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Entrevistas

21 de Septiembre de 2020

Las maestras, la madre, las amigas: Las mujeres de Miryam Singer

Foto: Universidad Católica

El 7 de septiembre ganó el Premio Nacional de Artes Musicales 2020 y dice que la noticia la tomó por sorpresa. En el recorrido para formarse como profesional y como ser humano, Miryam Singer reconoce a las mujeres que la han ayudado: las de su familia, las que fueron sus profesoras y las que se han convertido en amigas. “De ellas proviene mi fuerza interior”, señala. De eso habla en esta entrevista donde también opina de lo femenino y del feminismo.

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Miryam Singer compara la impresión que le causó haber obtenido el galardón nacional de Música con una experiencia que vivió en los años 80. En ese entonces, era una veinteañera que ya había terminado sus estudios de Arquitectura en la Universidad de Chile y comenzaba a aprender canto en el Conservatorio de Música de la misma casa de estudios.

Su maestra de ese entonces, la soprano argentina Clara Oyuela, le había pedido ir a audicionar para el director de orquesta Juan Pablo Izquierdo. Ella, sin saber siquiera qué era una audición, escuchó con atención las instrucciones que le dio para la presentación. Tenía que ensayar una canción y presentarse en el teatro en unas semanas. Parecía ser algo sencillo, así que obedeció.

Cuando llegó el día, asomó la nariz por la puerta del teatro y el mundo se le vino abajo. Todas las cantantes que se presentaban vestían trajes elegantes y ella solo vestía zapatillas, blue jeans y camiseta. “¡Me sentí tan inadecuada! Las personas a cargo me miraron de arriba a abajo, desconcertadas. Así y todo salí a cantar al escenario y el director me seleccionó a mí… Yo no lo podía creer. Es como lo que pasó ahora con el premio”, dice la soprano, entre risas.

Después del episodio vino una exitosa carrera musical de la mano de sus otras maestras en el Conservatorio: la pianista Elvira Savi y la contralto Carmen Luisa Letelier. Ambas premios nacionales de Artes Musicales en 1998 y 2010, respectivamente. Con la primera, dice, hizo el único recital de su vida y acompañó a la segunda en un concierto. También menciona a Soledad Díaz, su última maestra antes de retirarse del canto y ahora muy querida amiga.

Realizó muchos otros conciertos tanto en Chile como en el exterior hasta que ser solista de ópera le empezó a quedar chico. Amplió sus capacidades hasta convertirse en realizadora, directora, productora y diseñadora de escenografías y vestuarios de ópera. Todo a la vez. Aunque tenía estos atributos a su favor, dudó sobre la posibilidad de postular al premio. 

Crédito: Universidad Católica

¿Por qué dudaba?

-Es que fue una situación de altísimo estrés, porque nunca imaginé que fuese posible. Fueron mis amigas feministas, dos grandes pianistas, las que insistieron en mi postulación. Yo dije que no, me negué como gato de espaldas porque… imagínate, qué cosa postularse a un Premio Nacional, nada que ver. 

“Fueron mis amigas feministas, dos grandes pianistas, las que insistieron en mi postulación. Yo dije que no, me negué como gato de espaldas”.

¿Qué le decían sus amigas?

-Me retaban para que postulara y luego de pensarlo mucho, al final dije “¿por qué no?” y postulé poco antes de que se cerrara el proceso sólo con la carta de recomendación del rector de la UC, Ignacio Sánchez. Si no hubiese sido por ellas, que estaban muy enojadas porque habían puros hombres postulando, ni siquiera lo hubiese pensado. 

¿Cómo es el mundo de la música clásica para la mujer? 

-Cuando una es cantante, su lugar es femenino, porque representa a una mujer que no tiene otra función que cantar bien. Pero a la hora de dirigir, es otra cosa. Probablemente sólo el 1% de los directores de ópera sean mujeres o tal vez menos. Es un mundo patriarcal. Cada vez hay más mujeres que hombres en las orquestas, pero en el podio, no. Es difícil encontrar una persona que maneje la rienda de la ópera en toda su extensión visual. Yo lo hago, porque habito el mundo de lo visual y también de lo sonoro. 

Probablemente sólo el 1% de los directores de ópera sean mujeres o tal vez menos. Es un mundo patriarcal. Cada vez hay más mujeres que hombres en las orquestas, pero en el podio, no”.

UN FARO EN EL KIBUTZ

En 1974, después del golpe militar, Singer se fue a vivir a Israel donde permaneció cuatro años. Primero en un kibutz, una comuna agrícola  inspirada en la ideología sionista socialista, y luego en Tel Aviv, donde estudió Filosofía e Historia del Arte en la universidad.

