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Entrevistas

2 de Noviembre de 2020

Andrea Wulf y su superventas “La invención de la naturaleza”: “Mi libro llegó cuando estábamos listos para conocer a Humboldt”

La historiadora que nos hizo redescubrir la fascinante vida de Alexander von Humboldt, el primer científico que comprendió que los ecosistemas funcionan como un todo, aparece por estos días en Chile de dos maneras: desde Londres para el Festival Puerto de Ideas, y con la reciente publicación, en español, de En busca de Venus. Aquí su conversación con The Clinic.

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No una sino que dos veces, se ha quedado con las ganas de venir a Chile, Andrea Wulf últimamente. La historiadora era una de las expositoras más esperadas de la versión 2019 de Puerto de Ideas, pero tras el 18 de octubre y la crisis social, el festival del año pasado se canceló y la visita quedó pospuesta para 2020. Como al resto del planeta, sus planes fueron atropellados por el coronavirus y en esta edición de Puerto de Ideas estará sólo de manera virtual: el 8 de noviembre, conversando con la antropóloga Isabel Behncke, sobre el hombre que la ha hecho mundialmente conocida, Alexander von Humboldt.   

Con la biografía La invención de la naturaleza, Wulf permitió que las generaciones contemporáneas redescubran a uno de los científicos e intelectuales más importantes de la ilustración europea, el alemán que le da nombre, entre otras cosas, a un pingüino, un cráter en la Luna, una universidad en Berlín, otra en Venezuela, un parque nacional en Cuba y, cómo olvidarlo, a la corriente que hace que las costas de Chile sean tan heladas como ricas en peces. Alguien que hasta la publicación del libro de Wulf en 2015, para las grandes audiencias no era más que eso, el nombre de monumentos, lugares fantásticos o especies protegidas. Esta escritora que nació en Nueva Delhi, creció en Hamburgo y vive en Londres rescató al hombre detrás del nombre, contó sus exploraciones en Latinoamérica y su libro tuvo tal éxito que desde que apareció su autora no deja de ser requerida para charlas, seminarios y entrevistas.  

¿Pensaste que tu biografía sobre Humboldt sería tan exitosa? 

-No, para nada. Humboldt era un personaje que había sido completamente olvidado y cuando yo decía que estaba escribiendo sobre él, la gente me miraba con cara de sorpresa. Realmente pensé que se iban a vender tres libros. 

¿Cómo te explicas el interés que generó? 

-Mira, muchas veces nos hablan de gente que ha sido olvidada y la mayoría del tiempo te diría que hay una razón por la que ha ocurrido: no eran tan fantásticas. Pero el caso de Humboldt es distinto, porque fue realmente extraordinario. Tuve mucha suerte de publicar el libro en el momento en que lo hice, porque conectó con el espíritu de la época, con la ansiedad por cambio climático, nuestra necesidad de una respuesta emocional frente a un mundo natural que aparece crecientemente distante. Pienso que quizás llegó cuando estábamos listos para conocer a Humboldt. 

Crédito: Gentileza Andrea Wulf

El libro no solo llegó en el momento justo para las audiencias, sino que también en el periodo preciso en la vida profesional de Wulf, cuando, dice ella, ya tenía el recorrido para embarcarse en esta investigación. Tras estudiar historia del diseño, se interesó en la jardinería y sus artefactos, los jardines, y escribió tres libros. En The Brother Gardeners, por ejemplo, siguió las expediciones botánicas de naturalistas del siglo XVIII que transformaron Gran Bretaña en una nación de jardineros y amantes de las plantas. Luego puso los ojos en un grupo de astrónomos, y vino En Busca de Venus, que acaba de ser traducido al español y que ya comienza a aparecer en las librerías locales. Ahí cuenta cómo en 1761 cientos de científicos se coordinaron para observar el momento en que Venus cruzaba frente al Sol.

¿Cómo pasaste de los jardines a los astrónomos y llegaste a Humboldt?  

