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Opinión

13 de Octubre de 2020

Columna de Ileana Elordi: Wünelve, el lucero del alba

Agencia Uno

"Wünelve es un símbolo central en la cultura mapuche. Parte del kultrún, la cerámica y los tejidos. Y es que arte mapuche es también un reflejo de los fenómenos astronómicos, y las concepciones artísticas son también concepciones cosmogónicas".

Ileana Elordi
Ileana Elordi
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Lágrimas Colgantes, Grupo de Papas, Bolas que Caen, Gallina con Pollos, Papas Lavadas, Corral con Ovejas, es la traducción al español de algunos de los nombres que la cultura mapuche otorga a los cúmulos de estrellas. Cúmulos que comparten el cielo con Wuñelve, esa estrella de ocho puntas que desde el estallido de octubre se ha insertado con fuerza en nuestro imaginario.

Wünelve es un símbolo central en la cultura mapuche. Parte del kultrún, la cerámica y los tejidos. Y es que arte mapuche es también un reflejo de los fenómenos astronómicos, y las concepciones artísticas son también concepciones cosmogónicas. Wuñelve simboliza “el lucero del alba”, y es por esto que ha tendido a interpretarse como sinónimo de Venus, el planeta más luminoso desde la Tierra, ese que por la mañana puede verse cercano al Sol. 

Sin embargo, fue el académico Roger Fu de la Universidad de Harvard quien entendió que identificar a la Wuñelve con Venus era una simplicación excesiva. Según su estudio, Wünelve es mucho más que un astro, un planeta, o cualquier objeto en particular. En su estudio explica, que todos los objetos astronómicos -salvo pocas estrellas circumpolares- desaparecen en el cielo en algún momento del año. Y así también ocurre con Venus. Wuñelve en cambio, no. Wuñelve siempre está ahí. Y es que los mapuches adoptaron reglas para garantizar su regreso. Wünelve es Júpiter, Sirio, Venus, logrando así, traspasarse de un objeto brillante al otro para mantenerse presente de manera constante. 

Si la concepción de Wunelve es notable, es principalmente por la signicación espiritual con que carga: no es simplemente una luz en el espacio, sino un agente que impulsa el paso del tiempo y el movimiento del sol. Y es que el amanecer, no es capaz de generarse si no es arrastrado por la voluntad de Wünelve. Y así, es como mientras el resto de los objetos aparece y desaparece, las estaciones cambian, y el curso de los ríos se desvía, Wuñelve continua ahí, siempre. Y esto es notable, porque logra dar cuenta de una cosmovisión que logra torcer los fenómenos físicos.<Porque no siempre predomina el empirismo, porque deben existir tantas formas de mecánicas celestes>

Wuñelve entonces, es una especie de título itinerante que paradójicamente impulsa al fenómeno más constante de la nauraleza; el amanecer. Un símbolo pertinente de indagar a pocas semanas del plebiscito por una nueva constitucion. Porque si Wuñelve fuese solo Venus, desaparecería. Y si fuese Sirio, Marte o Júpiter también, como cualquier título o partido político anquilosado.

Es indiscutible que en Chile existe un problema de legítimidad severo, partiendo por la el contexto ilegítimo en que se creó la constitución del 80. Y esta elección, da por primera vez la opción de sentarse a conversar. Tal vez, la capacidad de conversar es lo único realmente democrático. De esto se trata esta elección, y el símbolo de la Wuñelve logra incluso permear nuestra comprensión de democracia: ese diálogo que en su diversidad, debiese resistirse a todo tipo de hegemonía.

*Ileana Elordi (Santiago, 1990) es autora de la novela “Oro” (Emecé Planeta) y “Antología Noreste” (Ediciones Lastarria).

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