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Entrevistas

23 de Octubre de 2020

Nona Fernández: “Se está desbaratando un orden y quienes creemos en la construcción de otro futuro tenemos que ser bien insolentes”

Foto: Gentileza Editorial Alquimia

La actriz y escritora, una de las voces más activas de la escena cultural local, que en su obra explora la memoria y registra los traumas sociales, ahora publica Preguntas frecuentes, donde describe un mundo en pandemia y narra las miserias del sistema. Mientras el interés por su obra crece, ella agita el debate con sus textos. “Debemos concentrarnos en que los derechos culturales sean parte de la nueva Constitución”, dice.

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Sus libros circulan y se reeditan en varias editoriales y países de Latinoamérica y Europa. Es más: el año pasado, ante la traducción al inglés de su novela Space Invaders, recibió elogios de la madrina del punk, Patti Smith. La traducción estuvo a cargo de Natasha Wimmer, traductora de títulos de Roberto Bolaño. 

Antes de hablar de pandemia, encierro y estallido social, en conversación por Zoom con The Clinic, Nona Fernández (1971) muestra en la pantalla del computador una exclusiva: un ejemplar de la traducción al inglés de su novela La dimensión desconocida (Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2017), The Twilight Zone, con traducción de Natasha Wimmer, que se publicará en marzo de 2021, en Estados Unidos. 

“Lo que ocurrió con Patti Smith y las traducciones fue un regalo, algo inesperado, es como otra vida que tuvimos, ese pasado lejano, pero no tanto… Hoy nos hemos habituado más, pero al comienzo de la pandemia como que el futuro se suspendió, el presente se ‘achicló’ y el pasado se empezó a venir encima, porque en rigor es lo único concreto y real que tenemos”, explica Nona Fernández, actriz y escritora, que ha construido una reconocida trayectoria integrada también por la obra El taller (2012), novelas como Chilean Electric (2015) y el ensayo Voyager (2019).   

La dimensión desconocida en inglés, saldrá al mercado en 2021

Partícipe del colectivo Autoras Chilenas (AUCH!) y la Red de Actrices Chilenas (RACH), Nona Fernández es una de las voces más activas de la escena cultural local. Tras el estallido social, organizó asambleas, asistió a manifestaciones, y ante la llegada de la pandemia desarrolló columnas que dieron que hablar como La marcha del boletariado y El ejército insomne

También sus escritos son parte de propuestas colectivas como La reorganización de los tejidos, aparecido en la revista Palabra Pública, en un debate que incluyó a más de 20 autoras y académicas, que se trasladó a las redes sociales. 

“Fueron cuestionadas las prácticas académicas, de organización y de promoción, pero lo bonito es que nos estamos observando. Sería interesante que los hombres también ejercieran ese espacio, no para volver a la guerrilla literaria (se ríe), pero creo que es un espacio constructivo y mejor si se hace de manera transversal”, opina la narradora quien, comprometida con el proceso constituyente, publicó hace algunas semanas el ensayo Constitución culebra, incluido en el volumen (Re)constitución poética. 

A un año del estallido social del 18 de octubre, la autora dice que para ella “fue un festejo. Hace un año la ciudadanía salió a la calle y se rebeló, después de décadas de esta gran trampa en la que hemos estado. Ese despertar es festejable porque se entendió la gran limitación que es la de vivir bajo una Constitución ilegítima”.     

En pleno confinamiento, Nona Fernández creó un texto híbrido, entre ficción y ensayo, que ahora publica Alquimia Ediciones. Se llama Preguntas frecuentes, donde narra la historia de dos mujeres, N y A, quienes intercambian sus vivencias en medio de la crisis sanitaria del coronavirus. N es escritora y ha reflejado la angustia social en columnas de prensa. Mientras que A vive el horror del insomnio, esperando un trasplante. Junto a las emociones fracturadas del encierro surgen interrogantes como un cuestionario gubernamental: “¿Es normal que se escondan los muertos? ¿Es normal soñar con ataúdes? ¿Es normal que sostengamos el hambre del país a punta de ollas comunes?”. 

