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Entrevistas

15 de Julio de 2020

Daniel Mansuy: “Sebastián Piñera puede ser el sepulturero del presidencialismo en Chile”

IES / Marcelo Calquín

Uno de los principales analistas de la derecha sostiene que ese sector va a salir maltrecho después de esta crisis y que podría tardar años en rearticularse. Cree que el error radica en el diseño del Presidente de privilegiar las confianzas personales por sobre las políticas. Y, a su juicio, hay también otro problema: que el mandatario “no logra persuadir ni articular políticamente”. La derecha, dice, está viviendo “una derrota cultural extraordinariamente fuerte”.

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Daniel Mansuy pertenece a la nueva camada de intelectuales de la derecha. Ahí están también otros nombres como Pablo Ortúzar y Hugo Herrera. No son un “lote”, como se diría en jerga política, porque tienen matices en sus ideas, pero juntos constituyen una nueva voz en el análisis político de un sector que hoy tiene todos los focos puestos encima.

Académico de la Universidad de los Andes e investigador asociado al Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Mansuy no suaviza sus críticas. Por el contrario, es brutal en su análisis sobre el rol que está jugando el gobierno y su manejo político del estallido social de octubre y de la crisis sanitaria, política y económica en curso. “El piñerismo no estaba preparado para nada de esto. Lo pilló muy desnudo política e intelectualmente”, asegura. 

Mansuy no habla desde las vísceras, sino desde una análisis racional muy marcado por su historial académico. Es doctor en Ciencia Política de la Universidad de Rennes, Francia, máster en Filosofía y Licenciado en Humanidades de la Universidad Adolfo Ibáñez. Y columnista en el diario El Mercurio y panelista radial en T13.

¿Dirías que ésta es la crisis más importante que ha vivido la derecha en las últimas décadas?

-Depende de cómo uno la lea. Yo creo que la entrega de la Constitución -en noviembre pasado- fue más fuerte para la derecha que todo esto que está pasando ahora. Sin ninguna duda, ahí había algo simbólico muy fuerte. Yo leo esta crisis como una continuidad de aquello.

“El piñerismo no estaba preparado para nada de esto. Lo pilló muy desnudo política e intelectualmente”.

¿En qué sentido?

-En el sentido de que la derecha no ha encontrado una manera de responder ni de articularse para dar cuenta de este momento político. Mi impresión es que lo que ha pasado en estos días es un capítulo más de una derrota cultural extraordinariamente fuerte. 

¿Cuánto gravita aquí la figura del Presidente Piñera? ¿Qué permite, por ejemplo, el desorden en los partidos y la desafección con su gobierno?

-Aquí hay dos cosas. Lo primero tiene que ver con el Presidente dejó de articular a su propia gente. Cada vez tiene menos poder sobre sus propios parlamentarios y sobre los partidos que supuestamente lo apoyan. Eso es muy grave en un régimen presidencial. Muy grave.

¿Y lo segundo?

-Bueno, tiene que ver con la irritación que él produce. No deja de ser sintomático que un Presidente que habla decenas de veces -tanto en el contexto de la crisis social de octubre como ahora en la sanitaria-, ninguna de sus intervenciones ha marcado un rumbo, un punto de inflexión. El Presidente no logra persuadir ni articular políticamente. Es una palabra gastada.

¿Y que debiera hacer para recuperar un tono?

-El Presidente debiera tomar nota de que todo lo que dice, irrita. Todo lo que él dice, polariza. Por tanto, debería tomar más distancia. En otro sentido, me parece que el piñerismo no estaba preparado para enfrentar nada de esto. Lo pilló muy desnudo política e intelectualmente. 

Probablemente ningún gobierno estaba preparado para un estallido social de la magnitud que tuvo octubre y luego esta pandemia… 

-Sin duda. Nadie estaba preparado. Pero cuando no tienes rumbo fijo ni tampoco tienes un proyecto político, no sabes cómo responder. El eje de la campaña de Sebastián Piñera fue Chilezuela, pero hoy eso sirve de muy poco. Sirvió para ganar una elección, para movilizar a tu electorado. Pero después te enfrentas al descampado. Entonces, cuando digo que el gobierno no estaba preparado, me refiero a que en una parte de la derecha predominó la idea de que Bachelet 2 era un mal sueño y que bastaba con que el país volviera a crecer. Esa es la deficiencia grave que existe: se excluyó de antemano que en Chile pudieran haber tensiones sociales y políticas profundas. Y eso es lo que quedó al descampado cuando estalló la crisis. 

