Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Entrevista Canalla

9 de Diciembre de 2020

Pablo Zalaquett, empresario y ex candidato a alcalde: “He perdido el 50% de mi patrimonio por la política”

Dice que superó los obstáculos, que se ha sentido solo, que Evelyn Matthei fue desleal, que no culpa de nada a Kramer, que hay pobres en Vitacura y que no descarta nada en su futuro.

Por

“Estoy bien”, dice, sin dramas, Pablo Zalaquett, el político que quiso ser alcalde de Vitacura. “Qué tan bien”, insiste el reportero, mirándolo fijamente.  “Bien, bien”, repite, ajustando su camisa color crema que luce tres botones abiertos, exponiendo un escote de hombre, con un pecho de hechura árabe, velludo. Acaba de perder en las primarias para alcalde en la comuna, obtuvo un tercer lugar que no reconforta, se aleja del protagonismo. No es el hombre de las portadas. 

-Pero mira…- insiste.

-¿Qué?

-Estoy tranquilo. Y… ja, ja, ja…

-¿Está riendo?

-Es que estoy relajado… ja, ja, ja.

La risa es honesta y llamativa. Por momentos pareciera que, con un pedazo del ojo derecho, vigila si un fotógrafo le va a inmortalizar la carcajada. Como sea, éste es un Zalaquett sin nervios, un despreocupado de derecha. Un señor de 57 años, un chileno de ojos azules y pelo en pecho. Un divorciado con cuatro hijos grandes, un hombre que juega al tenis, un imitado que gotea sudor. 

-¿No está afectado?

-No, fíjate. Porque me sentí muy querido. Por la gente, por los vecinos.

El reportero lo mira a los ojos, genera una atmósfera:

-¿Usted considera que perdió?

-Sí, según los números.

-¿Y, en términos místicos, usted perdió?

-No… – suelta con un hilo de voz, elevado.

-¿Qué ocurrió, Pablo?- la voz del reportero es honda.

-Yo… gané…

-¿Qué ganó?

-Gané por todo lo vivido. Gané al estar con la gente, al escucharla. Y también, en Vitacura, ganó el cambio. Perdió Torrealba y su heredero.

Pablo, tiempo atrás, entre los años 2002 y 2012, fue un alcalde muy noticioso. Lideró La Florida y Santiago. Pero luego perdió una elección que lo destinaba al Congreso y, por ende, a la gloria futura, y se alejó de la política. Posteriormente Kramer le agudizó la voz, le agrandó los ojos, lo hizo transpirar. Y Pablo Zalaquett dejó de ser un político y se convirtió en un desorientado personaje. Pablo, por años, estuvo apagado. 

-Tuve un periodo mío, de analizarme, de buscar. De entenderme. 

Escribió un libro llamado “Sí Se Puede”, tal vez un diario de resurrección. Pablo fue al sicólogo, redactó su vida entre llantos, entre carcajadas atemorizantes, caminó por las calles sin un destino concreto. Vagó por Santiago, desconectado, sin hallarse.

-Me iba caminando desde Vitacura hasta la Plaza de Armas- ha dicho. 

-¿Qué hacía durante esos trayectos?

-Pensaba en mi vida. Me conectaba al entorno. A las demás personas, a los árboles- ha dicho.

Una vez en televisión dijo que una noche habló cariñosamente con un árbol. Parece que le deseó suerte y el árbol lo despidió con una sacudida muy gentil. Otras veces, habló con anónimos hasta la madrugada. 

-Un día dije: voy a volver. Dije: Seré candidato. Dije: Que sea en Vitacura.

Y tomó las riendas otra vez. En Vitacura, su comuna, el lugar en que se crió y jugó tenis en el Estadio Sirio, el lugar en que fue un galán flexible, el llamativo de la discoteque Eve, el vecino de la calle Nueva Costanera, luego de la calle El Romeral, el hombre que aún va a misa en Los Castaños dos veces a la semana, en fin, el vitacurense que habla con Dios y sus amigos, volvía a las pistas. A bailar en la papeleta. 

-Y perdí…- concluye, con una risa triste.

-¿Pero usted recién venía resucitando, Pablo?

-Sí- responde suave, con un matiz divino.

-¿Se puede decir que volvió a morir?

-Noo… yo volví, es cierto, y volví para quedarme.

-¿Dónde se va a quedar?

“Nunca más apoyaré a Evelyn Matthei. En nada. Eso fue una deslealtad”.

-En cualquier lugar donde pueda desarrollar mi vocación social, donde pueda ayudar según mis convicciones.

Y el héroe ha perdido, pero está completo. Tiene el horizonte abierto. No está en los focos, se esfumaron las selfies, pero está de pie. Zalaquett, el vitacurense, sigue con vida.

