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Entrevista Canalla

7 de Agosto de 2020

Roberto Fantuzzi y su sensible cuarentena: “Ahora lloro por cualquier cosa”

Imagen de Agencia Uno, editada por Marcelo Calquín

El empresario acaba de poner un recurso de protección contra el MINSAL por las restricciones que sufren los mayores de 75 años. Además detalla su exótica lucha contra el cáncer y los impensados efectos colaterales que le ha generado.

Por

Este empresario se llama Roberto Fantuzzi y tiene dos edades. Por eso explica en estos momentos, a las ocho de la mañana del jueves, que es viejo, pero a la vez también es joven. Es viejo, admite, porque tiene 77 años, y, simultáneamente, es joven porque se le ocurren ideas joviales. Es viejo, tal vez, porque en la pandemia le salió una barba blanca y acolchada con estética navideña, la barba del Nono. Y es joven porque a las 5.40 de la mañana empezó su jueves como un torpedo, enajenado comercialmente, frotándose las manos, oliendo un acierto bursátil desde su escritorio.

“¡Y cómo estamos, cómo estamos, ah! ¿Te compliqué con el horario? Jajaja…”, ironiza con simpatía el empresario. Roberto propuso una entrevista en el horario en que los chilenos están en la ducha. El reportero, en todo caso, le aclara que es inmune a los horarios. Es hijo de dos insomnes, ha sido criado entre ojeras. Por ende desecha el sueño con dos sorbos al Nescafé. Y le susurra al Presidente de Asexma la frase bestial de Bruce Lee, el inventor del Gung Fú.

-Yo no duermo- le dice al señor Fantuzzi.

-¿Ah no?

-Yo vigilo- concluye.

Roberto Fantuzzi se pone serio. Y luego asiente. De manera que esta es una entrevista entre dos madrugadores. Uno es un hombre intenso y el otro sostiene un café. 

-¿Se ve bien?- indaga el empresario. Está siendo sintonizado en Zoom, pero no se distinguen los colores. 

-¿Su camisa es blanca?

-Sí.

-¿Y abajo qué viste, Roberto?

-Estoy en calzoncillos…- y el empresario pone una mirada liberal, como si fuera francés.

Viste, entonces, camisa y calzoncillos, como esos lectores de noticias que sólo se arreglan una mitad. Es el atuendo de un hombre de negocios en pandemia, lo que él llama el pijama de día, las prendas justas para una reunión remota. Usa un pijama de día y un pijama de noche. Nada más. Este martes, por ejemplo, tuvo una conversación en Zoom con el ministro Briones y, si su costumbre ha sido persistente, es posible imaginar una audacia: quizás ha sido el primer empresario que, mientras dialogaba con el Ministro de Hacienda, intentó mejorar la economía en ropa interior.

-Bueno, dime- desafía, sonriendo.

-¿Por qué interpuso una acción judicial contra el Ministerio de Salud?

-¡Porque no me dejan salir a la calle!

El empresario está enjaulado por reglamento: el MINSAL prohíbe tajantemente otorgar permisos temporales a los mayores de 75 años. Fantuzzi, el jovial, está forzado al encierro. De modo que se plegó a un plan ajustado a derecho que maquinó Jorge Schaulsohn: reclamar la libertad de la tercera edad. Y así un grupo de setenteros interpuso un recurso de protección para ser liberados.

Viste, entonces, camisa y calzoncillos, como esos lectores de noticias que sólo se arreglan una mitad. Es el atuendo de un hombre de negocios en pandemia, lo que él llama el pijama de día, las prendas justas para una reunión remota. Usa un pijama de día y un pijama de noche.

-¡No somos perros, huevón!- alega el empresario.

-No lo son, Roberto…

-¡Pero nos tratan igual que los perros! Podemos salir tres veces a la semana y sólo dos horas…¡Esto es único en el mundo!

En Chile, enfatiza, se descuida mucho la vejez. El señor Fantuzzi implora justicia, libertad, que se abra la reja de su casa en Vitacura y emerger a las calles al mando de su camioneta. Iría, a lo sumo, al centro, a sellar acuerdos. Iría enmascarado al cine con su señora y luego a comer. Y aquí dice: “Mira”. Y saca una mascarilla cubierta de una mica, abierta en el punto medio. Es una mascarilla para poder comer sin riesgos. 

Pero insiste:

-¡Si los viejos no son los que van a las fiestas clandestinas o esas cosas! 

En el recurso presentado al MINSAL el señor Roberto Fantuzzi juramenta “estar en posesión plena de sus facultades físicas, mentales e intelectuales y gozar de perfecta salud”. El documento apunta a que todo esto es “arbitrario, ilegal e inconstitucional”. El reportero lo mira fijamente y constata su aspecto saludable. 

