Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Reportajes

14 de Septiembre de 2020

Adelanto: “Génesis y ascenso del socialismo chileno”

Este es la introducción del libro donde los autores Carlos Ruiz y Jorge Arrate toman la tarea de interrogar al pasado para entender el presente. Se trata de un recorrido por el socialismo chileno desde los años veinte hasta 1973. “Las experiencias aquí revisitadas y los esfuerzos que cobijan, sus tropiezos y sus desvíos y vueltas al camino, ofrecen claves y estímulos para esta tarea actual, a saber, la de proyectar la superación del neoliberalismo”, escriben.

Por

El propósito de este libro es examinar la formación del ideario político socialista chileno mediante un recorrido histórico de su proceso de configuración entre el decenio de los años veinte hasta el de los setenta, del siglo XX. El resultado es una antología de textos representativos de ese transcurso. Es evidente que son muchos más los escritos, discursos, entrevistas, manifiestos o declaraciones que servirían bien al propósito señalado. La selección implica omisiones o preferencias que no siempre lograrán la aprobación unánime de los especialistas o los lectores. El criterio aplicado ha sido, además de la economía de espacio, el significado y/o influencia de los textos y la búsqueda de una suerte de equilibrio global que logre reflejar la riqueza y diversidad de hilos de pensamiento que concurrieron a conformar el acervo ideológico del socialismo chileno en sus diversas expresiones. El examen llega hasta 1973, hito fundamental de la historia de los socialistas y del país. Luego del golpe militar las bases doctrinarias del socialismo chileno sufrieron conmociones e intentos de reelaboración o recuperación que, pese a su interés e impacto, forman parte de un ciclo distinto y no serán por ahora examinados. 

La historia política y social latinoamericana es rica en episodios de lucha y en desarrollos teóricos que, en mayor o menor medida, han dejado huella hasta hoy. Tal es el caso de la Revolución Mexicana, ya centenaria, de las elaboraciones de la Acción Popular Revolucionaria Americana (APRA), que encabezó Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú, o del movimiento “peronista” argentino a partir de la década de los cuarenta. En el ámbito del pensamiento socialista inspirado en el marxismo hay a lo menos tres expresiones que destacan por su indiscutible originalidad: la línea de pensamiento elaborada por José Carlos Mariátegui en Perú, la elaboración de la teoría de la guerrilla y el “foco” sustentada por Ernesto Guevara desde Cuba e impulsada en Bolivia y, por sus seguidores, en otros países latinoamericanos, y la singular vía no armada al socialismo que encabezó en Chile Salvador Allende. Esta última tuvo inspiración principal en el patrimonio teórico acumulado por los socialistas chilenos. 

Revisar esta fuente significa de algún modo volver a esa interminable tarea de interrogar al pasado de la única forma en que se debe hacer cuando el horizonte es el de la acción política: desde la compulsión por entender el presente. Dado que se trata, además, de un curso de cosas estrechamente vinculado a los avatares sociales y culturales, económicos y políticos propios del proceso histórico, es entonces un repaso por un camino en donde las formulaciones socialistas se van puliendo y ajustando bajo un agudo curso de transformaciones de la propia realidad, tanto chilena como latinoamericana y mundial, en las décadas señaladas del siglo XX.

Marmaduque Grove, se dirige a firmar como Ministro de Defensa Nacional, 1932. Fuente: Portada de Sucesos: número 1564, de 7 junio de 1932. Colección Biblioteca Nacional de Chile. Disponible en Memoria Chilena (http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-68226.html)

Como se sabe -desde hace tiempo insisten en eso los propios historiadores- el pasado es constantemente revisitado. De ahí que la historia no sea cosa muerta. Cada generación, desde cada nueva realidad, vuelve a revisar el pasado para buscar claves que ayuden a resolver las interrogantes que emanan de la necesidad de comprensión de su propio presente.

Lejos de cualquier pretensión de erudición o exégesis académica, el afán que guía este repaso por la formación del ideario político del socialismo chileno es identificar los procesos, las claves y los dilemas en torno a los cuales se desarrolla su construcción. En ellos ancla sus orígenes y apunta hacia una sociedad chilena que experimenta una brusca transformación social, económica, política y cultural, con su salida del orden oligárquico agrario y su marcha confusa hacia una realidad modificada en la que se intentan fundar disímiles horizontes de modernización. El socialismo chileno surge de cara a los dilemas históricos emergentes y se atreve a ofrecer una alternativa de modernización socialista y popular para esas condiciones nacionales.

Como se sabe -desde hace tiempo insisten en eso los propios historiadores- el pasado es constantemente revisitado. De ahí que la historia no sea cosa muerta. Cada generación, desde cada nueva realidad, vuelve a revisar el pasado para buscar claves que ayuden a resolver las interrogantes que emanan de la necesidad de comprensión de su propio presente.

