de sus papás. Es educadora de párvulos y bailarina independiente. Tras la indicación de cuarentena en Santiago vio mermados sus ingresos de forma inmediata pues su trabajo es presencial. Venía de un buen año y había ahorrado para independizarse. Era su gran anhelo 2020, pero el confinamiento postergó todo. La idea detrás de ese sueño de la independencia tenía que ver con tener su propio espacio y la posibilidad de compartir ese lugar con otras personas de forma libre. Incluso, la oportunidad de tener un lugar en donde explorar su sexualidad de forma tranquila.

Hace poco más de un año que Javiera no mantiene relaciones sexuales con otra persona, situación que, reconoce, le genera ansiedad, pero donde ha sido creativa para sortearla. “Con esta pandemia y la consiguiente crisis, quedé atrapada acá. En el encierro me he cuestionado todo: mi trabajo, dónde vivo, por qué, incluso mi sexualidad y cómo la vivo. Porque claro, soy una persona que disfruta su soltería, sin embargo también tengo el anhelo de estar con una pareja”, dice. 

La imposibilidad de estar en el mundo ha sido un tema para ella. Vive en la disyuntiva de salir y, al mismo tiempo, exponer a las personas con quienes vive: sus papás y hermanos. Pese al impulso de libertad y aburrimiento acumulado en cuatro meses de encierro, ha optado por cuidarse y reinventar su deseo sexual. 

“He tenido que ser creativa. Disfruto mucho escribiendo y con ello, muchas veces me he  estimulado a mí misma. A veces comparto mis textos y eso también me provoca un pequeño orgasmito intelectual. Me doy el trabajo de reflexionar, porque para mí eso es erótico también. En lo intelectual y lo corporal encontré herramientas para satisfacerme y las apropié para mí, entonces eso hace que a veces no me importe tanto estar con un otro. Me gusta moverme y bailar, lo disfruto. Después de una buena jornada de entrenamiento de baile en mi patio, voy a mi pieza, me masturbo, lo paso bien un rato y a dormir, otro día viene”, dice.

Javiera no es la única.

Loreto* tiene 33 años y vive sola. En enero tuvo su primer y último “polvo casual” tras terminar una relación de cinco años. “Ese episodio casual fue entretenido pero no fue algo importante en sí mismo, sino lo que significaba para mí: resetear de mi memoria el cuerpo de mi ex, reconocer otro contacto, explorar un cuerpo distinto, entender qué pasaba conmigo”, reconoce.

Desde ahí todos los intentos de “algo más” no funcionaron; y entonces llegó la pandemia. “Poquito antes del encierro total invité a una tipa a mi casa y simplemente no hubo onda. Después probé con algunas app y nada. Por un lado me alejaban las más lanzadas y por otro, cuando ‘me gustaban’, no tenía idea de cómo llevar esa ‘onda’ a otro nivel”, dice. Se terminó aburriendo a las semanas y borró las aplicaciones.

“En lo intelectual y lo corporal encontré herramientas para satisfacerme y las apropié para mí, entonces eso hace que a veces no me importe tanto estar con un otro. Me gusta moverme y bailar, lo disfruto. Después de una buena jornada de entrenamiento de baile en mi patio, voy a mi pieza, me masturbo, lo paso bien un rato y a dormir, otro día viene”, dice Javiera.

“Al principio me entrampé en la expectativa social de lo que ‘uno a esta edad debería estar haciendo’, cierta presión social que viene de lo que uno consume en redes sociales, la pose del resto, no sé. Cuando me desapegué de eso entendí que tengo mis tiempos, que no son los mismos del resto, y que, sobre todo, esta experiencia podía ser usada como una herramienta para conocerme sexualmente sin tener a otro como un espejo”, dice.

En ese sentido, Loreto cuenta que la posibilidad de enfrentar sola la cuarentena ha sido, pese a tener días malos, una oportunidad. “Es bien oscilante el ánimo. A veces tengo semanas donde me masturbo un montón, hay otras en que simplemente no siento ganas y no lo hago. Hay días en que me miro al espejo, me saco fotos. No las comparto porque me da miedo y porque también son para mí”, cuenta.

“Al principio me entrampé en la expectativa social de lo que ‘uno a esta edad debería estar haciendo’, cierta presión social que viene de lo que uno consume en redes sociales, la pose del resto, no sé. Cuando me desapegué de eso entendí que tengo mis tiempos, que no son los mismos del resto, y que, sobre todo, esta experiencia podía ser usada como una herramienta para conocerme sexualmente sin tener a otro como un espejo”, dice Loreto.

Bailar sola, dice, también ha sido todo un descubrimiento. “Creo que nunca lo había hecho antes. Es interesante lo que pasa: al principio bailo tímida y de a poco me voy soltando, perdiendo la vergüenza conmigo misma. Hay un punto en donde me veo libre, suelta, disfrutando, sin ponerle cabeza al asunto y eso ha sido estimulante para mí. Una vez, mientras bailaba, me imaginé que era observada por otros y otras, y me calenté mucho. Terminé tocándome en el sillón”, confiesa.

