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18 de Noviembre de 2020

Columna de Cristián Arcos: La Roja y su propio The Last Dance

"Hace menos de una década tuvimos a jugadores militando en el Barcelona, Inter, Bayern Munich y Arsenal. Hoy son muchos menos los que están en el primer mundo futbolístico. Los más jóvenes, incluso los más destacados, difícilmente llegarán a esas alturas" sostiene el autor.

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El tiempo es inexorable. Corre para todos y los fabulosos futbolistas de la generación más exitosa del fútbol chileno saben que están jugando su último proceso clasificatorio a una Copa del Mundo. Después de este no hay otro. Ellos lo tienen claro, pero a veces pareciera que la afición y los medios lo olvidan, exigiendo rendimientos que lamentablemente ya no son los mismos de hace una década.

The Last Dance se llama el magnífico documental que transita por la última temporada de Michael Jordan en los Chicago Bulls de la NBA. Sabiendo que el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos se marcharía del club, así como varios de los estandartes que convirtieron a una franquicia menor en el mejor equipo del mundo, el coach Phil Jackson (que también sabía que sería su último año) acuñó esta frase para alentar a sus jugadores de cara a la temporada. Debían preparar el último baile, The Last Dance, y retirarse en la cima. Lo consiguieron.

The Last Dance escribió Alexis Sánchez en sus redes sociales después del partido contra Perú y antes del duelo contra Venezuela. Más allá del pésimo resultado en Caracas y de un rendimiento muy bajo, el análisis en la carrera larga demuestra que Sánchez tiene razón. Esta es la última posibilidad de jugar un nuevo Mundial para jugadores como Claudio Bravo, Mauricio Isla, Gary Medel, Jean Beausejour, Arturo Vidal, Alexis Sánchez y algunos más que no estuvieron en esta nómina.

Además de los atributos futbolísticos innegables, hay una cualidad que hizo grande a esta generación de jugadores: su espíritu competitivo. Quieren ganar todo y siempre. ¿Eso asegura triunfar? Por supuesto que no, el rival también juega, te quiere ganar y a veces juega mejor que tú, un elemento a veces invisible en el análisis, como si jugar mal fuera con intención.

El recambio duele. Le pasa a todos los países. A Alemania le acaban de hacer seis goles en Europa. Ecuador le anotó la misma dosis a Colombia. Italia y Holanda se quedaron fuera de Rusia 2018. No nos pasa sólo a nosotros. El foco no debe estar en los jugadores que ganaron todo, sino en sus relevos. Y ahí existe un salto al vacío que genera nuestra competencia que cada vez nivela más hacia abajo.

Hace menos de una década tuvimos a jugadores militando en el Barcelona, Inter, Bayern Munich y Arsenal. Hoy son muchos menos los que están en el primer mundo futbolístico. Los más jóvenes, incluso los más destacados, difícilmente llegarán a esas alturas. Eso tiene un correlato en lo que sucede en la cancha. Los que están en estaciones intermedias, como México, Argentina o Brasil, también padecen la diferencia de ritmo con los rivales. Y ni hablar los que juegan en la liga local. La ven pasar. No porque sean malos futbolistas, sino porque la diferencia de intensidad es enorme. Parece otro juego, parece otro deporte. Si a esto le agregamos decisiones técnicas conservadoras y timoratas, se arma una tormenta perfecta que refleja lo que es Chile hoy. Esta será una clasificatoria para sufrir, que ojalá termine con final feliz. Pero ya no se gana sólo con las jerarquías individuales. Venezuela lo demostró.

Más allá de los gustos particulares, hay un forado enorme en la generación de futbolistas desde la liga local. La responsabilidad de los clubes es gigantesca en ese aspecto y como suele ocurrir, desvían la mirada hacia otro lado. Ante la crítica por el trabajo deficiente en divisiones menores no responden con acciones. ¿Hace cuánto Colo Colo no saca un futbolista diferente, distinto? ¿Hace cuánto Universidad de Chile no hace lo mismo? Menciono a estos dos clubes porque son los de mayor convocatoria. Los jugadores se van al exterior a estaciones menores antes de su consolidación. El resultado es que lejos de potenciar sus habilidades, retardan su madurez porque juegan demasiado poco. Y se pierden en medio de una industria que los ve como moneda de cambio y no como jugadores de fútbol.

En The Last Dance no sólo se relata la última estación de Jordan, Pippen, Rodman, Jackson. Se muestra también como los actores secundarios estaban a la altura para que los astros tuvieran su mejor despedida. El Last Dance de la Roja no muestra esas características. Más allá del técnico, de resultados puntuales o expresiones de deseo.

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