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Opinión

17 de Julio de 2020

Columna de Agustín Squella: El pasado nos condena

No es raro, ni tampoco irresponsable, ni nada que tenga que ver con el populismo, que se haya planteado la posibilidad del retiro parcial de fondos previsionales. Situaciones excepcionales hacen pensar en respuestas también excepcionales, por una sola vez, y dentro de límites bien establecidos, respuestas que en tiempos de normalidad prácticamente nadie habría respaldado.

Agustín Squella
Agustín Squella
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Nadie podría mostrarse partidario de un retiro anticipado de los fondos previsionales. Estos son  propiedad de los cotizantes, sin duda, pero se encuentran afectos a un objetivo único, consentido por ellos, que no es el de una simple cuenta de ahorro. Ese objetivo no es otro que la obtención de una pensión al momento de dejar de trabajar por razones de edad.

Sin embargo, lo que se discute hoy en el Congreso Nacional es un retiro parcial y muy acotado, y ello en medio de una situación enteramente excepcional y cuyos efectos sobre los ingresos de las personas serán tan hondos como prolongados. La pérdida del trabajo, o una apreciable rebaja en los ingresos de éste, y la amenaza que se proyecta sobre la recuperación de los trabajos y de los ingresos disminuidos, ha creado una profunda y comprensible sensación de inseguridad en muchos trabajadores y sus familias. Trabajadores muchas veces informales que salen todos los días a  laborar con la única esperanza de volver a casa con lo necesario para pagar la comida de la jornada.

Si grandes inversionista y empresarios, con las gruesas espaldas que tienen, se han venido quejando largo tiempo y con gran eco en los medios de comunicación acerca de la incertidumbre que afecta a sus negocios y a las expectativas de beneficios que  podrían traerles, ¿cómo no entender hoy la más aguda y dramática sensación de inseguridad y desprotección que experimentan millones de trabajadores  que, apenas dueños de su sola capacidad de trabajo y lejos de poseer algún patrimonio o ahorros a los que echar mano en la actual emergencia se encuentran además fuertemente endeudados por bajas remuneraciones y  magras pensiones que les impiden llegar dignamente a fin de mes?

Además de lo ya señalado, nuestra discusión sobre el retiro de fondos previsionales no se da en el vacío, sino en medio de la convicción, largo tiempo sostenida por cotizantes y expertos, de que lo que fue adoptado en la década de los 80 fue cualquier cosa menos un efectivo sistema de previsión social”

El acceso fácil al crédito es un bien, pero no cuando se empuja a las personas a endeudarse como compensación por sus bajas remuneraciones o pensiones. Pedir prestado es un derecho, pero que se ejerce con cierto bochorno cuando se lo hace sólo para comer tres veces al día y pagar los servicios básicos.

No es raro, entonces, ni tampoco irresponsable, ni nada que tenga que ver con el populismo, que se haya planteado la posibilidad del retiro parcial de fondos previsionales. Situaciones excepcionales hacen pensar en respuestas también excepcionales, por una sola vez, y dentro de límites bien establecidos, respuestas que en tiempos de normalidad prácticamente nadie habría respaldado.

FOTO:MAURICIO MENDEZ/AGENCIAUNO

Es cierto que el gobierno ha reaccionado con distintas e importantes ayudas, la última de las cuales estuvo dirigida a los sectores medios del país, pero lo hizo con tardanza, casi a horas de una votación crucial en la Cámara de Diputados, justificando el retardo para ir en ayuda de tales sectores  en que  creyó que los efectos  de la pandemia en nuestro país, en especial las reclusiones obligatorias, durarían menos tiempo del que han tomado.

Error de cálculo parecido al que se incurrió en materia de salud al poner inicialmente el énfasis en la dimensión hospitalaria de la pandemia (camas UCI, ventiladores, personal suficiente) antes que en la formidable capacidad de expansión de los contagios. Ningún gobierno en el mundo supo bien cómo reaccionar ante un hecho tan  súbito, único e inesperado, pero en una sociedad democrática y abierta –no en China desde luego- ello no puede inhibir la crítica a algunos de los diagnósticos y medidas gubernamentales.

