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Entrevistas

3 de Diciembre de 2020

Javier Couso, abogado constitucionalista: “En los procesos constitucionales más exitosos, el 95 por ciento de los constituyentes fueron de partidos políticos”

“Veo muy difícil que los independientes ganen en la Convención Constitucional”, dice este abogado al sostener que no existen experiencias exitosas sin los partidos políticos. Aquí llama al Presidente a asumir un rol protagónico en este proceso, pero sobre todo a proponer un nuevo pacto de gobernabilidad para los meses que le quedan de gobierno. “Pero eso no se hace tirando el mantel”, advierte.

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El plebiscito del 25 de octubre no tuvo dos lecturas. Fue rotundo. Un 80% de los chilenos votó a favor de una nueva Constitución. Claro como el agua. Sin embargo, en pocas semanas, fueron apareciendo piedras en el camino: los cupos para pueblos originarios, la inscripción de los independientes, la propuesta para cambiar el quórum de 2/3 acordado, el rol de los partidos políticos. Todo en medio de un clima político más tenso que alineado con el proceso constitucional en curso. 

Hay gente preocupada. Uno de ellos es Javier Couso, uno de los más prestigiosos constitucionalistas del país. No es catastrofista, pero cree que este momento requiere de un mayor involucramiento del gobierno,  del mundo político y también de asumir que “la Constitución del 80 ya murió”. 

Couso es uno de los cinco autores del libro “El Otro Modelo” y es profesor titular de Derecho en la UDP e Investigador adjunto de la línea Conflicto Político y Social de COES. 

Abogado de la Universidad Católica, Couso es doctor en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad de California-Berkeley; catedrático de derecho  constitucional en la Universidad Ultrecht, Holanda, y consultor de Naciones Unidas y el Banco Mundial. Aunque fue independiente durante muchos años, su amigo Guillermo Larraín lo convenció de entrar a militar en la Democracia Cristiana. El argumento fue que si le interesaba la política y valoraba los caminos institucionales, entonces tenía que sumarse formalmente.  

-El proceso constituyente ya está en curso. ¿Cómo avanza? ¿Hay algo que preocupe?

El peligro es que tenemos un Presidente que no está comprometido con el proceso. Este es un país donde todavía el Ejecutivo marca mucha pauta, tanto por lo que hace como por lo que deja de hacer. Lo que observo es que el vacío de poder del Presidente ha contribuido a crispar el ambiente. 

-¿Y el mundo político, no?

-Efectivamente, duró muy poco el ambiente constructivo que dejó el plebiscito del 25 de octubre. Mi punto es que cuando uno mira los procesos constituyentes exitosos, como el colombiano en 1991 o el sudafricano de 1996, siempre ha habido un Presidente muy comprometido con el proceso. Por ejemplo, Gaviria era de derecha y tomó la oportunidad de liderar ese momento en un país donde habían fallecido tres candidatos presidenciales. 

-O sea, ¿en un ambiente alterado?

-Claro, idealmente uno querría un momento de gran tranquilidad deliberativa para poder discutir la Constitución, pero normalmente los procesos constituyentes ocurren en caliente.

-¿No se altera la discusión cuando hay un clima de efervescencia social?

-Normalmente, estos procesos se han hecho en circunstancias de tensión política extrema, de mucha agitación. En su segundo gobierno, Michelle Bachelet quiso anticiparse. Eso habría sido fantástico si la derecha lo hubiera aceptado, pero siempre dijo que no era el momento de hacer una nueva Constitución porque el país no estaba en crisis. 

-También hubo dirigentes de la izquierda que decían que eso era fumar opio…

Sí, pero eso fue un poquito antes. 

LA POLITICA COMO ANCLA 

-¿Qué rol debiera jugar hoy la clase política?

-Ese es uno de los asuntos que más me preocupa. No hay en la historia reciente procesos constituyentes exitosos sin que los partidos políticos tengan un rol importante. No conozco, no existe, una experiencia exitosa de una nueva Constitución hecha por la sociedad civil. Se menciona el caso de Islandia, pero fracasó porque no involucró a la política. 

Entonces, ¿estamos en un problema? ¿La baja legitimidad de los partidos podría jugar en contra?

-Yo entiendo lo detestable que parecen los partidos para muchos chilenos, pero todavía no se ha inventado nada que los sustituya. Por eso, estamos en una situación muy complicada. Necesitamos a los partidos, pero tenemos un sistema muy debilitado, deslegitimado. Paradojalmente, en esta crisis la derecha tiene menos problemas en sus partidos. Esa crisis se vive más fuerte en la centro izquierda.