-Todos mis libros son sobre la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Siempre en el siglo XVIII, porque mucho de lo que hoy somos fue modelado en la Ilustración. Fue ahí donde todo empezó. Yo no escribí de los tipos de rosas de los jardines, sino que sobre su dimensión política. El jardín del siglo XVIII es una forma en que los seres humanos intentan controlar la naturaleza, en un momento en que empiezan a distanciarse de ella. En The Brother Gardeners hablo del botánico Joseph Banks, que fue junto al capitán Cook, en el primer viaje del Endeavour, precisamente para observar el tránsito de Venus y así llegué a ese proyecto. 

¿Y cuándo aparece Humboldt? 

-Para esos libros tuve que aprender bastante de historia de la ciencia, y como él estaba en tantas disciplinas, comenzó a aparecer en mis lecturas e investigaciones una y otra vez. Mirando atrás pareciera que estaba destinada a escribir ese libro, es por lejos mi favorito. Humboldt es un personaje tan fascinante y relevante hoy en tantos niveles. Su forma de ver las cosas, la manera en que logró conciliar las artes y las ciencias, las emociones y lo racional, me cambió a mí, afectó mi perspectiva de las cosas.

¿De qué manera te cambió el libro?

-Yo no me hubiera atrevido a hablar sobre el asombro ante la naturaleza, de su grandeza. Hablar en esos términos era algo que yo hacía en privado, pero no en público. Mientras recorría Latinoamérica, Humboldt andaba acarreando 42 instrumentos científicos, es decir, era alguien obsesionado con recolectar datos, pero al mismo tiempo podía pararse en la cima de una montaña y decir: “lo que le habla a mi alma escapa a mis mediciones”. Él era un científico que se abrió a la dimensión emocional y sostuvo que sólo comprendemos verdaderamente la naturaleza si usamos la imaginación y los sentimientos. Esa mirada es lo que realmente hace falta en el debate sobre el medioambiente, porque sólo vamos a proteger lo que amamos y por eso necesitamos que la gente se enamore de la naturaleza. Necesitamos científicos y también poetas, artistas. Eso fue lo que me dio Humboldt, y lo que a su vez a mí me gustaría transmitirle a mis lectores. 

“Humboldt es un personaje tan fascinante y relevante hoy en tantos niveles. Su forma de ver las cosas, la manera en que logró conciliar las artes y las ciencias, las emociones y lo racional, me cambió a mí, afectó mi perspectiva de las cosas”.

¿Cuándo perdimos la capacidad de hablar en esos términos de la naturaleza? 

-Aproximadamente cuando él muere, en 1859, y no porque haya muerto, sino porque coincide con la época en que los científicos se vuelven expertos y las disciplinas se van especializando. Tienen que hacerlo, porque el conocimiento empieza a crecer exponencialmente. Humboldt tenía todo en su cabeza, pero ya no es posible hacer eso hacia fines del siglo XIX. Los investigadores se especializan y desdeñan a personas como Humboldt, los ven como generalistas. 

Libro La Invención de la Naturaleza. Crédito: Gentileza Andrea Wulf

¿Esa es la razón por la que su nombre perdió notoriedad frente a otros científicos aún cuando su visión de la naturaleza como un todo interconectado se impuso? 

-Hay varias razones que lo explican. Una es que Humboldt no descubrió una cosa específica. No descubrió un planeta, ni la Teoría de la Evolución. Lo que él hizo fue desarrollar una concepción de la naturaleza que hoy se da tan por sentada, que el hombre que está detrás casi desapareció. Además, la manera en que dice que tenemos que usar nuestra emociones dejó de ser aceptada en el siglo XX. Fue mirada en menos. En el mundo anglosajón, creo que también influyó que en el contexto de las guerras mundiales, nadie quería celebrar a un científico alemán. A esa mezcla hay que sumar esa mente tan inquieta que tenía, que lo llevaba a estar siempre pasando de un tema a otro, distinto de Charles Darwin, por ejemplo,  quien tras su viaje a América, empezó a trabajar en la Teoría de la Evolución y perseveró en eso el resto de su vida. Humboldt pasa de una cosa a otra, lo que le permitió ver que la naturaleza es una red y a la vez lo que hace que no se especializara en un tema. 