Hoy, de un modo que guarda ciertas similitudes con aquel tiempo, la sociedad chilena viene sacudiéndose en distintas formas de una experiencia neoliberal que cubre ya casi medio siglo de nuestra historia. Entonces, las fuerzas políticas de izquierda experimentan las tensiones que significa esa realidad emergente y los idearios políticos se ven exigidos por las disyuntivas que plantea. Claro, la historia no se repite, el presente nunca es calco ni copia de situación pretérita alguna. Pero las experiencias aquí revisitadas y los esfuerzos que cobijan, sus tropiezos y sus desvíos y vueltas al camino, ofrecen claves y estímulos para esta tarea actual, a saber, la de proyectar la superación del neoliberalismo.

Preside este esfuerzo la idea de encontrar elementos críticos para pensar cómo puede ser una izquierda hoy, así como un sujeto popular capaz de erigirse en el protagonista principal de una nueva marcha histórica. En el siglo XX el socialismo chileno lideró, con sus propias vicisitudes y limitaciones, la más grande y relevante articulación de izquierda que haya existido jamás en nuestra historia. En ese complejo proceso hay mucho que hurgar de cara a los desafíos del presente.

Hoy, de un modo que guarda ciertas similitudes con aquel tiempo, la sociedad chilena viene sacudiéndose en distintas formas de una experiencia neoliberal que cubre ya casi medio siglo de nuestra historia. Entonces, las fuerzas políticas de izquierda experimentan las tensiones que significa esa realidad emergente y los idearios políticos se ven exigidos por las disyuntivas que plantea.

El proyecto socialista de transformación de una sociedad chilena que venía saliendo del orden tradicional, oligárquico, marcadamente agrario, fue delineando un curso de modernización que se concibió como estrategia política de lucha, de constitución de fuerzas populares capaces de protagonizar tal cambio histórico. Es allí, como parte de esa estrategia, que se configuran unos horizontes culturales, sociales, económicos y políticos, en los que se debaten, con una intensidad que es característica de la experiencia del socialismo chileno, diversas herencias e influencias nacionales e internacionales. Una concepción del individuo, de la libertad, la democracia y el desarrollo, un humanismo socialista, toman forma como partes de una estrategia de transformación de la realidad.

La formación histórica del ideario socialista surge estrechamente vinculada a la vocación política de transformación efectiva. Se trata de un proceso en que se elabora y se discute en función de construir estrategias que son pensadas para transformar las condiciones concretas en que viven chilenas y chilenos. Esta cuestión establece una diferencia temprana con el otro gran partido de la izquierda, el comunista, fuertemente condicionado en sus definiciones, tanto políticas como ideológicas, por su adhesión al movimiento comunista internacional hegemonizado por la Unión Soviética. Se trata de una característica que resulta determinante en la construcción del liderazgo con que el PS se proyecta sobre el resto de la heterogénea izquierda chilena que, ya hacia los años sesenta muestra, aparte de la tradición comunista, un arco amplio de organizaciones y sus consiguientes influencias y anclajes en disímiles fuentes ideológicas. Ese apego distintivo del pensamiento socialista a la especificidad irreductible de la realidad nacional, desde la cual se dialoga con distintas experiencias externas, pero siempre desde allí y, puesta la mirada -como se anotó- en función de la elaboración de un proyecto concreto y práctico de transformación, configuran una condición que resultará determinante en la izquierda chilena que se fragua y proyecta hacia la experiencia de gobierno que encabezó Salvador Allende. 

También resulta distintivo en los debates estratégicos del socialismo chileno el hecho que, al contrario de la tendencia que corre en los partidos socialistas y comunistas del siglo XX (en la URSS, en el resto de Europa y también en la mayoría de los países del Tercer Mundo) a cifrar los objetivos del socialismo en cuestiones como el crecimiento económico, el desarrollo tecnológico o la seguridad nacional, compitiendo así con el modelo capitalista liberal, en vez de en la democracia y la libertad, en el caso del socialismo chileno sí hubo espacio para formular los fundamentos de una visión política distinta, preocupada del humanismo, la democracia social, la soberanía política y la independencia económica. De tal modo, si durante gran parte del siglo XX el socialismo tiende a hacerse sinónimo de desarrollo y deviene más un medio para llegar a este último que en un fin en sí mismo -como dijera Hobsbawm- el ideario del socialismo chileno se constituye desde un lugar donde se cuestiona esta perspectiva.

Ese apego distintivo del pensamiento socialista a la especificidad irreductible de la realidad nacional, desde la cual se dialoga con distintas experiencias externas, pero siempre desde allí y, puesta la mirada -como se anotó- en función de la elaboración de un proyecto concreto y práctico de transformación, configuran una condición que resultará determinante en la izquierda chilena que se fragua y proyecta hacia la experiencia de gobierno que encabezó Salvador Allende.

