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Entrevistas

13 de Agosto de 2020

Filósofo Darío Sztajnszrajber y la educación online: “Convertimos a la tecnología en chivo expiatorio”

Foto: Alejandra López

Las instituciones de educación han sido golpeadas por la pandemia: la prensencia de los estudiantes en sus salas de clases debió ser extraída de la ecuación pedagógica. Pero el filósofo argentino -que mañana estará en un conversatorio con académicos de la Usach- ve ahí sólo oportunidades para transformar la noción de aula y usar en eso los actuales avances tecnológicos.

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El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber postula que “el aula tradicional ha muerto”. Los contenidos que se entregan en las escuelas en internet y las posibilidades del acceso a la informática de las generaciones más jóvenes entregan una posibilidad -si existiera la voluntad- de repensar lo que se hace en la sala de clases. Para él, hay grandes parámetros que hoy están en crisis y deberían ser importantes para evaluar cómo se dan las dinámicas educativas: “La relación entre el docente y el alumno debe ser más de amistad, lo más importante no es trabajar contenidos; incluso creo que el alumno puede saber más que el docente”. 

Al respecto, siempre cuenta una anécdota: “Haciendo una clase, estaba escribiendo en el pizarrón: ‘El año de nacimiento de Platón es el’… ¡427 antes de Cristo! me gritó desde atrás un chico. Le pregunté como sabía y me dijo que lo había googleado. ‘Bueno, pero tú no lo sabés de memoria, yo sí’ respondí. El alumno de 15 años entonces me responde: ‘Profesor usted puede tener memoria en su cerebro, pero yo tengo acceso a la memoria universal que es internet. Dígame, ¿qué memoria es mejor?’”. 

Sztajnszrajber es licenciado en Filosofía, ensayista, docente, conferencista y animador de televisión. En los meses de pandemia fue convocado por televisión pública argentina para hacer “Seguimos educando”, un programa educativo que trabaje contenidos en paralelo a la suspensión de clases. Dice que si bien su cuarentena no la ha vivido como todo el mundo, porque tiene que salir a grabar diariamente, sí se ha mantenido “en un estado filosófico permanente, manteniéndose todo el tiempo muy abierto lo que está pasando”. 

Gentileza Darío Sztajnszrajber

A las 18.30 horas de este viernes 14 de agosto discutirá con los académicos de la Universidad de Santiago Diana Aurenque y Mario Sobarzo sobre cuál será el porvenir de las instituciones de educación después de la cuarentena. La charla online con inscripción abierta se llama “Postpandemia y el fin del aula tradicional, diálogos para una enseñanza más allá del aula” y es organizada por el Departamento de Filosofía de la Usach. 

FUTURO Y EDUCACIÓN REMOTA

Sztajnszrajber es autor del libro “Filosofía en 11 Frases”, que ha vendido mas de 70 mil ejemplares en el país trasandino. Ha dedicado su carrera a divulgar la filosofía en medios de comunicación masiva. Sobre la contingencia del Covid-19, dice, no la visualiza como “un acontecimiento que tenga un final manifiesto”.

Ha mencionado en entrevistas durante estos meses que tiene una especie de incertidumbre sobre el futuro…

-Yo creo que el futuro es hoy. Hay una manera salvífica de muchos que es tratar de seguir pensando esto que está sucediendo como si fuese una especie de insert en nuestra vida, que en algún momento va a terminar y que vamos a volver a febrero de 2020 a continuar la vida que dejamos en suspenso. No es así. Además hay una romantización de la pandemia como si todo antes funcionaba bárbaro y esta situación vino a irrumpirnos. Me parece que esas romantizaciones son típicas de estos procesos: se suele aferrar a momentos previos y generar con eso un idilio irreal. 

Agrega que “la pandemia viene a exacerbar algo que ya estaba predispuesto, que este distanciamiento social no es más que la continuidad de un confinamiento simbólico que es el individualismo como denegación o cosificación del otro”. Ése es su principal temor: “Que nuestra subjetividad, al terminar la pandemia, quede impregnada de distanciamiento y se termine de legitimar como un ‘modo natural de vínculo con el otro’”. 

“Yo creo que el futuro es hoy. Hay una manera salvífica de muchos que es tratar de seguir pensando esto que está sucediendo como si fuese una especie de insert en nuestra vida, que en algún momento va a terminar y que vamos a volver a febrero de 2020 a continuar la vida que dejamos en suspenso. No es así.”

Respecto específicamente a la educación, hemos visto un grave problema de desigualdad en el acceso a las clases de forma remota. ¿Qué medidas se puede tomar para no perpetuar este fenómeno? 

