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Opinión

12 de Noviembre de 2020

Columna de Salvador Millaleo: ¡Que no te falte la voluntad! Las estrategias para evitar la participación constituyente de los pueblos indígenas

“Se insiste en un número de escaños inferior al que corresponde al 12,8 %, que es el porcentaje del peso demográfico de los pueblos indígenas en el país, según el censo de 2017. Con ello no se comprende la verdadera naturaleza de la demanda de participación de los pueblos indígenas”.

Salvador Millaleo
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Las noticias sobre conflictos entre el mundo indígena, en particular el Pueblo Mapuche, y el Estado de Chile inundan los medios de comunicación tradicionales, con cadencia operática, agregando ahora como letanía tibios y abstractos llamados a un diálogo. ¿Se puede llamar a un diálogo sin sembrar primero confianza?, ¿se puede esperar que actores indígenas relevantes entren en un diálogo sin que se asegure la no verticalidad y la no manipulación? ¿se puede dialogar si se llama a un diálogo en medio de una tremenda desigualdad de poder? Ningún diálogo en serio va resultar si es que falta la voluntad para emparejar el plano en que se plantean los diálogos.

Es voluntad lo que falta definitivamente al mundo político y sobre todo al oficialismo, para franquear la participación de los pueblos indígenas en el más importante y democrático proceso constituyente de la historia del país. Es evidente que, faltando tres meses de que se cierre el plazo para inscribir candidaturas a convencionales constituyentes, no se puede construir y organizar un registro especial para electores indígenas, y menos si es que el país está asolado por una pandemia. Sin embargo, se insiste en ello, como si los pueblos indígenas no hubiesen descubierto que se trata sólo de un pretexto para hacer imposible su participación constituyente. La única salida para hacer posible la votación por representantes indígenas en la Convención Constitucional en las condiciones actuales es el voto por autoidentificación.

Por otra parte, se insiste en un número de escaños inferior al que corresponde al 12,8 %, que es el porcentaje del peso demográfico de los pueblos indígenas en el país, según el censo de 2017. Con ello no se comprende la verdadera naturaleza de la demanda de participación de los pueblos indígenas, como pueblos, lo que significa que todos los pueblos indígenas reconocidos en el país deben estar representados, sin perjuicio que el Pueblo Mapuche tenga más representantes debido a su tamaño – uno de los pueblos indígenas más populosos de las Américas por cierto. El número de escaños debe ser suficiente para que ambas cosas sean posibles: que todos los pueblos estén representados y que el Pueblo Mapuche tenga una proporción relevante y apropiada para sus dimensiones. La confesión de parte no podía ser más desoladora cuando el oficialismo asimila los escaños indígenas a la peregrina idea que las iglesias evangélicas tengan escaños reservados en la Convención Constitucional, demostrando que no entiende todavía que los pueblos indígenas son sujetos colectivos con instituciones políticas anteriores y diferentes al Estado; y ese es el fundamento para su derecho a una participación diferenciada en la vida política del país.

“Es voluntad lo que falta definitivamente al mundo político y sobre todo al oficialismo, para franquear la participación de los pueblos indígenas en el más importante y democrático proceso constituyente de la historia del país”.

Siguiendo el guión habitual, compartido por derechas e izquierdas en los últimos 30 años, se recalcan las divisiones del mundo indígena, y se exhibe en primer plano a grupos minoritarios que hace tiempo declararon que no quieren tener nada que ver con el proceso constituyente del país, haciéndoles protagonistas, con el objeto de invisibilizar la articulación mayoritaria del mundo indígena que se ha producido en torno a los alcaldes mapuche para la demanda de escaños reservados. 

La política indígena del garrote y la zanahoria siempre ha buscado construir un enemigo interno, un antagonista en la lucha por la civilización eurocéntrica de las élites chilenas. Este antagonista – encarnado en grupos radicalizados con visiones separatistas – es convertido en el protagonista central para justificar el despliegue excesivo de la fuerza pública o incluso la militarización de zonas de conflicto, y sobre todo para deslegitimar las demandas de todo el movimiento indígena. Ahora se les muestra como los mensajeros del rechazo al proceso constituyente, en tanto el mundo indígena mayoritariamente aprobó la nueva constitución con la gran expectativa de poder participar en su elaboración como pueblos. 

“Siguiendo el guión habitual, compartido por derechas e izquierdas en los últimos 30 años, se recalcan las divisiones del mundo indígena, y se exhibe en primer plano a grupos minoritarios que hace tiempo declararon que no quieren tener nada que ver con el proceso constituyente del país, haciéndoles protagonistas”.

Finalmente, el mismo oficialismo que descartó – y con ello hizo inviable por falta de recursos-, a través de informes del Ministerio de Desarrollo Social la consulta indígena para  el mecanismo de escaños reservados,  se cuelga ahora de la necesidad de la consulta indígena para evitar que los escaños lleguen a ver el día. El mundo indígena, a pesar de que se le ha negado la consulta, ha manifestado claramente su voluntad para participar en el proceso constituyente como pueblos a través de un sistema de representación que sea justo, inclusivo y paritario. Ninguna de las propuestas del oficialismo cuenta con el apoyo del mundo indígena, ni siquiera de los militantes indígenas de sus partidos. 

Mientras se usan todas estas estrategias, o mejor dicho, estratagemas, se hacen ofrecimientos de proyectos nada novedosos e irrelevantes, como declarar un día nacional de los pueblos indígenas o un encargado – resucitando el viejo cargo del coordinador indígena de la primera década de este siglo. Y con ello se llama al diálogo, mientras se hace todo lo posible para que no tome lugar el único diálogo real que puede tener lugar entre los pueblos indígenas y el resto de la sociedad, que es una conversación constitucional sobre las reglas básicas de nuestro país. Esta es la falta de voluntad que bloquea hasta ahora este nudo pendiente del proceso constituyente.

“Ninguna de las propuestas del oficialismo cuenta con el apoyo del mundo indígena, ni siquiera de los militantes indígenas de sus partidos”. 

Esperemos que la sensatez impere sobre estas estrategias de enclaustramiento del oficialismo en una visión ideológica anti-indígena, para abrirse a escuchar el contundente mensaje que el pueblo le envío el 25 de octubre. La decepción de los pueblos de Chile por un bloqueo a la participación constituyente indígena será reclamada por esos pueblos, que quieren diálogos reales, dotados de poder constituyente, para comenzar a resolver democráticamente los dilemas de la relación entre los pueblos indígenas y el Estado.  

*Salvador Millaleo es abogado Mapuche, doctor en Sociología de la Universidad de Bielefeld (Alemania), profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y consejero del INDH.

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