La anterior Presidenta inició un proceso constitucional pausado, en paz, sujeto a reglas, con una composición pluralista de la comisión que lo llevó adelante, y lo que recibió fue la crítica y la ironía de los partidos hoy en el poder y de parte del propio sector político que respaldada su gestión

Es muy probable que se produzcan nuevas olas del Covid19 y hasta que  aparezcan nuevos virus en el futuro, tan peligrosos  como aquel. En opinión de un destacado científico, la pregunta no es si  aparecerá un nuevo virus, sino cuándo lo hará, de manera que la crítica, y sobre todo la autocrítica, deben ser practicadas como el mejor de los ejercicios de aprendizaje de cara al futuro.

Además de lo ya señalado, nuestra discusión sobre el retiro de fondos previsionales no se da en el vacío, sino en medio de la convicción, largo tiempo sostenida por cotizantes y expertos, de que lo que fue adoptado en la década de los 80 fue cualquier cosa menos un efectivo sistema de previsión social.

La decisión que entonces se adoptó no fue tomada con ese fin, o no con ese fin principal al menos, sino con el de captar ahorros forzados de los trabajadores para inyectarlos a la muy decaída economía chilena de entonces, y tanto es así que las fuerzas armadas entonces gobernantes decidieron que en esta materia no seguirían la suerte de todos los chilenos y que tendrían su propio sistema de previsión.

Hoy, cuando con justificada razón nos escandalizamos del desprestigio del Tribunal Constitucional y sus trifulcas internas, ¿cómo no recordar el burdo cuoteo político de sus integrantes entre el actual Chile Vamos y la ex Concertación y Nueva Mayoría, un cuoteo que permitió llegar a ese tribunal a algunos integrantes sin ninguna calificación para ello?

Se trató de explicar esa discriminación a partir de la excepcionalidad de las fuerzas armadas, aunque se desconoce hoy la mucho más patente excepcionalidad de la situación social causada por la pandemia. Excepcionalidad para unos, los que gobernaban entonces, pero no para los demás, los gobernados de hoy que se encuentran en ingentes problemas.

Por otra parte, no es justo hacer de la satisfacción de derechos sociales –y llegar a tener una previsión oportuna y justa es uno de ellos- meras oportunidades de negocios privados. Además del Estado, agentes privados pueden concurrir a la satisfacción de tales derechos, pero no ser transformados en los administradores de las instituciones que se encargan de esa satisfacción ni menos mercantilizarla.

Dada la ideología económica y social que acabó adoptando el régimen militar, a nadie puede extrañar la decisión que tomó en materia previsional, aunque lo raro es que el modelo previsional implantado, a pesar de las persistentes y extendidas críticas en su contra, se haya mantenido durante 30 años de gobiernos democráticos, la mayoría de ellos con sensibilidad social y partidarios de un estado de bienestar.¡30 años! Parecido a lo ocurrido en materia de salud privada, a cargo de unas instituciones aún más abusivas y desprestigiadas que las AFP.

“La iniciativa para el retiro de fondos de las AFP, amén de darse en medio de una grave enfermedad de alcance planetario, ocurre en un momento en que hace ya mucho tiempo esas instituciones habían caído en un generalizado y creciente desprestigio”

En ambos sentidos –el régimen de pensiones y el de salud privada- el país se durmió. Se hicieron cambios, correcciones, siempre anunciadas para “mejorar” o “perfeccionar” uno y otro sistema, en circunstancias de que solo se puede mejorar lo que está bien y perfeccionar lo que se encuentra ya muy bien, y ninguno de tales sistemas andaba bien o muy bien. Y si los lectores excusan el lenguaje demasiado coloquial que voy a emplear a continuación, el camarón (Chile) se durmió y ya sabemos lo que pasa cuando un camarón se duerme en medio del río. Pero el camarón parece haber despertado y ahora sí va a apurar la reforma previsional de tipo estructural que lleva años en el Congreso.

