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Reportajes

6 de Agosto de 2020

Cuatro testimonios de madres en medio de la discusión por el 10 por ciento de los papitos corazón

Imagen referencial - Agencia Uno

Según datos oficiales, el 84% de los demandados por pensión alimenticia no paga un peso para la manutención de sus hijos. Por eso, en los Tribunales de Familia se agolparon mujeres para pedir que lo que sus ex parejas reciban por el 10% de la AFP y bonos del gobierno vayan a saldar esa deuda. Hasta el cierre de este reportaje, se han realizado más de 400 mil solicitudes: de ellas, ya se han decretado 22.786 medidas cautelares de fondos de acuerdo al último informe del Poder Judicial. Aquí, cuatro testimonios de madres que reflexionan acerca de la medida, plantean sus dudas y cuentan cómo han sostenido la crianza ante padres intermitentes o ausentes.

Por

Paola, 49 años. Dos hijos.

Yo me separé hace seis años y desde el día que eché a mi expareja de la casa, no respondió más por mi hija menor, que entonces tenía 13 años. Mi otro hijo ya era mayor de edad, entonces no tenía mayores responsabilidades con él que seguir siendo un papá presente. Tampoco lo hizo. A los dos meses que se fue, interpuse una demanda por pensión de alimentos. La jueza, en esos años, determinó que debía depositar 90 mil pesos mensuales. Pero él nunca puso plata en la libreta, hasta el día de hoy está en cero. Nos debe más de 6 millones.

Mi hija no tiene contacto con él, pero sí con su familia. El no trabaja porque cayó en la pasta base, pero durante los primeros años que estuvo conmigo sí trabajó y generó imposiciones. Estuvimos juntos 21 años. La violencia y su adicción hizo que nos separáramos. Mi hijo hoy tiene 26 y mi hija tiene 18 años. Vivimos en la comuna de Recoleta.

“A los dos meses que se fue, interpuse una demanda por pensión de alimentos. La jueza, en esos años, determinó que debía depositar 90 mil pesos mensuales. Pero él nunca puso plata en la libreta, hasta el día de hoy está en cero. Nos debe más de 6 millones”.

Yo siempre he trabajado. Empecé como auxiliar de servicio a menores en la JUNJI y pasé por todas las labores hasta que estudié y me convertí en educadora de párvulo. Gracias a Dios, con los años pude ir perfeccionándome y estudiando, para poder ganar un poco más de plata. Ingresé a un programa de la Universidad Arturo Prat donde estudiaba los viernes por la noche y los sábados todo el día. Esperaba seguir creciendo, además me gustaba mucho el trabajo con niños. 

Obviamente, el sueldo en educación parvularia nunca ha sido bueno y con dos hijos sola, se hace bien pesado. Como todos, igual terminas usando las tarjetas de crédito y endeudándote. Porque yo, a diferencia de él, igual tuve que seguir pagando mensual y sagradamente la vida de mis hijos. Yo lo entiendo, él está enfermo y creo que con los años he podido perdonarlo, pero no dejo de pensar en lo impune que es todo para ellos. Se va y se droga. Ninguna responsabilidad, nada. 

Cientos de personas realizan fila afuera del Juzgado de Familia, en la comuna de Santiago, para realizar el trámite de la retención del 10% por concepto de pensión alimenticia.
Crédito: Agencia Uno.

A mi hija le surgió la necesidad de cobrar la plata del 10% de la AFP. Cuando chica decía: “Chao con él, si no me quiere, yo tampoco lo quiero”, pero hablando con amigas, leyendo, hablando con otras mujeres, un día me dijo “es lo que me corresponde”. ¿Qué puedo decirle yo? Tiene razón, además. Ella necesita esa plata porque salió recién de cuarto medio y quiere pagar un preuniversitario para seguir estudiando. Y yo, por más que quiera pagarlo, no me alcanza. Actualmente tengo pareja y las deudas de la casa las dividimos. Él me apoya, pero también tiene sus hijos y vivimos con ellos. 

“Porque yo, a diferencia de él, igual tuve que seguir pagando mensual y sagradamente la vida de mis hijos. Yo lo entiendo, él está enfermo y creo que con los años he podido perdonarlo, pero no dejo de pensar en lo impune que es todo para ellos. Se va y se droga. Ninguna responsabilidad, nada”.

