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Reportajes

3 de Septiembre de 2020

Huevos revueltos, pan amasado y el bosque: Un día de paseo con el poeta Elicura Chihuailaf

Fotos de Camila Larraín Yunge

Esta semana se convirtió en el primer escritor mapuche en recibir el Premio Nacional de Literatura. Seis años atrás, en 2014, estuvimos con Elicura Chihuailaf en sus territorios. Partimos con un desayuno en Cunco y terminamos la jornada a pocos kilómetros de allí: caminando con el poeta entre los árboles de la comunidad de Kechurewe, donde ha pasado buena parte de su vida.

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Son las 10 de la mañana, de septiembre de 2014, y en la comuna de Cunco, en la Región de la Araucanía, el día está gris. A 60 kilómetros de Temuco, en el poblado de cerca de 16 mil habitantes, comienzan las actividades matutinas. Pasa un auto blanco y un hombre en su interior me saluda con la mano. Es el poeta mapuche Elicura Chihuailaf. Lleva pantalones negros, un polar azul encima de una chaqueta sin mangas, un polerón y una polera, todo también azul. Un  jockey le cubre la cabeza. A sus 62 años, prácticamente no tiene arrugas en su cara. Y habla de manera pausada y meditativa. 

Registro realizado por Camila Larraín Yunge.

***

Seguida por la nostalgia de saborear los frutos de la memoria, en cuyos callados brotes, en cuyas sencillas flores no supimos quizás reparar a su debido tiempo. Todo eso yo necesitaba expresarlo, por eso comencé a escribir. (Elicura Chihuailaf, extracto del libro “Recado confidencial a los chilenos”).

Entramos al Café Restaurante La Piedra, un amplio local de madera con dos pisos. Subimos la escalera y nos sentamos junto a la ventana. Unos metros más allá de las mesas, el lugar tiene un espacio con sillones en cuyas paredes cuelgan fotografías de Elicura, de sus padres y abuelos, de su casa en el campo y de extractos de su libro “De sueños azules y contrasueños”. 

“Este lugar es de Cecilia, una amiga de hace años”, dice mientras nos sirven una taza de té, una paila de huevo revuelto y dos panes amasados. Elicura mira por la ventana y señala un cerro de los que cercan el poblado. “Este cerro está lleno de pino y eucalipto. Antes todo era vegetación natural. El progreso que impone el sistema es un progreso contra la naturaleza y no con la naturaleza, como lo vemos nosotros”, comenta. 

Cuando habla lo hace de manera pausada, mirando por encima de sus anteojos. Pareciera que elige cuidadosamente cada palabra. A veces da la impresión de que una infinidad de ideas estuvieran cruzando por su pensamiento hasta que elige aquella precisa. Como esas mentes que expresan una ínfima parte de lo que ocurre en su interior. 

Desde pequeño, Elicura convivió con la naturaleza; así se gestó una relación fluida con ella. Él siempre la observaba. Con su hermano Carlos, con el que tiene un año de diferencia, solían sumergirse en el bosque que los llenaba de curiosidad. Allí aprendieron, con orientación de los mayores, a leer sus señales: las nubes con forma de bote sobre el Llaima, que aseguran la lluvia; o el ulular de la lechuza, que augura la neblina.

Registro realizado por Camila Larraín Yunge

“Me resulta muy impresionante la reiteración por décadas, y sobre todo en mi infancia, del aroma del bosque cuando va a llover. Cómo se hace intenso, como si fuera a refugiarse dentro del bosque para después volver a las flores y a las plantas”.  

Esta experiencia y su añoranza de su comunidad cuando estuvo interno en un liceo de Temuco lo que lo motivó a escribir, como una conversación consigo mismo. Su poesía, como él dice, en general tiene que ver con las flores, la humedad de la tierra, el canto de los pájaros. “Yo no busqué escribir poesía, pero la pensé y la escribí porque seguramente habita en mí”. De hecho, de profesión, Elicura Chihuailaf es obstetra, pero nunca ejerció. 

“Me resulta muy impresionante la reiteración por décadas, y sobre todo en mi infancia, del aroma del bosque cuando va a llover. Cómo se hace intenso, como si fuera a refugiarse dentro del bosque para después volver a las flores y a las plantas”.

“Yo no soy de los que escriben siempre, sino que por períodos, pero mi mente siempre está en un sueño que es de poesía. El poeta occidental en general tiene una loable disciplina, escribe todos los días, una determinada cantidad de horas, inclusive en una determinada condición física. En cambio yo puedo estar cortando murra (zarza), o jardineando y mientras hago eso yo estoy metido en mi mundo de sueños. Y de pronto entro en un período de escritura”, explica. En cierta manera, es en parte por eso que se declara “oralitor”, porque no sigue un método literario de investigación, sino que recoge desde la oralidad. 