“No deja de ser sintomático que un Presidente que habla decenas de veces -tanto en el contexto de la crisis social de octubre como ahora en la sanitaria-, ninguna de sus intervenciones ha marcado un rumbo, un punto de inflexión. El Presidente no logra persuadir ni articular políticamente. Es una palabra gastada”.

¿SOLO Y ENCERRADO?

Rodrigo Hinzpeter, ex ministro del Interior, habló de que hay desgobierno, falta de liderazgo, ausencia de juicio técnico y responsabilidad política. ¿Compartes el diagnóstico?

-Duro Hinzpeter, pero tiendo a compartir su planteamiento. Creo que la única posibilidad de salir -si es que la hay- es que ese diagnóstico sea asumido en el centro del poder de La Moneda. Porque si los problemas son tan estructurales, la solución tiene que ser así de radical. Hasta ahora ha sido meramente cosmética. 

¿Un cambio de gabinete en que saliera Gonzalo Blumel sería suficiente?

-Sería completamente insuficiente. Es como darte una aspirina.

¿Pero qué pasó? Cuando asumió Blumel todos celebraban su actitud dialogante, su transversalidad. Ahora lo critican por falta de liderazgo. 

-El caso de Gonzalo Blumel es muy simple. Él tiene virtudes, pero que no son para ser ministro del Interior. El jefe político del gabinete necesita otros talentos. Hubo un mal diseño. No es culpa de Blumel. La improvisación de ese cambio de gabinete fue tan brutal que él terminó asumiendo casi por casualidad. Nadie pensó: “Blumel es el mejor para este cargo”. Se encontraron con él. Piñera tuvo cuatro años en su Fundación preparándose para volver a gobernar y termina con estos niveles de improvisación… No deja de ser impresionante. 

¿El Presidente tiene la fuerza para ordenar sus filas o crees que está un poco solo, encerrado en la torre?

-Está un poco encerrado y solo. A él le cuesta pedir ayuda. Le cuesta entender que esto se teje de manera colectiva. El problema de fondo es el diseño que siempre hace Piñera y que también lo tuvo en su primer gobierno. Él asume que los equipos políticos se constituyen en torno confianzas personales. Pero no es así. Mira la dupla Insulza-Lagos. No eran amigos, no se llevaban bien, pero funcionaban. O el caso de Bachelet con Pérez Yoma…

“El caso de Gonzalo Blumel es muy simple. Él tiene virtudes, pero que no son para ser ministro del Interior. El jefe político del gabinete necesita otros talentos. Hubo un mal diseño. No es culpa de Blumel. La improvisación de ese cambio de gabinete fue tan brutal que él terminó asumiendo casi por casualidad”.

¿Es como dejar a los partidos en la periferia de la toma de decisiones?

-Claro. Lo que necesitas es alguien articule políticamente y que sea respetado por tus partidos. Por eso es tan fácil pegarle al equipo político. Los partidos no se sienten integrados. Y ahí falla Piñera.

¿Por qué?

-Porque cree que él puede hacerlo todo solo. Que puede dirigir la orquesta y jugar en solitario y que sus ministros reposan en su confianza personal y no en una lógica estrictamente política. Eso es lo que se agotó ahora. 

¿Llegó la hora de delegar poder? ¿Será tan fácil?

-El Presidente necesita incorporar gente de gran peso político en su gabinete. Ese problema estuvo disimulado mientras Andrés Chadwick vivió políticamente. Él conjugaba la experiencia política y era de extrema confianza del mandatario, porque era su primo. Reunía las dos cosas. Caído Chadwick, esa figura ha sido irremplazable. Ahora se ve cuán absurdo era ese diseño. Todo reposaba en la persona de Andrés Chadwick. 

