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24 de Agosto de 2020

PODCAST | Cuentos en cuarentena: El manual de sexting y las nudes en tiempos de pandemia

No es sólo tomar una foto y listo, una nude tiene todo un trabajo, o al menos eso dicen los entendidos. En este cuento, uno de los cinco seleccionados para ser convertidos en podcast, hablamos de eso, de las fotos, de querer tener sexo en cuarentena y apelar a lo digital. Activa el sonido del video en portada para escuchar. Escrito por Javier Strahalm.

Por

Sí. El auto complacerse en lo sexual suele ser excitante, sea cual sea tu preferencia, pornografía, perderte en tu mente, accesorios, manos, dedos y otros que puedan escaparse a mi imaginación.  Muchas veces ingenua, desadaptada. 

Un hombre como yo frecuentaba bares, siempre víctima o victimario de alguna noche de pasión, ya sea por esa capacidad seductora de poner las palabras precisas en mi boca y la mirada en clavada en los ojos, otras veces por simplemente sentarme a escuchar, mientras la barra sirve, las personalidades se muestran y las caretas caen.

Conocí a 20 letras tiempo atrás en un bar de Ñuñoa, cuando éramos libres de transitar por la ciudad, sin ninguna noción de pandemias, cuarentenas, virus, murciélagos, incertidumbres, Mañalich, Izkias. Un encuentro relacionado con trabajo, ella vestida de negro, todo escote y mucha pierna. En movimientos astutos, casi perfecto titiritero me las arreglé para que quedara sentada a mi lado, ajedrecista cuando se requiere.

Yo me hubiese jugado la vida por una noche perdiéndome con ella, pero como tal cenicienta desapareció. Seria otra noche solitaria.  No sabría de ella hasta hace dos días.

Quien iba a pensar en una persona como yo participando en un “after” office virtual, yo que había decidido hace un tiempo borrarme de cualquier red social, eliminar cualquier registro cibernético producto de la paranoia conspirativa sobre la privacidad, buscando realmente vivir fuera de la pantalla. Fue una conversación confusa, bastante etílica, de mucha desfachatez. 

“Cállate y dame amor” – Fue lo primero que leí al amanecer con un ojo entre cerrado, mi teléfono casi descargado e intentando descifrar de dónde venía tanta osadía

Ella se las había ingeniado para dar con mi whatsapp, más que inteligente, jugada y determinada, coqueta, quizás tanto como yo, a veces lo dudo, pensaba yo siempre jugar en el límite, la vida se encarga de demostrarme que sigo siendo un aprendiz.

“Me cambié el calzoncillo roto y de elástico gastado, tomé mi teléfono, me situé frente al espejo y me dejé llevar. “

Bastó la siguiente frase, escrita sin mayores expectativas, sí cargada en deseo:

– Me gusta tu foto, el juego entre el antifaz y el espejo te combina perfecto.  – Escribí yo, jugando con el zoom en un pequeño avatar.

Notificación tras notificación comencé a recibir una galería de desnudez, curvas, arte, juegos de seducción, coqueteo, pechos, caderas. Todo lucía perfecta poesía, quizás demasiado armónico para un hombre como yo que está acostumbrado a las cosas rotas, personas rotas.

Será este fenómeno de la híper conectividad, la inmediatez, el paradigma de lo superfluo, fugacidad y entrega. A los pocos minutos terminé envuelto en una conversación de carácter netamente sexual, claro si, también cargada de mucho espíritu. Fascinación sin dudas era la palabra que podía describir como me sentía en ese momento, pero, ¿qué sucede cuando el cuerpo pide carne?, ¿qué pasa cuando la virtualidad no supera la realidad?, ese descontrol y frustración de querer un poco de muslo, de querer mirar en el alma, incluso, a pesar de la resaca, despertar abrazado a un poco de vida. 

Pasaron un par de horas, con la sangre circulando muy lejos del cerebro, sí más cercana al pantalón, con un sentido de rebelión de cuarentena, pensando en todas las vías alternativas para transitar los 120 kilómetros que me llevarían a la gloria.

– “Me acabo de duchar” – dijo ella

Ya fotos de carácter más explícito, mientras yo rebuscaba en cada párrafo la obtención de salvo conductos con motivo de calentura, movilizado por el placer.

– “Joven, ¿cuál es su motivo de ingreso a la comuna?”

– “Mi virginidad en tiempos de pandemia” – exclamaría yo

Pues bien, siempre he sido generoso. Pienso que, en la entrega, en los movimientos arriesgados siempre se obtiene la gloria, y me decidí a devolver la mano:

“Una guía sobre cómo responder a las nudes, manual para hombres heteros y no tan heteros”. Internet, bendito internet.

Principio número uno:

  • No muestres el pene

Principio número dos:

  • No muestres el rostro

Principio número tres

  • Lo que circula en internet, seguramente estará para siempre en internet 

Me cambié el calzoncillo roto y de elástico gastado, tomé mi teléfono, me situé frente al espejo y me dejé llevar. Dejé de lado cualquier noción de pornografía, destruí cualquier rastro de prejuicio, tomé mi chaqueta favorita y la dejé abierta, probé algunos ángulos, algunos juegos de filtros y psicodelia recordando a Andy Warhol y comenzó el juego de flashes.

1 . . . 2 .  . .3 . . .  Enviar 

Tiré mi teléfono a la cama y sonreí.

Una historia de tonalidades Bukowskianas se ha desarrollado estos últimos días, yo que no he sido un muy buen seguidor de las leyes, estoy pensando en arriesgarme por una condena perpetua, en irme de ilegal en el maletero de un auto, caminar camuflado en la oscuridad, todo para saciar esa necesidad animal en tiempos de pandemia.  Cuando el sexting y las nudes parece solo un recuerdo fugaz de una casi olvidada realidad.

¿Cómo lo llevan ustedes?

No es el FIN

Foto del autor: Javier Strahalm

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