El otro día, la hermana de mi expareja me llamó para saber si había hecho el trámite. Le dije que no y le mentí. Me pasé el rollo de que estaba sacándome información. No sé si está bien lo que hice, pero no quiero que mi hija se quede sin eso que le corresponde y que él nunca le ha dado. Con toda la indiferencia de estos años, pienso que sería capaz de negarse a sacarla sólo para que no la recibiera. 

Los primeros años, no lo niego, sentí mucha rabia, pero después me di por vencida y entendí que está enfermo. De repente escucho hablar a mis hijos y noto que tienen rabia contra él, pero si él no se quiere sanar, ¿qué podemos hacer? 

Bernardita, 31 años. Un hijo.

Llevábamos dos años de pololeo y quedé embarazada. Fui mamá muy joven, a los 20 años. Mi maternidad la asumí con harta culpa y miedo. Ambos habíamos entrado recién a estudiar a la universidad. Los primeros meses de embarazo los viví en la casa de mis papás en Puente Alto, pero mi hermana también fue mamá joven, entonces no quería incomodar en una casa que ya era chica. Cuando nació mi hijo me fui donde los papás de mi pareja. 

Ahí lo pasé mal, porque eran súper críticos de mi crianza, me corregían y él no decía nada. Yo mudaba a mi hijo y venía mi suegra y decía “está todo mal hecho” y lo hacía todo de nuevo. Para mí era muy violento, pero yo estaba cagada de miedo. Me estresé y se me empezó a caer el pelo. Él no era un compañero para mí, traía plata para las cosas de mi hijo, pero a mí no me ayudaba con nada. En ese tiempo, incluso embarazada, tenía que vender accesorios de autos en la feria para hacerme mis lucas.  

Más de 400 mil personas han solicitado la retención del 10% de las AFP para pagar pensiones atrasadas. Crédito: Agencia Uno.

Mientras vivía con mis suegros mi hijo cayó hospitalizado por neumonía viral tras asistir a la sala cuna. Ahí los abuelos me culparon porque lo metí ahí con el objetivo de seguir estudiando. El papá de mi hijo también me cuestionó y fue ahí cuando decidí terminar. Resistí como ocho meses con ellos y nos separamos. Volví donde mis viejos.

“Ahí lo pasé mal, porque eran súper críticos de mi crianza, me corregían y él no decía nada. Yo mudaba a mi hijo y venía mi suegra y decía “está todo mal hecho” y lo hacía todo de nuevo. Para mí era muy violento, pero yo estaba cagada de miedo. Me estresé y se me empezó a caer el pelo”.

Desde que terminó lo nuestro, inmediatamente me empecé a hacer responsable de todas las cosas de mi hijo, pero había un acuerdo de cuidados. Mientras yo estudiaba, él iba a retirarlo después del jardín y lo cuidaba hasta que yo lo pasaba a buscar después de la U. Vivíamos cerca, entonces era cómodo hacerlo así. A los dos años, él se puso a pololear. Fue ahí donde empezó a desvincularse. Empezó a decir “no, ya no puedo esta semana” y como yo estaba tan embalada en cubrir todas las necesidades de mi hijo, decía “no importa, en algún momento tendrá tiempo”. En ese tiempo, por iniciativa propia, empezó a hacer un pago por alimentación de 80 mil pesos. Era un aporte que sólo me alcanzaba para pañales. Con el tiempo su presencia era cada vez menos, hasta que fue papá con su nueva pareja, se casó y se fue a vivir a Peñaflor.

De repente le decía “oye, hay que ir a la reunión del niño” y me respondía “no, no puedo” y eso era todo. Él nunca ha ido a una reunión de apoderados ni tampoco me ha preguntado si yo necesito ayuda de su parte. Hace unos años se quedó sin pega y me escribió diciendo que no podía seguir depositándome. A esa altura ya no era tan comprensiva. Los niños tienen gastos y en la medida que crecen eso se va agudizando: colegio, furgón, ropa, doctor, etcétera. Como siempre me vio un poco más resuelta económicamente se desligó súper fácil. Mi hijo actualmente tiene 12 años.

Al final lo único que siempre le he pedido es que vea a mi hijo, que construya una relación con él. Como no lo hizo, fueron los abuelos los que cubrieron esas ausencias. Hasta el día de hoy no puedo hablar con él como una persona adulta. Durante el último cumpleaños de mi hijo, le reclamé porque no le mandó nada y me dice: “Oye, tú no eres nadie para andar reclamando”, y claro que soy alguien: soy la otra parte del cuidado de nuestro hijo. 