Su obra “Sueños azules y contrasueños” la escribió en dos meses en un trabajo de escritura diario. Lo mismo con “Recado confidencial a los chilenos”, antes del cual salió a recorrer las comunidades mapuches y al volver se sentó a escribir por dos meses. Las dos son, hasta ahora, sus obras más importantes y reconocidas. “Recado confidencial a los chilenos” ya lleva más de 10 ediciones y ha sido traducida al inglés y francés.

Registro realizado por Camila Larraín Yunge.

“El recado confidencial a los chilenos”, de 1999, es una de las obras principales de Elicura Chihuailaf. Según la doctora en literatura, especialista en poesía chilena e hispanoamericana, Paula Miranda, en ella expone el mundo y la visión mapuche, donde exhorta a un diálogo entre este pueblo y el chileno desde una comprensión cabal de la cultura occidental. Eso, asegura la experta, permite un mayor diálogo entre culturas y cumple la función de puente. 

En nuestra mesa, el huevo, el pan y el té ya se han terminado.

Entonces, Elicura dice: “Me han invitado a una lectura de poesía por los 100 años de Nicanor Parra, ¿vamos?”

Afuera comienza a llover. 

***

Largos silencios, largos relatos que nos hablaban del origen de la gente nuestra, del Primer Espíritu mapuche arrojado desde el Azul. (Elicura Chihuailaf, extracto de “Sueño Azul”).

Según Elicura Chihuailaf, hay en la visión de mundo mapuche un concepto de dualidad en todo sentido. “Somos niños y ancianos a la vez, todo es femenino y masculino o masculino y femenino. La tierra es esencialmente femenina pero también es masculina. Por eso una verdad siempre se completa con el otro o con los otros o las otras que la viven”. 

Elicura menciona que el relato de origen de los mapuches es el relato del azul, que dice que su espíritu es azul y que vino desde el oriente, desde donde se levanta el sol y llega a habitar su casa transitoria que es el cuerpo. El azul, entonces, tiene para el mapuche una connotación sagrada. “El azul habita en nosotros, por lo tanto, nuestro color predilecto es el azul”. 

***

Y es que usted y yo estamos hablando, ¿nos estamos escuchando?, desde dos culturas, desde las diferentes concepciones de mundo que nos habitan, diversas y aún muy distantes: la cultura mapuche y la cultura chilena. (Elicura Chihuailaf, extracto de “Recado confidencial a los chilenos”).

Registro realizado por Camila Larraín Yunge.

En el Museo de Antropológico de Cunco hay alrededor de 13 autoridades -entre ellas, el alcalde y los concejales- frente a un micrófono que espera sobre un pedestal. Hay, además, alrededor de 30 alumnos de primero medio del Liceo Atenea de Cunco, establecimiento cuya biblioteca lleva el nombre “Biblioteca Elicura Chihuailaf” y donde el poeta estudió cuando era niño, cuando se llamaba Escuela de Niños Nº41. Él recuerda que se sentaba cerca de la ventana y se distraía mirando el polvo que se levantaba en las calles por el viento puelche que soplaba fuerte y seguido en la zona.

Luego del discurso del alcalde, invitan a Elicura a pasar adelante. Él está entre el público, con las manos en los bolsillos de su polar azul. Se acerca al micrófono y dice la primera frase en mapudungún. Luego, continúa pausadamente:

“Cuando yo era interno de obstetricia en el hospital de Quirihue, antes de comenzar la visita como interno yo me paraba en la sala y les leía un poema a las pacientes. Eran poemas de Gonzalo Rojas, gran poeta chileno, de Nicolás Guillen, poeta cubano, y otro de don Nicanor que se llama ‘Autorretrato’ y que dice: ‘Considerad muchachos (…) soy profesor en un liceo oscuro y he perdido la voz haciendo clases. (…) Sin embargo yo fui tal como ustedes, joven, lleno de bellos ideales. Soñé fundiendo el cobre y limando las caras del diamante”. Actividades como esta lectura de poesía aportan a la identidad nuestra como habitantes de esta comuna, para que de una vez Chile asuma su identidad, su hermosa morenidad, asuma la conversación, el diálogo entre culturas, para encontrarse. Porque para eso es la poesía; si no para qué sirve. Muchas gracias”.

El público lo aplaude.

Elicura dice que pasó gran parte de su infancia en medio de la chilenidad. “La chilenidad habita en mí. Pero no es aquella que me impusieron, sino que aquella con la que convivo y que siento, y que me ha llegado de una manera privilegiada, con mucha ternura. Yo no puedo ser un demediado, aunque quisiera”. 

Después del acto en el liceo, pasamos al supermercado La Estrella. “¿Es usted Elicura Chihuailaf?”, preguntan tres niños que se acercan al poeta, en la sección del pan. Uno de ellos tiene en su mano una cartulina enrollada. 