-Me parece clave que la experiencia de educación virtual necesita de una intervención concreta por parte del Estado para compensar las desigualdades propias de una sociedad estructurada en el modo de producción capitalista. El rol estatal justamente tiene que garantizar que todos los actores tengan las condiciones mínimas para poder acceder a las formas nuevas de educación que hoy están en curso. El acceso a la tecnología es desigual porque vivimos en una sociedad desigual. Convertimos a la tecnología en chivo expiatorio y creemos que la desigualdad se profundiza por responsabilidad de la informática, cosa que no es así. En Argentina, por ejemplo, el gobierno ha manifestado su vocación de profundizar la inversión en educación para promover una distribución igualitaria de los recursos. 

“El acceso a la tecnología es desigual porque vivimos en una sociedad desigual. Convertimos a la tecnología en chivo expiatorio y creemos que la desigualdad se profundiza por responsabilidad de la informática, cosa que no es así.”

Y sobre el método, ¿cómo la exclusiva interacción frente a una pantalla podría afectar los procesos educativos?

-Yo trato de salirme del binario: si la tecnología es buena o mala. Pienso en la tecnología como un acontecimiento transformador y no que nos haga mejores o peores seres humanos. Transforma nuestra condición humana, entonces es una buena oportunidad para ver cómo la informática, en una situación de aula distinta a la presencial, nos permite experimentar con métodos novedosos. Me parece que lo más importante de la experiencia estos meses es entender que nadie está reemplazando a nadie ni nada está reemplazando a nada: lo que se abren son nuevas formas de experimentación del vínculo entre el docente y el estudiante. 

El filósofo lo compara con otro fenómeno que se ha dado en estos últimos meses: el sexting. “Si uno piensa que el sexo virtual viene a reemplazar el presencial, va a ser ‘una cagada’ como decimos los argentinos, no le llegará ni a los tobillos. Puede ser una experimentación de nuevas formas de vincular la vida erótica que después van a confluir con las más tradicionales”.

Foto: Alejandra López

“Me parece que lo más importante de la experiencia estos meses es entender que nadie está reemplazando a nadie ni nada está reemplazando a nada: lo que se abren son nuevas formas de experimentación del vínculo entre el docente y el estudiante.”

UNA NUEVA DOCENCIA

El filósofo cree que hay un verbo que, para él, en las escuelas hay que dejar de usar. Se refiere a “formar” estudiantes, como si estos no tuvieran forma y que, como esculturas, alguien desde arriba “les provee la forma correcta”. Explica que “si un buen alumno es aquel que encaja en los parámetros previos que la institución considera como correcto, entonces hemos perdido la batalla: la escuela ha perdido su principal valor, que para mí es el fomento del pensamiento crítico”.

A raíz de eso, y por influencia de los postulados de Nietzsche, usted propone que los docentes deben entablar una relación más de amistad con los alumnos. ¿Cómo se explica esto?

-Hay un encuentro con el otro, pero no entendiendo la amistad como las convergencias de identidades en común, como es la forma tradicional de pensarla. A mí no me interesa el amar tanto al prójimo, como sí al extraño. Ser amigo de los cercanos es ser amigo de uno mismo y en eso no hay novedad, no hay salida. Esto se traduce en el aula, que muchas veces en escuelas lo que buscan es generar una especie de industrialización, donde se pre-formatea al alumno, se le exige la pérdida de su subjetividad y se lo vuelve parte de una moldura previa. Busca definirlo como “buen alumno” en base a criterios anteriores. Que el alumno sea otro, significa que el docente se esté encontrando con alguien, sin importar sus diferencias, su historia, su memoria. 

“Si un buen alumno es aquel que encaja en los parámetros previos que la institución considera como correcto, entonces hemos perdido la batalla: la escuela ha perdido su principal valor, que para mí es el fomento del pensamiento crítico”

Unos de los grandes desafíos que tienen los docentes, según Sztajnszrajber, es que “ya no hace falta dedicarle el tiempo entero de la clase a la repetición de nombres que ya están en las redes”. Antes se tenía la excusa, dice, de que los alumnos necesitaban la información, pero educar no es lo mismo que el alumno encuentre en el teléfono el mismo dato que antes tú le entregabas. “No hay que echarle la culpa a la tecnología, es la idea de la docencia actual la que está en crisis” remarca. 

Entonces, ¿cómo ve el futuro de la educación?

-Me parece que nos estamos jugando una nueva realidad en nuestras escuelas, porque actualmente están constituidas por dos agentes formados en el siglo XX, con alumnos del siglo XXI en instituciones del siglo XIX. Fíjate el desfase que hay entre todos los planos. Es un error esto de pensar al aula virtual como un sucedáneo, como si fuera un reemplazo total ante la imposibilidad de la clase. 

“Ya no hace falta dedicarle el tiempo entero de la clase a la repetición de nombres que ya están en las redes”

Y sentencia: “Ojalá que el día que se vuelva al aula presencial podamos haber incorporado muchas de las experiencias de la informática para seguir diversificando las formas de trabajo escolar”.

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