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Entrevistas

16 de Julio de 2020

Patricia May: “Es como si estuviéramos atravesando una estrecha garganta entre montañas, a ojos vendados”

Foto: Gentileza Patricia May

La antropóloga se ha dedicado a estudiar y reflexionar acerca de la conciencia humana y los sentidos últimos de la existencia. Aquí, desde esa orilla, mira a la pandemia y hace un análisis del proceso que dice comenzó en octubre con el estallido: “Estamos pasando por un proceso colectivo de autorrevisión y de un despertar hacia una nueva conciencia”.

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“Me llega la imagen siguiente: es como si hubiéramos estado viviendo en un valle y lo contaminamos, lo destruimos y lo echamos a perder. Una fuerza profunda de la vida, responsable de todos los sucesos que pasan, nos saca de ahí, del mundo que teníamos. Actualmente es como si estuviéramos atravesando una estrecha garganta entre montañas, a ojos vendados, en una total incertidumbre, hacia otro valle, que poblaremos con nuevos principios y valores” reflexiona la antropóloga Patricia May acerca del proceso que Chile está atravesando, de manera continua, desde octubre pasado. Según ella, esto nos ha obligado a “enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestra verdad interior y al tipo de cultura y sociedad en que vivimos”. 

Su confinamiento no empezó con la pandemia. En los últimos tres años le han realizado cuatro operaciones grandes que por el momento la tienen sin caminar. En su vida, cuenta, el encierro lo ha vivido en carne propia: por tiempos prolongados y sin moverse por meses. Fue un desafío personal, dice, que la obligó a conectarse con su propia identidad: “Tenía dos opciones, ser una persona infeliz y dejarme caer por las circunstancias; o sacar mi fuerza interior y salir adelante con las condiciones que sea”.

Patricia May se define como una “caminante y practicante espiritual, intentando traer la sabiduría del alma a la vida diaria”. Graduada en la Universidad de Chile en 1979, la antropóloga se ha dedicado a practicar y profundizar los conocimientos de quiénes somos los seres humanos, de dónde venimos, hacia dónde vamos. Junto a su marido, Sergio Sagüez, crearon hace más de 30 años la Escuela del Alma, un espacio donde dictan talleres a personas que, a través de prácticas como la relajación, la meditación y el desarrollo de una armonía corporal, quieran realizar un trabajo personal que les permita colaborar con un mundo mejor. The Clinic conversó con ella para ver cómo se reflexiona sobre el sentido amplio de la vida cuando alrededor hay pandemia, encierro, miedo, la amenaza cercana de la muerte. 

Posterior al estallido social, usted habló de “un boom de sinsentido, de estrés colectivo, porque las emociones son contagiosas”. ¿Cuáles, según usted, son las emociones que ha contagiado la pandemia, además del virus?

-Esta situación nos ha puesto contra la pared, obligándonos a mirar nuestros propios demonios; y claro, te podría dar varias prácticas para lidiar con eso, pero a lo que yo más llamaría es a vivir el desafío emocional. Se han activado nuestros miedos a enfermarnos, a morir, nuestra intolerancia con los que vivimos el encierro o la soledad, además de todas las carencias básicas de muchos. Creo que, en ese sentido, hay dos actitudes fundamentales: me dejo invadir por esto, me pongo a tomar y me deprimo; o me vuelvo proactivo en relación a mi estado interior. Reflexiono y tomo conciencia de cómo estas corrientes me afectan, qué me muestran de mí y del mundo, para trasladar todos estos aspectos hacia un cambio y encontrarle un sentido a todo lo que pasa.

“Esta situación nos ha puesto contra la pared, obligándonos a mirar nuestros propios demonios; y claro, te podría dar varias prácticas para lidiar con eso, pero a lo que yo más llamaría es a vivir el desafío emocional”

En Chile hay un gran porcentaje de personas que hoy protestan por hambre, que no respetan la cuarentena para salir a trabajar, que se les mueren los seres queridos. ¿Cómo en momentos así se pueden tener esos momentos de reflexión interna?