“Él era un científico que se abrió a la dimensión emocional y sostuvo que sólo comprendemos verdaderamente la naturaleza si usamos la imaginación y los sentimientos. Esa mirada es lo que realmente hace falta en el debate sobre el medioambiente, porque sólo vamos a proteger lo que amamos”.

¿Es distinto hablar sobre Humboldt en Latinoamérica que en Estados Unidos o Europa? 

-Una de las razones por las que acepto todas las invitaciones a festivales literarios en Sudamérica es porque es muy entretenido hacer estas charlas. En Estados Unidos, tengo que empezar desde el principio. En cambio, en Colombia o Ecuador, no sé si es así en Chile,  Humboldt es tan conocido como Thomas Jefferson en Estados Unidos. En Colombia, sienten cierto orgullo por él, porque no fue el explorador prototípico europeo que llegaba con una enorme comitiva. Humboldt llegó sólo con Aimé Bonpland, andaba con unos pocos guías locales, sin decenas de personas acarreando sus bienes y trató a los indígenas con mucho respeto. No era un imperialista y eso lo hizo distinto a otros exploradores. 

En tu libro no ahondas en la sexualidad o más bien en la homosexualidad de Humboldt. Tocas el tema, pero no profundizas, ¿por qué? 

-Por varias razones. Una es que realmente no sabemos. Yo concuerdo con la mayoría de los historiadores en que él era gay, pero lo que no sabemos es si alguna vez consumó físicamente una relación o su amor. Sí sabemos que tenía esta relaciones muy intensas con hombres más jóvenes, que nunca se casó y que ninguna mujer presumió de algún romance con él, lo que es bastante extraordinario considerando que era el científico más famoso de su época. Hay una escena en su diario en que describe una noche en Antisana, en Ecuador, en la que sostiene a Carlos de Montúfar para abrigarlo. Eso es lo más lejos que llegamos de tener registro de un contacto físico.

Si yo hubiera escrito una novela, una ficción basada en su vida podría haber ahondado en ese tema, pero soy historiadora. Por otra parte, no me parece que fuera la esencia de su personalidad. Creo que su primer amor fue siempre la ciencia. Él lo dijo muchas veces, entonces incluso si tuvo relaciones físicas, no sólo emocionales, no creo que hayan determinado su vida. 

Leyendo el libro, muchas veces me pregunté cuánto de su vida y exploraciones no tuvieron que ver con las ganas de sublimar o escapar de su sexualidad en una sociedad que no la hubiera tolerado. 

-Sabemos que en el momento en que Humboldt puso un pie en Sudamérica se sintió liberado. Y eso podría ser en parte porque era gay y se sentía claustrofóbico en la sociedad prusiana. Pero yo también te diría que era por el tipo de hombre que fue, implacablemente curioso e inquieto. Prusia era un estado jerarquizado y militar. Más allá de su sexualidad, era comprensible que se sintiera liberado al salir de ahí, porque le permitía ser quien era. 

Amistades conocidas y no tan conocidas

La reciente publicación en español de su libro En busca de Venus -originalmente publicado en 2012- ha sido, dice ella, como reencontrarse con un viejo amigo, tanto que releyó esta historia de científicos, que persiguen un fenómeno astronómico que ocurre cada dos siglos, dos veces en ocho años. “Vuelvo a leer uno de mis libros después de publicado y encontré que había envejecido bien y que había adquirido una nueva perspectiva en el contexto de la pandemia”.

¿Por qué un grupo de astrónomos en el siglo XVIII adquiere un nuevo significado en 2020? 

