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Entrevista Canalla

21 de Agosto de 2020

Cecilia, La Incomparable: “Esto, señor, nos pilló a poto pelado. A todos”

Hace unos días, fue postulada al Premio Nacional de Artes Musicales. La cantante, que hoy se levanta a la una de la tarde y sale enmascarada cuando abandona su casa, dice que le tiene miedo al coronavirus. “Es un bicho de mierda”, sentencia.

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Se pone al teléfono y su voz estalla con un saludo chileno: “¡Hola mijito! ¡Qué tal!”. La artista tiene 76 años y un fabuloso estado de ánimo. Se llama Cecilia, es un hito nacional, ha inducido a que cuatro generaciones de tiesos se pongan a bailar, y ahora puede ganar un premio.

-¿Cómo se siente?

-¿Ah?- se sorprende.

Es una artista que, como sucede con las mentes superiores, pasa el tiempo meditando estrofas y permanentemente tiene un pie fuera de la Tierra. Lo cierto es que hace unos días una asociación de mujeres llamada La Matria Fest la postuló al Premio Nacional de Artes Musicales.  Compilaron doce mil firmas de chilenos devotos de su voz y le dirigieron una carta al Ministerio de las Culturas. Le dijeron a la ministra Valdés que ella, Cecilia, la heroica, es un símbolo de la independencia y el empoderamiento en Chile. 

-¿De qué me habla, mijo?- pregunta, ya aterrizando. 

-Del premio- respondemos.

-Fue sorpresivo…- comenta, dubitativa, Cecilia Pantoja, La Incomparable, la ídola de los sesentas la que coreó por el mundo “Puré de Papas”, la que activa las piernas con “Baño de mar a medianoche”, la que hace perder la compostura con “Aleluya”. Y por eso la multitud espera que obtenga el galardón que siempre ganan los hombres. En toda la historia del premio, sólo cuatro mujeres han sido beneficiadas. Este año compite con Patricio Manns, Horacio Salinas y Roberto Bravo, entre otros.

-Pero yo ya me siento premiada- admite con humildad.

-¿No quiere ganar?

-Ya gané.

Hay artistas a los que les importa más la gloria que ese millón de pesos al mes, de por vida, que concede el premio. Hay artistas a los que les gusta más el aplauso, el salario del fan, que la decisión de siete académicos que priorizan premiar la ópera. Y, bueno, Cecilia ya acreditó estar contenta con la idolatría, con el cariño de la masa. Doce mil firmas constituyen su verdadero galardón.

-Ha sido maravilloso darme cuenta de tanto amor.

-La aman.

-Y yo a ellos.

-¿Quiénes son ellos, Cecilia?

-¡Todos ellos!- grita inspirada, dando volumen a su voz.

Ahora tose. 

Hay artistas a los que les importa más la gloria que ese millón de pesos al mes, de por vida, que concede el premio. Hay artistas a los que les gusta más el aplauso, el salario del fan, que la decisión de siete académicos que priorizan premiar la ópera. Y, bueno, Cecilia ya acreditó estar contenta con la idolatría, con el cariño de la masa. Doce mil firmas constituyen su verdadero galardón.

Cecilia en el Festival “Para Que Nunca M‡ás” 2019. Crédito: Agencia Uno.

La verdad es que Cecilia estuvo a punto de morir porque fumaba tantos cigarros que sus pulmones se arrugaron. El año 2016 se le heló el cuerpo tras un recital y tuvo una neumonía que casi resultó fatal. Desde ese día le quedó una tos para siempre.

-Estoy bien, estoy bien.

Conserva la energía, pero se mueve un poco más lento. Antes era una bomba que impactaba al pueblo. Su baile fue un espasmo lleno de armonía. Dicen que fue el punto medio entre Sandro y Luis Dimas. Paso corto, ligero, con la sonrisa pegada, un rulo oscuro encima de la oreja. Siempre batiendo palmas, bajando la voz cuando la letra estremecía. 

-Me siento muy honrada…- insiste una vez más, con humildad genuina, como si fuera a iniciar un discurso frente a la galería.

“Me siento muy honrada…”, insiste una vez más, con humildad genuina, como si fuera a iniciar un discurso frente a la galería.

RABIA

La Incomparable es un producto original de Teno que hace seis meses no sale de su departamento ubicado en la Villa Frei, en Ñuñoa. De manera que hoy es un ícono que se ducha y luego se viste de buzo negro. Se despierta en la tarde y su rutina se basa en el ritmo: a las 13 horas abre los ojos y de inmediato exige una guitarra.

-Y canto- resume.

-¿Qué canta?

-Lo que invento.

-¿Y qué inventa?