Crédito: Gonzalo Donoso

¿Cómo nació Preguntas frecuentes?

-Yo tenía un año teatral increíble, el estreno en junio de la obra Space Invaders, pero se fue todo a la cresta. La idea nace de un libro de cuentos. Cuando ocurrió la pandemia y nos encerramos, me quedé en la cesantía más absoluta y agarré este material y comencé a escribirlo con más tiempo y energía. De un material de archivo se comenzó a colar la realidad, sobre todo en los primeros meses de pandemia. Y los recuerdos aparecieron como una avalancha, justamente, cuando este sistema neoliberal no da espacio para detenerse ni reflexionar. 

“Todo resucita en el encierro”, escribes. ¿Cuáles fueron tus miedos de confinamiento?

-Hay una ansiedad por el control que tenemos todas y todos a raíz del modelo. La idea de tener una agenda muy clara relacionada con tratar de controlar el presente y el futuro, pero el virus nos ha involucrado en un caos natural y no hay agenda que controle el caos. Al comienzo de la pandemia fue de terror: no saber lo que viene en términos vitales, económicos y laborales. Ahora, como buen artista, he sido ordenada con mi dinero y tengo mis ahorros, pero lo que estaba ocurriendo afuera era muy doloroso y sobre todo en el gremio de las artes escénicas, donde la precariedad fue feroz y que hasta hoy es una realidad dramática.     

¿Qué te pareció la reacción del ministerio de las Culturas que aseguró no tener “capacidad de ayuda social”? 

-El abandono que ha tenido el mundo de la cultura en esta crisis sanitaria ha sido inimaginable. No he visto en otra área un abandono tan grande: hay un 80% de la gente cesante y 70% de personas que no han recibido ningún tipo de ayuda. No figuramos en ninguna lógica, somos gente marginada en términos de institucionalidad. Es una pelea que perdimos y creo que se está castigando al mundo de la cultura por el trabajo realizado durante el estallido social. Debemos concentrarnos en que los derechos culturales sean parte de la nueva Constitución, para que el Estado sea garante, se haga cargo, hoy no tiene ninguna obligación y no tenemos ningún respaldo. 

“Hemos sido expulsadas y expulsados por las estrategias mercantilistas de la circulación cultural”, escribiste en Palabra Pública. ¿A qué te referías? 

-El sistema no da cabida a lo que es desapropiado al mercado. Una mirada disidente no tiene espacio de circulación. En ese sentido, las redes sociales, son un universo para poder paliar esa falta de circulación e ir poniendo y difundiendo la diversidad de trabajos. Las redes no tienen lógica, como el virus, existen todo tipo de prácticas. No sé si debemos controlar esas prácticas. Yo, en general, soy de la idea del no control, de la teoría del caos y que las cosas se van adecuando solas. Evidentemente también en el mundo de las redes sociales operan esas lógicas mercantilistas que queremos desbaratar.    

“Somos gente marginada en términos de institucionalidad. Es una pelea que perdimos y creo que se está castigando al mundo de la cultura por el trabajo realizado durante el estallido social”.

Estado, disputa y ciudadanía 

La historia, los traumas sociales y la memoria son elementos con los que Nona Fernández construye sus libros. “El pasado vive en este paisaje. Las huellas de lo que ocurrió aparecen como pistas”, apunta en su ensayo Voyager. Mientras, en su nuevo libro Preguntas frecuentes, anota “Posiblemente la memoria termine siendo, en gran parte, un puro invento”. 

Ahora, a través de Zoom, misma plataforma donde en agosto estrenó una adaptación digital de Preguntas frecuentes en conjunto con el GAM, Nona Fernández reflexiona sobre la memoria y la realidad. “Vivimos un momento de crisis de la comprensión, por eso también se escribe a tientas, a ciegas, ofreciendo retazos de realidad. Quizás en el futuro podamos mirar estos textos con mayor objetividad y comprenderlos. Pero, hasta el día de hoy, en este país, tenemos una disputa por la memoria reciente y cuando estamos en un momento de crisis las memorias se disputan”, señala la narradora que por estos días lee los libros Los muertos indóciles, de Cristina Rivera Garza y Sin miedo, de Judith Butler.  