Vote Pablo

Pablo recuerda que repartía volantes en las esquinas y la gente, dice, bajaba por Escribá de Balaguer a bordo de un jeep y le decía:

-Grande Zalaquett.

O le decía:

-El pueblo está contigo, Zalaquett.

Y reían con simpatía. Y Pablo les donaba un volante en que proponía cambios. 

-¿Usted adora Vitacura?

-Ahí está toda mi vida.

-¿Cómo es Vitacura?

-Una gran comuna que tiene dos vitacuras.

-¿De qué habla?

-Hay una Vitacura rica y otra que se llama la Vitacura de los Pobres Sin Corbata.  

-¿Hay pobres en la comuna?

-Gente de clase media muy complicada. Ese sector está ubicado en Villa El Dorado, por Las Tranqueras, por las calles con nombres del zodíaco. Leo. Virgo. Capricornio. Etc.

El reportero queda atónito porque tiene conocidos en el sector y jamás los imaginó pobres. Tenían auto, un microondas, playstation. Ahora, dramático, se figura que en el sector se instaló un lumpen con el pelo rubio. Aristócratas en descenso, ex elegantes, pandillas de ex alumnos del Saint George. Pero Zalaquett lo reafirma con autoridad. Él lo sabe. Él caminó la comuna, repartió volantes, incluso en una ocasión soportó a un neo conservador que un día bajó la ventana de su jeep y le dijo:

-¡Zalaquett… ahuevonado!

Él sabe que es una comuna cuya riqueza está estigmatizada. Hay ricos y normales. Empresarios y agobiados. Él, Zalaquett, se había propuesto instalar muchos liceos en Vitacura, darle ingreso al pueblo.

-Quizás por eso perdió, Pablo…

-¿Por qué? ¿Por proponer que haya más educación para gente de bajos recursos?…

-Eso quizás molestó al vecino tradicional… sin contar que nadie sabe dónde están los de bajos recursos…

-Yo perdí por otros factores- sentencia fríamente el ex candidato.

-¿Por qué perdió?

-Porque estaba solo- Zalaquett se envalentona. 

-¿Por qué dice eso, Pablo? Usted figuraba acompañado…

-Bue…

-¿Qué? ¿Lo botaron?

-Y no me votaron.

-¿Quiénes lo dejaron solo?

“Tuve un periodo mío, de analizarme, de buscar. De entenderme”.

-Mira, yo me enfrenté solo contra todo un partido. Contra Evópolis. Por eso ganó Camila Merino, a quien quiero mucho. Ganó porque ellos hicieron una gran campaña. Ellos tenían a la cúpula del partido haciendo puerta a puerta. A Cruz-Coke, a Kast, a Undurraga. Diseñaron una campaña para mujeres. Mujer vota a Mujer. 

-A usted lo apoyó Joaquín Lavín…- lo instigamos.

-Joaquín Lavín es querido por un porcentaje menor de los vecinos de Vitacura.

-¿A quién quieren en Vitacura?- el reportero desespera.

-¡A los de Evópoli! Si hasta Evelyn Matthei, que es de mi partido, apoyó a Camina Merino.

-¿Ella… lo dejó a un lado, Pablo…?

A Zalaquett se le apaga la voz:

-…

Luego a Zalaquett le retorna la voz: 

-Yo había hablado con Evelyn…

Y Zalaquett parece esos veteranos de Vietnam que con la mirada vacía recuerdan, una y otra vez, el sonido de un helicóptero.

-Sí, hablamos una vez…

-¿Qué hablaron, Pablo? 

-Ella me dijo que era amiga de Camila Merino. Pero que, por respeto, por ser de la UDI, se mantendría neutra. 

Pero un día Evelyn Matthei, recuerda Zalaquett, apareció apoyando con entusiasmo a Camila Merino. Y Pablo sintió una estocada.

-Nunca más apoyaré a Evelyn Matthei. En nada. Eso fue una deslealtad.

-¿Ahora opina que ella es una mala persona?

-No. Pero no me compro eso de la amistad. Si cree que tengo cara de ingenuo está muy equivocada…

Hay un intenso silencio. 

Y al rato murmura la rabia:

-…en cambio Evópoli…

En cambio Evópoli tenía los nudillos mediáticos de Cruz-Coke tocando las puertas, el rubio germano de Kast, el apellido extenso de Undurrraga. Puerta a puertas con estrategia. Y ahí, a su vez, iba en solitario Zalaquett, hijo de un millonario que tempranamente se fue a la quiebra, hijo de una mujer que falleció cuando él tenía 17 años. Un joven que lo tuvo todo y que lo perdió todo. Un descendiente de árabes, un Zalaquett Said, que vendió revistas a la salida del Estadio Palestino para recaudar un ahorro. Y en pleno 2020 ese Zalaquett, el hombre que pronto iba a perder su tercera elección, caminaba lentamente por Avenida Manquehue tocando las puertas. 

