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Libros

27 de Julio de 2020

Hernán Miranda, candidato al Premio Nacional de Literatura: “Admiro el rol de poeta al servicio de sus conciudadanos, como De Rokha”

Es el postulante al Premio Nacional de Literatura con mayor trayectoria: su primer libro se publicó hace 50 años. Desde entonces acumula premios como el Casa de las Américas, el Municipal de Santiago y el Altazor. Tiene 78 años, una decena de libros publicados y voluntad suficiente para competir, por tercera vez, a este galardón “no siempre justiciero”, como lo llamó una vez. “Me siento merecedor” asegura, “aunque es raro en este país decir que uno se merece algo”.

Por

Hernán Miranda tenía doce años cuando se convirtió en el director del diario de su curso. Tenía quince cuando entró —por casualidad— al velorio de Gabriela Mistral. Se impresionó tanto que decidió convertirse en poeta. En una clase del colegio empezó a escribir sonetos. Luego entró a estudiar Periodismo en la Universidad de Chile y ganó el concurso de poesía de la Fech. Publicó su primer poemario en 1970, a los veintisiete años: Arte de Vaticinar. Allí aparece ‘A nadie daré una droga mortal’, que ese año es leído por un joven Raúl Zurita, quien quedó “absolutamente alucinado”. Entonces Miranda era periodista de Salvador Allende. Trabajaba en La Moneda cuando la bombardearon. Quizá por la impresión escribió su segundo libro: La Moneda y otros poemas. Envió el texto al concurso Casa de las Américas. Era 1976, plena dictadura, y Miranda ganó el primer lugar.

Recuerda el poeta:

—El día del golpe estaba en mi casa en La Cisterna. Dos tipos me insultaron: “anda a defender a tu presidente, concha…”. El Casa de las Américas lo recibí en Buenos Aires. Dada la situación, la repercusión en Chile fue efímera. En todo caso, supe de gente que compró el libro en México, Estados Unidos y Europa. Una parte del poema ‘La Moneda’ fue leído un 11 de septiembre por la radio Moscú.

Dentro de lo que permitían las circunstancias, me las arreglé para abordar la represión en las poblaciones.

Hernán Miranda

Dice el poema:

Me sentiré feliz toda la vida

Si él llega a ser presidente por un día

Si reconocen este triunfo nuestro

Aunque sea por una hora

Para que al menos en la historia se diga

Que alcanzamos un día un pedacito de La Moneda

Y luego continúa, en una suerte de crónica escrita en doscientos versos.

“El poeta es un testigo”

Miranda escribe poesía con métrica, como sonetos y décimas, aunque también explora el verso libre. Su voz es hábil para convertir la realidad en poesía. ¿Qué lee para escribir así?

—Voy leyendo de todo, pero hay poetas que me han dejado huellas: Robert Frost, Walt Whitman, Nicanor Parra. Tampoco puedo negar mi inclinación por Jorge Teillier y Enrique Lihn. En Chile tenemos una potente tradición poética. Admiro el rol de “poeta al servicio de sus conciudadanos”, como lo fue Pablo de Rokha. Esa es la aspiración, aunque parezca desmedida.

Además de La Moneda y otros poemas, Miranda ha publicado más de diez libros. En ellos ha escrito sobre la poeta Stella Díaz Varín (“una mujer que trajo ardor a esta tierra fría”) o el fotógrafo Hugo Araya (“con la cámara en su mano fue derribado con disparos de fusil”). Ha escrito sobre asambleas universitarias, los últimos minutos de Franco o el amor por una hija que nacerá pese a que en Chile “todo sirva de cárcel”. De las gestas universales y de la pasión interior. “Se nace solo para amar”, escribe Miranda.

—Escribo desde mi yo. El poeta es un testigo, no hay que hacerle asco a la contingencia.

Inspirado por las palabras de Gabriela Mistral, Hernán Miranda se convenció de que un poeta “debe tener un oficio alternativo”. En su caso, el periodismo fue otra forma “de trabajar con la palabra”. Como periodista, entrevistó a  José Donoso, a Nemesio Antúnez, a Violeta Parra. Luego trabajó por quince años en La Tercera, en los años 80.

—Dentro de lo que permitían las circunstancias, me las arreglé para abordar la represión en las poblaciones. Una vez llegué a una zona de Talca donde se estaba construyendo un gran canal de regadío, con la participación de cientos de hombres del Plan de Empleo Mínimo (PEM). Estaban excavando a mano y daba la impresión de ver un ejército de esclavos construyendo las pirámides de Egipto.

Además, Miranda ha hecho performances. En 1984 se encerró por un día en el zoológico de Santiago vestido de oficinista, mientras Pía Barros tomaba fotos y Nicanor Parra hablaba con la prensa.

—También fui mochilero con andanzas por Latinoamérica. Una vez dormí junto a la boca de un volcán en actividad. He sido testigo de grandes sucesos.

La catástrofe a la vuelta de la esquina

Entre otros libros y premios, Miranda ha publicado De este anodino tiempo diurno, con el que ganó el Premio Municipal de Santiago en 1991, y Viajes inconclusos, con el que obtuvo el Premio Altazor en 2011. Ahora tiene 78 años, responde esta entrevista por email, vive con su hija en La Florida y observa la pandemia y el estallido social a través de las noticias. Tiene casi veinte libros publicados y próximamente aparecerá uno nuevo en la editorial de la Universidad de Santiago, institución en la que trabajó por diez años formando periodistas y que hoy patrocina su tercera postulación al Premio Nacional de Literatura. 

—Hace años, usted llamó al Premio Nacional “mezquino galardón no siempre justiciero”, refiriéndose a que figuras importantes como Vicente Huidobro, por ejemplo, nunca lo recibieron. ¿Sería justicia dárselo a usted?

—Sí, creo que sería justiciero recibir ese premio. Hace 57 años figuré por primera vez en una antología de poesía chilena. Es raro en este país decir que uno se merece algo, pero yo me siento merecedor por el trabajo realizado, que me ha generado una trayectoria y el reconocimiento de mis pares y nuevas generaciones.

—¿Qué ha escuchado sobre el 18 de octubre?

—Fue un remezón tremendo. Lo más espectacular fue una concentración en que participó un millón y medio de personas, creo que es la más grande de la historia de Chile. El estallido echó por tierra el triunfalismo con que la derecha había recibido la asunción de Piñera.

—Utilice su “arte de vaticinar” y díganos cómo ve el futuro post pandemia.

—He vivido de catástrofe en catástrofe, he estado presente en tres golpes de estado: en Chile, Ecuador y Argentina. Creo que alguna otra catástrofe está a la vuelta de la esquina. Quién sabe si en el futuro no habrá una temida guerra nuclear. Espero que ese vaticinio no se cumpla.

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