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Opinión

29 de Julio de 2020

Columna: Las calles se transforman, en femenino y en plural

Crédito: Nicole Pumarino O.

Las mujeres caminan por la ciudad combinando acciones múltiples. Aprovechan la caminata para pensar, mirar y distraerse, si están solas; o bien conversar, descansar, jugar e incluso educar, cuando van con compañía, adaptando su ritmo a un «otro». De esta manera, el camino al trabajo puede ser también el recorrido para hacer las compras del hogar, recoger a una hija o hijo, o pasar a visitar a alguien.

Nicole Pumarino Orbeta y Karen Seaman Cuevas
Nicole Pumarino Orbeta y Karen Seaman Cuevas
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La preocupación por la vuelta a la calle y a la vida pública en estos días en que ya se anuncia en Chile un «paso a paso» al desconfinamiento, ha sido temática de variadas opiniones, debates y propuestas. La pandemia ha puesto nuestras ciudades en crisis a tal nivel que pareciera ser que no queda otra opción que repensarlas y otorgarles nuevos atributos que nos permitan llevar una vida saludable y por qué no, sostenible. Para lograrlo, las discusiones pasan por encontrar las densidades adecuadas, proveer a todos los barrios de servicios básicos, revertir la desigualdad y sobre todo replantear la forma en que nos desplazamos. Caminar y andar en bicicleta han adquirido un protagonismo que por fin hace justicia a lo que diversos grupos de la sociedad civil vienen promoviendo hace bastante tiempo, y remarca la realidad de ciudades como Santiago, pues, caminar ha sido siempre el modo predominante para trasladarse. En efecto, según la Encuesta Origen destino (2012) el 34% de los viajes de Santiago se realizan a pie, y más importante aún, quienes caminan son mayoritariamente mujeres. 

Las mujeres caminan por la ciudad combinando acciones múltiples. Aprovechan la caminata para pensar, mirar y distraerse, si están solas; o bien conversar, descansar, jugar e incluso educar, cuando van con compañía, adaptando su ritmo a un «otro». De esta manera, el camino al trabajo puede ser también el recorrido para hacer las compras del hogar, recoger a una hija o hijo, o pasar a visitar a alguien. Caminan con compañía, con bolsas, a veces con carros o coches, atentas al cuidado del otro, dispuestas a intercalar distintas tareas en el viaje. Combinan el espacio de libertad con el de las restricciones y el miedo, siempre atentas, siempre desafiando el uso del espacio. No tienen una única ruta, se mueven por los barrios cambiando su recorrido a base de mapas mentales que construyen desde las limitaciones y oportunidades que ofrece el territorio. Si está oscuro eligen una calle más transitada, si quieren tranquilidad una más residencial, si van acompañadas una que tenga espacio para caminar de a dos, si necesitan comprar una calle que tenga servicios, si quieren conversar una más silenciosa, si no quieren detenerse avanzan por donde las lleva el ritmo de los semáforos en verde o la existencia de cruces peatonales.

“Combinan el espacio de libertad con el de las restricciones y el miedo, siempre atentas, siempre desafiando el uso del espacio”.

¿Caminaremos por nuevas calles?

Los cambios que nos pide la pandemia en nuestra vida cotidiana cuestionan la seguridad sanitaria de lo público y lo colectivo. La necesidad de mantener distanciamiento físico ya ha impulsado transformaciones de calles en algunas comunas del país. En esa misma línea, el Ministerio de Transportes ha publicado la «Guía para la demarcación de veredas con distanciamiento», con el fin de facilitar el trabajo de los municipios que identifiquen una necesidad de espacio para caminantes en algunas de sus calles. 

Crédito: Nicole Pumarino O.