Psicóloga y sexóloga Constanza del Rosario.

Sobre la posibilidad de ver la pandemia como una oportunidad de exploración, la psicóloga y sexóloga Constanza del Rosario, que realiza talleres sobre sexualidad plena y empoderamiento femenino, señala que ésta es “sin lugar a dudas una excelente oportunidad para el autoconocimiento y para hacerse cargo de los temas pendientes”. En ese sentido, cree que abordar esta situación de como una oportunidad tiene que ver con los distintos temperamentos, personalidades y cómo maneje el estrés cada persona. “Hay quienes se regulan emocionalmente junto a otros y otros que lo hacen a solas; los primeros sentirán con angustia la falta de contacto, los segundos no. Ambas situaciones son normales”, comenta.

¿UN ASUNTO PROBLEMÁTICO? 

Sebastián tiene 29 años, es periodista y hoy está cesante. Terminó una relación en agosto de 2019 y desde ese momento no establece un vínculo sexual con otra mujer. La crisis social de octubre le pegó fuerte y debió dejar su departamento de soltero con amigos y volver a la casa de sus padres. Ha vivido el estallido social y el confinamiento en ese lugar. Se considera demisexual; es decir, una persona incapaz de sentir una atracción sexual a no ser que previamente haya conseguido forjar un vínculo emocional con la otra persona. “Han habido chances, pero me cuesta llevarlo a algo más si no estoy vinculado”, reconoce.

“Hay quienes se regulan emocionalmente junto a otros y otros que lo hacen a solas; los primeros sentirán con angustia la falta de contacto, los segundos no. Ambas situaciones son normales”, comenta Constanza del Rosario.

No le preocupa lo que pase con el resto, pues tampoco se relaciona con amigos o amigas que anden exponiendo su “sapiencia sexual” por redes sociales. “No estar tirando para mí es parte del contexto. No podría descargar Tinder y ‘pasearme’ la cuarentena por tirar, no es mi prioridad ahora. No tengo ningún problema con postergar esa necesidad. Pero de que es una necesidad, claro que sí”.

Es por eso que durante el encierro ha buscado vincularse mucho más con mujeres. “Estoy hablando mucho más por Whatsapp con chiquillas que he conocido y con las que hemos tenido buena onda. Supongo que hay algo en eso de dejar ‘la puerta abierta’. No te niego, anhelo el momento en que esto termine, esperando salir y puta, ver qué pasa”, dice.

¿Es problemática en algún nivel la abstinencia? Sobre eso, Del Rosario es clara: “No es la falta de ‘sexo’ en sí misma la que puede enfermarte, lo que sí puede suceder es que la falta de contacto físico-emocional que se puede tener a través del sexo con alguien y en particular con una pareja, puede comenzar a deteriorar tu salud mental y física; especialmente si era esencial para tu regulación emocional y salud mental”.

“Estoy hablando mucho más por Whatsapp con chiquillas que he conocido y con las que hemos tenido buena onda. Supongo que hay algo en eso de dejar ‘la puerta abierta’. No te niego, anhelo el momento en que esto termine, esperando salir y puta, ver qué pasa”, dice Sebastián.

Para Sebastián también es un factor estar viviendo con sus papás. “Sí, siempre es una barrera, aporta incomodidad. Pero igual es la cuarentena mi principal filtro”, reconoce. Cuenta que hace tres semanas le llegó una oferta de pega que consistía en escribir textos eróticos, mucho de ese contenido para público gay. “Tener que escribir de sexualidad no fue indiferente para mí, me pasaron cosas mientras escribía e imaginaba. Quizás producto de la misma carencia sexual que uno está enfrentando”, dice, admitiendo que esa experiencia le permitió comprender que se podía erotizar con otros insumos que antes no había considerado.

Psicólogo y sexólogo Jaime Sánchez

El sexólogo Jaime Sánchez desarrolló un proyecto llamado Felisex, donde durante 9 meses recorrió 30 ciudades del mundo estudiando la relación entre felicidad y sexualidad. Su objetivo era explorar un nuevo campo de conocimiento en torno a la llamada Sexualidad Positiva, que busca que las personas potencien su bienestar. Bajo esa mirada, explica que “todos tenemos la capacidad de tener sexo con un otro y no tenerlo; si lo piensas, la frecuencia sexual no está directamente relacionada con el bienestar. Obviamente ese aspecto va a tener más peso que para unas personas que otras, porque no somos iguales”.

¿Es posible ser feliz sin sexo?, sobre eso Sánchez opina: “Hay personas que eligen la abstinencia como un modo de vida y no necesariamente son infelices porque no están teniendo sexo. Obviamente que alguien que no ha hecho votos de castidad o que no espera voluntariamente no tener sexo, y que efectivamente quiere tener sexo o está en pareja, y está distanciado de su pareja, es natural que lo extrañe, porque el sexo más allá de la ‘descarga’, es también una posibilidad de conexión”.