“¡Pero nos tratan igual que los perros! Podemos salir tres veces a la semana y sólo dos horas…¡Esto es único en el mundo!”

-Disculpe, pero es necesario corroborar… ¿Está con sus facultades físicas plenas?

-¡Totalmente!

-¿Goza de salud mental?

-¡Impecable hasta el momento! No sé mañana…

-¿Sus facultades intelectuales son óptimas?

-¡Bien! O sea, no soy Einstein… pero estoy bien…

FOTO REFERENCIAL. Crédito: Agencia Uno

Es un empresario muy serio con cara de carcajada, tiene cuatro hijos: tres mujeres y un hombre. Las mujeres lo adoran, el hombre, Robeto Jr., instaló un restaurante en Valparaíso. Tiene la misma esposa de toda la vida. Esa esposa que lo monitorea y lo estimula a ser refinado, le compone el lenguaje y le impide hablar de su vida sexual. Hace dos años fue al doctor porque un dolor le impedía seguir trabajando. El doctor lo llamó a las doce de la noche. Pidió más exámenes. Días después los Fantuzzi explotaron en llanto.

-Sí, sí, tengo cáncer de próstata- afirma inmutable en estos momentos. Es sabido desde junio del 2018. 

-¿Y el futuro?

-Mira, viejo, a mí me preocupa que este país va a tener dos millones y medio de cesantes- concluye, variando con agilidad el tema oscuro. Como si este italiano con olfato en los negocios, un alfa en calzoncillos, estuviera impedido para los momentos sensibles.

UN ALFA FEMENINO

Dice que no tiene dolor, pero que prontamente, cuando el cáncer alcance los huesos, ahí sí tendrá dolor. El dolor más duro. 

Dice que está firme, bien, que ignora lo que viene, que avanza paso a paso. Que ha probado diversos tratamientos. 

Dice que está todo controlado por el momento. 

-¿En qué fase está?

-He abandonado gran parte de mis actividades.

-¿Y si levantan las restricciones a los mayores de 75 años, volverá a su oficina?

-No… ya no más…

Dice que no tiene dolor, pero que prontamente, cuando el cáncer alcance los huesos, ahí sí tendrá dolor. El dolor más duro.

No es un “no” cualquiera. Es el “no” de Roberto Fantuzzi, el trabajólico, el hombre que abre un ojo a las cinco de la mañana. El que prioriza la creatividad en los negocios. El que decoró con detalles su lugar de trabajo. Porque allí hay una sala de cine, hay un columpio, hay juegos de dardos. Y en su propia oficina hay un wáter que hace las veces de silla y es donde se sientan quienes lo visitan. Allí hay un sillón que le masajea la nuca y que tiene un cartel diciendo “El Rey de los Huevones”. Es el lugar donde parece divertirse.

-Eso tengo que hacer. Tengo que ir a buscar algunas cosas de mi oficina…

-¿Y se quedará en su escritorio?

-Voy a quedarme a trabajar en mi casa… voy a dar un ejemplo.

-¿Para siempre?

-Para siempre. Iré al centro cuando tenga que ir no más…

-¿No se aburrirá?

-¡Pero si yo soy una lata! Lo único que hago, en una situación normal, es trabajar, ir una vez a la semana al cine y luego ir a comer. ¡Puta si yo a las ocho de la noche ya estoy acostado!

“¡Pero si yo soy una lata! Lo único que hago, en una situación normal, es trabajar, ir una vez a la semana al cine y luego ir a comer. ¡Puta si yo a las ocho de la noche ya estoy acostado!”

Uno de los tratamientos exóticos que probó fue por un dato. Alguien con inclinaciones naturistas le dijo que pusiera gotas de un aceite de cannabis en un vaso con agua.

-¡Lo hice varias veces!

-¿Se voló?

-¡Estás loco! No me pasó nada. Pero nada de nada- aclara decepcionado. Roberto ansiaba irse en una volada amena, compuesta de risas y profundidad. 

-¿Y si se voló sin darse cuenta?

-¡Nada! No, si no me volé.

-¿Y si mientras presumía que no estaba volado se comía una pizza helada?

-No, te insisto, no me volé. Lo hice más de una vez, y no sentí nada raro. Le metía varias gotas de esta cosa de marihuana y no hubo caso, fíjate.

“No, te insisto, no me volé. Lo hice más de una vez, y no sentí nada raro. Le metía varias gotas de esta cosa de marihuana y no hubo caso, fíjate.”