-No me cabe duda de que si en esta vida estás pasando hambre o una situación extrema, va a ser más difícil. Sin embargo creo que igual se están experimentando cosas y como la vida es breve, sin duda se van a cosechar aprendizajes. Pero claro, yo no quiero que se entienda este desarrollo como algo light, solo de hacer yoga y meditar. Quiero dejar eso super claro, porque existe esta mala fama, una visión pseudo esotérica de que el trabajo espiritual sirve para aliviar a las personas en sus casas del barrio alto. Yo les encuentro razón, porque se ha hecho una mala utilización, para llenarse a ellas mismas y encerrarse en sus mini mundos perfectos. Sin embargo, yo creo que este trabajo no es auténtico si no es con un compromiso social. 

¿Cómo así?

-La sequía, la pobreza extrema, las ciudades desiguales, el hambre, la gente inundándose. ¿Por qué se provocan estas cosas? Es un problema espiritual de la sociedad entera, que no percibe al otro como un igual. Y es por eso que tenemos que tomar conciencia si queremos mejorar las condiciones basales y generar otro tipo de comunidad menos contaminante, más igualitaria. Me preocupa que las personas no hagan una reflexión en sí misma de lo que está ocurriendo y sobre cómo salir de aquí replanteándonos todo.  

“Pero claro, yo no quiero que se entienda este desarrollo como algo light, solo de hacer yoga y meditar. Quiero dejar eso super claro, porque existe esta mala fama, una visión pseudo esotérica de que el trabajo espiritual sirve para aliviar a las personas en sus casas del barrio alto. Yo les encuentro razón”

LA CALMA EN LA CRISIS

Patricia May afirma, convencida, que “desde octubre, en Chile pasamos por un proceso colectivo de autorrevisión y de un despertar hacia una nueva conciencia. Hay que ver no más lo que está pasando en el Congreso, donde se generan cambios que antes eran impensados”. 

El año pasado dijo que el mundo político “estuvo a la altura” cuando se logró el acuerdo por una nueva Constitución. ¿Cómo evalúa la gestión del coronavirus? 

-Fue maravilloso lo que pasó en el estallido social. La reflexión virtuosa desde el diálogo, porque se empezaron a escuchar otras voces. Antes no pasaba que invitaran a Gastón Soublette o Humberto Maturana a los matinales. En la crisis sanitaria, pienso que ha habido aciertos y desaciertos: una buena transformación de la infraestructura crítica, pero muy mal seguimiento de la trazabilidad. 

“Fue maravilloso lo que pasó en el estallido social. La reflexión virtuosa desde el diálogo, porque se empezaron a escuchar otras voces. Antes no pasaba que invitaran a Gastón Soublette o Humberto Maturana a los matinales”

-¿Estuvo bien el cambio de ministro de Salud?

-Si, porque generó otras dinámicas. 

-¿Cómo se encuentra la calma y el sentido a la vida en medio del encierro? 

-El otro día hablaba con una persona que me decía: “Ahora me doy cuenta lo ansiosa que soy. Siempre de un lado a otro, inventado paseos, panoramas”. ¿Para qué sirve esto? Para evadir un estado interior. Esto me lo dio mi experiencia, porque por mi poca movilidad, decidí en vez de hacer mil cosas, hacer una o dos, con ritmo más pausado y encontrando sentido a todo. Necesitamos tener esa autorreflexión para salir de esta sociedad consumista que al final nos hace infelices a todos: al que no tiene porque vive endeudado y al que tiene demasiado porque no se satisface y siempre quiere más. 

Entonces, Patricia May entrega un consejo práctico que ella llama “Pausa Sagrada”. Dice si dos o tres veces al día uno se sienta, cierra los ojos y, por tres minutos, se concentra exclusivamente en el “inhala, exhala”, permite que el cerebro conozca los tractos neuronales que llevan a una mayor serenidad. “Está científicamente comprobado y sirve para develar claridad, pacificarse para buscar soluciones, sin estar acosado por tus miedos, problemas y deudas”, dice. 

