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Opinión

25 de Septiembre de 2020

Migración y criminalidad: La retórica del populismo punitivo

Lucía Dammert
Lucía Dammert
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América Latina es un continente de migración. En las últimas décadas, son millones los que han dejado sus países para buscar bienestar económico, social o seguridad política. El fenómeno no es reciente, pero sí es distinto en las nacionalidades, las magnitudes y el género, entre otros elementos.  

Así, más de cuatro millones de venezolanos han migrado a países de la región y, en el 2019, el 14% de los migrantes en Chile eran haitianos. Los migrantes llegan a sociedades clasistas, fragmentadas socio territorialmente, individualistas y, generalmente, precarizadas por sistemas de sobrevivencia, donde el trabajo y las coberturas sociales son limitadas. Es decir, despiertan la sospecha y la sensación de amenaza o temor, especialmente vinculada con la posible pérdida de trabajo o aumento de la criminalidad. 

La mitología política y mediática que releva la “directa” y casi “indiscutible” relación entre migración y criminalidad está en la base de la sospecha. Mitología que se sostiene en el populismo punitivo que ha sumergido el debate político latinoamericano (y chileno) en una constante definición entre nosotros (los buenos) y los otros (los malos pero también pobres, migrantes, lumpen, negros). Para nosotros, el debate político busca seguridad y protección, para los otros, la receta es cárcel, castigo y policía; también muros, limitación de visas, y deportaciones televisadas. 

Por mucho tiempo en el cuadrilátero de lodo en el que se han convertido las redes sociales y el limitado espacio para el debate enterado en los medios de comunicación, éste era un tema definido y zanjado. Los migrantes están vinculados con el crimen, desarrollan actos como sicariato y homicidios de forma constante y traen costumbres que alientan desde el divorcio hasta el contagio del covid19. Felizmente no todo es populismo punitivo. 

“Para nosotros, el debate político busca seguridad y protección, para los otros, la receta es cárcel, castigo y policía; también muros, limitación de visas, y deportaciones televisadas”.

En los últimos dos años el mito se empieza a derrumbar con datos claros. En una investigación que elaboramos con Rodrigo Sandoval (2019) mostramos con claridad que el aumento de migrantes no venía de la mano de un aumento de la criminalidad. Pero ese mismo año en otra investigación con Mathias Erlandsen confirmamos que el populismo punitivo en el marco de la elección presidencial del 2017 jugó un rol central mostrando a los migrantes como amenazas.  

Recientemente cuatro nuevos informes muestran de forma sólida e incontrarrestable que la representación de los extranjeros en los delitos es baja y además ha venido cayendo en los últimos años. Buenas noticias que confirman los estudios del Servicio Jesuita Migrante, el Migration Policy Institute, el Banco Interamericano del Desarrollo y el Centro de Estudios Públicos. 

Los mismos reconocen también dos tendencias que requieren ser revisadas con mayor detalle. La primera tendencia que resaltan los estudios es la sobre representación que tienen los migrantes en el sistema penal como imputados de casos de tráfico y en menor medida microtráfico de drogas.

Sin duda la industria de la droga es un fenómeno regional con organizaciones transnacionales y donde Chile dejó de ser un país de tránsito a uno de alto consumo y por ende desarrollo de organizaciones criminales. Sin embargo, resulta difícil explicar que los extranjeros estén sobre representados en casi tres veces entre las imputaciones y en más de cuatro veces en las condenas como afirma el informe del CEP.

Se requiere continuar estudiando para poder afirmar las aristas de esta relación, así como las políticas públicas más eficaces para enfrentarla. La segunda tendencia es la distancia entre realidad y percepción dado que los ciudadanos perciben que hay una relación más directa y tienen a protegerse del delito, lo que en este caso lleva también a acciones xenófobas y discriminatorias. Percepción que estamos seguros se vincula con las imágenes televisivas o la retórica de la amenaza.

Construir un país donde los migrantes efectivamente podamos aportar a su desarrollo requiere reconfigurar un nuevo “nosotros” donde se valore la diferencia y se reconozca la contribución. Enfrentar la estigmatización requiere de una comunicación política efectiva que ponga acento en las personas que han llegado a Chile a tratar de hacer su aporte. 

“Recientemente cuatro nuevos informes muestran de forma sólida e incontrarrestable que la representación de los extranjeros en los delitos es baja y además ha venido cayendo en los últimos años”.

El panorama es auspicioso. Estamos avanzando con seriedad e información en un tema que será central en el proceso postcovid19 y en el marco del súper año electoral que se nos avecina. Espero que sean los estudios y la información, y no el populismo punitivo lo que permita tener un debate serio sobre la migración y sus verdaderos efectos en Chile. 

*Lucía Dammert es socióloga y doctora en Ciencia Política en la Universidad de Leiden, Holanda. Es una de las directoras del centro de estudios Espacio Público.

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