He fomentado que la relación entre ambos, pese a todo, sea lo más positiva posible. Pero mi hijo solito se da cuenta que no es un papá presente y que cada vez que puede, le falla. Él, cuando excepcionalmente se tiene que ir donde sus abuelos o papá, siempre me dice: “¿Por qué me estai castigando?”. Y es complejo porque necesito que sepa que el cuidado nos corresponde a ambos padres, que el papá tiene que pasar tiempo con él y a mí me tiene que dar tiempo para descansar. Todas las veces que se ven, es porque yo reclamé antes, si no a él no le nace. O sea, ¿por qué somos nosotras las que tenemos que subsidiar todo? El amor, el tiempo y los gastos. El armó su familia y decidió que mi hijo ya no pega en su vida, así de fácil.

El año pasado terminé con una pareja que tuve, con la que vivimos juntos y teníamos gastos compartidos. Cuando él se fue, me tuve que hacer cargo de todo sola. Cuando nos separamos fue súper complejo, porque yo no podía ni llorar en mi casa porque estaba mi hijo ahí. Le tuve que pedir por favor que se lo llevara unos días para poder reponerme, descansar, llorar. No tenía espacio para sentirme vulnerable. 

“Hasta el día de hoy no puedo hablar con él como una persona adulta. Durante el último cumpleaños de mi hijo, le reclamé porque no le mandó nada y me dice: “Oye, tú no eres nadie para andar reclamando”, y claro que soy alguien: soy la otra parte del cuidado de nuestro hijo”.

Me parece que la retención del 10% a los papitos corazón es hacer algo de justicia por todas las mujeres que asumen su maternidad solas o con padres a cuentagotas. En mi caso nunca lo demandé porque siempre significó un desgaste. Veía a mi hermana enfrentándose a eso y sé que es triste, doloroso e injusto. Además trabajo tanto que no tengo ni tiempo para hacerlo. He pecado por querer hacerlas todas también. Pero pienso que si el tipo me falla a mí y a su hijo todo el tiempo, ¿tú crees que no le va a fallar a un juzgado? Actualmente, después de varios meses, me pasa 60 mil pesos. Como si con eso pudiera pagar todo lo que nos debe.

Stefanía, 29 años. Una hija.

Lo conocí a través de internet en 2008. Al poco tiempo empezamos una relación y fue todo bien normal. Después yo me fui a estudiar al norte y me siguió. Allá formalizamos la relación y nos fuimos a vivir juntos. Después de unos meses conviviendo yo quedé embarazada de mi hija. Desde el principio tuvimos episodios medios violentos y cuando ella nació en 2011, ya era peor. A mí hija no la tomaba en cuenta, no se hacía cargo de ella. Cuando ella tenía un año, nos separamos. 

Me vine a la casa de mis papás en Santiago y él se quedó trabajando en el norte. Ahí empezaron los problemas de plata. Al principio yo no sabía cómo demandarlo, nadie te cuenta mucho cómo es el tema de la pensión de alimentos. Terminas averiguandolo sola. En ese entonces él me daba 40 mil pesos mensuales por iniciativa personal. Yo no tenía idea de que existían las mediaciones. 

Esa plata para un niño no es nada. ¿Qué hacía yo con una guagua y 40 lucas? Así que cuando ya estuve mejor informada fui al tribunal de familia y pedí una mediación. Mi hija tenía 2 años y medio. Tras el acuerdo, quedamos en que él me iba a depositar 80 mil pesos mensuales, sujeto a reajuste por el IPC. Sólo pagó dos veces en la libreta y después desapareció un año entero. Yo no sabía si estaba vivo o muerto. Tampoco le cobré nada porque el tipo era un cacho: agresivo, cada vez que pagaba yo recibía humillaciones, me pedía las boletas para que comprobara en qué me había gastado la plata. Preferí no cobrarle más. 

Un 84% de los padres en Chile no pagan la pensión por alimentos para sus hijos, hay un 16% que sí cumple con esa obligación. Crédito: Agencia Uno.

Tiempo después apareció de nuevo, muy arrepentido, diciendo que quería hacerse cargo y pensando que era lo mejor, accedí a que se acercaran. Pagó desde el año 2014 al 2017 sagradamente. 

” Sólo pagó dos veces en la libreta y después desapareció un año entero. Yo no sabía si estaba vivo o muerto. Tampoco le cobré nada porque el tipo era un cacho: agresivo, cada vez que pagaba yo recibía humillaciones, me pedía las boletas para que comprobara en qué me había gastado la plata. Preferí no cobrarle más”.