-¿Por qué?

-Porque la derecha siempre ha tenido una relación fluída con el empresario. Sus partidos siempre han aceptado  una cierta convivencia con el dinero. Pero en la centro izquierda hay un problema de disonancia cognitiva. Ellos siempre han planteado la igualdad de oportunidades, la equidad… Es muy complejo cuando se pone en evidencia la corrupción de la política, representada, por ejemplo, en la Ley de Pesca. Soquimich fue una empresa creada por los radicales en la mitad del siglo XX, regalada por el dictador a su yerno Ponce Lerou, quien terminó financiando al Partido Socialista.

-¿Se instala un contrasentido ético?

-Claro. Al votante de derecha le hizo menos ruido que el yerno de Pinochet financiara a sus partidos, pero al votante de centro izquierda le pareció obsceno. Hay como un síndrome de Estocolmo. El yerno de quién ejecutó a la plana mayor del PS financió campañas de uno de los partidos más aniquilados por la dictadura. Eso tiene que haber producido una disonancia cognitiva muy fuerte. Como sociedad todavía no nos hemos hecho cargo de eso.

-Los partidos son claves, pero ¿cómo se suman los independientes para tener voz en la Convención Constitucional? Hay una expectativa ciudadana.

-Es muy problemático porque, vuelvo a repetir, si tú vas a los procesos constitucionales más exitosos, como el de Nelson Mandela o el de Colombia, el 95% de los constituyentes fueron de partidos políticos. 

-Un 78,9 por ciento de la ciudadanía votó por una Convención, dejando en claro que no quería que fueran los mismos de siempre…

-No haría una lectura de repudio tan mecánica hacia los partidos. Sería más cauto. Quisiera ver más evidencia empírica de las razones que están detrás de de ese 79%. Tengo claro que la gente quiere una nueva Constitución y una Convención enteramente elegida. Pero no ha dicho si quiere que sean todos independientes. El anuncio del PPD de abrir la mitad de sus cupos a independientes puede ser una buena opción.

“Como país estamos en nuestra peor crisis de gobernabilidad en treinta años. De eso no cabe duda. No olvidemos que hace poco más de un año, el Presidente Piñera le dio  luz verde a Mario Desbordes y Gonzalo Blumel para convocar a un Acuerdo Nacional por una Nueva Constitución. Eso no sólo salvó al gobierno, también al país de una crisis de gobernabilidad que nos habría acompañado hasta ahora”.

-Pero muchos independientes no quieren ir bajo el alero de un partido… 

-Yo entiendo la motivación, pero veo muy difícil que los independientes ganen en la Convención. Sería anómalo, sorprendente. Hay un dato más complejo que es preguntarse por qué existen los partidos. Aquí cualquiera puede decir que es socialdemócrata, pero haber ido a visitar a Pinochet en Londres. Eso también es una disonancia cognitiva. 

-¿Los partidos marcan identidad, te anclan en tu pasado?

-Claro. Los partidos te dan un prontuario, por decirlo de alguna manera. Tienen una historia que te ayuda a decir: “ojo, este gallo está diciendo esto ahora, pero hace poco decía otra cosa”. O “esta señora es muy popular, pero no tiene domicilio político. ¿Qué garantías tengo el día de mañana?”. 

PACTO DE GOBERNABILIDAD

-Dices que es habitual que las Constituciones se discutan en momentos de alta tensión. ¿En Chile estamos en un proceso de ingobernabilidad?

-No. Todavía no. Yo he estado en países así. Naciones Unidas me pidió ayudar y asesorar al gobierno de Yemen cuando estaban tratando de salir de una guerra civil. Sé lo que es. Y también sé que siempre se puede estar peor…  

-¿Y cómo describirías el momento que atraviesa el país?

-Como país estamos en nuestra peor crisis de gobernabilidad en treinta años. De eso no cabe duda. No olvidemos que hace poco más de un año, el Presidente Piñera le dio  luz verde a Mario Desbordes y Gonzalo Blumel para convocar a un Acuerdo Nacional por una Nueva Constitución. Eso no sólo salvó al gobierno, también salvó al país de una crisis de gobernabilidad que nos habría acompañado hasta ahora. 

-¿De verdad crees que se podrían haber roto los bordes de nuestra democracia?