-Básicamente, lo que pasó en 1761  y 1769, es que este grupo de astrónomos locos decidió medir el tamaño del universo, a partir de la observación del momento en que Venus se mueve entre Sol y la Tierra y se ve un pequeñísimo punto atravesando el Sol. Si lograban medirlo desde distintos puntos del planeta y luego hacían algunos cálculos podrían determinar la distancia entre la Tierra y el Sol, y así el tamaño del universo. Pero para que resultara, tenían que observarlo desde la mayor cantidad de puntos posibles y tan alejados unos de otros como se pudiera. Ningún científico, ninguna nación podía hacerlo por sí sola. Entonces se unen, trascienden fronteras, religiones, idiomas, guerras y hacen viajes enfrentando peligros y obstáculos. Estos astrónomos no estaban hechos para la aventura. Eran gordos, borrachos, acostumbrados a sus estudios, pero atraviesan el mundo y luego vuelven y comparten la información. Es la primera colaboración científica internacional, que fragua conexiones que perduraron. Para mí, de alguna manera es el comienzo de la cara más positiva de la aldea global actual: científicos colaborando con un objetivo común. Lo que vemos ahora con la pandemia y la vacuna. 

¿Tuvo éxito la empresa? 

-No en el primer tránsito, sí la segunda vez, ocho años más tarde. Lograron llegar a donde querían y calcular bastante acertadamente la distancia entre la Tierra y el Sol. Lo interesante, es que una vez que tuvieron los resultados y empezaron a sacar los cálculos, se reavivó la perspectiva nacional que es lo que quizás temo que pase con la vacuna, que los países ricos terminen teniendo la vacuna primero y los más pobres, al final, lo que es un peligro. 

¿Cómo es para ti que te has dedicado a investigar los orígenes de la ciencia moderna ver la aparición de movimientos anti ciencia, anti vacunas, o que niegan la existencia del cambio climático? 

-Para ser honesta, me deja con la boca abierta. No puedo entender estas teorías de la conspiración. Creo que cualquiera que niegue el cambio climático es completamente estúpido; la ciencia es tan contundente al respecto. No tengo mucha paciencia la verdad. No puedo entrar en verdaderas discusiones con la gente que piensa así, no sé cómo podrías convencerlos, si ya deberían estar convencidos ante la evidencia y los datos. Como no lo están, me resulta muy difícil  participar en esa conversación. Pero soy una escritora y afortunadamente siempre puedo ir y refugiarme en mi pequeño estudio a trabajar y escribir.     

Crédito: Gentileza Andrea Wulf

¿Y en qué estás trabajando en ese estudio? Entiendo que tu último proyecto es sobre el movimiento romántico alemán.   

-Sí. Es un libro que está centrado en la década final del siglo XVIII, en una pequeña localidad en Alemania, Jena. Todos y cada uno de los alemanes destacados en ese periodo -escritores, poetas o filósofos- estuvieron ahí. Es de hecho donde Humboldt conoció a Goethe. Es un raro momento en que están todos juntos y después se separan o se van. Tiene algo de teleserie también, porque tenían romances, se peleaban, casaban. Es muy entretenido estar escribiéndolo. Espero tenerlo el próximo octubre. 

Los románticos eran todo emoción y sentimiento, ¿o no? 

-Es lo que nosotros pensamos sobre ellos, pero los románticos tempranos, eran un poco diferentes. Aparecen con una nueva filosofía, la del yo. Eso les da el poder del libre pensamiento y una libertad que se vuelve una declaración política. Se mueven en un frágil equilibrio entre libertad y egoísmo. 

“Creo que cualquiera que niegue el cambio climático es completamente estúpido; la ciencia es tan contundente al respecto. No tengo mucha paciencia la verdad”.

¿Dónde queda situado Humboldt en ese contexto? 

-Creo que él es el puente entre la Ilustración  y los románticos. Tiene un pie en cada movimiento. Los románticos hablan de sí mismos y la naturaleza, salen a la naturaleza para encontrarse a sí mismos. Todo parte con esta filosofía del yo y lo que sostengo es que si hoy vivimos en una sociedad tan egoísta es en parte porque algo de ese proyecto romántico, en algún momento, salió ligeramente mal. Pero todavía no llegó ahí. 

Libros 

The Brother Gardeners. Vintage Books, 2008

This Other Eden. Little Brown and Company, 2005

Founding Gardeners. Doubleday, 2012

En busca de Venus. Taurus, octubre 2020

La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt. Taurus, 2017

El increíble viaje de Alexander von Humboldt al corazón de la naturaleza. Novela gráfica, ilustrada por Lilian Melcher. Random Cómic, 2019

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