“El problema de fondo es el diseño que siempre hace Piñera y que también lo tuvo en su primer gobierno. Él asume que los equipos políticos se constituyen en torno confianzas personales. Pero no es así. Mira la dupla Insulza-Lagos. No eran amigos, no se llevaban bien, pero funcionaban. O el caso de Bachelet con Pérez Yoma…”

Pero es cierto que las confianzas son claves para gobernar…

-Sí, pero el Presidente Piñera tiene que entender que las confianzas políticas no son lo mismo que las confianzas personales y que lo que está en juego no es sólo su gobierno, es la República, es el presidencialismo en Chile.

Entonces, a tu juicio, ¿el problema es Piñera?

-El problema es el diseño que Piñera siempre ha instalado y que reposa en lógicas personales. La política es un asunto colectivo. De hecho, Piñera ha tenido problemas con RN y la UDI en sus dos gobiernos. Nunca logró generar lealtad de los partidos políticos, involucrándolos y haciéndolos partícipe de la gestión política.

¿Y cuál será la razón? ¿Desconfianza?

-Yo creo que eso significa entregar poder. Y Piñera nunca ha querido entregarle poder a los partidos, pero en un régimen presidencial es muy difícil gobernar así. Y en un contexto de crisis eso se vuelve brutalmente claro.

¿Hay en el trasfondo dos almas en la derecha y eso afecta una mirada común?

-Más que una distinción entre derecha social y una derecha económica -que es real-, creo que el eje del problema está constituido por un Ejecutivo completamente encerrado en sí mismo, como en una especie de torre. Y cuando tus propios aliados ya no están dispuestos a pagar costos en nombre del gobierno, es porque hay un problema de conducción política que remite al propio Presidente. O sea, cuando el Presidente tiene que ponerse a llamar por teléfono –personalmente- a los parlamentarios y no tiene resultados, el problema es grave. Quiere decir que ese resorte está completamente gastado. La pregunta es ¿cuántos resortes le quedan?

“El problema es el diseño que Piñera siempre ha instalado y que reposa en lógicas personales. La política es un asunto colectivo. De hecho, Piñera ha tenido problemas con RN y la UDI en sus dos gobiernos. Nunca logró generar lealtad de los partidos políticos, involucrándolos y haciéndolos partícipe de la gestión política”.

¿Y cuántos resortes crees tú que le quedan?

-A estas alturas, a Sebastián Piñera le queda una sola tecla: hacer un cambio de gabinete potente en la conducción del equipo político. Eso implica ceder poder a personalidades de peso para que tengan la autonomía para decirle que no, para llevarle la contra y equilibrar un poco el poder… Hoy el poder está totalmente concentrado en la oficina del Presidente. 

¿Ves una disposición para abrir el naipe?

-No lo sé, pero esta crisis requiere de más cabezas, de muchas más miradas. Lo que enfrenta la derecha es muy potente. Aquí hay una ofensiva muy fuerte y Piñera no la va a poder salvar solo. Esto se vuelve medio trágico si uno recuerda que uno de los motivos por el cual Piñera volvió al poder fue para sacarse el mal sabor de su primer gobierno. Y vaya, vamos a ver cómo sale de aquí. Pero lo que es claro es que solo no va a poder.

“Más que una distinción entre derecha social y una derecha económica -que es real-, creo que el eje del problema está constituido por un Ejecutivo completamente encerrado en sí mismo, como en una especie de torre. Y cuando tus propios aliados ya no están dispuestos a pagar costos en nombre del gobierno, es porque hay un problema de conducción política que remite al propio Presidente”.

En el gobierno anterior llamó a Allamand, Evelyn Matthei, Andrés Chadwick y Pablo Longueira. ¿Qué figuras fuertes, con manejo político, tiene ahora?

-Efectivamente, le quedan menos fichas. Pero más allá de los nombres, el Presidente tiene que aceptar condiciones fijadas por otro. Esa transacción le cuesta a Piñera. A él le cuesta soltar esa manija. Pero el barco está un poco a la deriva, le está entrando agua y él ya no puede contener solo toda esa presión. Requiere políticos profesionales que articulen.

Y los partidos, ¿qué rol debieran jugar?

-Hay que incorporar a los partidos a la sala de máquinas, en el centro de las decisiones, para que después estén dispuestos a pagar los costos asociados. Pero, insisto, eso lo saben hacer los políticos profesionales, los que saben como se maneja esto. Te doy un ejemplo, cuando se planteó el primer programa de ayuda a la clase media, le pusieron la categoría “plus”. Un político con experiencia sabría perfectamente que no corresponde usar ese lenguaje hoy día. 

