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Adelantos

4 de Agosto de 2020

Adelanto de “Vacío temporal”, la primera novela de Carla Vargas

Corresponde a la novela debut de la escritora chilena Carla Vargas. Una joven periodista decide viajar a la casa de sus padres, en Machalí, para desintoxicarse de la adicción a las drogas y el alcohol, haciendo detox, dejándose santiguar por Parguita (un viejo sanador del pueblo) y escribiendo una libreta donde anota reflexiones y posibilidades para salir de esas adicciones. Lee "Ketamina", el primer capítulo de la novela a continuación.

Por

KETAMINA

Desperté con una sensación horrible. Un fuerte dolor de cabeza mezclado con desorientación y mareo. Mi cama y el piso sucios con vómito. Una escoba con un trapo junto a mi puerta. Mi pelo y el piso pegajosos. El living hecho un asco. Platos con restos de ramitas de queso, papas fritas, kétchup y mayonesa. Latas de cerveza desparramadas. Algunas a la mitad y otras llenas, lo que hacía todavía más asqueroso tener que ordenar los restos del after. Colillas de cigarro, unas líneas de keta en el escritorio, listas para ser jaladas. 

Desde la ventana de mi pieza podía ver a tres hombres sin polera con un parlante en su balcón reproduciendo música para las miles de personas que vivíamos alrededor. Felipe y yo gritamos desde nuestras ventanas: “¡bajen el volumen, por favor!”. Eran las nueve de la mañana de un día domingo. Creo que no nos escuchaban, cómo nos iban a escuchar si ni siquiera nosotros lográbamos escucharnos. Uno continuaba paseándose por su departamento, mientras los otros dos hombres sin polera estaban sentados en el sillón, tomando cerveza y viendo tele. No me agradaba despertar con vallenato. En realidad, nunca estoy feliz si despierto por culpa de música muy fuerte. Además, de fondo se oía una mezcla de otros sonidos: Chayanne, Kudai, Anuel, Demi Lovato, Katy Perry, Bad Bunny. Una mierda.

FICHA DEL LIBRO
Autor: Carla Vargas
Páginas: 155
Año: 2020
Precio: $9.000
Editorial: Los libros de la mujer rota

Comencé a trabajar seis horas diarias en una oficina leyendo una pantalla y dando un puntaje de uno a tres a cada texto sobre deportes escrito por un niño de nueve o diez años. Casi todos se trataban de Alexis Sánchez. Además, por las noches trabajaba durante dos horas desde casa en algo desagradable. Estar tan cansada y ocupada en trabajos temporales me hacía solo querer acostarme a ver Tacaños Extremos o Limpiadores Compulsivos en el TLC, y los fines de semana me daban ganas de salir a perder la conciencia. 

Volví a tomar después de haberlo dejado de nuevo, esta vez durante tres meses o más. No quise llevar la cuenta, así como también decidí dejar de contar mis calorías con una aplicación. Me sentía bastante bien, casi estable. Podía dormir por las noches, no tenía pesadillas y no me despertaba temblando. Lograr estar sobria me hacía sentir disciplinada y fuerte.

“Estar tan cansada y ocupada en trabajos temporales me hacía solo querer acostarme a ver Tacaños Extremos o Limpiadores Compulsivos en el TLC, y los fines de semana me daban ganas de salir a perder la conciencia”.

Dije que solo bebería dos copas de espumante, pero tomé tanto que a las seis de la mañana estaba en mi departamento jalando keta. Fui a la disco gay con Felipe y Miguel. La misma rutina de siempre: curarnos en la previa en nuestro departamento, pelear antes de salir porque alguien se demora mucho y no vamos a alcanzar a entrar gratis, caminar a Bellavista o tomar un uber si estamos atrasados, hacer la fila para entrar, temer no alcanzar a entrar gratis, saludar al guardia que me dice cómo está, mi niña, caminar por el pasillo, entrar al baño, mirarnos en el espejo, mear, tirarnos agua, sacarnos fotos, caminar por el pasillo hacia la barra del patio, si pagamos cobrar el cover, si no pagamos comprar copete, sentarnos a tomar, fumar, conversar, entrar a bailar, salir a la calle a comprar cerveza a luca al frente de la disco, tomar en la vereda, hablar con gente que está ahí, sacarnos fotos, volver a entrar, vomitar o no vomitar, bailar, gritar, hacer pasos estúpidos, devolvernos caminando, pasar por el Forestal, subirnos a alguna estructura, árbol o juego, llegar al departamento y hacer after o acostarnos a dormir. Esta vez fue after y le encargamos a Renata y Elena, que llegarían desde otro carrete, doce Escudo de medio litro y dos bolsas de keta.

Las dosis de keta son chicas, casi puntazos con una llave, al menos las que había consumido. Por supuesto que yo jalé líneas gordas. Era demasiado para mí, una persona pequeña y delgada sin mucha resistencia para las drogas. Estaba tan borracha que no me daba cuenta de lo que estaba haciendo, aunque recuerdo que estaba feliz. Eso, hasta que terminé de inhalar la última línea armada sobre el libro Antropología filosófica comprado por Felipe ese mismo día en una feria de editoriales independientes realizada en el Museo de Arte Contemporáneo. 

Desde ese momento solo recuerdo lo siguiente: yo en el baño. Yo en el baño con Felipe. Yo en el baño diciendo cosas. Felipe y yo en el baño. Yo cerrando los ojos. Yo diciendo me siento mal, no sé qué me pasa. Felipe diciéndome ya po, ya po. Felipe golpeándome la cara diciéndome ya po, ya po. Yo diciendo no sé no sé no puedo no puedo no sé. Después estoy en mi cama llorando y vomitando. Todos se turnaban para cuidarme. Estaba asustada. Me sentía insegura y débil. Sentía que me estaba muriendo. Me estaba muriendo.

“Las dosis de keta son chicas, casi puntazos con una llave, al menos las que había consumido. Por supuesto que yo jalé líneas gordas. Era demasiado para mí, una persona pequeña y delgada sin mucha resistencia para las drogas”.

El día siguiente lo pasé cuestionándome por qué había llegado hasta ese momento. Por qué la keta me había pegado así y a los demás no. Maya me dijo que la keta me quería decir algo y que tenía que escucharla. Cuando logré levantarme de la cama fui a la pieza de Felipe para ver si alguien se había quedado a dormir. Estaban él y Miguel durmiendo en su cama. Me acosté con ellos, miramos nuestros celulares y pedimos una pizza con piña.

En la foto: Carla Vargas, autora de “Vacío temporal”.


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