“(…) soy profesor en un liceo oscuro y he perdido la voz haciendo clases. (…) Sin embargo yo fui tal como ustedes, joven, lleno de bellos ideales. Soñé fundiendo el cobre y limando las caras del diamante”

“Sí, sí, ¿cómo están ustedes?”, responde  Elicura, quien se detiene y saluda con la mano a cada uno de los jóvenes. 

“Bien. Es que estamos haciendo un trabajo sobre usted”, dice uno de los niños y señala la cartulina. 

Registro realizado por Camila Larraín Yunge.

Elicura conversa con los niños y luego les anota su correo electrónico por si les surge alguna duda con su trabajo. Compra cuatro manzanas y un vino; y volvemos al auto para emprender el camino a su casa en la comunidad mapuche de Kechurewe, a 15 kilómetros de Cunco hacia el campo, camino al lago Colico. 

Sale el sol. 

***

La casa azul en que nací está situada en una colina rodeada de hualles, un sauce, nogales, castaños, un aromo primaveral en invierno- chilcos rodeados a su vez de picaflores que no sabíamos si eran realidad o visión ¡tan efímeros! (Elicura Chihuailaf, extracto de “Recado confidencial a los chilenos”).

El camino de Cunco hasta Kechurewe no dura más de 10 minutos, aunque vamos a baja velocidad y con mucha precaución, como al parecer maneja Elicura Chihuailaf. En el camino recogemos a dos mujeres que viven cerca del poeta y que se bajan unos kilómetros más adelante. Las nubes han vuelto a cubrir el cielo y llueve. A ambos lados de la carretera se extienden zonas verdes, árboles y flores, como suelen ser los paisajes del sur. 

Después de unos 10 kilómetros de camino, abandonamos el pavimento y doblamos a la derecha por un camino de tierra. Entramos en una zona boscosa. Cruzamos un portón azul y una casa de un vecino de la comunidad. Unos perros persiguen el auto por unos momentos. Unos metros más adelante se ve una casa azul sobre una colina. El segundo piso de ella, color madera, Elicura lo construyó después que se cayera parte de la casa con el terremoto de 1960, cuando también se cayó la ruka que había a su lado. Esa era la casa azul donde se había criado con sus padres y abuelos. 

Registro realizado por Camila Larraín Yunge.

Elicura Chihuailaf no ha vivido toda su vida ahí, pero sí sus primeros años. De todas maneras, dice que nunca se desligó, que siempre volvía con regularidad. Hoy vive ahí con Camila, su tercera mujer y con quien tiene una hija de un año, Andrea. Vive también la madre de Elicura, Laura, que tiene 98 años, y su hermana Rayén.

Andrea es la séptima hija de Elicura. Al igual que el resto de sus hijos, su primer nombre es en castellano y el segundo en mapudungún, ya que considera que todavía existe en Chile discriminación. Aunque el poeta viaja mucho, tanto en Chile como fuera del país, dice que no le gusta mucho salir. Incluso un lugar como Cunco aparece como ruidoso para él. 

El bosque cercano a la casa contiene milenarios árboles de gruesos troncos y raíces. Elicura, despojado de sus anteojos y ahora con un gorro de lana y chaqueta roja, camina pisando ramas y hojas secas. Parece rejuvenecido.

“Mira qué bonita la visión.”, dice. A nuestra derecha, el cielo aparece de colores fuertes con el atardecer. La lluvia ha cesado y momentos antes habíamos divisado un arcoíris completo contra el cielo y entre los árboles. 

Cruzamos un río caminando por unos troncos caídos. “En invierno está con agua y lleno de vida. Cuando llega el verano está el lecho vacío, sin espíritu, sin agua”, explica el anfitrión. 

“Cruzamos un río caminando por unos troncos caídos. “En invierno está con agua y lleno de vida. Cuando llega el verano está el lecho vacío, sin espíritu, sin agua”, explica el anfitrión.

Pese a que Elicura Chihuailaf se define como mapuche y se distancia de la chilenidad en cuanto a identidad, los chilenos lo reconocen a él como poeta nacional. En  2012 estuvo nominado al Premio Nacional de Literatura por la Universidad de la Frontera. Paula Miranda asegura que sus cualidades lo harán merecedor del premio en el año 2016: es dialogante entre culturas y abre camino a otros, entre otras cosas. Asegura que hoy hay cerca de 100 mapuches escribiendo en bilingüe y que comenzaron por él. 

Elicura camina por su bosque. Las bandurrias y otros pájaros cantan. Se escucha el sonido del río.

“Mira como se ve la lluvia en la cordillera”, dice y señala una colina a lo lejos, envuelta por una nube blanca. 

Seguimos caminando bajo los últimos rayos de sol, hasta que divisamos de nuevo la casa azul en la colina.

Registro realizado por Camila Larraín Yunge.

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