Él era miembro del Ejército. Lo dieron de baja en 2018 porque tuvo un trastorno psiquiátrico y se quedó sin trabajo. Desde ahí no pagó nada más.  Además tuvimos un incidente en una de las visitas de mi hija. Él hacía cosas que no se debían como tomar copete y curarse delante de mi hija. Además ella vio escenas violentas, así que tuve que quitarle las visitas. Después de ese momento, ella decidió que no quería verlo más. 

Lo demandé por vulneración de derechos en el Tribunal de Familia. Nos fuimos a juicio, e incluso a mi hija le hicieron pericias con el Centro de Diagnóstico Ambulatorio (DAM), que depende del Sename. Al final el tribunal dijo que él no podía ver a mi hija mientras ella no quisiera. La cosa es que eso empeoró la situación porque él asumió que como mi hija no quería verlo, no tenía por qué pagarme nada. Que si ella no lo quería, él tampoco la quería a ella. 

Desde ahí fue una lucha constante. En abril del 2019 hice la liquidación de deuda por primera vez y empecé a pedir órdenes de arresto, para que el empezara a ponerse al día con la pensión. Pero ni así él quería pagar. Prefirió irse preso.  

Él siempre ha pensado que la plata es para mí, que yo me la gasto en mis cosas, que con las 60 lucas que da yo me pago la universidad, los gastos, mantengo mi familia, pago arriendo, luz, agua, gas y más encima me voy de vacaciones porque me alcanza para todo. Yo soy técnico en prevención de riesgos, trabajo en eso y con eso mantengo a mi hija. Vivo con mis papás, mi hermana menor e hija. Así que pongo plata en la casa y la mantengo. Ahora estoy estudiando, haciendo mi tesis para ser profesora de inglés.

Luego de hacer el cálculo me di cuenta que debía 2 millones y fracción. Él pidió, a través de su abogado, que por favor lo dejara pagar en 74 cuotas de 30 mil pesos. Accedí y sólo pagó dos cuotas y después nunca más. Después me volvió a llamar y me pidió llegar a un acuerdo, diciendo que no podía pagar tanta plata porque la pensión actual son 130 mil y más los 30 mil de deuda, terminaban siendo 160 mil pesos mensuales. Le dije que no le iba a cobrar la deuda, pero que pagara la pensión correspondiente mes a mes. No lo hizo. En la actualidad nos debe como 3 millones de pesos. 

“Él siempre ha pensado que la plata es para mí, que yo me la gasto en mis cosas, que con las 60 lucas que da yo me pago la universidad, los gastos, mantengo mi familia, pago arriendo, luz, agua, gas y más encima me voy de vacaciones porque me alcanza para todo”.

Cuando se confirmó el tema de la retención del 10%, su mamá llamó a mi papá y le pidió que yo no le retuviera esa plata porque él no tenía trabajo y necesitaba el dinero. Además, le dijo que qué más quería yo si él ya me mandaba esa plata: 60 mil pesos. Ahora le decimos “el 60 mil”. 

Ya hice la solicitud, es que pienso que no hay otra forma. ¿Sabes qué es lo que me da más rabia? Es que si él se hace “el loco” con pagar o si tiene cualquier apremio económico dice “no, yo no pago” y se queda tranquilo. Pero yo no puedo hacer eso. ¿Qué pasa si yo no le doy comida a mi hija? Yo me las tengo que rebuscar como sea, tengo que hacer lo que sea, para que ella coma, pero él me dice “no tengo plata” y punto. Ese es el principal problema y bueno, el desgaste emocional que implica esto. 

Ella lo recuerda con miedo. Tuvo que ir a una terapia de reparación que duró un año a través del Centro de Atención a Víctimas de Atentados Sexuales (Cavas) de la PDI. Le tenía miedo a los hombres, le tenía miedo a la gente que tomaba cerveza. Ahora ya está bien porque no tiene contacto con él ni con nadie de su entorno. Lo borró. No habla de él, no pregunta, para ella no existe. Y es eso lo que a él más le molesta. De repente aparece para fechas puntuales: cumpleaños, el Día del Niño, Navidad y Año Nuevo. Ahí llama, llora y cuando cacha que mi hija no quiere hablar con él, la insulta. Antes esa violencia era dirigida a mí, ahora es hacia ella. Intenté denunciarlo, pero en este país te tienen que ver sangrando para que te pesquen. Cuando fui, nadie lo hizo.

