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Opinión

18 de Noviembre de 2020

¿Quién es Chile? Eligiendo 155 constituyentes representativos

Agencia Uno

"Muchos y muchas de estos candidatos vienen a su vez del mundo político, y ven en la Convención una nueva oportunidad de servir a Chile, desde sus afiliaciones, redes y trayectorias. Independiente de sus motivaciones, cabe preguntarse si quiere el país que esos políticos profesionales sean los redactores de la nueva constitución".

Centro de Produccion del Espacio
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Desde que triunfó la opción Apruebo en el plebiscito, diferentes figuras públicas han manifestado su interés por integrar la Convención Constituyente. Al momento de lanzar sus candidaturas, sin embargo, han hecho pocos o nulos esfuerzos por marcar sus posiciones, declarando qué piensan respecto al sistema presidencial, al ordenamiento territorial, al régimen de propiedad privada, al aborto, a los criterios de ciudadanía, al extractivismo, al concepto de familia, a la inteligencia artificial, a la autonomía espacial, a la privacidad de datos o a la libertad de expresión, entre otros cientos de temas relevantes que serán materia de debate en la escritura de la carta magna.

Muchos y muchas de estos candidatos vienen a su vez del mundo político, y ven en la Convención una nueva oportunidad de servir a Chile, desde sus afiliaciones, redes y trayectorias. Independiente de sus motivaciones, cabe preguntarse si quiere el país que esos políticos profesionales sean los redactores de la nueva constitución. La encuesta IPSOS-Espacio Público 2020 es elocuente en la respuesta: los perfiles que menos confianza generan entre la ciudadanía son los “rostros”; esto es, personas con trayectoria política o alta figuración en medios masivos, en tanto son vistos como parte de la misma institucionalidad que está en el ojo del huracán. Las personas prefieren ser representados por candidatos sin  militancia política; que residen en los distritos por los que postulan; que sepan de temas constitucionales; que sean confiables, honestos y sin antecedentes de abusos o corrupción; capaces de lograr acuerdos; y que luchen por los intereses del colectivo por sobre los de unos pocos.

No cabe duda que la votación masiva por el Apruebo —cercana al 80%— fue en reprobación a la clase política y a la institucionalidad vigente. Un país más participativo y horizontal, donde los intereses y expectativas de todos sean considerados por igual, parece ser una esperanza instalada en nuestra geografía. Mal que mal, según la encuesta CEP de Diciembre 2019, un 91% cree que la democracia funciona regular o muy mal, y la confianza en los Partidos Políticos, el Congreso y el Gobierno no superan el 5% de aprobación. Si las instituciones encargadas de administrar la democracia no tienen credibilidad, parece preguntarse la ciudadanía, ¿pueden ellas mismas estar a cargo de la renovación del sistema? ¿Debe el gendarme estar a cargo de evaluar si la cárcel sigue en pie?

Este escenario nos obliga a pensar con urgencia modelos de sociedad y de política más representativos, que atiendan las múltiples realidades del país y puedan integrar dichas visiones en un debate de consensos y encuentros. En el Centro Producción del Espacio quisimos explorar, desde una perspectiva cuantitativa y demográfica, cómo debiera ser una Convención Constituyente si los 155 escogidos fueran representativos del país. Para ello identificamos algunas características globales que podrían ayudar a generar un marco que oriente la conformación de las listas, y potencie el valor representativo del proceso. Parte de esos hallazgos se exponen en el siguiente gráfico:

Chile en 155 personas: ¿cómo sería una convención constituyente representativa?
Revisa ACÁ.

A modo de síntesis, para ser representativa de la realidad nacional —un tema a discutir— la Convención debiera componerse por 82 mujeres y 73 hombres, en una paridad relativa que afortunadamente ya está atendida por la ley. Un tema ausente del debate, eso sí, es incluir a niñas, niños y adolescentes. Gracias a ese grupo etáreo se movilizó Chile, y de incorporarse, deberían aportar con al menos 36 integrantes. Por otro lado, de quienes integran la Convención, y tomando únicamente a la población laboralmente activa, solo 7 debieran trabajar en alguno de los poderes del Estado y al menos 35 serían trabajadores no-calificados.

“Si las instituciones encargadas de administrar la democracia no tienen credibilidad, parece preguntarse la ciudadanía, ¿pueden ellas mismas estar a cargo de la renovación del sistema? ¿Debe el gendarme estar a cargo de evaluar si la cárcel sigue en pie?”.

Parece importante que sea una Convención Constitucional inclusiva en diferentes dimensiones. Por ejemplo, 7 integrantes debieran ser migrantes (de Perú, Ecuador, Haiti, Venezuela, Bolivia, Colombia y Argentina; todos latinoamericanos); 26 personas en situación de discapacidad; al menos 2 de las comunidades LGTBIQ+; un mínimo de 16 representando a los pueblos originarios; 6 en situación de analfabetismo; y 1 proveniente de campamentos.

Del análisis central hemos dejado fuera a los pueblos originarios porque se está discutiendo la posibilidad de que tengan escaños reservados, lo que nos parece una decisión más acertada. De todos modos, si estuvieran considerados dentro de los 155, al menos 15 serían personas pertenecientes a diversas etnias: 13 mapuche, 1 aymara y 1 diaguita.

Uno de los principales detonantes del estallido social es la desigualdad, y para ser representativa, un 60% de quienes escriban la nueva Constitución debieran venir de hogares con un ingreso per cápita inferior a $253.300. Solo 20 debieran ser empleadores y al menos 56 serían dueñas de casa. Solo 30 personas habrían completado la universidad. En cuanto a la dimensión territorial, 61 provendrían de zonas metropolitanas, 75 de zonas urbanas no-metropolitanas y 19 de localidades rurales. De acuerdo a la encuesta Chile Dice de UAH/Ekhos, 146 de los 155 creerían que el cambio climático es real, y para 45 se trataría de un evento que eventualmente acabará con la vida en el planeta. Por lo mismo, 111 estarían de acuerdo con prohibir la operación de industrias contaminantes. 

Sin duda la discusión acerca de la representatividad es compleja, y sus virtudes y defectos han sido debatidos durante siglos: La necesidad de incorporar distintas realidades, la importancia de respetar las mayorías pero cuidar las minorías, la tensión entre democracia representativa y democracia directa, y el cuestionamiento a ideas hegemónicas y homogéneas de nación y soberanía están siendo claves para re-pensar el modelo democrático. El ejercicio que aquí presentamos no resuelve estas cuestiones, pero sí ofrece una visualización de datos que permite —esperamos— abordar el proceso que enfrentamos con mayor apertura y reconocimiento a lo que somos y queremos ser.

*Centro de Producción del Espacio – Universidad de las Américas:
Carlos Aguirre, Juan Correa, Ricardo Greene, Francisco Vergara-Perurich y Francisca Cancino.

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