Hace poco Roberto inició una nueva maniobra por consejo de un doctor atrevido. “Toma hormonas, Roberto”, le dijo el especialista, “hormonas femeninas, son espectaculares para estos tratamientos”. Fantuzzi le dijo: “¿Qué me pasará?”. El doctor no maquilló la angustia: “Vas a ser más mujer”.

Roberto Fantuzzi, el macho estimulado, empezó a consumir estas hormonas. El efecto ha sido alucinante:

-No tengo pelos en el cuerpo- confirma, incómodo, el empresario.

-¿No tiene vello?

-Ningún vello, huevón. Estoy totalmente liso, es más raro que la cresta.

-¿Qué otra cosa le ha pasado?

-Puta, ahora paso todo el día llorando. Lloro por cualquier cosa.

-¿Pero más o menos de qué llora?

-¡De todo, huevón, de todo!- y la voz pareciera que se le quiebra.

-Dios mío…

-Puta, y por suerte se me pasó ya lo del bochorno…

-¿Tuvo bochorno?

-Intensamente. Es lo más desagradable que hay. 

-¿En qué momento le venían los ataques de calor?

-No sé, a veces estaba dando una charla motivacional en algún lugar y me venía el bochorno. Y yo tenía que parar.

-No me tome a mal, pero efectivamente se ha vuelto usted muy femenino, Roberto…

-¡¡Pero si te estoy diciendo que me venían los bochornos!!- grita, histéricamente- Hubo un tiempo que tenía que andar con una botella de Sprite cargada con agua. Y me iba tirando el agua en la cara…

Hace una pausa. Le notifican que pronto tiene una reunión de directorio.

FOTO REFERENCIAL. Crédito: Agencia Uno

-¿Tuvo más efectos al consumir estas hormonas?

-Bueno… claro…

-¿Qué?

-… se me agrandaron las pechugas…

-¿Cómo dice?

-Eso. Tengo las pechugas enormes, jajaja…

Roberto y el reportero ríen animadamente, aunque, de manera brusca, las risas se disipan. Y Roberto se pone serio. Es un cambio súbito, en apariencia otro efecto hormonal. 

“¡¡Pero si te estoy diciendo que me venían los bochornos!!- grita, histéricamente- Hubo un tiempo que tenía que andar con una botella de Sprite cargada con agua. Y me iba tirando el agua en la cara…”

EL LIBERTADOR

En estos precisos instantes Roberto da muestras de sensibilidad.

-¿Sabes cuál es un efecto de la vejez?- pregunta Roberto Fantuzzi.

-¿Cuál?

-En que uno empieza a echar muchas cosas de menos…-murmura.

-¿Qué echa de menos?

-A mi hermano Ángel, ponte tú. Lo aplastó un tractor hace años, fue muy trágico…

-¿Qué más ha echado de menos?

-Todo se echa de menos, todo… los compañeros del colegio, los amigos de la plaza… muchas cosas de la infancia…

-¿Lo agarró la nostalgia?

-Muchísimo. Estoy súper nostálgico…

“Todo se echa de menos, todo… los compañeros del colegio, los amigos de la plaza… muchas cosas de la infancia…”

FOTO REFERENCIAL. Crédito: Agencia Uno

Y cuando se da cuenta que está colindando con el bajón, el empresario surge con urgencia. Y Roberto Fantuzzi empieza a hablar de que los empresarios y los trabajadores deben volver a ser una familia, que la economía se basa en las empresas con apariencia de familia, en el trato humano, en la fe en el equipo. “Briones”, dice, “el ministro, es testarudo”. “Han manoseado a las pymes”, dice. Se arremanga la camisa, se le achina la mirada. Y se agita: 

-¡Nadie escucha! ¡Ningún ministro escucha!

Otra vez se queda callado, hipnotizado con el jardín. Desde Zoom contemplamos su silencio y detectamos que este es un Fantuzzi nuevo. Este Fantuzzi lee a Roberto Bolaño, está a dieta y hace el aseo. Ha pasado la cuarentena a solas con su mujer. Se duerme apenas oscurece. Le está ganando al cáncer. Luce las pechugas hinchadas y llora recordando el pasado.

-Si igual estoy viejo, pos huevón, tengo 77 años…

Este hombre, más encima, ahora puede ser el Simón Bolívar de la vejez, el Libertador de la Tercera Edad. El héroe que, con el puño alzado, exige igualdad para los mayores de 75 años y se enfrenta al MINSAL. “Dejen que los viejos puedan salir… yo sólo pido justicia”, anuncia por última vez. Y luego despierta, levanta un teléfono. Y otra vez empieza a hacer sus negocios.

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