¿Cómo ves el tema de la memoria histórica en este contexto político?

-La escritura ofrece instantáneas para esa disputa futura, que tan futura no es. Ya estamos disputando la realidad con distintos relatos. El otro día escuchaba a Luis Larraín con su libro El otro golpe, donde escribe sobre el 18 de octubre como un nuevo golpe articulado por el Partido Comunista, Cuba y Venezuela y escucho esto y digo: acá ya se está ejerciendo un relato. Comienza una disputa y nosotros que estamos intentando reivindicar esa disputa de la memoria, debemos tener claro que aquí tenemos palabras e imágenes que ofrecer. Sobre todo, porque hemos entendido que el relato que se viene debe ser colectivo, con muchas miradas, porque así se configura la memoria.    

Una de las páginas de Preguntas frecuentes

¿Percibes una realidad polarizada?

-Es la lógica binaria, es blanco o es negro. No estamos entendiendo la riqueza de la diversidad, la importancia de las subjetividades que no tienen límites concretos. Hay ideas hechas que se repiten como que, supuestamente, el que vota Apruebo celebra la violencia. Creo que en estos momentos hay que problematizar sobre los temas. No ubicarnos en uno, sino cuestionarnos todo. Es evidente que la violencia es un tema por problematizar, más allá de sí condeno o no la violencia, si botan o no estatuas, esa reducción es de una pequeñez que no está a la altura del proceso.       

“Hemos entendido que el relato que se viene debe ser colectivo, con muchas miradas, porque así se configura la memoria”.

¿Qué opinas del proceso constituyente y de quienes dicen que la gente necesita soluciones a corto plazo y este proceso es muy extenso? 

-Durante décadas se ha estado abusando de la ciudadanía, dilatando procesos y resulta que hoy quieren efectividad y rapidez. Hay que ir al tema de fondo, que es la construcción de una nueva Constitución donde el Estado se haga cargo de los derechos importantes de las personas. Mientras, el Estado no se haga cargo, no podemos ni siquiera dialogar con el Estado. Entendemos que hay un carácter simbólico, que es eliminar la Constitución de Pinochet, pero hay un carácter práctico y eso debe estar exento de burocracia. El Estado debe ser protagónico y no delegar todo en el mundo privado.  

En el texto Constitución culebra escribes “Una constitución antirracista. Una constitución anticlasista. Una constitución ecologista…”. ¿Es una invitación a crear una Constitución con todos?

-El estallido social nos demostró que con cada estatua que cayó había un orden que estaba cayendo. Evidentemente eso es desapropiado para la élite, incluso para la élite cultural, donde veo muchos más incómodos que incómodas. Ahora, con el tiempo, la institucionalidad ha ido organizando las cosas de manera tal que esta caída no se note tanto. Pero, en términos simbólicos, ya sabemos lo que estamos viviendo: se está desbaratando un orden y quienes creemos en la construcción de otro futuro tenemos que ser bien insolentes, intentar ir lo más lejos posible. 

¿Qué esperas del futuro?  

-Mi lógica es de optimismo. Entendiendo también que estamos en un escenario incierto, intentando observar, a retazos, lo que viene. Será un futuro intenso y desafiante. Y, sin duda, creo que el domingo 25 de octubre vamos a Aprobar y ganará la Convención Constitucional. Luego viene un gran trabajo de la ciudadanía. Hay que estar proponiendo y presionando para la efectividad de la Convención. La ciudadanía ha logrado sus objetivos, incluso en pandemia, con el tema del 10% de las AFPs, se cuestionó algo que era incuestionable hace cinco meses en Chile. Por eso creo que es importante en el futuro que viene, la movilización y organización social, para que esa nueva Constitución sea legítima y acorde a las necesidades de todos.  

“El estallido social nos demostró que con cada estatua que cayó había un orden que estaba cayendo. Evidentemente eso es desapropiado para la élite, incluso para la élite cultural, donde veo muchos más incómodos que incómodas”.

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