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2 de Noviembre de 2020

La historia de María Belén Carvajal, la primera árbitra del fútbol chileno: ¡Qué cobra, profe!

Agencia Uno

De niña le quitaban la pelota en el colegio, porque ese no era un juego para señoritas. Creció rodeada de hombres, amando un balón. Quiso jugar profesionalmente y llegó a vestir la camiseta de la selección. Pero fue en el referato, donde María Belén Carvajal entró en la historia al convertirse en la primera mujer en dirigir un partido de la competencia oficial. Esta es parte de una historia que está muy lejos de terminar.

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María Belén Carvajal Peña, a sus 37 años, ya sabe de citas con la historia. Desde el colegio de monjas al que asistía en su natal San Felipe, donde le impedían jugar al fútbol, porque ese no era un juego de señoritas, pasando por estudiar Educación Física en la Universidad Católica de Valparaíso, vestir la camiseta de la selección chilena cuando quiso ser jugadora, dirigir en un Mundial Femenino adulto, hasta ser la primera mujer en arbitrar un partido en un campeonato oficial chileno.

El 9 de diciembre del 2018, el mismo día en que River Plate le ganaba en Madrid a Boca Juniors la final de la Copa Libertadores de América, a miles de kilómetros de distancia, en el estadio Miguel Alarcón Osores de Cauquenes, la aconcagüina comandaba el trío arbitral en el duelo entre el equipo de la ciudad, Independiente y Colchagua de San Fernando por la Segunda División Profesional. La estadística marcó que ganó el anfitrión por la cuenta mínima con anotación de Álvaro Torres a los 55 minutos.

Pero esta cita con la historia era diferente a todas las anteriores. El salto era mayor, con una repercusión a nivel nacional e internacional. El miércoles 28 de octubre del 2020, a las 11 de la mañana, Melipilla y Deportes Copiapó animaría un duelo correspondiente a la fase regular de la Primera B del fútbol criollo, una de las divisiones relevantes de la competencia local. María Belén Carvajal sería la jueza del partido, en un entorno repleto de varones. Árbitros, jugadores, entrenadores, dirigentes. Sólo hombres. Y ella, encargada de impartir justicia con el silbato afinado y el reglamento alojado en su memoria.

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María Belén Carvajal Peña creció entre muchos hombres, partiendo por sus hermanos Pedro y Eugenio, más un grupo importante de primos y vecinos que tenían como principal afición jugar al fútbol. Ella no quería quedar rezagada y pese a que era la única niña en el grupo, se empeñaba en que la consideraran parte de los improvisados equipos que se armaban en el pasaje donde vivían sus abuelos. Su madre, Bernarda, la alentaba a proseguir, sin imaginarse que ese incipiente amor por la pelota era sólo el germen de una historia que no tiene final en el horizonte.

En el colegio siempre destacó por su liderazgo y permanentes actividades deportivas. El primer partido que ganó fue cuando le quitaron la pelota en el patio, en medio del recreo, pues podía dañar a las más pequeñas cuando jugaba fútbol. En ese tiempo, el balompié se consideraba un deporte exclusivo de hombres. Tanto insistió María Belén que las hermanas superioras no sólo le devolvieron el balón, sino que a los pocos años ya tenían un taller de fútbol para mujeres donde su alumna era, obviamente, la más destacada de todas.

La arbitro María Belén Carvajal durante el partido valido por el Campeonato Nacional de Primera B 2020, entre Melipilla y Copiapo, disputado en el Estadio La Pintana.
FOTO: JORGE DÍAZ/AGENCIA UNO.

Iveliz Martel es periodista. Cursaba niveles secundarios en el mismo colegio y registra con nitidez esos episodios. 

“La recuerdo con esa impronta muy participativa en el deporte. Y con un liderazgo innato. Iba a campeonatos, a torneos fuera de la ciudad. Nos impulsó a que nosotras las más chicas también formáramos un equipo. Ver todo lo que ha hecho nos genera un gran orgullo”, asegura.

Por eso a nadie le extrañó que una vez terminado el colegio optara por estudiar una carrera orientada al deporte: Educación Física en la Universidad Católica de Valparaíso. Eso no era suficiente, también cursó kinesiología. Su carácter inquieto no se detenía. Paralelamente, jugaba al fútbol y tuvo su temporada de gloria cuando su club, Ferro, derrotó en la final del torneo nacional femenino a la Universidad de Chile por 2-1. Ella anotó el gol del triunfo.