-Un montón de huevadas.

-Defina una huevada.

-Música- La Incomparable es lacónica y, a la vez, poética. Y las canciones las inventa probando acordes en la terraza, con la vista puesta en la cordillera. Entona un par de canciones, rescata unas viejas, prueba un coro, se cansa. Vuelve a la habitación y se tumba con la tele prendida.

-Resuma su pandemia- sugerimos.

-Aquí estoy. 

-Así es- asentimos.

-Aquí estoy con usted.

-Tal cual ¿Y cómo ha vivido todo esto?

Entonces lanza una de esas palabras que sólo viven en el Diccionario de Cecilia.

-¡Encuevada!- grita.

Encuevada significa que está habitualmente replegada en su habitación sintonizando CNN. O vagando de canal en canal, buscando una película hipnótica. Encuevada significa que está triste, pero tampoco tanto. Encuevada también significa que no va a comprar frutas, sino que van sus convivientes, Claudia, una leal amiga, o el hijo de Claudia, Simón, un prospecto de hombre que hoy tiene 15 años y a quien La Incomparable llama su sobrino. O Yasmín, su manager y ayudante en todo orden de cosas.

-¿Y ha pensado cosas profundas?

-He pensado bastante, he pensado bastante. ¿Sabe en qué he pensado? He pensado en que estamos en la mitad de la pesadilla. Porque esto, señor, nos pilló a poto pelado. A todos.

-Sumándome a la metáfora, ¿cómo nos podemos cubrir el llamado poto, Cecilia?

-No sé. Pero vamos a salir adelante. Va a costar. Pero lo vamos a hacer.

“He pensado bastante, he pensado bastante. ¿Sabe en qué he pensado? He pensado en que estamos en la mitad de la pesadilla. Porque esto, señor, nos pilló a poto pelado. A todos”.

-¿Qué más siente?

Lo que ocurre a continuación es enigmático y, tal vez, es propio de los grandes artistas: el brusco cambio del ánimo. Cecilia estaba en un estado zen, como si estuviera narcotizada por música de cámara, pero de pronto siente ira. 

-¡Tengo mucha rabia, señor!

-¿¿Qué le pasó??

-¡Mire, no sé, siento una rabia muy grande!

-¿Qué le da rabia en concreto?

-¡Es que no hay soluciones rápidas! ¡Me da impotencia! ¡Le estoy hablando de Rusia, de Francia, de Alemania! ¡Todas las grandes potencias han fallado!

-¡Tiene razón!- su rabia se torna contagiosa.

-¡Y esto, si me permite, es una epidemia general. Yo tengo miedo…!

-¡No tenga miedo!

-¡Lo tengo!

Y respira al teléfono, agitada. Esto, podemos presumir, es lo que se llama el cambio de ritmo y es habitual en los genios del deporte. Tranquilidad y agitación. Es dramaturgia, remanso e histeria. Lo hizo Michael Jordan, el basquetbolista. Lo hizo Maradona. Lo hace La Incomparable, que también es genial.

Ella respira y extiende el silencio. Y entonces, con el objeto de volver a la serenidad, el reportero decide neutralizar las emociones. Y apunta a cuestiones vagas.

Crédito: Agencia Uno.

-Cecilia, si me permite, le quiero preguntar algo…

-Diga, hijo.

Ha vuelto a la paz.

-¿Quién es usted?

-Soy una cantante, una artista, una amiga.

-¿Qué quiere?

-Muchas cosas.

-¿Cómo cuáles?

-Quiero, en primer lugar, que se acabe esta pandemia. Que haya soluciones.  

-¿Y hacia dónde se dirige?

-Yo vivo el día. El ayer quedó atrás. 

-¿Usted ha mirado su interior?

-Sí, lo he mirado.

-¿Y qué hay allí?

-Bueno, yo me miro y me digo cualquier cantidad de cosas. A veces me digo improperios. Otras veces me digo cosas tranquilas.

-¿Usted ha hecho lo que ha querido?

-Mire, antes se podía hacer más lo que uno quería. Había más libertad, digo, antes de Pinochet. Había libertad para inventar, para salir, para viajar. Yo tenía muchas giras y me gustaba esa vida.

 “Bueno, yo me miro y me digo cualquier cantidad de cosas. A veces me digo improperios. Otras veces me digo cosas tranquilas”.

-¿Y qué pasó?

-Eso se frenó.

-¿Pero por qué?

-Porque Chile se transformó en un país que se mueve por los billetes. Y eso ya no es interesante.

-¿Qué ve en este Chile?

-En Chile están ahora los empresarios. Hay mucho abuso. Hay mucho ruido y pocas nueces.