Patricia May y su marido Sergio Sagüez. Foto: Gentileza Patricia May

“Esto me lo dio mi experiencia, porque por mi poca movilidad, decidí en vez de hacer mil cosas, hacer una o dos, con ritmo más pausado y encontrando sentido a todo. Necesitamos tener esa autorreflexión para salir de esta sociedad consumista que al final nos hace infelices a todos: al que no tiene porque vive endeudado y al que tiene demasiado porque no se satisface y siempre quiere más”

-¿Y qué visión tiene de la muerte?

– Te lleva al límite y es algo que nos hace cuestionarnos: ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué quiero dejar de mí? En mi visión el ser humano trasciende; sólo deja su existencia en el cuerpo, pero tengo la certeza de que el ser más profundo no muere. Entonces cuando somos puestos en esta situación extrema viene el análisis radical sobre qué sentido tiene la vida. Si me contagié o tuve un familiar con COVID digo: “¿Quiero seguir igual que antes?”. No, me doy cuenta de que todo esto puede terminar de repente y que me gustaría dejar una mejor huella. 

NUEVO MUNDO

La antropóloga dice que durante el verano, en enero, estuvo con un sentimiento profundo de dolor y pena por el mundo. “En mi corazón sentía un dolor planetario por los males del mundo. Justo antes de la pandemia, fue casi un poco profético”. 

-¿Lloró?

-Sí, me cayeron muchas lágrimas. Creo que cada uno de nosotros tiene un lago de penas y las lágrimas ayudan a que éstas drenen, limpien, depuren. Llorar es sano, limpia, y es importante conectar con eso, porque uno no se puede hacer la lesa ante los dolores colectivos. 

-Lo dijo en una entrevista el año pasado: “Lleva mucho tiempo un quiebre real, que permita ir hacia otros paradigmas menos individualistas y más del compartir”. ¿Es el coronavirus el hito que llevaba años esperando?

-Ojalá. El mundo que viene será probablemente muy difícil. Desde la antropología he logrado ver que los procesos son largos y este esfuerzo hacia las sociedades sustentables no será corto. Va a requerir de nuestro esfuerzo y proactividad y, en ese sentido, debemos educar generaciones creativas, integrando el conocimiento de sí mismos para que las personas aprendan a manejarse en tiempos difíciles y así impulsen soluciones sobre ecología y contaminación, los desafíos del mañana.

“Sí, me cayeron muchas lágrimas. Creo que cada uno de nosotros tiene un lago de penas y las lágrimas ayudan a que éstas drenen, limpien, depuren. Llorar es sano, limpia, y es importante conectar con eso, porque uno no se puede hacer la lesa ante los dolores colectivos”

– Una de sus grandes reflexiones es la necesidad que tiene el ser humano de conectar con su interior. ¿Cómo ha sido esto en su proceso personal?

-En lo personal, mi proceso comenzó en la adolescencia, en un maravillarme y encantarme con la naturaleza, con los misterios del universo, con la poesía, con un conocimiento más profundo del ser humano. Como a los 22, 23 años, estaba haciendo mi tesis y fue un año que estuve tranquila: vivía con mis papas en una casa bien bonita, con jardín. Se conjugó un estado interior con la situación exterior de estar tranquila. Yo le doy máxima importancia al ritmo en que vivimos y cómo eso nos aliena de nuestro ser interno. Cómo las cosas son sincrónicas, llegué a un curso de meditación sin saber mucho de qué se trataba. Eso me hizo experimentar, silenciar mi mente con los ojos cerrados y mirar hacia adentro, más allá de mis miedos y expectativas. Me hizo ver que había un ser bello y sabio, logré conectarme con otra identidad: logré despegarme de una persona acomplejada, de baja autoestima y con miedos hacia el futuro; y convertirme en una mujer autorrealizada, sin que me importara lo que los demás miraran de mí. Descubrí que yo era un ser potente, profundo y maravilloso, algo que comencé a ver también en los demás. 

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