Fue convocada a la selección nacional. El juego que tanto la divertía de niña se había convertido en un anhelo creciente. Defender la camiseta de Chile superaba sus aspiraciones. Eran tiempos de fútbol amateur donde la competencia local de mujeres era precaria y no existían contratos para las jugadoras. El esfuerzo económico y de tiempo era insoslayable, tanto que tuvo que dejar de jugar. Juró que algún día estaría en una Copa del Mundo, aunque fuera en otro rol.

Y cumplió.

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28 de octubre del 2020. María Belén Carvajal llega al estadio Municipal de La Pintana dos horas antes del partido. Como el resto de sus compañeros son hombres, la organización del recinto le reservó un camarín especial para ella. Son tiempos extraños para jugar al fútbol, en medio de pandemia, sin público en las tribunas y con severos protocolos sanitarios. Pero el rol de una árbitra no cambia, con estadio vacío o ante una muchedumbre. 

A las 10 de la mañana, una hora antes del inicio del partido entre Melipilla y Copiapó, la alcaldesa de la comuna, Claudia Pizarro, llegó al estadio ataviada de un pomposo ramo de flores como obsequio para la jueza que haría historia, minutos más tarde. María Belén Carvajal salió por algunos minutos de su vestuario. Fue un breve y amable encuentro.

-Harás historia por todas nosotras-, le dijo la edil antes de despedirse. La jueza respondió con una amplia sonrisa.

“Ya sea por una instrucción desde la banca, la falta de costumbre o, simplemente, un resabio de machismo arraigado, la mayoría de los futbolistas no le hablan a María Belén Carvajal, sino a Oses”.

A las 11 en punto ingresó a la cancha central junto a sus asistentes. El sol no tuvo clemencia con los protagonistas. Ambos planteles se formaron en la mitad del terreno y la saludaron, como indica la tradición. Los pocos asistentes en el estadio prestaban atención a cada movimiento de la árbitra. 

Un partido histórico estaba por comenzar. 

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Sara Pizarro fue, en rigor, la primera mujer en ser árbitra en Chile. Ocurrió en la década del ’70, cuando intentó varias veces hacer el curso para convertirse en jueza de fútbol, hasta que lo consiguió, apoyada por Carlos Robles Mella, considerado por muchos el mejor réferi en la historia del balompié nacional. 

“Él me dijo que insistiera que fuera de oyente a los cursos primero, hasta que me permitieran entrar. Y así lo hice”, relata años después, esta antofagastina que conoció a su esposo en medio de un partido de fútbol y que dirigió más de 350 duelos de competencias amateur en el Norte Grande.

Después de comandar el partido entre Cauquenes y Colchagua el 9 de diciembre del 2018, María Belén Carvajal siguió dirigiendo compromisos de la competencia de varones, pero sobre todo continuó una carrera sólida en el fútbol femenino. Egresó del Instituto Nacional del Fútbol en el 2010. Fue elegida la mejor jueza de la competencia ese mismo año, además de las ediciones del 2014 y el 2017. Impartió justicia en la rama femenina en torneos como Copa Libertadores, Copa América y Sudamericanos sub 17 y sub 20. Por eso cuando fue escogida para dirigir en el Mundial Femenino del 2019 a disputarse en Francia, la decisión no sorprendió a nadie. Se lo había ganado no sólo a nivel nacional, sino que era una de las más calificadas del continente. 

“Sara Pizarro fue, en rigor, la primera mujer en ser árbitra en Chile. Ocurrió en la década del ’70, cuando intentó varias veces hacer el curso para convertirse en jueza de fútbol, hasta que lo consiguió, apoyada por Carlos Robles Mella, considerado por muchos el mejor réferi en la historia del balompié nacional”.

Entró a la cancha en el duelo entre España y Sudáfrica, en el mismo torneo donde la selección de fútbol de Chile jugaba por primera vez un campeonato planetario. Varias de ellas habían sido sus compañeras, cuando soñaba con ser futbolista. María Belén Carvajal juró asistir a un mundial. Ese 8 de junio del 2019, España le ganó a Sudáfrica por 3-1 y ella cumplió una antigua promesa inconclusa. 