Junto con celebrar la buena noticia de que distintos niveles de gobernanza comiencen a preocuparse por el espacio físico de quienes caminan, debemos preguntarnos ¿Para quiénes diseñaremos estas nuevas calles? La discusión sobre caminar pareciera oscilar entre dos extremos. Por un lado vemos a un caminante que se desplaza a través de franjas de pavimento, como una cinta transportadora cuyo único objetivo fuera trasladarse desde el punto de origen al punto de destino, lo más rápido posible, poniendo la eficiencia por sobre la experiencia. Por otro lado, en un campo más evocativo e idealizado, vemos a un flaneur, un caminante que sale a pasear y sorprenderse de una ciudad que le entrega libertad e inspiración. Pero la mayoría de quienes caminan va y viene entre estas definiciones con una fórmula variable. La caminata es esencialmente desestructurada y no se trata solo de avanzar para llegar, considera también permanencias y conflictos que son características intrínsecas del espacio público y de la calle. En este contexto, la guía del Ministerio se inclina por mostrarnos una caminata homogénea que considera para su diseño ciudadanos iguales, que caminan al mismo ritmo en contextos similares. Una metodología que cuenta cantidades de personas por metro cuadrado pero no considera todas sus cualidades. 

Calles para todas las formas de caminar

Conscientes de que el foco está puesto en la necesidad de actuar rápido y eficazmente, como mujeres urbanistas y caminantes queremos poner sobre la mesa que las veredas por las que caminamos pocas veces han atendido las diversas formas de caminar, que es momento de tomar esta oportunidad para revertir la tendencia. La mayoría de las veredas son estrechas, irregulares e interrumpidas. El diseño de nuestras calles históricamente ha desatendido a las mujeres, las cualidades del espacio público nos dicen que no pertenecemos, que no es para nosotras (Kern, 2020). Para caminar tenemos que adoptar estrategias como bajar a la calzada para ceder el paso de otras personas o para poder pasar con un coche, caminar en fila si vamos con acompañantes cuando no hay lugar para todos, y cambiar nuestros estándares de seguridad para cruzar sin semáforo o caminar de noche según quien nos acompaña. 

“La guía del Ministerio se inclina por mostrarnos una caminata homogénea que considera para su diseño ciudadanos iguales, que caminan al mismo ritmo en contextos similares. Una metodología que cuenta cantidades de personas por metro cuadrado pero no considera todas sus cualidades”.

Entender y atender la experiencia cotidiana de las mujeres en la ciudad es también incluir a la infancia, la vejez, las capacidades especiales y las diversas formas de moverse a pie por la ciudad. Aporta una mirada inclusiva para no repetir los mismos errores urbanos que nos han llevado en el último tiempo a ciudades segregadas y en las cuales domina un paisaje urbano orientado al auto. Abordar las calles desde una perspectiva que incluya todos los géneros, exige focalizarse en la inseguridad y el miedo, e imaginar el espacio público como un lugar donde podamos empoderarnos, sentirnos libres y tranquilas. 

Así como la pandemia nos ha enseñado que existen otras formas de trabajar, de educarnos y de alimentarnos, también requerimos entender que existen otras maneras de hacer ciudad. Podemos calcular la cantidad de personas que caminan por una calle y plantear una nueva proxémica para resguardar los contagios como sugiere la guía, pero no podemos olvidar una vez más que no todas las personas son iguales, que todos los barrios no parten del mismo estándar y que sus comunidades deben ser parte del proceso. La iniciativa de «Ciudad Colaborativa» que busca apoyar a municipios en la transformación de sus calles, nos deja expectantes de propuestas de intervenciones rápidas con respuestas situadas, que incluyan el conocimiento local y a las comunidades como pilar base. Procesos como estos nos hacen pensar que podemos emprender acciones inmediatas con perspectivas perdurables, consolidables a mediano plazo, acciones que incluyan la diversidad de personas y caminatas que se encuentran en la calle, en cuyo diseño se considere la socialización, la seguridad, el juego, el apuro, el cansancio y el vagabundeo. 

Permitamos que la ciudad tenga la vida saludable que necesitamos.

“Plantear una nueva proxémica para resguardar los contagios como sugiere la guía, pero no podemos olvidar una vez más que no todas las personas son iguales, que todos los barrios no parten del mismo estándar y que sus comunidades deben ser parte del proceso”.

*Karen Seaman es arquitecta y académica de la Facultad de Arquitectura Arte y Diseño UDP y Nicole Pumarino es urbanista y desarrolla estudios en el MPlan City Planning en University College London. Ambas son creadoras de La Reconquista Peatonal.


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