¿Es como muy de marketing? 

-Claro. Finalmente, el problema son las categorías intelectuales con que el piñerismo mira a Chile. Si hubiera un político de peso sentado en esa mesa sabría que esas son palabras del retail. O sea, el piñerismo provoca irritación por ser asociado con las lógicas mercantiles, por encarnar a la derecha más económica, que se ocupe ese lenguaje y ni siquiera lo intenten disimular, denota un problema de lectura realmente profundo. A estas alturas son errores absurdos, infantiles, pero grafican muy bien la necesidad de hacer un cambio de diseño de manera radical. El gobierno no puede hablar como si fuera Falabella. 

LOS COSTOS FUTUROS

Más allá de la dinámica partidaria, ¿cómo pega esta crisis en la derecha tradicional e influyente? Léase empresarios, el mundo intelectual…

-Desde el punto de vista de la derecha tradicional, imagínate lo que puede ser recordar al gobierno de Sebastián Piñera en que bajo su mandato se perdió la Constitución, le empezaron a pegar a las AFP y se disolvió la coalición. Pero en términos históricos, lo más relevante es que Sebastián Piñera puede ser el sepulturero del presidencialismo en Chile. Y eso sí que es importante para la derecha. 

“(…) El piñerismo provoca irritación por ser asociado con las lógicas mercantiles, por encarnar a la derecha más económica, que se ocupe ese lenguaje y ni siquiera lo intenten disimular, denota un problema de lectura realmente profundo. A estas alturas son errores absurdos, infantiles, pero grafican muy bien la necesidad de hacer un cambio de diseño de manera radical. El gobierno no puede hablar como si fuera Falabella”.

¿Sí?

-Es una discusión histórico-constitucional súper fuerte en el sector y es lo que está en el trasfondo de todo eso. Es una pelea del Congreso con el Presidente. Y hasta ahora el Presidente la va perdiendo con un marcador más o menos abultado. 

En un sistema presidencialista como el nuestro, ¿lo puede revertir? 

-Yo no sé como se puede tratar de ganar esa pelea o, al menos, intentar reequilibrar el partido. Pero lo que sí es claro es que, a partir de la improvisación y del mal manejo que ha hecho este gobierno, la derecha va a pagar costos por muchos años.  

¿Qué costos puede pagar?

-A la derecha le va a tomar mucho tiempo rearticularse intelectual y políticamente. Va a salir de esto extraordinariamente maltrecha. La paradoja es que Piñera marcó la historia de la derecha chilena porque la llevó dos veces a La Moneda. Pero al mismo tiempo va a dejar un desierto,  una tierra arrasada. Va a ser muy difícil construir después de esto.

“Es una discusión histórico-constitucional súper fuerte en el sector y es lo que está en el trasfondo de todo eso. Es una pelea del Congreso con el Presidente. Y hasta ahora el Presidente la va perdiendo con un marcador más o menos abultado”.

Hay en curso una batalla ideológica por el retiro del 10% de las AFP. ¿El temor es que se pueda perforar la estructura del modelo?

-Sin duda, el tema de las AFP es el buque madre del modelo, y como es el  buque madre, la izquierda está dispuesta a votar una mala política -que no le conviene a la gente, que va a empeorar las pensiones-, por un motivo muy simple: porque con eso le está dando un golpe ideológico brutal a la derecha.

¿Pero cuál izquierda? No hay tampoco una oposición compacta, que esté capitalizando políticamente ante la ciudadanía. 

-Hay una cosa perversa en la manera en que actúa la oposición. En el fondo, trata de satisfacer todas sus frustraciones de lo que no pudieron hacer en el gobierno. Pero con ello pierden vocación de poder y se suman a una versión más radical. No deja de ser llamativo que partidos pequeños, como los del Frente Amplio, sean capaces de poner la música con la que bailan desde la DC al PS. Hay que reconocerles ese talento político porque es bien impresionante.

“La paradoja es que Piñera marcó la historia de la derecha chilena porque la llevó dos veces a La Moneda. Pero al mismo tiempo va a dejar un desierto,  una tierra arrasada. Va a ser muy difícil construir después de esto”.

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