El kibutz donde vivió era un lugar pequeño en el campo, ubicado al lado del Mar Mediterráneo. Ahí criaban pollos y vacas y cultivaban papas, mangos, maní, entre otros. Llevó una vida comunitaria junto a otras personas, entre ellas, su amiga Katie a quien recuerda con cariño porque, según dice, le enseñó a mirar el mundo con otros ojos.

¿Qué le enseñó su amiga?

-Mi amiga Katie me dio mi conciencia feminista cuando yo tenía 19 años. Fue como faro que arrojó luz sobre la asimetría; el estado desigual de la mujer respecto del hombre en todos los ámbitos de la cultura. Ella venía de una familia de judíos comunistas revolucionarios del tiempo de los bolcheviques, entonces siempre estuvo en su casa el pensamiento político, en la mía no. Yo vivía en un mundo distinto, porque en mi familia se hablaba de arte, no de política.

“Mi amiga Katie me dio mi conciencia feminista cuando yo tenía 19 años. Fue como faro que arrojó luz sobre la asimetría; el estado desigual de la mujer respecto del hombre en todos los ámbitos de la cultura”.

¿Qué hizo mientras estuvo en el kibutz?

-Aprendí un manantial de cosas. Sé hasta plantar papas, ¡imagínate, yo! Trabajé en el invernadero de rosas industriales, se cultivaban tres veces al día, se cortaban, se empaquetaban y se mandaban a Holanda en el avión de la noche. También cosía en un espacio comunal donde las personas compartían el lavado, planchado y la reparación. A mí me tocaba reparar ropas viejas para que la gente las pudiera usar para trabajar. 

¿Y cómo fue su experiencia cuando se fue a estudiar?

-Además de estudiar filosofía en la universidad, estudié pintura, escultura, ballet y fui a muchos conciertos y aprendí sobre danza moderna contemporánea. Escuché a grandes pensadores y fue maravilloso. Ahí también adquirí una mirada más profunda sobre el tema de género y cuando volví a Chile fue como volver 50 años atrás, porque noté que el país era tremendamente conservador en términos de independencia del pensamiento y de habilidades para mirar más allá.

¿Qué le hizo concluir eso?

-Por ejemplo, en que no se hablaba de estas cosas para nada. Yo escuchaba a mujeres que tenían mucho éxito decir “yo no soy feminista” y yo pensaba “está loca… ¿cómo no se da cuenta que ella puede estar en el lugar en el que está, ocupando su puesto, porque hubo otras que barrieron la calle y dieron la lucha por ella?” Hay que entender que a las mujeres no se les ha entregado el poder, ellas se lo han tomado. 

“Ahí también adquirí una mirada más profunda sobre el tema de género y cuando volví a Chile fue como volver 50 años atrás, porque noté que el país era tremendamente conservador en términos de independencia del pensamiento y de habilidades para mirar más allá”.

Crédito: Universidad Católica

MUJERES MONTAÑA

Nació en 1955, en la oficina salitrera Victoria, en la región de Atacama. Ahí llegó su padre, un judío alemán que escapaba del Holocausto. En ese lugar conoció a su madre, se enamoraron y tuvieron cinco hijos: tres mujeres y dos hombres.

Ella se recuerda cantando y dibujando desde pequeña. Dice que sus padres se preocuparon de reforzar sus habilidades artísticas y que tuvieron una vida muy feliz juntos hasta que su padre murió cuando tenía 22 años. Luego de ese momento, la madre tuvo que trabajar muy duro para sacar adelante ella sola a la familia.

¿Cómo fue la relación con su madre después de ese momento?

-Mi madre es una inspiración para mí, es una mujer muy resiliente. Tiene 93 años y perteneció a esa generación de mujeres que fueron educadas para casarse. Tocaba el piano, bordaba y le enseñaron labores del hogar. La criaron para ser la esposa de un hombre. Pero luego de unos años se queda viuda de golpe y porrazo a cargo de un familión y sin dinero, entonces se hizo cargo de la familia y lo hizo con mucha fuerza y determinación mientras los hijos estudiábamos. 

¿Y cómo se lleva con sus hermanas?

-Mis dos hermanas son brillantes. Todo se lo pregunto a ellas, porque siempre me dan el consejo justo, el ángulo correcto para abordar los problemas de la vida. Una es ingeniera comercial y la menor es pianista. Me siento rodeada de puras mujeres montaña en mi familia, porque todas son unas grandes y estoy muy orgullosa de ellas.

¿Cómo han influido en usted?

-Mi fuerza interior proviene de mi familia, sin lugar a dudas, y también de mis maestras y amigas. Gracias a ellas, nunca he sentido que estoy frente a una barrera infranqueable fuera de mí. No puedo decir que fui impedida de desarrollarme porque la sociedad me lo impidiera, siempre me creí capaz y eso forma parte de mi visión feminista.