En este mismo sentido, el socialismo chileno ostenta una especificidad histórica en la formación de una cultura política que adquiere una influencia enorme en las luchas populares que se desatan en la sociedad chilena de la etapa post-oligárquica. En efecto, la historia del Chile del siglo XX parece marcada por una tendencia a relevar la institucionalidad, los valores de la República e, inclusive, cierta serenidad política que se contrapone a lo vivido en otras partes de América Latina y el mundo. El fenómeno se debe, en buena medida, no sólo a una socorrida tendencia natural de nuestras élites a preferir las instituciones, sino también al hecho de que el socialismo chileno fue capaz de concebir tales horizontes y de movilizar fuerzas sociales en varias de las coyunturas más determinantes de la etapa post-oligárquica y de imprimirles un sentido más democrático en el curso mismo de los hechos.

(1937) Joven Socialista recitando. La socialista Amelia Givovich recitando el poema “Rosa Roja” en las veladas sabatinas del PS en calle Nataniel, con la presencia de su líder Marmaduke Grove Vallejo. Aparecen además en la foto: Carlos Alberto Martínez, Arturo Bianchi, Luis Zúñiga, Alfonso Tapia, entre otros. Colección fotográfica Carmen Lazo, Biblioteca del Congreso Nacional.

Ese sentido de urgencia permanente, que se percibe desde la fundación del PS, es lo que parece marcar la trayectoria del socialismo chileno y de la cultura política que impulsa, con la particularidad de que, además, fue capaz de imaginar en plazos más largos un proyecto de izquierda. Esa sugerente articulación con los tiempos erráticos de la historia de la política chilena del siglo XX, es reflejo de la capacidad de apropiación de las condiciones históricas de su tiempo y explica también los propios vaivenes y las contradicciones que  cruzan al socialismo chileno: a diferencia de la forma endogámica de enfrentar las tensiones internas, tan característica de las construcciones burocráticas, las fracturas y recomposiciones  socialistas, sus apuestas, triunfos y fracasos, están íntimamente relacionadas con las tensiones que ocurren en la sociedad, que se viven intensa y hasta desgarradoramente en su propio interior. De ahí la característica imbricación de las organizaciones socialistas, a lo largo de esta etapa, con las fuerzas sociales que se movilizan.

Ese sentido de urgencia permanente, que se percibe desde la fundación del PS, es lo que parece marcar la trayectoria del socialismo chileno y de la cultura política que impulsa, con la particularidad de que, además, fue capaz de imaginar en plazos más largos un proyecto de izquierda.

Este es un libro elaborado desde fuera del Partido Socialista. El socialismo chileno es más que su orgánica legalizada, es una cultura de nuestra izquierda, que va más allá de sus afiliaciones formales actuales. Esa cultura, que no es sino la capacidad distintiva de apropiarse de las condiciones de cada época histórica e insertarse en sus contradicciones con la radicalidad necesaria para hacerlas madurar, está en la actualidad desdibujada. El cambio vertiginoso ha dejado atrás formas anteriores de hacer y organizar la política y ha puesto en cuestión la capacidad de los partidos para orientar el proceso social según sus objetivos. A partir del derrumbe del bloque soviético en 1989 y del repliegue defensivo de la socialdemocracia europea, los proyectos de izquierda se han reducido a meros programas de gobierno, cuando no a simples orientaciones para ganar elecciones y ejercer el poder estatal. Estos son, sin duda, elementos a considerar al analizar la realidad chilena. Sin embargo, factores nacionales, como la timidez de una transición a una democracia que terminó siendo restringida e incompleta, la tendencia de la principal organización socialista a convertirse en un instrumento de grupos sectarios asociados para beneficiarse electoral y financieramente, el irresponsable proceso de desvinculación de las instancias políticas con sus bases sociales organizadas, entre otros elementos, intensificaron en el caso de Chile la crisis del socialismo y sus organizaciones. Ya nadie la discute.

El cambio vertiginoso ha dejado atrás formas anteriores de hacer y organizar la política y ha puesto en cuestión la capacidad de los partidos para orientar el proceso social según sus objetivos. A partir del derrumbe del bloque soviético en 1989 y del repliegue defensivo de la socialdemocracia europea, los proyectos de izquierda se han reducido a meros programas de gobierno, cuando no a simples orientaciones para ganar elecciones y ejercer el poder estatal. Estos son, sin duda, elementos a considerar al analizar la realidad chilena.

Más aún cuando el levantamiento popular del 18 de octubre de 2019, ha dejado más en evidencia las carencias políticas de todos los sectores, entre ellos la izquierda chilena en su conjunto, e impone con urgencia el desafío de dar nueva vida a un movimiento popular que active los sujetos tradicionales, hoy transformados, y potencie los surgidos en las últimas décadas, y de construir un cauce compartido para potenciar su flujo. Es preciso definir con urgencia un qué hacer que, paradojalmente, será, lo más seguro, de lenta y trabajosa ejecución.

La urgencia exige ser impacientes e impone un tiempo: ahora. El horizonte, uno diría, parece lejano y la única forma de aproximarse es emprender un camino escarpado cuyo derrotero desconocemos. Por eso, la tarea por cumplir es uno de esos desafíos que nunca han esquivado los socialistas.

Notas relacionadas

Deja tu comentario