/AGENCIA UNO

También nos dormimos en lo relativo al cambio de Constitución, contentándonos con centenares de reformas que nos permitieron eludir el  asunto de fondo. La anterior Presidenta inició un proceso constitucional pausado, en paz, sujeto a reglas, con una composición pluralista de la comisión que lo llevó adelante, y lo que recibió fue la crítica y la ironía de los partidos hoy en el poder y de parte del propio sector político que respaldada su gestión.

¿Cómo se nos ocurría promover una nueva Constitución si el país estaba en paz, normal –se nos decía-, y ahora, los mismos que tenían ese discurso, nos preguntan cómo se nos ocurre marchar hacia una nueva Constitución en tiempos de anormalidad y abierta convulsión social? ¿Cómo vamos a subir el ingreso mínimo –se nos decía también- si la economía anda bien y podría entonces echarse a perder, y cómo se nos puede ocurrir algo semejante cuando la economía se pone mal  y elevar la retribución por el trabajo podría empeorarla?

“No se trata de revolver el pasado, sino de rememorar parte de éste para comprender mejor el presente y encarar de mejor forma el futuro, morigerando la crispación y encono que se aprecian en ambos lados”

Y existen más pruebas del sueño en que caímos, sueño no como  deseo altruista o expectactiva de algo mejor, sino como el simple acto de dormirnos con una expresión de complacencia en la cara. ¿Acaso la culpable y muy prolongada desatención civil sobre el gasto en las fuerzas armadas – por el Ministerio de Defensa, de Hacienda y la Contraloría General de la República- no tuvo el altísimo y vergonzoso costo de  graves y dilatadas defraudaciones en dos ramas de las fuerzas armadas del país? Hoy, cuando con justificada razón nos escandalizamos del desprestigio del Tribunal Constitucional y sus trifulcas internas, ¿cómo no recordar el burdo cuoteo político de sus integrantes entre el actual Chile Vamos y la ex Concertación y Nueva Mayoría, un cuoteo que permitió llegar a ese tribunal a algunos integrantes sin ninguna calificación para ello?

/AGENCIAUNO

Cuando las cosas se hacen mal o no se corrigen a tiempo, y eso por gobiernos de ambos lados del espectro político, la realidad no tarda en tomarse revancha, porque la iniciativa para el retiro de fondos de las AFP, amén de darse en medio de una grave enfermedad de alcance planetario, ocurre en un momento en que hace ya mucho tiempo esas instituciones habían caído en un generalizado y creciente desprestigio, teniendo sus afiliados certeza  acerca de la insuficiencia de sus pensiones actuales y futuras.

Esta iniciativa, por lo mismo, cualquiera sean sus defectos técnicos, es entonces un grito de insatisfacción, de protesta, e incluso de rabia, contra un régimen ineficaz en lo que constituye nada menos que un derecho fundamental de las personas: tener una pensión oportuna y justa. Cualquiera sea el resultado de la iniciativa sobre el retiro de fondos, ese grito parece haber sido finalmente escuchado por todos, incluidos los que no querían un cambio del sistema de pensiones o lo querían muy al gusto de las AFP. 

Los desacuerdos, lejos de constituir un obstáculo para la política democrática, son los que la ponen en movimiento. La ponen en movimiento para buscar acuerdos y, cuando estos no se producen, para aceptar las votaciones de mayoría”

¿De qué sirve poner en ese contexto lo que está ocurriendo ahora en el Congreso Nacional? Sirve para entender mejor lo que ocurre y para entendernos también mejor en la manera de gestionarlo políticamente hacia adelante. Entonces, no se trata de revolver el pasado, sino de rememorar parte de éste para comprender mejor el presente y encarar de mejor forma el futuro, morigerando la crispación y encono que se aprecian en ambos lados, el de los que son partidarios del retiro y aquellos que no lo son.