“Chile se transformó en un país que se mueve por los billetes. Y eso ya no es interesante”.

-¿Y qué opina del Presidente Piñera?

-No, no, no…- se estresa.

-¿Qué pasó?

-Yo soy apolítica. Yo no soy ni de izquierda, ni de derecha. Ni de arriba, ni de abajo. Por eso me reservo mi opinión con ese tema, mijito.

Hay un matiz de tensión, muy fino. La Incomparable ha respondido de forma tajante. Y si uno insiste corre el peligro de arruinar la paz. Los artistas como ella, en fin, viven en otro planeta, un planeta sin política, sin dinero, únicamente plagado de inspiración. De hecho, una vez un partido político le ofreció a Cecilia que tomara un rol protagónico y ella se negó. 

-Cecilia, ¿usted se considera un ícono feminista?

-¡De todas maneras!

-¿En qué sentido?

-Soy feminista. Me encantan las chiquillas que salen a reclamar. Son valientes…¡Hay que luchar por la igualdad!

La Incomparable piensa que las mujeres y los hombres son iguales, que la vida se hace entre todos, sin diferencias. La Incomparable exige que se igualen los sueldos, que se acabe el miedo, que el hombre deje de comportarse como un bruto. Y admite que muchas veces, en recitales, rodeado de brutos, ella debió hacer lo siguiente:

-Le paré el carro a varios huevones.

“Soy feminista. Me encantan las chiquillas que salen a reclamar. Son valientes…¡Hay que luchar por la igualdad!“.

-¿Y usted ha vivido profundamente el amor? 

Hace una pausa. Respira otra vez al teléfono.

-Me enamoré una sola vez y de ahí nunca más.

-¿Qué falló?

Cecilia piensa y sólo dice:

-A mí me tocó dar todo por nada. Eso fue lo que pasó.

Y no dice nada más.

ABRAZOS TOTALES

Aunque, en la actualidad, se despierta a las 13 horas, Cecilia no es noctámbula. En las noches se duerme en los brazos de Netflix, aferrada a cualquier serie, y se despierta justo para ir a almorzar, completamente limpia de ojeras. Se alimenta de muchas frutas –plátanos y mandarinas en esta época- y devora la carne con devoción. Cuando come algo placentero suele exclamar misteriosamente:

-Rico tu pico, canario.

Y así genera un clima simpático en su hogar.

A veces, enmascarada, y atada a un brazo de Yasmín, su ayudante, sale a caminar por una plaza. Pero de inmediato la gente se le acerca y La Incomparable, que tiene la costumbre de dejarse fotografíar, alarga en exceso esos paseos. Es mejor resguardarse, le han dicho.

-¿Le gusta Chile, Cecilia?

-Tierra querida- responde, haciendo sus últimos esfuerzos.

Cecilia luego del homenaje que le realizó Natalino durante la primera jornada del Festival Viva Dichato 2020. Crédito: Agencia Uno.

-¿Qué es la paz?

-Libertad.

A veces, enmascarada, y atada a un brazo de Yasmín, su ayudante, sale a caminar por una plaza. Pero de inmediato la gente se le acerca y La Incomparable, que tiene la costumbre de dejarse fotografíar, alarga en exceso esos paseos. Es mejor resguardarse, le han dicho.

-¿Cómo ha sido su vida?

-Hermosa.

-¿Qué ve en su espejo?

-A una artista.

-¿Qué sueña?

-Que todos volvamos a ser libres.

-¿A quién quiere abrazar?

-Quiero abrazar al mundo.

-¿Cómo define al coronavirus?

-Es un hijo de puta, un bicho de mierda.

Y ríe.

Son sus palabras finales.

-¿Se arrepiente de algo?

-De nada. Yo no cambiaría nada de la vida que tuve. Mi vida ha sido mi vida.

“Es un hijo de puta, un bicho de mierda”.

-¿Es usted incomparable?

-Lo soy.

-¿Es usted un ícono?

-Creo que sí. Ahí está mi trayectoria y lo que hice. Ahí, sin quererlo, está la popularidad, la fama. Y es la gente la que me considera un ícono.  

Cecilia se prepara para cortar el teléfono.

-Antes…

-Diga…

-¿Merece ganar el Premio Nacional de las Artes Musicales?

-Lo merezco. Por todos los sacrificios que hice en el escenario. Por todo el cariño que me ha dado la gente. 

Y ahí, agobiada, La Incomparable declina más preguntas, declara estar cansada. Cecilia y el reportero se despiden con emoción. Ahora ella va a cortar, va a ir a su cama y va a soñar con que gana, al fin, el premio que dice merecer. 

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