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El partido arrancó puntualmente. Todo marchaba normal para un compromiso de estas características. En la Primera B, se juega con más rudeza y no está implementado el VAR, así que la palabra de la jueza es ley. No hay demasiado espacio para los reclamos.

A los 16 minutos de partido, María Belén Carvajal mostró la primera tarjeta amarilla del cotejo. El delantero de Copiapó, Camilo Ponce, llegó con demasiada vehemencia a un cruce, golpeando a un rival. Nada que protestar.

Un minuto más tarde, aún en el amanecer del juego, el lateral derecho Agustín Ortiz comete una falta. En lo que será una tendencia a lo largo del juego, su reclamo no va dirigido a la jueza, sino al cuarto árbitro, Jorge Oses, quien cumple su rol de cuarto juez al borde de la cancha. Ya sea por una instrucción desde la banca, la falta de costumbre o, simplemente, un resabio de machismo arraigado, la mayoría de los futbolistas no le hablan a María Belén Carvajal, sino a Oses.

FOTO: JORGE DÍAZ/AGENCIA UNO.

Esta tendencia quedó clara al final del primer tiempo, cuando el delantero Mathias Martínez de Melipilla envía un centro y la pelota da en la mano del defensor de Copiapó Diego García. La jueza no titubea. Pita y con su brazo marca el punto penal, gesto universal de la pena máxima. Los jugadores se acercan.

-“¡Qué cobra profe!”, “Belén, no es penal”. “María, le pega en el cuerpo primero”, se escucha con nitidez desde la grada. Ninguno es irrespetuoso. Sin embargo, el delantero visitante Stefan Pino orienta su protesta al cuarto árbitro.

-“Profe, usted está para ayudarla, no para cagarla”.

María Belén Carvajal mantiene su decisión y Gonzalo Sosa anota el primer gol del partido mediante un penal, poco antes del final de la primera parte.

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La temperatura aumentaba a medida que se acercaba el mediodía, la hora en que comenzó el segundo lapso. A los 56 minutos, los jugadores de Copiapó insinuaron una queja por una supuesta falta en el área contraria. Todos mesurados, menos el arquero Hernán Muñoz quien cruzó toda la cancha para pedir la sentencia. Antes de que llegue a destino, María Belén Carvajal desactiva el reproche con una tarjeta amarilla. Muñoz regresa a su lugar, no sin antes decirle a Oses: “cuarto árbitro, ayude usted también”.

A los 58 minutos, el futbolista Camilo Ponce comete una falta en campo rival. El jugador había sido el primer amonestado. 

-“Ponce, baje un cambio, baje un cambio”, le advierte la jueza. Su estilo es estricto, pero dialogante. Entiende María Belén Carvajal que el reglamento es el telón de fondo, el marco teórico para un partido que debe administrarse con rigor y criterio. Por eso no cobra las faltas minúsculas, esas detenciones que no contribuyen a la fluidez del juego.

“‘Harás historia por todas nosotras’, le dijo la edil antes de despedirse. La jueza respondió con una amplia sonrisa”.

-“Ortiz, una más y lo amonesto”, le dice la jueza al lateral derecho. Lo cumple tres minutos más tarde, porque el jugador volvió a cometer una falta pese a la advertencia. 

A los 66 minutos, no dudó en cobrar un penal, esta vez a favor de Copiapó. El foul de Cristián Magaña a Byron Guajardo fue evidente. Juan Jaime marcó el empate.

En total, María Belén Carvajal mostró siete tarjetas amarillas, dos para Melipilla, cinco para Copiapó. Cobró dos penales, ambos ajustados a reglamento, sin la ayuda del VAR y dirigió con total normalidad hasta el minuto del cierre, cuando Luca Pontigo anotó el gol de la victoria para el cuadro forastero.

El pitazo final, en un estadio vacío, se escuchó con claridad. Los perdedores se fueron masticando la rabia. Los ganadores alzaron sus brazos y se marcharon con la recompensa completa. La jueza tomó la pelota, agradeció a sus colaboradores y se fue a su propio vestuario. 

Ahí, en la soledad del camarín,  María Belén Carvajal quizás se percató que acababa de entrar a la historia del fútbol chileno. Y seguramente comenzó a planear su próxima cita con la historia.

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