-Mira, la palabra gobernabilidad parece una descripción académica, pero se traduce en sangre, sudor y lágrimas. Los países que tienen crisis de gobernabilidad saben que quedan muchos muertos en la calle. Y muy probablemente si el Presidente hubiese decretado estado de sitio en vez de haber convocado una nueva Constitución, habríamos estado discutiendo por meses sobre los cientos de muertos en el país. 

-Por eso muchos advierten que ahora es el momento de tomar en serio las expectativas de la gente…

-La gente no es tan ingenua como para creer que la Constitución lo cambiará todo automáticamente. Pero sí tiene clarito que con esta Constitución no se puede gobernar de manera progresista. Lo aprendió con Bachelet II, que chocó contra la Constitución y el Tribunal Constitucional. Y si Piñera continúa con esto de recurrir al Tribunal, lo único que hace es recordar por qué queríamos una nueva Constitución. 

-¿Por qué? ¿Qué es lo que muestra la decisión del Presidente al acudir al TC?

-Que estamos cansados de que los que pierden las votaciones en el Congreso traten de ganar por secretaría en el Tribunal Constitucional. Es un gran error utilizar una de las instituciones más cuestionadas del país. La Constitución del 80 se está muriendo lentamente. Y lo que hace Piñera es intentar resucitar un muerto. ¿Qué tiene de constructivo usar una institución notablemente deslegitimada? 

El argumento del gobierno es dejar instalado  un precedente y no aceptar una mutación constitucional con las mociones parlamentarias. 

-Pero eso se hace políticamente. Además, ya dejó pasar la hora en que pudo haber sentado ese precedente. Hace cuatro meses, aprobó un proyecto idéntico. Lo pudo haber vetado o haber llevado al TC y no lo hizo. Ahora, lo único que va a lograr es poner el foco en su amiga, la presidenta del TC (María Luisa Brahm). Todos los ojos van a estar encima de ella. Y se va a generar la impresión de que él no cree en las instituciones. Las usa cuando tiene amigos. Lo irónico es que hoy necesitamos desesperadamente que ése Piñera que permitió a Blumel y Desbordes trabajar por una buena salida, vuelva permitirle al ministro Rodrigo Delgado trabajar constructivamente. 

-¿El gobierno debiera optar por una nueva estrategia? 

-El Presidente debería tratar de buscar un pacto de gobernabilidad para estos 15 meses que le quedan. Tener un diseño, abrir una conversación de buena fe con sus adversarios. Pero esas cosas no las haces tirando el mantel. Se hacen con gestos. No con pompas no con grandes anuncios, como le gusta hacer a este gobierno.

-¿Un acuerdo de gobernabilidad en qué línea?

-Todos sabemos que la crisis económica se viene durísima para el próximo año, la pandemia sigue ahí, la crisis social también. La gente no recuerda que el  12 de noviembre del 2019, la embajada de Argentina estuvo a minutos de ser saqueada y quemada con el embajador dentro. Estas cosas no se saben. No se dijeron. Pero hasta los países que están en guerra civil, logran mantener la inmunidad diplomática. 

¿Qué me quieres decir con eso? 

-Lo que te quiero decir con eso es que puede volver a ocurrir. El acuerdo constitucional buscó descomprimir una situación explosiva que Chile no era capaz de garantizar en el pleno centro de Santiago. No quiero ser catastrofista. El plebiscito nos devolvió la autoestima como país, pero el gobierno realmente tiene que ponerse las pilas.  Y este tipo de acciones como ir al TC para querer ganar por secretaría es como echarle kerosene a un incendio. ¿No sería sensato que si el gobierno ya sacó su proyecto de 10%, ahora dé la señal de retirarlo? Son pequeños gestos para los próximos meses.

“Cuando uno mira los procesos constituyentes exitosos, como el colombiano en 1991 o el sudafricano de 1996, siempre ha habido un Presidente muy comprometido con el proceso. Por ejemplo, Gaviria era de derecha y tomó la oportunidad de liderar ese momento, en un país donde habían fallecido tres candidatos presidenciales”.

-Más allá del gobierno, ¿cómo ve el rol del Congreso? ¿No está legislando para relegitimarse ante una ciudadanía?

-Chile es un país históricamente presidencialista y yo le cargo la mano al Presidente porque tiene más posibilidades de cambiar las cosas. De hecho, insisto, el proceso constituyente existe porque Piñera le dio luz verde. Si no lo hubiese hecho, probablemente habría sido derrocado. Incluso su propia gente le habría forzado una renuncia. No sabemos. Es imposible saber los contrafactuales. Lo claro es que el proceso constituyente requirió que el Presidente actuara. Eso es lo que le pedimos ahora. 


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