Entendernos mejor, indiqué, para lo cual es indispensable que la conversación entre partidarios y detractores del retiro no se interrumpa. La política, querámoslo o no, es una actividad entre rivales, no entre amigos, aunque tampoco lo es entre enemigos que tratan de eliminarse unos a otros. Entre rivales la política, desde siempre, y ni siquiera la pandemia va a modificar la índole de esta vieja  e indispensable actividad humana. Pero la pandemia y sus efectos económicos y sociales sí deberían alentar comportamientos políticos más transparentes, más leales, más propios de hombres y mujeres de buena voluntad. En otras palabras, tendríamos que exigir juego limpio, similar al que pedimos en un campo deportivo donde también se enfrentan rivales interesados en la victoria.

/ AGENCIAUNO

Los desacuerdos, lejos de constituir un obstáculo para la política democrática, son los que la ponen en movimiento. La ponen en movimiento para buscar acuerdos y, cuando estos no se producen, para aceptar las votaciones de mayoría. Desacuerdos que hay que asumir como tales y evitar, hasta donde se pueda, que se transformen en conflictos y que estos puedan impulsar que los rivales se vayan a las manos.

Una de las funciones más importantes del derecho es contar con que siempre pueden producirse conflictos y disponer para ellos las instancias, reglas y procedimientos que permitan darles un curso pronto, pacífico y eficaz. Vistos de esa manera, los conflictos tampoco son patologías  sociales de las que tendríamos que curarnos. Evitarlos, sí, y disponer de las instancias que provee el derecho cuando ocurra alguno de ellos en cualquier ámbito de la vida en común, pero no contar ni contarnos el cuento de una sociedad en la que todo conflicto haya desaparecido.

El proceso constituyente en curso es una buena oportunidad para aclarar y procesar nuestros desacuerdos como sociedad, no todos, por cierto, sino aquellos que recaen en materias propias de una Constitución

El proceso constituyente en curso es una buena oportunidad para aclarar y procesar nuestros desacuerdos como sociedad, no todos, por cierto, sino aquellos que recaen en materias propias de una Constitución,  desacuerdos tantas veces ocultados, soslayados o pospuestos por el solo temor a que devinieran en conflictos ante los cuales solemos desarrollar algo mucho más que temor: pánico.

No deberíamos asustarnos de nuestro proceso constitucional ni de la posibilidad de una nueva Constitución y menos caer en estado de pánico. Chile es una república independiente hace más de 200 años y no una republiqueta que hubiera sido recién fundada  por un grupo de sublevados.

Si existe un pensamiento que ha hecho daño a nuestro país es la que resume la lógica perezosa, si no francamente cínica, de que para los gobiernos y políticos en general existen solo dos clases de problemas: los que se resuelven solos y los que no tienen solución. Pues bien, los problemas no se resuelven solos, y el deber de políticos y gobernantes es buscarles algún tipo de solución. Gobernar es hacerse cargo de problemas e idear respuestas posibles para ellos.

Los desacuerdos suelen preceder a los acuerdos, y mientras duran los primeros, los ánimos se encienden, las malas palabras van y vienen, e imaginamos un país casi al borde del caos. Cuando el acuerdo finalmente se produce, o a falta de él se recurre a una votación, los ánimos se calman y, visto en retrospectiva, el momento del desacuerdo, por extenso y bravo que haya sido, luce en ese momento casi como una anécdota.

Entonces, y ahora que estamos en pleno desacuerdo, con destempladas acusaciones de insensibilidad al gobierno y de populismo a los opositores, hay que cuidarse de la desmesura. De la desmesura en que incurren los gobiernos, los opositores, las elites económicas, y también los analistas que comparecen en los medios. Por momentos, estos últimos incurren en tal cantidad de malos augurios y fatalidades para el país que parecieran creer que mientras más pesimistas se muestren serán tenidos por analistas más inteligentes.

*Agustín Squella es abogado, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2009.

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