“Me siento rodeada de puras mujeres montaña en mi familia, porque todas son unas grandes y estoy muy orgullosa de ellas”.

¿Cree que, en algunos casos, lo externo también puede influir en cómo nos vemos?

-Por supuesto. La configuración del mundo que habitamos desde hace miles de años ha sido definitivo a la hora de armar el interior de las mujeres. No hay ninguna sociedad en la historia de la humanidad que no haya sido patriarcal. A medida que se fueron sofisticando, algunas mujeres pudieron sobresalir cuando las circunstancias les dieron la fuerza necesaria para levantarse. Hemos sido un género subalterno no porque esté en nuestro ADN, sino porque la Historia lo ha escrito así.

¿Qué implicancias tiene eso en lo cultural? 

-Que en realidad estamos llenas de escritoras, pintoras, músicas, pero la mayoría fueron ocultas, como en todas las sociedades patriarcales. Y algunas personas tampoco ayudan a que eso cambie. Recuerdo que una vez un profesor de Arquitectura me dijo: “Las mujeres no pueden ser arquitectos, porque no son capaces de pensar en grandes gestos arquitectónicos. Piensan en chiquitito: cómo resolver una puerta o una ventana… Para eso sirven las mujeres arquitecto”. 

¿Y qué sintió cuando lo escuchó?

-Te juro que no alcanzaba a ofenderme. Sólo sentí pena por él, porque It takes two to tango. ¿Conoces ese dicho? Para que el tango salga bien, los dos participantes tienen que bailar y si tu compañero te dice que las mujeres no pueden ser buenas arquitectos porque no son capaces de pensar en grande, lo que sufre es el resultado final: el tango. No sufre la mujer, sino que la humanidad completa.

“No hay ninguna sociedad en la historia de la humanidad que no haya sido patriarcal. A medida que se fueron sofisticando, algunas mujeres pudieron sobresalir cuando las circunstancias les dieron la fuerza necesaria para levantarse. Hemos sido un género subalterno no porque esté en nuestro ADN, sino porque la Historia lo ha escrito así”.

Crédito: Universidad Católica

FEMINISMO ACTUAL

¿Qué opina sobre las manifestaciones feministas actuales?

-Han sido un aporte. Las feministas están tremendamente empoderadas y ahora tienes que pensarlo dos veces antes de incurrir en comportamientos discriminatorios y eso era necesario. Eso sí, yo no soy una persona radical ni una que piense que los cambios sociales se logran con estallidos.

¿Cuál es su postura, entonces?

No creo en las cosas que salen así como ¡pum!, una espinilla en la cara de un adolescente. Todo el mundo lo ve como una mansa cosa durante un instante, pero ¿después qué? Lo importante es que los hombres adquieran conciencia del feminismo, no como un movimiento político de esos que estallan y después se apagan como las espinillas de los adolescentes, sino como una visión de mundo que permanezca y permita modificar el curso de una historia que ya tiene miles de años. 

¿Y las marchas feministas? ¿Qué le parecen?

-La gente siempre tiene que encontrar nuevas formas de transmitir un mensaje y creo que si va acompañado de marchas con fiesta, baile y canto, es bonito e inspirador para los demás. Pero no es para acostumbrarse. No es para pasarse el día entero así, porque podemos olvidar que los cambios son procesos que toman tiempo. La primavera toma un año para volver, no 3 meses ni 10 días.

“Lo importante es que los hombres adquieran conciencia del feminismo, no como un movimiento político de esos que estallan y después se apagan como las espinillas de los adolescentes, sino como una visión de mundo que permanezca y permita modificar el curso de una historia que ya tiene miles de años”.

Las Tesis ocuparon esos recursos y su mensaje dio la vuelta al mundo. 

-Me gusta la idea de usar las artes para expresar un relato colectivo, pero ellas ya hicieron la pega. Hay que saber cambiar, porque la vida es dinámica y las luchas también lo son. Aunque los valores son los mismos. Tengo 65 años y las cosas que están haciendo estas chicas yo las hice hace 45 años atrás. A mi modo, claro, porque mi percepción de los cambios es diferente.

¿En qué sentido es diferente?

-Ellas son jóvenes y buscan que los cambios se precipiten. Yo trabajé en el camino para lograr un cambio. Me he pasado muchos años operando desde la perspectiva del feminismo y te aseguro que una mujer que no tiene esa perspectiva no podría haber hecho todo lo que yo. Siempre estuve pisando el terreno de los hombres y nunca sentí que estaba transgrediendo ese terreno en cuanto propiedad privada masculina, porque sabía que no había nada que temer. Eso es en lo que se debe trabajar también.

“Tengo 65 años y las cosas que están haciendo estas chicas yo las hice hace 45 años atrás. A mi modo, claro, porque mi percepción de los cambios es diferente”.

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