Y les decía a quienes le abrían.

-¡Hola! ¡Permítame presentarme, soy Pablo Zalaquett! ¡Quiero ser su alcalde!

En ocasiones lo invitaban a pasar. Y, como es un puerta a puerta en Vitacura, a pocos metros del Club de Polo (del cual ha sido socio), la recepción era más sofisticada. 

-Me hacían pasar y me ofrecían vino blanco o champaña.

-Eso sí que es un puerta a puerta, Pablo.

-¡También me ofrecían Aperol! Ja, ja, ja. 

El reportero lo mira severamente.

-¿Hizo campaña bajo los efectos del alcohol, Pablo?

-¡Jamás! Sólo si era una última reunión y no manejaba me tomaba un traguito. Especialmente con los jóvenes.

I´m back

El ex candidato está en su oficina: fundó una empresa de asesorías comunicacionales. Tiene una secretaria, varios funcionarios, un computador moderno y seis diplomas a sus espaldas que acreditan que es interesante. 

-Me da risa…- confiesa en un momento.

-¿Qué?

-La gente cree que yo soy cesante.

-¿Por qué?

-Porque no me ven apareciendo en la política. Y te digo algo: yo he perdido el 50% de mi patrimonio en la política.

-¿Cómo?

-En candidaturas. He tenido seis candidaturas. He ganado tres y he perdido tres. Y hay gente que me dice en Twitter: “Querís puro hacerte rico como alcalde, chanta”.

-Tal vez usted quiera hacerse más pobre…

-Yo en mi empresa gano el doble de lo que puedo ganar como alcalde…

Se queda mirando hacia una ventana. Y, por primera vez, esa no es su cara, sino la de Kramer.  

-Kramer…- lo llamamos, en un instinto.

-¿Qué pasa con Kramer?

-¿Cuánto lo perjudicó en su carrera?

-Na. Yo no voy a culpar a Kramer de ningún resultado que haya tenido.

-Pero hizo que la sociedad lo viera como raro, Pablo…

-Mira, gracias a Kramer yo me hice mucho más conocido…

Meses atrás Zalaquett y Kramer se toparon en un semáforo. Zalaquett repartía volantes en Las Tranqueras con Vitacura. Escuchó un grito:

-¡Güena Zalaquett!- la voz venía desde un auto.

Se volteó, con cara de candidato.

-¿Kramer?- lo vio de inmediato, algo difuso. Le pareció que Kramer lo miraba poniendo los ojos salidos, su pose famosa.

-¡Yo te pongo el voto!- al parecer le gritó Kramer al acelerar. Y Zalaquett extendió al aire su dedo pulgar.

El día de las primarias se encontraron otra vez. Zalaquett era un candidato que iba para todos lados esbozando una carcajada y en un momento se topó con un vocal de mesa instalado en el colegio María Luisa Bombal que lo miraba con la boca abierta. Era el comediante.  

-Hola Stefan- le dijo Zalaquett.

-Hola Pablo- le respondió Kramer.

La gente les pidió una foto.

Ellos se rieron. Se despidieron con afecto.

-¿Y usted se deprime cuando escucha las burlas a su persona?

-No me importan. Sólo me importa lo que dicen mis hijos.

Pablo tiene un hijo que ahora se llama Pedro Luna y es un bohemio. Vive en Bali y analiza el bambú. Tiene una hija que tiene un cerebro muy iluminado y que vive en Boston. Otra que vive cerca de Boston. Otro hijo que es creativo. Todos ellos, pese a que se esparcieron a toda velocidad por el planeta, son unos Zalaquett orgullosos.

-Pablo…

-…

-¿No estará más cómodo en su empresa? 

-Uf…

-¿Por qué insiste con la política?

-Porque es mi vocación. Porque quiero ayudar. Porque quiero generar conciencia social.

-¿Qué viene?

-He recibido muchísimas ofertas. Las estoy meditando. A mí me importa estar, ya sea en primera o en segunda línea…

-¿Descarta la presidencia?- pregunta imperturbablemente el reportero. 

Zalaquett, por alguna razón, toma la pregunta con profesionalismo.

-Nunca descarto nada. Pero no es el momento- responde heroicamente.

Y mira serenamente hacia el frente. Son los gloriosos ojos que Kramer agrandó en Viña del Mar. Los ojos del hombre que resucitó.

“Yo en mi empresa gano el doble de lo que puedo ganar como alcalde…”.

-Entonces, sea como sea, volvió…

Y Zalaquett, como un Terminator en español, sólo finaliza repitiendo su frase.

-He vuelto.

Y con los ojos secos, mirando hacia adelante, inmune a las derrotas, a las imitaciones, al abandono político, a lo que sea, Pablo Zalaquett suelta una enigmática risa. Y nadie sabe dónde volverá a aparecer.

Notas relacionadas

Deja tu comentario