Leticia, 30 años. Un niño.

A los 24 me embaracé. Tenía una pareja, pero no era tan formal. Cuando le conté dijo que me iba a apoyar en la decisión que tomara. Al principio quise abortar, pero no pude. Yo era artista y trabajadora independiente, entonces no tenía Fonasa ni Isapre. Mis papás me regalaron el parto. Estuvimos seis meses juntos después de que nació. Lo hicimos principalmente por el niño, pero como no había interés real, no resultó. 

Yo soy actriz de oficio, entonces siempre he tenido pegas inestables. Él también trabaja como actor y vive al tres y al cuatro como yo. Luego de la separación, vivir en Santiago se me hizo muy caro, así que decidí irme a Colbún. Allá vivía en una pieza, pero estaba mucho más tranquila; tenía familiares cerca entonces cualquier cosa partía para allá.

Cuando me fui empecé a pedirle plata, antes jamás se le ocurrió darme. A veces le compraba cosas, pero nunca me pasó nada. El niño tenía gastos. Luego de mucho discutir, decidió pasarme 50 mil pesos, pero yo me llevaba la carga totalmente. Empecé a trabajar con colectivos artísticos y de repente me salían peguitas. También me seguían llamando de compañías en Santiago y ahí aprovechaba de viajar, pasarle el niño mientras yo ensayaba o trabajaba. 

Foto referencial. Crédito: Agencia Uno.

Un fin de semana en el que habíamos acordado que él lo iba a cuidar, lo fui a ver a la casa y no estaba. Se había ido una hora antes. Tuve que acarrear a mi hijo, mientras tenía que ensayar. Él era chiquitito todavía, tenía un año y cuatro meses. A los abuelos tampoco se les podía pedir nada y mi familia vivía en otra región. Y se le olvidó nomás. Ni disculpas pidió.

En 2018 hice la demanda formal en tribunales y me vine a vivir de nuevo a Santiago porque tenía varios proyectos. El juez le dijo que tenía que pagarme 120 mil pesos mensuales por pensión de alimentos y tenía que hacerse cargo de mi hijo un mes de vacaciones. Se metió a trabajar con contrato en una cafetería y se puso las pilas con la plata pero no con mi hijo.

Aún estando en Santiago no lo iba a ver, hay periodos súper largos de tiempo que ni lo llama. A veces se atrasaba con las cuotas y ahí quedaba yo: pidiendo plata prestada o pidiendo adelantos de los proyectos para pagar las cosas del niño. 

La época de verano es alta en mi pega, entonces le pedí que por favor lo cuidara. Si tengo un buen verano, puedo asegurarme gran parte del año. Él lo hizo, lo cuidó, pero no me pagó nada esos tres meses. Cuando fui a reclamar, le dije que por favor hiciera el depósito correspondiente y se enojó mucho conmigo: “Pero si yo lo cuidé esos meses, ¿por qué tengo que pagarte?”, me decía. Y claro que tenía que hacerlo, si el niño tiene gastos fijos: se baña, se viste, va al doctor, vive en una casa, hay que comprarle útiles y, por último, porque yo soy la que lo cuida todo el tiempo. Con la plata ahorrada esos meses mi plan era postular a un subsidio, pero tuve que pagar el colegio, las deudas y los pendientes del niño. Al final me comí todos los ahorros. 

“El niño tiene gastos fijos: se baña, se viste, va al doctor, vive en una casa, hay que comprarle útiles y, por último, porque yo soy la que lo cuida todo el tiempo”.

Con el tema de la pandemia, decidí volver a Colbún. Vivo más tranquila y tengo menos gastos. Estos meses sólo he vivido con los bonos que ha dado el Estado. Él brilla por su ausencia. ¿Crees que me dijo algo por el tema de la pandemia? ¿Si mandaba algo? Nada, tampoco ha llamado al niño. 

Estos locos creen que porque tienen que cuidar a sus hijos, eso se contrapone a todos los años que tú lo cuidaste. Las veces que tuviste que hacer cosas y no pudiste porque tenías que cuidar a ese niño que era de dos. Las veces que el niño estuvo enfermo y tuviste que llevarlo al consultorio, o las veces que tuviste que ir al colegio para una reunión. Este compadre no me debe tres meses de pensión, me debe muchísimo más… pero a nadie le importa ni nadie lo contabiliza.

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