Dice que ese aspecto fisiológico puede tener una descarga por medio de la masturbación, donde las personas no necesitan a otro. “Muchas veces lo que las personas buscan en el sexo, va bastante más allá del orgasmo o la experiencia de placer. Estar con un otro, fluir con un otro, el sentirse deseado o el expresar afecto son elementos adicionales al placer meramente físico”, profundiza. 

NO TENGO GANAS

Beatriz* tiene 26 años. Teletrabaja y vive con su hermana en el centro de Santiago. Está en cuarentena desde el 16 de marzo y su última relación sexual fue en diciembre. Conversó con algunos hombres durante el verano y se mantuvo en contacto con algunos de ellos hasta el inicio de la pandemia, pero le dio susto seguir con el coqueteo virtual pues la situación pandemia se fue agravando con los días. 

“Al principio usaba más mis juguetes, pero estos dos últimos meses como que me bajó todo el impulso sexual. Estoy reflexionando sobre mi sexualidad más que explorando conmigo misma. Qué significa para mí, cómo han sido las personas con quien me he involucrado, la importancia de conectar con el otro, no un hueón de Tinder nomás”, cuenta.

Beatriz reconoce que ha ocupado este tiempo para reflexionar sobre sí misma y las relaciones que ha tenido: “Siento que si voy a vincularme sexualmente con alguien de nuevo, al menos quiero conocerlo. Como que estoy cuidando mucho más mi cuerpo y resignificando lo que significa para mí estar con una persona. No significa que me voy a casar ni nada, pero me importa que lo que sea que tenga con un otro, tenga sentido para mí”.

Otro de los elementos que le ha permitido el encierro es observar la relación con su autoestima. “El ritmo que llevaba previo a la pandemia nunca me permitió reparar en mi amor propio. Siempre estaba tratando de ocultar el rollito, siempre tirando con la luz apagada, la celulitis, qué se yo, siempre encontrándome defectos”, dice.

“Estoy reflexionando sobre mi sexualidad más que explorando conmigo misma. Qué significa para mí, cómo han sido las personas con quien me he involucrado, la importancia de conectar con el otro, no un hueón de Tinder nomás”, cuenta Beatriz.

Previo a la pandemia ingresó a un taller de baile burlesque que hoy, debido a la contingencia, realiza por Zoom todos los sábados. Reconoce que eso le ha permitido explorar su sensualidad desde otro punto de vista y relacionarse mejor con su autoestima. “Cuando bailo al frente del espejo me miro y digo: ‘puta que estoy mina’. Y si subo un video de mí bailando a Instagram es para decir de alguna forma que me encuentro mina también y me importa poco la opinión del resto. Eso para mí ha sido todo un proceso y estoy orgullosa”.

El primer mes de encierro le acomplejó no tener a nadie con quien coquetear o un posible pretendiente: “Tenía amigas que me contaban sus experiencias y yo me sentía un poco fome, no sé si quería efectivamente estar con otros, pero sentía que estaba mal al no hacerlo, decía: ‘cresta, ellas lo hacen y yo, ¿por qué no lo estoy haciendo?’ Después se instaló el tema del confinamiento y decidí quedarme en la casa, y ahí ya no era un problema porque estamos todos en lo mismo. Fue un alivio en algún punto”, explica.

Del Rosario, en su análisis sobre la realidad que hoy vive en su consulta, reconoce que muchos de sus pacientes llegan por falta de apetito sexual, pero “esa realidad ya existía previa a la pandemia y, en este sentido, el miedo y el estrés son los grandes enemigos de la sexualidad. El contexto de COVID-19 aumentó el estrés entre parejas estables, especialmente las que conviven, y en quienes están solteros por el estrés de sus condiciones laborales y de su propia vida en este contexto. También en quienes le tienen particularmente miedo al contagio”.

“Tenía amigas que me contaban sus experiencias y yo me sentía un poco fome, no sé si quería efectivamente estar con otros, pero sentía que estaba mal al no hacerlo, decía: ‘cresta, ellas lo hacen y yo, ¿por qué no lo estoy haciendo?’ Después se instaló el tema del confinamiento y decidí quedarme en la casa, y ahí ya no era un problema porque estamos todos en lo mismo. Fue un alivio en algún punto”, explica.

Jaime Sánchez, por su parte, plantea que es evidente que en una pandemia faltan algunos elementos para vivir una experiencia sexual con otro de forma total, pero “efectivamente nos las podemos arreglar. Igual podemos satisfacer nuestras necesidades sexuales, igual podemos explorar con nosotros mismos o buscar conexión a través de las herramientas online. Uno puede manifestar el deseo y el erotismo de una manera donde lo único que hace falta es el tacto”.

*Sus nombres fueron cambiados para este reportaje. 

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